Por otra parte, al profundizar en la definición de maltrato de las personas mayores en otros espacios de discusión, encontramos La Declaración de Toronto para la prevención global de las personas mayores fue promulgada por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002) que la define como un “acto único o repetido, o la falta de una acción apropiada, que ocurre dentro de cualquier relación donde existe una expectativa de confianza, que causa daño o angustia” (p. 3). Desde esta perspectiva, la atención está centrada en la víctima y su agresor, ubicando el maltrato principalmente en la esfera familiar, y atribuyendo por defecto, causas asociadas al estrés del cuidador, e inexistentes o débiles redes de apoyo (Sirlin, 2008). Esta última definición no está centrada en la violencia contra las mujeres, sino que prioriza el abordaje desde la situación de vejez, reduciéndolo a una etapa vital y no complejizando el mismo desde un continuo. Junto a ello, reconoce implícitamente que las relaciones de hombres y mujeres mayores los exponen a un maltrato de las mismas características, olvidando el género “esa simbolización cultural construida a partir de la diferencia sexual, rige el orden humano y se manifiesta en la vida social, política y económica (...) con las cuales se intenta normar la convivencia” (Lamas, 1996, p. 1) que han acompañado a las mujeres a lo largo de su vida, y que condicionan un envejecer diferente al de los hombres.
Si comparamos la primera y segunda definición de la violencia y maltrato en ambos documentos citados, éstos no abordan una discusión conceptual sobre el género, que problematice la violencia. Sin embargo, se observa en otros apartados un desarrollo, aunque de carácter insuficiente, por ejemplo, en la Declaración de Toronto se expresa lo siguiente: “es igualmente importante considerar una perspectiva de género, ya que las complejas construcciones sociales relacionadas ayudan a identificar el tipo de maltrato y quién lo inflige” (OMS, 2002 p. 3).
Por otra parte, en el Decreto 162 (2017) de la Convención Interamericana se refiere que Chile debe incorporar el género activamente en “todas las políticas y programas dirigidos a hacer efectivos los derechos de la persona mayor y destacando la necesidad de eliminar toda forma de discriminación” (p. 2).
Es relevante problematizar el maltrato o las violencias en su relación con el género, ya que el concepto de maltrato u otro por sí solo, sin distinguir el género, favorece una imagen que ubica a las personas mayores exclusivamente en el espacio familiar (al estar jubiladas). De esta manera el maltrato se expresa como una forma de exclusión, no reconociendo su accionar en diversos espacios, múltiples roles y heterogeneidad en el vivir la vejez, como las diversas formas de violencia social que afectan especialmente a las mujeres (Márquez, 2004). Si profundizamos en ello, combatir la violencia de género no se reduce a criminalizar, se debe incorporar a las mujeres como participantes activas del proceso de erradicación, y ampliar el desarrollo de investigaciones que den cuenta de diagnósticos más precisos (Segato, 2003). Ahora bien, profundizar en este tema no es el objetivo de este documento, pero si cobra valor el permitirnos complejizar el abordaje de la violencia, para efectos de este artículo desde la visibilización y la interseccionalidad.
Nos aproximaremos a una definición que sitúa la violencia contra las mujeres mayores como una expresión más de violencia de género, patriarcal y estructural, imposible de ser reducida al ámbito doméstico y atemporal, desde la cual debemos “entender que hay un tipo de violencia de género que se genera y transita por escenarios absolutamente impersonales” (Segato, 2014, p. 65). Al apelar a su carácter estructural, afirmamos que trasciende los comportamientos individuales, despojando el carácter personal, privado y las responsabilidades de las mujeres en su circulación e impacto, y al ser multidimensional, se expresa de distintas formas, a través de las instituciones sociales, los sistemas de valores, y normas. Cabe destacar que para efectos de análisis se ha consensuado el tipificarla desde lo sexual, económico, físico, institucional u otras.
Cuando somos capaces de comprender que la violencia daña las vidas y el mundo de las mujeres y se ejerce desde cualquier sitio, con cualquier objeto material o simbólico que pueda causarles tortura, daño y sufrimiento, que los hechos violentos contra las mujeres recorren una gama que va del grito, la mirada y el golpe, al acoso, el abandono, el olvido, la invisibilidad y la negación de los mínimos derechos, hasta el uso de armas mortales en su contra (Lagarde, 2012). Avanzamos en complejizar y develar las estructuras de subordinación y poder, que obstruyen y amenazan especialmente la vida de las mujeres, y permitimos que la violencia contra las mujeres mayores no se diluya y oculte como un fenómeno privado y doméstico.
La violencia hacia las mujeres las anula, las limita y su origen se ubica mucho más allá del abusador o victimario. El origen es sociocultural e histórico. Está imbuido en cada una de las instituciones que intenta dar soporte a este problema, he allí la preocupación que debiera provocarnos el que la atención y las prestaciones ofrecidas, la reduzcan a un problema personal-familiar. Por tanto, “erradicar la violencia de género es inseparable de la reforma misma de los afectos constitutivos de las relaciones de género tal como las conocemos y en su aspecto percibido como normal” (Segato, 2003, p. 133). Es por ello que consideramos de suma importancia el avanzar en estudios gerontológicos que contribuyan a develar, cuestionar y visibilizar tanto las violencias como los dispositivos que las reproducen.
De acuerdo con la Red Chilena contra la Violencia hacia las mujeres (2015) las violencias hacia las mujeres son de tipo estructural porque están a la base de las sociedades patriarcales, y se extienden como eficaces mecanismos de poder y dominación en las relaciones políticas, socioeconómicas y culturales de distintos sistemas político-administrativos. Por otro lado, es continua, porque está presente en todas las etapas de nuestra vida y en los diversos espacios, y tiene origen y desarrollo histórico.
Considerando la violencia de género como telón de fondo, quisiéramos comentar algunas de las Expresiones de un Continuo de Violencia6 que vivencian las mujeres en su vejez. Sin embargo, se debe advertir que el orden utilizado es circunstancial, para efectos de esta presentación, y proponemos cuatro dimensiones (Tabla 1) que se han identificado como expresiones de violencia que son signos de la complejidad del fenómeno, compartiendo solo algunos ejemplos que ilustran la comprensión de la violencia como continuo vital.
Tabla 1.
Dimensiones de expresiones de violencia
Económica7 |
Salud8 |
Psicosocial9 |
Cultural10 |
Lagunas previsionales.Falta de ingresos propios (SENAMA, 2008). |
Programas orientados a las mujeres en edad fértil (Berrantes, 2006).Dificultades en la obtención de salud (Sánchez, 2011).Cuidados a adultos mayores dependientes (Arroyo, 2010) |
Naturalización de la violencia en la cotidianidad y baja solicitud de apoyo social (Hightower, 2004).Síndrome de la “abuela esclava” (Guijarro, 2001), cuando las mujeres mayores tienen altas responsabilidades domésticas y dificultades para eximirse de las mismas, pudiendo provocar graves incluso mortales problemas de salud.La pobreza y la desigualdad son aún realidades que caracterizan la vejez de numerosas personas en América Latina en el siglo XXI (Osorio, 2010 p. 68). |
El 90% de abusos sexuales, corresponde a víctimas mujeres mayores, las que a su vez se ven cuestionadas, a nivel testimonial, por su condición cognitiva (Lach y Pillemer, 2010 citado en United Nations [UN, 2013]).El femicidio, concepto que definiremos desde los aportes que la Red chilena contra la violencia hacia las mujeres (2014) que elaboran en su libro Violencia extrema hacia las mujeres en Chile, una compresión del asesinato como un acto misógino desde las creencias y valores socioculturales.Las cifras de mujeres mayores, asesinadas en América Latina, luego de haber sido sindicadas de brujas y hechiceras (Maric, 2014, citado en La Red chilena contra la violencia hacia las mujeres, 2015)El “cuerpo envejecido” se condena y despoja del atractivo social (Sánchez, 2016). |
Fuente: elaboración propia.
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