Isabel Montes - El día que conocí a Hugh Grant

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El día que conocí a Hugh Grant: краткое содержание, описание и аннотация

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Valentina siempre supo que era diferente, pero nunca llegó a imaginarse hasta qué punto. Consciente de que su relación con Giacomo debe de terminar, su corazón vuelve a latir por Gabriel, su amor de juventud. Aunque sus esperanzas de reencontrarse con Gabriel son nulas, decide volver a empezar y retomar el camino que se le prohibió sin ser consciente de que su vida ya está en manos del destino. Conocer a Hugh, un encuentro inesperado en el corazón de Stonehenge, los consejos de su querido abuelo y una intuición que no deja de advertirle en susurros al oído, la llevarán directamente a hacer realidad sus sueños hasta que vuelva a renunciar al propósito para el cual nació.
…"Valentina, no puedes huir de tu destino"…
En la vigilia de los sueños donde dos mundos paralelos se encuentran y nuestras mentes alcanzan una mayor lucidez, Valentina descubrirá el error que ha cometido.
…"En mi lista de tareas escribí una más: Recuperar a Gabriel"…

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EL DÍA QUE CONOCÍ A HUGH GRANT

Isabel Montes

EL DÍA QUE CONOCÍ A HUGH GRANT

1ª Edición digital: Abril 2015

©Copyright de la obra: Mª Isabel Montes Ramírez

©Copyright de la edición: Angels Fortune Editions SCP Email: angelfortuneditions@gmail.com

ISBN: 978-84-943785-2-2

www.angelsfortuneditions.com

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de la obra, así como su contenido y/o el diseño de portada y contraportada. La editorial se exime de toda responsabilidad sobre los posibles daños o perjuicios que pudiera ocasionar el contenido mismo de la obra.

A mis queridísimos padres, habitantes perpetuos de mi corazón

y a mi querida Valentina Isabel, la hija que siempre quise tener

Capítulo 1

UNA NOCHE MÁS DE INSOMNIO

Valentina seguía despierta. Giró los ojos lentamente hacia la izquierda, para ver la hora reflejada en el techo. Las 4,55h. Suspiró resignada. Quiso recordar, sin éxito, la última vez que el odiado timbre del despertador, la devolvió al mundo consciente. Ahora, incluso lo echaba de menos. Junto a ella, Giacomo dormía plácidamente, ajeno al mar de dudas que la castigaba sin descanso. Había llegado el momento de tomar decisiones. Algo en su interior le repetía una y otra vez, que había elegido el camino equivocado. Quizás había llegado el momento de retroceder, y volver al punto de partida. ¿Sería ya demasiado tarde? Aquella noche, sin embargo, no era una noche más como las anteriores. Había vuelto a pensar en él. ¿Por qué ahora? Durante la noche, sin apenas darse cuenta, permitió que el rincón de su corazón, que había permanecido cerrado bajo llave los últimos años, se abriera como un soplo de aire fresco. A su mente regresaron aquellos recuerdos que la colmaban de felicidad. Las promesas hechas junto al olivo, los paseos a caballo por los campos de su tierra, aquel verano en Londres. Había vuelto a pensar en él como si aquello que ocurrió, no hubiese terminado nunca. No, aquella herida seguía abierta.

Lejos de allí, Gabriel tampoco podía dormir. En unas horas regresaría a Córdoba por temas de trabajo, después de cuatro largos años de ausencia. ¿Sería capaz de no intentar volver a verla? Dirigió la mirada hacia la foto que adornaba la mesita de noche. Allí estaban ellos dos, junto aquel olivo, sobre el cerro de la cruz. Todo su cuerpo se estremeció con el solo pensamiento de volver a sentirla una vez más, aunque sabía que era prácticamente imposible. Hacía ya casi cuatro años que vivía felizmente con aquel italiano, que más que un hombre parecía un patrón diseñado por Nicole. Valentina, seguramente, ya no se acordaría de él. ¿Cuándo sería capaz de olvidarla para siempre? ¿Cuándo podría rehacer su vida de una vez por todas?

Nunca.

Valentina sacudió la cabeza como si así fuese capaz de olvidarse de él. Todo había terminado hacía tanto tiempo, que lo más lógico era pensar que Gabriel, ya habría rehecho su vida. Además, después de aquel fatídico verano, desapareció sin dejar rastro. Solo tuvo noticias de él al cabo de ocho años. Una nota de su puño y letra, donde de una forma muy sutil, se disculpaba por romper sus promesas y un regalo. Un cachorro de pastor alemán, que a partir de aquel día se convirtió en su fiel guardián. No, aquello ya había terminado definitivamente y lo mejor que podía hacer era olvidarlo para siempre.

Giacomo se giró hacia ella lentamente. La rodeó con su brazo por la cintura con una suave caricia, mientras la atraía hacia él. El aliento caliente y pausado sobre su cuello, la hizo estremecer. Incluso dormido era tierno y cariñoso. Valentina supo, en ese instante, que todas sus ideas de ruptura volvían a caer en saco roto. Aprovechó el momento de debilidad que le invadió, para intentar olvidarse de Gabriel. No encontró mejor forma de hacerlo, que recordar el día que conoció a Giacomo.

“Fue en la semana de la moda de Milán, en febrero, donde se presentaba la colección otoño-invierno 2006. Allí estaba yo, junto a mi madre, la gran Nicole Beauchamp.

—Giorgio, querido, ha sido “¡merveilleux!”, —dijo mientras caminaba hacia él para abrazarle.

—Mi querida Nicole. ¿Qué sería de mis modelos sin tus toques finales? ¿Cuándo te decidirás a trabajar exclusivamente para mí?, —contestó con una sonrisa y un guiño.

—Giorgio ya sabes que soy leal a todos, pero no quiero atarme con nadie. Necesito sentirme libre como los pájaros. Mi marido lo entendió enseguida: respeto y libertad.

—Sí, pero las ideas que les das a mis competidores, podrían servirme a mí también.

—¡ No, imposible! Yo os he dado las ideas para crear vuestro propio estilo, ese que os hace únicos y diferentes. Jamás haría algo que os pudiese perjudicar.

—Lo sé, Nicole. He arriesgado mucho siguiendo tus consejos para esta temporada, pero una vez más ha merecido la pena. He roto con mi línea habitual y he hecho una colección mucho más barroca, como tú me dijiste. ¿Y sabes qué? Me han acusado de excesivos detalles parisinos, y hasta se han sorprendido que incluya el fucsia en la colección.

—¡ Ja , ja, ja! Quizás tengas razón y me haya dejado llevar por mi querido París a la hora de darte ideas, pero sigues siendo el gran Giorgio Armani. Por otro lado he encontrado exquisitos los complementos. ¿Quién ha sido el artífice de tan magno cambio?

—Celebro que lo comentes. Ha sido una apuesta que ha resultado ser un éxito. Se llama Giacomo Martinelli. ¡Giacomo! Ven, quiero presentarte a una amiga.

Al oír aquel nombre, esquivé el hombro de mi madre para fijarme en el último fichaje de Armani. Como no podía ser de otra manera, ante mis ojos apareció un cuerpo digno de la mejor clase de anatomía. Tenía el cabello negro, engominado para conseguir un “perfecto” despeinado y un efecto húmedo, como recién salido de la ducha. La cara de facciones fuertes, lucía un bonito bronceado uva, que sorprendentemente quedaba muy natural. Vestía una camiseta de manga corta, negra y ceñida que marcaba unos pectorales y deltoides perfectos. A la altura de sus pechos aparecía escrito en blanco: Armani. Las sucesivas abdominales terminaban, junto a la tira de goma del slip blanco, donde aparecía escrito en negro: Armani. A la altura de la cadera empezaba un pantalón negro ceñido, que marcaba unos cuádriceps no muy voluminosos pero bien definidos. Su atuendo terminaba con unos zapatos negros de punta cuadrada. Al oír su nombre, Giacomo sonrió enseñando unos dientes blancos y perfectos. Metió la mano en el bolsillo del pantalón, y como si estuviese desfilando por la pasarela, se dirigió hacia nosotros.

—Giacomo, te presento a mi musa, Nicole Beauchamp.

Haciendo una reverencia le cogió la mano y la besó.

—Madame, “enchanté”.

—Giacomo me he quedado extasiada con los broches, pero sobre todo con los anillos, grandes, con carácter, dando personalidad a las delicadas manos de la mujer.

—Me congratula su comentario Madame, es exactamente lo que que-ría conseguir. Permítame el atrevimiento Madame, pero esta encantadora jovencita, ¿viene con usted?

Fue en aquel mismo instante cuando Armani tomó conciencia de mi presencia.

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