Isabel Montes - El día que conocí a Hugh Grant

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El día que conocí a Hugh Grant: краткое содержание, описание и аннотация

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Valentina siempre supo que era diferente, pero nunca llegó a imaginarse hasta qué punto. Consciente de que su relación con Giacomo debe de terminar, su corazón vuelve a latir por Gabriel, su amor de juventud. Aunque sus esperanzas de reencontrarse con Gabriel son nulas, decide volver a empezar y retomar el camino que se le prohibió sin ser consciente de que su vida ya está en manos del destino. Conocer a Hugh, un encuentro inesperado en el corazón de Stonehenge, los consejos de su querido abuelo y una intuición que no deja de advertirle en susurros al oído, la llevarán directamente a hacer realidad sus sueños hasta que vuelva a renunciar al propósito para el cual nació.
…"Valentina, no puedes huir de tu destino"…
En la vigilia de los sueños donde dos mundos paralelos se encuentran y nuestras mentes alcanzan una mayor lucidez, Valentina descubrirá el error que ha cometido.
…"En mi lista de tareas escribí una más: Recuperar a Gabriel"…

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—No es necesario que te molestes. Solo llamaba para decirte que hemos terminado, y que te dejo el camino libre con Susana, y con el resto de tus amantes. Me marcho unos días a Lucena. Cuando vuelva no quiero nada de tus cosas en mi casa.

Antes de que Giacomo pudiera reaccionar, Valentina colgó el teléfono. Contrariamente a lo que esperaba, se sentía liberada, como si esa puerta con la que había topado durante los últimos cuatro años, se hubiese abierto de par en par, para dejarla escapar. Ya había cruzado. Ya estaba en el otro lado. Lo único que tenía que hacer ahora era, emprender el camino, quizás hasta regresar al punto donde se desvió.

El chófer la dejó en el apartamento sobre las ocho y cuarto de la tarde, pero no se vio con ganas de subir todavía. Decidió dar un paseo por la playa. Necesitaba poner un poco de orden en su mente. Eran las nueve y media de la noche cuando entró en casa. Al poner el móvil en marcha, descubrió las múltiples llamadas perdidas que su madre le había hecho, a lo largo del día. Giacomo no había vuelto a llamar. Le envió un mensaje a su madre donde le decía, que a las nueve estaría en su casa para desayunar. Antes de que pudiera reaccionar, recibió la contestación: “ No tardes. Un beso”. Cuando abrió la puerta de la terraza, Hans empezó a girar sobre ella, moviendo la cola enérgicamente. Entró en el comedor. Olió. Estaban solos. “ ¡ Bien. Esto promete!, —pensó Hans, mientras volvía a la terraza a comer el pienso, que Valentina le había puesto en su plato. Cuando terminó, salieron a la playa a pasear, para que él pudiera hacer sus necesidades, y correr un rato. Su hocico de sabueso le decía que había pasado algo, pero no sabía exactamente qué era. Valentina estaba muy pensativa, y no mostraba señales de querer jugar con él. Hans no se lo tuvo en cuenta.

Entraron en el apartamento al cabo de un cuarto de hora. Valentina se cambió de ropa. Se puso un chándal y unos calcetines gruesos. Cogió una manta y una almohada, y salió a la terraza. Hans estaba sentado delante de su caseta, moviendo la cola enérgicamente, ante la inesperada visita de su ama. Sus orejas se empezaron a mover como radares, en busca de más sonidos, pero solo pudo oír las olas del mar. Esto quería decir que Giacomo no estaba. Miró a Valentina con la idea de descubrir si estaba triste o alegre. La vio como se acomodaba en el balancín de la terraza. Apoyó la cabeza en una gruesa almohada y se tapó con la manta. “ ¿Iba a pasar la noche allí fuera con él? ¿No estarían mejor los dos dentro de casa, calentitos?”, —pensó Hans, feliz pero a la vez inquieto por esta extraña situación.

—Hans ven aquí. Sube y acurrúcate conmigo como cuando eras un cachorrito.

Hans se acomodó encima de la manta entre sus piernas apoyando la cabeza sobre su abdomen. La miró con toda la ternura que pudo.

—Hoy ha sido un día increíble. Pero cuando digo increíble, es que me han pasado cosas que en la vida real no ocurren, bueno lo de Giacomo ocurre más a menudo de lo que pensamos, pero lo de pasar un día con tu actor favorito, y acabar en la cama con él, no es que ocurra habitualmente. En fin creo que este cinco de abril, no lo voy a olvidar fácilmente. Mañana iré a desayunar con mamá, necesito hablar con ella y empezar a tomar decisiones, pero no te preocupes que allí donde vaya yo, vendrás tú.

Hans emitió un dulce gemido, mientras lamía la mano de su ama. Valentina recibió aquellos besos con una sonrisa. Levantó la vista hacia el mar. La luna estaba casi llena y su reflejo dejaba ver un mar en calma. La última imagen que recordó, antes de dormirse profundamente, fue la de Gabriel.

Habían pasado cuatro años desde que Gabriel abandonó Lucena, con el corazón destrozado y con las esperanzas perdidas. En Brighton encontró un poco de paz, pero no el olvido necesario para aliviar a su corazón. Miró hacia la luna casi llena. Quizás, con un poco de suerte, ahora que había regresado, tuviese una nueva oportunidad.

Capítulo 3

CONFESIONES ENTRE MADRE E HIJA

La primera luz del día, fue como una caricia cargada de energía, sobre la cara de Valentina. Sin abrir aún los ojos, sonrió satisfecha de haber dormido plácidamente la noche entera. Con gran esfuerzo despegó sus párpados para abrir los ojos, a un nuevo día. Lo primero que vio fue a Hans, acurrucado en el hueco que dejaban sus rodillas flexionadas. Estaba con la cabeza apoyada en su cadera, y los ojos abiertos como platos, admirando las facciones de su ama. Valentina le rascó la cabeza. Él empezó a lamerle el brazo y a mover la cabeza en busca de caricias. La rutina diaria no tardó en ponerse en marcha. Primero fue el desayuno de Hans y después el paseo por la playa. Al regresar a casa, Valentina se duchó. Se enfundó unos vaqueros, con una camiseta blanca ajustada de tirantes. Anudó un pañuelo al cuello. Se puso las sandalias de tacón y la americana de Zara que tanto le gustaba, aunque no tardó en cambiarla, por el básico de Mini BMW, para no tener que oír a su madre otra vez. Perfiló ojos y labios. Difuminó un poco de colorete sobre sus mejillas, y para terminar se perfumó con Lola de Marc Jacobs. Se despidió de Hans y sin perder un momento, se dirigió al parking en busca de su coche. Aunque la mañana amaneció un poco fresca, el sol brillaba con todo su esplendor. Al poner el coche en marcha, en la radio sonó Careless Whisper de George Michael. Aun siendo una de sus canciones preferidas, cambió el dial, sin dudarlo, para sintonizar uno de sus programas favoritos, El gallo máximo, con Dani Moreno. Aquella mañana no necesitaba canciones de amor. Cuando miró su móvil, confirmó que Giacomo seguía sin dar señales de vida.

Cuando Nicole abrió la puerta de casa, abrazó a su hija fuertemente, como si así fuese capaz de aliviarle el dolor, que supuestamente sentiría por la ruptura. Valentina no se sorprendió por la reacción de su madre. Sabía qué hacía mucho tiempo que estaba arrepentida, del comportamiento que tuvo con Gabriel. Este fracaso se lo merecía. Sin dejar de abrazarla, se dirigieron hacia la terraza. El desayuno estaba preparado. Allí encontró sus cereales preferidos, con yogur de frutas del bosque, los muffins de chocolate que tanto le gustaban, y el café con leche corto de café con sacarina.

—Mamá ¿hoy no te preocupa que mis cartucheras aumenten de tamaño con el muffin? —preguntó Valentina de forma sarcástica.

—No hija. Hoy quiero que comas, que no estés triste y que me expliques todo lo que pasó ayer.

—En resumen, Giacomo y yo hemos terminado. Y no te preocupes por mí, porque estoy mejor que nunca. No sé qué palabras usar para explicarte cómo me siento. ¿Libre? ¿Activa? ¿Creativa? ¿Fuerte? Todo eso y mucho más, excepto triste y abatida. ¿Tiene sentido?

—Sí. Claro que lo tiene. Te has sacado un buen peso de encima, que no te ha dejado ser completamente feliz.

—¿Te ha dicho algo Giacomo? —preguntó por curiosidad, Valentina.

—Ayer a las ocho de la tarde, cuando ya se marchaba, entró en mi despacho para decirme que habías roto con él por teléfono. Que en breve dejaría el despacho y que ya por fin, no ten-dría que aguantarle más.

—¿Tú lo sabías verdad mamá? ¿Por qué no me lo dijiste?

Nicole agachó la cabeza avergonzada.

—Hija intenté que Giacomo te dejara, antes de que estuvieras al corriente de su affair con Susana.

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