Valentina cruzó los brazos sobre su pecho, y le miró como si sintiera la necesidad de justificarse.
—Hugh, supongo que el que esté aquí contigo, te estará dando una imagen de mi un poco “demasiado” liberal. ¿No es así?
—Lo mismo podría decirte yo a ti. Después de mi “arresto”, supongo que todas las mujeres me deben considerar un adicto al sexo, o algo parecido. Pero los dos sabemos cómo somos. ¿No crees?
Valentina le sonrió un poco más tranquila.
—Antes te dije que había terminado con mi pareja, pero lo que no te he dicho, es que él aún no lo sabe. Cinco minutos antes de encontrarte en la tienda, le vi cómo se besaba, con una de sus secretarias, en un taxi. Supongo que se dirigían a la casa de ella. Aún no he decidido como decirle que hemos roto, pero de aquí a la noche ya pensaré en algo. Y fíjate como ha terminado un día, que tenía que ser horrible. Aquí estoy, en la suite de un hotel, con mi actor favorito, debatiéndome en si tengo que salir por la puerta corriendo, o por el contrario, debería hacer lo que estoy deseando hacer.
—Hagas lo que hagas por favor no salgas corriendo, porque van a pensar que he intentado aprovecharme de ti, y no me gustaría añadir más leña a mi dañada reputación.
Valentina no pudo controlar la risa que le provocó, aquella imagen en su mente. La tensión entre ambos, estaba desapareciendo por momentos.
—¿Cuánto tiempo hace que has roto con Jessica?, —le preguntó, cuando dejó de reír.
—Tres meses, —contestó secamente.
—¿Hay posibilidades de que volváis a estar juntos?
—Ya me gustaría, pero depende de ella. Su prioridad en esta vida es llegar a ser una modelo famosa. Nunca me he considerado un machista, aunque es lo que ella me recrimina constantemente. Me gusta que las mujeres se sientan realizadas, y que mi pareja sea conocida como Jessica Stone, y no por ser la mujer de Hugh Grant. El nueve de septiembre cumpliré cincuenta años. Una de mis ilusiones en esta vida era formar una familia. Quería tener tres hijos. Pasar mis vacaciones en Escocia con ellos, como hacía yo de pequeño y así continuar, a través de ellos, mi legado familiar. ¿Qué le voy a hacer? Mi familia desciende de los Grant de Glenmoriston. Seguro que lo sabías ¿verdad? Creo que no es mucho pedir, pero ella no quiere oír hablar de eso. Piensa que no quiero que triunfe, y eso no es cierto. Una mañana me dijo que se marchaba y que era mejor que no nos volviéramos a ver. Hizo las maletas y se marchó a Cardiff, con sus padres. Después de tres meses de súplicas y llamadas sin respuesta, hice las maletas y me vine a Barcelona. Aún no sé qué estoy haciendo aquí pero como ves, le he hecho unas compras, gracias a ti, como si estuviese esperándome en casa.
Cuando Hugh terminó, se quedó pensativo. ¿Por qué le había explicado todas esas intimidades a una desconocida, por muy buena persona que pareciese?, —pensó. Solo esperaba que todo esto, no acabase complicándole más la vida.
—No pierdas la esperanza. Seguro que de una forma u otra todo se arreglará, —contestó Valentina mientras pensaba una posible solución para el problema.
—Que optimista eres. ¿Crees en el destino Valentina?
—Sí. Sin dudarlo un segundo. El problema es que muchas veces no somos conscientes del objetivo real que nos brinda.
—¿Qué quieres decir?, —preguntó extrañado Hugh.
—Quiero decir que tú y yo nos hemos encontrado hoy, por una jugada del destino, pero el resultado de este encuentro será muy diferente, al que pensamos en el momento que nos vimos. ¿Qué nos traerá a nuestras vidas este encuentro? ¿Un día maravilloso para ambos y ya está? Yo creo que no. Solo el tiempo nos lo dirá, pero ya verás cómo esto habrá servido para una finalidad.
—Valentina no sé a dónde nos llevará todo esto, pero de momento lo que tengo claro es que me encantaría besarte, pero solo si tú también lo deseas, —dijo Hugh mientras caminaba lentamente hacia ella.
—Sin tener en cuenta que eres mi actor favorito, y sin que esto interfiera en mi decisión, estoy deseando hacerlo.
Hugh se acercó a Valentina despacio. Le cogió la cara con ambas manos, y la besó con dulzura, para saborear aquellos labios carnosos, que tanto le habían gustado, desde el primer momento que la vio. Con unos movimientos lentos y acompasados, se abrazaron para sentir sus cuerpos, uno contra el otro, a medida que los besos comenzaban a ser apasionados y llenos de deseo. Sin rubor alguno, Valentina empezó a desabrochar la camisa de Hugh. Si algo había aprendido en esos cuatro años con Giacomo, era el haberse convertido en una perfecta amante. Él comenzó a bajar la cremallera del vestido. Solo tuvo que acariciar los hombros ligeramente, para que cayera a sus pies, y dejar al descubierto un cuerpo perfecto, adornado con una lencería fina, irresistible para cualquier gusto. El pulso de ambos empezó a acelerarse por momentos. La ropa que quedaba puesta, desapareció en segundos. Sin dejar de besarse, empezaron a caminar hacia la cama, hasta que cayeron sobre ella. Con movimientos sincronizados y sin separar sus labios, empezaron a acomodarse en aquel mullido colchón. Con las manos, empezaron a tirar los cojines al suelo, para disponer de todo el espacio. Hugh se colocó sobre ella. Las piernas de Valentina le rodearon la cintura, como si quisiera impedir que se escapara. Hugh dejó de besarla. La miró a los ojos, y sin esperar más respuesta que la sonrisa de Valentina, la hizo suya muy despacio, como si quisiera sentir cada roce de su interior. Valentina cerró los ojos, a la vez que emitió un dulce gemido. Hicieron el amor con los ojos cerrados, sumergidos cada uno en sus propios pensamientos.
Permanecieron abrazados en silencio. Quizás porque en su interior sentían remordimientos, por lo que acababan de hacer. Pero si se ceñían a la realidad, ninguno de los dos había sido infiel a su pareja. Ni tan siquiera Valentina. Hugh fue el primero en romper el hielo, con bromas que les provocaron carcajadas a ambos. Valentina no se podía creer que se sintiera tan feliz, después de lo que acababa de hacer. Oficialmente seguía siendo la pareja de Giacomo, aunque hubiese tomado la decisión de romper con él, esa misma mañana ¿Qué le estaba pasando? ¿Dónde había escondido sus principios? Miró a Hugh. Él se la quedó mirando a la espera de que le dijera algo.
—¿Y bien?, —dijo Hugh con los ojos como platos.
—Esto ha sido mejor, de lo que me esperaba, —dijo con voz seductora, mientras dejaba caer su melena hacia delante, y se colocaba sobre él. El sexo sin amor, también puede ser muy placentero.
—Menudo descubrimiento acabas de hacer. Solo tienes que dejarte caer, en los brazos de la pasión, —le contestó, mientras deslizaba suavemente sus manos hasta llegar a las nalgas de Valentina.
Ella le obedeció y le besó.
El sol empezó a desaparecer poco a poco de la habitación. Valentina se incorporó en la cama, de un salto.
—¿Te apetece hacer un Pretty Woman en el Jacuzzi?, —le preguntó con una sonrisa llena de picardía.
—¿Cómo dices?, —contestó Hugh, frunciendo el ceño.
—Ahora me dirás que no has visto Pretty Woman, la escena de la bañera, cuando Julia abraza con sus piernas el cuerpo de Richard.
—Oh, sí, por supuesto. Me parece una idea estupenda. No hay duda de que el cine es una de tus grandes pasiones.
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