La fecha ideal hubiese sido el veintitrés de junio, aniversario de boda de mis padres, pero como aquel año caía en lunes, decidieron casarse el trece de junio de 2003, día de San Antonio, ante ciento sesenta invitados de mundos muy diferentes. La medicina, la doma y la moda, se unieron para celebrar aquella boda, en la iglesia de Breda. A mi madre le costó acceder, que el acontecimiento se celebrase en aquella localidad, pero finalmente dio su brazo a torcer. Lo que no consintió, es que el convite se celebrara en la masía familiar. Por su cuenta y riesgo, lo organizó todo en Can Marlet, un hotel situado en plena falda del Montseny, con un jardín maravilloso donde se sirvió un exquisito aperitivo, con la clase que aquella boda se merecía. Natalie rechazó, sin ningún miramiento, los vestidos que sus padres le habían ofrecido. Ni Armani, ni Victorio & Lucchino serían los encargados de vestirla. Ella lo tuvo claro desde el principio. Manuel Mota supo resaltar la belleza de Natalie, con un sencillo diseño que la encumbró, a los más altos niveles de elegancia. En aquella ocasión, mi madre fue incapaz de añadir ningún retoque. Sencillamente, era perfecto. Joana eligió un traje oscuro para Josep, de la firma Antonio Miró. Aunque mi madre estaba ocupadísima atendiendo a todos sus amigos y compromisos, no cesó ni un minuto en intentar acercarme a todos los amigos disponibles de Josep, para ver, si con un poco de suerte, yo también encontraba mi media naranja. Aunque en el fondo, sabía muy bien por quién seguía latiendo mi corazón, cuando regresé a España. La marcha de los novios puso el punto y final a aquel día maravilloso, que a mis ojos, estuvo cargado de amor. ¿Tendría yo la misma suerte que mis padres y mi hermana?, o por el contrario ¿había dejado escapar a mi alma gemela?
Aquella noche, Natalie y Josep durmieron en la suite del Hotel Arts, la misma que yo tendría el placer de conocer años más tarde. Al día siguiente marcharon a disfrutar de su luna de miel, en las playas de Cuba.
En cuanto al tema de la vivienda, después de valorar las opciones que tenían, decidieron comprar el piso de la calle Mallorca a mis padres, ya que era lo suficientemente amplio para vivir y tener sus despachos. Nicole compró un nuevo piso, más pequeño, en la calle Córcega esquina Rambla de Catalunya, y alquiló un despacho más amplio, para desarrollar su negocio en la 5ª planta del edificio situado en Paseo de Gracia, nº 56, esquina con la calle Aragón. Por mi parte, tomé la decisión de ir a vivir sola. Aunque les había dejado ver que volvía a ser la de siempre, no me apetecía estar cerca de mi madre ni de mi hermana. Mis padres me habían encargado llevar sus dos negocios. Entre los dos me ganaba un buen sueldo, que me permitió hipotecarme en un apartamento, en primera línea de mar en Gavà, una población lindante a Castelldefels, a veinte minutos de Barcelona.
Eva siguió viviendo en el piso de la calle Aribau, muy bien acompañada de su novio David que, a partir de aquel momento, dormiría más de una noche con ella. Más que nada para no dejarla sola”.
El recuerdo de aquellos momentos tan emotivos, provocaron que Natalie no pudiera contener las lágrimas.
—Caramba, sí que estás sensible, —dijo Valentina, extrañada de ver a su hermana llorar.
—No te puedes ni imaginar lo feliz que me siento. Me sabe muy mal que estés atravesando este momento. Solo espero que algún día vuelvas a estar con el hombre que te quiera de verdad.
—No lo creo, —contestó Valentina, con la mirada clavada en los ojos de Natalie.
—No digas eso, —se apresuró a contestar su hermana.
Natalie cambio de tema, tan pronto vio acercarse a la mesa a Josep.
—Hola Valentina —dijo Josep sin casi apenas mirarla. Cariño ¿cómo te encuentras?
—Estoy bien tonto ¿Qué no me ves?, —contestó Natalie con una sonrisa y un beso.
Valentina no entendía a qué venían aquellas preguntas, y tampoco cómo su cuñado había sido capaz de no darle ni un beso. ¿Qué estaba pasando allí?
—¿Te pasa algo Natalie? —preguntó Valentina extrañada.
—La verdad es que sí. Creo que no hubieses podido elegir un día mejor para venir a verme. Eres la primera en saber que estoy embarazada.
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