—Creo que es una buena elección. Debería llevárselo.
Valentina se giró sobresaltada, incapaz de aceptar lo que sus oídos trataban de decirle. Aquella voz ¿era de quién ella pensaba que era? Cuando sus ojos le dieron la respuesta, solo acertó a decir:
—No me lo puedo creer, —dijo Valentina, con unos ojos abiertos como platos al igual que su boca.
—No es que me considere un experto en moda, pero sigo pensando que le hace juego con el modelo que lleva puesto.
—No. Me refiero que no me puedo creer que usted esté delante mío —dijo Valentina, con una sonrisa reflejo, de la situación tan inverosímil que estaba viviendo.
—Bueno, pues sí, sí que estoy delante de usted. Por cierto, me llamo Hugh Grant —dijo mientras alargaba su mano para estrechar la de Valentina. ¿Y usted es?
—Valentina Ordoñez Beauchamp. Encantada de conocerle, y disculpe por mi patética reacción, pero es que no es muy habitual encontrarte cara a cara con tu actor favorito, aunque lo hayas soñado miles de veces.
—Nunca se sabe. A veces estas cosas ocurren —dijo Hugh mostrando aquella sonrisa que tanto gustaba a Valentina. Y gracias por lo del “actor favorito”.
—Es cierto. Le vi por primera vez cuando tenía doce años en “Cuatro Bodas y un Funeral”, y desde entonces estoy enamorada de usted, —dijo Valentina levantando sus hombros, como si fuese una niña traviesa que acaba de confesar su gran secreto, mientras que su cara se ruborizó sin poder evitarlo.
Hugh no pudo evitar sonreír cuando vio la reacción de Valentina.
—Esto es lo que yo llamo ir directamente al grano. Quizás me aproveche de la situación para pedirte un favor, si es que dispones de tiempo suficiente, por supuesto.
—Adelante, —contestó Valentina de forma eficiente.
—¿Serías tan amable de asesorarme para…
—¿Ropa para Jessica? —dijo Valentina, con cara de interesante, mientras levantaba sutilmente una ceja.
—¿Cómo sabes su nombre? —dijo Hugh con cara de asombro, ante la respuesta de Valentina.
—Ya te he dicho que eres mi actor favorito, y eso quiere decir que sé muchas cosas de ti. ¿No te importa que te tutee, verdad?
—En absoluto.
—Estás de suerte ya que me dedico al mundo de la moda, y se exactamente lo que Jessica Stone necesita —dijo Valentina tratando de imitar las poses y el carácter de su madre.
Hugh no sabía si reír o salir corriendo. Nunca se había sentido acosado por ninguna fan, pero de repente acudieron a su mente escenas de la película “Atracción Fatal”, con Michael Douglas y Glenn Close. Aunque cuando volvió a mirar a Valentina, no pudo ver más que a una mujer encantadora.
—¿Cuánto dinero estás dispuesto a gastar?, —preguntó con una sonrisa dulce y casi infantil.
—No me gustaría parecer un tacaño, así que ves orientándome y ya te diré basta.
—Hecho, —contestó Valentina poniéndose manos a la obra.
Hugh se quedó boquiabierto al ver la destreza, con la que Valentina iba eligiendo y combinando complementos. En ningún momento le preguntó por las preferencias de Jessica, ni tampoco por la talla. Estaba claro que las mujeres eran un mundo aparte, aún por descubrir. Hacía más de tres meses que se había separado de Jessica, pero aún seguía pensando en ella. Parecía que esta vez no había marcha atrás, aunque él no cesaba en su empeño por recuperarla. Cuando terminaron las compras, Hugh quiso regalarle a Valentina, el bolso que le había visto coger la primera vez que la vio, pero ella se negó, alegando que era un regalo que su pareja tenía pendiente con ella. Salieron de la tienda cargados de bolsas y riendo como si fuesen buenos amigos. El chófer de Hugh, le estaba esperando justo delante de la tienda. Cuando dejaron todas las compras en el maletero, Valentina se preparó para despedirse de aquel momento de película, y volver a la realidad.
—Supongo que tienes que volver al trabajo ¿verdad? —dijo Hugh resignado a perderla de vista.
—La verdad es que no. Hoy me he tomado el día libre, —contestó Valentina, con la esperanza de no despertar de aquel sueño todavía.
—Estupendo. Entonces, siempre que tú quieras por supuesto, permíteme que te invite a comer. Es lo menos que puedo hacer, después de lo amable que has sido conmigo.
—Será un placer, —contestó Valentina, mientras le alargaba la mano para que se la cogiera.
—El placer es mío, —contestó Hugh, antes de besar su mano.
Valentina no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. En su mente empezaron a fluir un sinfín de ideas para su primer libro. Lo que nunca se había imaginado, es que viviría en primera persona, escenas que solo podían ocurrir en su propia ficción. Recordó la conversación que había tenido con su amigo Joan, hacía apenas una hora. Cuando se lo contase, seguro que no se lo creería. Lo que más le extrañó, es que no sentía ni el más mínimo remordimiento. Estaba disfrutando el momento como si fuese una mujer libre. Ya pensaría más tarde cómo poner punto y final, a su relación con Giacomo. Ahora no permitiría que nada ni nadie, le arruinase el momento que estaba viviendo, ¿en sueños quizás?
Valentina dio las gracias con una dulce sonrisa al chófer, cuando éste le abrió la puerta para que pudiera acomodarse. Hugh se sentó al lado de ella. Los servicios que había contratado, incluían un paseo turístico por la ciudad así que, desde Paseo de Gracia iniciaron un recorrido por las calles de Barcelona. Subieron hasta La Pedrera. De allí fueron en dirección a la Sagrada Familia. Dieron una vuelta completa alrededor de la catedral, y se pararon delante de la puerta principal, para admirar aquella maravillosa construcción, que dejó boquiabierto a Hugh. Más tarde pusieron rumbo hacia la Catedral de Barcelona, donde el chófer los dejó al inicio de la calle peatonal. Antes de salir del coche, Valentina le miró.
—¿Estás seguro de que quieres bajar y pasear por aquí?, —preguntó Valentina, al ver al gran número de personas que paseaban por la calle.
—Me gustaría intentarlo, sobre todo porque me han recomendado probar esos cafés con leche que dicen, son tan diferentes a los nuestros.
—Pues… adelante.
Nada más salir del coche, un aluvión de mujeres empezaron a gritar, mientras se dirigían hacia Hugh, con sus móviles en marcha, para hacerse un sinfín de fotografías, que inmortalizase aquel momento. Hugh miraba a Valentina con la esperanza de que pudiera poner un poco de orden en aquel caos, que parecía no acabar nunca. El chófer abrió las puertas del coche para no demorar el regreso de su cliente, pero Valentina, con un gesto, le hizo saber que no sería necesario. Como si se tratase de la agente del actor, empezó a poner orden, muy amablemente, entre todas aquellas mujeres a las que entendía a la perfección. En menos de un minuto consiguió liberar a Hugh, al que dejó perplejo por el nuevo rol que había asumido Valentina. El chófer cerró la puerta, tocó levemente su gorra, y con un gesto de su cabeza felicitó a la nueva ayudante del actor.
El paseo por la plaza de la Catedral, y las callejuelas que recorrieron, hasta llegar a la Plaza San Jaime, no estuvo libre de paradas y fotografías, pero con un simple gesto, Valentina conseguía poner orden y liberar a su protegido, de las consecuencias de la fama. Finalmente consiguieron llegar a una cafetería, donde buscaron el rincón más apartado de la entrada, para sentarse a tomar un café con leche y unos croissants. Las propietarias de la cafetería, dos hermanas de treinta y pocos años, no cabían de gozo al ver como el actor y “su representante”, entraban en su establecimiento. Evidentemente la cuenta de la consumición estaba más que pagada, a cambio de una foto junto al actor, que adornaría la pared frontal, para deleite de los clientes habituales, los nuevos que pudieran llegar, pero sobre todo para las dos hermanas. Cuando finalmente consiguieron un poco de intimidad, empezaron a hablar. Valentina no paraba de preguntarle sobre anécdotas de sus rodajes, y curiosidades de actrices con las que había trabajado. También le preguntó por su vida. Si su sueño de pequeño había sido ser actor, o si por el contrario no había cumplido con sus sueños. A medida que Hugh iba contestando al interrogatorio al que se vio sometido, Valentina intuyó, que no estaba pasando por el mejor momento de su vida. Por su parte, Hugh también escuchó atentamente la ajetreada vida de Valentina. De cómo compaginaba el mundo de la moda, con el mundo de los caballos; de sus continuos viajes de pasarela en pasarela y de feria en feria. También le preguntó por sus sueños. Fue en ese momento cuando Valentina le confesó, que su gran pasión siempre había sido la literatura. Había crecido leyendo las novelas de Victoria Holt. Quería ser como ella. Le confesó que se había visto en sueños, desfilar sobre la alfombra roja de Leicester Square, para asistir al estreno de alguna de sus novelas llevadas al cine. Hugh le sonrió. Le cogió la mano y sin dejar de mirarla, le besó el dorso. Aquella escena le hizo recordar el día que conoció a Giacomo, pero esta vez no le hizo retroceder en su decisión de romper con él.
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