Los meses fueron pasando hasta que llegó el tan esperado verano, y con él las deseadas vacaciones, la playa, las noches de fiesta y también la distancia. ¿Le dejaría mamá quedarse en Barcelona el mes de agosto? Aunque ya sabía la respuesta, tenía que intentarlo. No podía estar un mes entero sin ver a Josep.
—Mamá, tengo que pedirte algo. Alicia, Montse y yo queremos reservar un apartamento en Lloret de Mar, para pasar los cuatro últimos días de julio, antes de que nos vayamos cada una por su lado. ¿Supongo que no te sabrá mal verdad?
—Y supongo que Josep también irá ¿no?, — preguntó Nicole mientras le guiñaba un ojo.
—Bueno, Josep, Víctor y José, —se apresuró a contestar, sin poder controlar el rubor que afloró en sus mejillas.
—Natalie, no te sientas violenta hija que tienes diecinueve años, y no hace falta que me digas que estás enamoradísima de ese chico. Solo hay que mirarte la cara. Supongo que tomarás precauciones. ¿Verdad hija?
—¡ Mamá!
—¡ Qué! No te considero tan tonta como para no tomarlas, pero nunca está de más recordártelo. Y ¿cómo llevas eso de estar un mes entero sin verle?
—Bueno de eso también te quería hablar…
—La respuesta es no. No te voy a dejar aquí todo el mes de agosto, sola en esta casa. Tienes que ver a tu padre. Bastante tiempo estamos separados, para que encima el único mes que tenemos para estar juntos, tú no estés.
—Bueno Valentina tampoco vendrá a Lucena ¿Por qué no me puedo quedar yo en Barcelona?
Nicole miró a Natalie con una expresión de dolor, como si hubiese hurgado en una llaga.
—Valentina está con los abuelos. No está sola. Además los padres de Josep, ¿no querrán estar con él? —se apresuró Nicole a preguntar, para cambiar de tema.
—Supongo que sí, pero no estará todo el verano en Breda.
—¿ Por qué eres tan reservada Natalie? ¿Piensas que te voy a prohibir verle? Si estos meses he viajado más, es porque sé que se pasa el día contigo. Y no, no te preocupes, que no es mi intención separarte de él. Anda hija dame un abrazo. Dime, ¿le quieres?
Natalie abrazó a su madre, con la misma pasión que cuando era pequeña. Con aquel abrazo sintió que el vínculo, que las unía, nunca había dejado de existir.
—Mamá estoy loca por él. Le quiero muchísimo. Tenemos los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos planes de futuro. Nunca pensé que encontraría a alguien que encajase conmigo tan fácilmente. Incluso nacimos el mismo día.
—Sí, ya me he dado cuenta que está enamoradísimo de ti. ¿Qué te parece si le invitamos la primera quincena de agosto a Lucena? Tu padre no deja de darme la tabarra de que quiere conocerle, para ver qué impresión le da, y así se quedará más tranquilo.
—Mamá me encantaría que viniese a Lucena. Es lo mejor que me podías decir hoy. Verás que contento se pondrá, cuando se lo diga. No sé como agradecértelo.
—Agradéceselo a tu hermana. De ella es la idea de que le invitemos a Lucena.
Natalie se quedó paralizada al oír aquella confesión. Era lo que menos se podía imaginar.
—Aunque no me pregunta por ti, cuando le explico tus cosas, las escucha con atención. Cuando le dije que llevabas meses saliendo con un chico, y que te veía muy feliz, me sugirió que le invitara a Lucena, para que pasarais el verano juntos. Ya la conoces. Es una fiel defensora del amor. Desde luego hay que reconocer que tu hermana tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Por cierto, desahógate todo lo que puedas en Lloret de Mar, porque en Lucena, tu padre no te quitará el ojo de encima.
—Mamá, ¿cómo es posible que Valentina actúe así conmigo, después de lo que le hice el verano pasado?
—Ya la conoces. Para ella la familia es lo primero. Sé que ha sido muy duro para ella, pero creo he hecho lo correcto. Tiene un gran futuro por delante que no voy a dejar que tire a la basura.
—Espero que no te equivoques mamá.
—Eso espero yo también hija.
Aquel veintinueve de julio, Natalie y Josep cogieron las maletas y el coche para dirigirse a Lloret de Mar. Lo del apartamento era cierto, pero el resto de la historia no. Alicia y Montse actuarían en consecuencia, para no levantar sospechas. Nicole cerró las cortinas del comedor con una sonrisa, al ver marchar a su hija, sola con su novio, a pasar aquellos cuatro días de intimidad, en las playas de la Costa Brava. A su mente acudieron los maravillosos días que vivió con Antonio en Sevilla.
Llegaron a los apartamentos Alva Park, en la Playa de Fenals, a las once y media de la mañana. Aparcaron el coche, justo delante de la entrada del Restaurante Disaster Café, que tanto le habían recomendado sus amigos. Cogieron las maletas, se presentaron en recepción y con las llaves en la mano, subieron al apartamento en la tercera planta, con vistas a la piscina del complejo. Mientras subían en el ascensor, Natalie no paraba de preguntarse ¿por qué había esperado cuatro meses para acostarse con él, si lo estaba deseando? ¿Quería hacerse valer? ¿Demostrar que no era una chica fácil? En el fondo estaba un poco chapada a la antigua, pero todo esto se iba a acabar, tan pronto abriese la puerta del apartamento.
Nada más dejar las maletas en la habitación, Josep recibió un cariñoso empujón de su novia, que le hizo caer en la cama. Natalie se acomodó, despacio, encima de él, hasta que le besó. Por fin había llegado el deseado momento de recibir, la clase práctica de ginecología, que tanto le había prometido su novia.
—¿ Por qué no me desnudas y me haces el amor? —dijo Natalie, casi en un susurro.
—A sus órdenes doctora. Pero, por favor, esta vez no me preguntes qué músculos son los que hacen mover mi cadera una y otra vez, ¿de acuerdo?
—Vale, pero me lo dices después.
Se tomaron todo el tiempo que necesitaron, para entregarse por primera vez, hasta el punto que olvidaron que fuera de aquella habitación, el mundo seguía existiendo. No les hacía falta nada más. Estaban ellos dos, y cuatro días por delante de agradable intimidad.
Cuando regresaron de aquella escapada, mi hermana había cambiado. No había duda de que había encontrado al hombre de su vida. Mamá nunca puso objeción alguna a esta relación. Un futuro traumatólogo era un magnífico partido para su hija. En los quince días que estuvieron en Lucena, Josep consiguió buena nota. Mi padre y el abuelo le dieron un “sobresaliente”. Los quince días restantes de aquel mes de agosto, los pasaron en Breda. Aunque mi hermana se esmeró todo lo que pudo, solo consiguió un “notable” ya que para Joana, aunque estaba encantada con su futura nuera, aún no había nacido la mujer que cuidara a su hijo, como lo hacía ella.
A primeros de diciembre de 2002, Josep recibió la mejor oferta de trabajo que jamás pudo imaginar. Gracias, en parte, a la recomendación del Dr. Albareda, le ofrecieron un puesto de trabajo en la Clínica del Pilar, en la calle Balmes de Barcelona, para trabajar en la consulta del Dr. Cugat, el famoso traumatólogo que trataba a todo deportista de élite, que tuviese la mala fortuna de lesionarse. Aquel trabajo le representó el triunfo a sus seis años de estudio. La posibilidad de aprender y ampliar su formación con su propia consulta, le hizo pensar en su futuro personal. Una de las primeras cosas que tuvo que hacer, fue asistir en Sevilla, al congreso organizado por el Dr. Cugat, sobre los avances y mejoras conseguidas con los factores de crecimiento, en la regeneración de los tejidos dañados. Josep tenía que aprender y ponerse rápidamente a la altura del equipo del Dr. Cugat. El congreso se organizó en el prestigioso Gran Hotel Meliá Colón, situado en la calle Canalejas número 1 de Sevilla. Aquel Hotel de cinco estrellas, parecía más un museo. Cada planta rendía homenaje a un artista español, desde El Greco hasta Goya. Como estaba seguro de que aquello le encantaría a su novia, no dudó en invitarla a pasar cuatro días en la capital sevillana. Cuando Natalie se lo comentó a su madre, se vio sorprendida por un abrazo, que casi la deja sin aliento.
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