Pablo Farrés - El libro del buen olvido

Здесь есть возможность читать онлайн «Pablo Farrés - El libro del buen olvido» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El libro del buen olvido: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El libro del buen olvido»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Si la literatura argentina es un caleidoscopio de imágenes y voces, Farrés lo hace girar a toda velocidad.
El Libro del buen olvido no es la excepción. Un hombre advierte que las personas que lo rodean lo han olvidado, como si nunca hubiese existido. Su nombre, los libros que escribió, las huellas de su ser, todo lo suyo fue borrado. En ese punto el presente se volverá desierto y la búsqueda de sí mismo lo llevará a perderse en un laberinto de espejos enfrentados, donde el buen olvido hará de la memoria y la ficción una máquina festiva del amor y el desquicio.

El libro del buen olvido — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El libro del buen olvido», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando tomé registro de aquel recuerdo, me di cuenta que había dejado de leer, al menos de prestar atención a la lectura. Entonces observé la pantalla de la computadora y encontré que había dejado de copiar las páginas que estaba leyendo y en cambio había escrito lo que estaba recordando. Aquel recuerdo del frustrado suicidio de mi madre era toda una novedad para mí, lo había olvidado con tal disciplina y rigor que en verdad me sorprendió que pudiera existir en mí. Acaso estaba estimulado por lo que leía y olvidaba, no lo sé, pero ese recuerdo me resultó tan inesperado que dudé si no lo estaba inventando, sino era en todo caso la imagen misma de lo que había leído en estas páginas. La dificultad entonces era separar el recuerdo de la lectura. Quizás lo que olvidaba mientras leía lo transformaba en un recuerdo propio, como si la narración del libro se borrara para transformarse en mi memoria. ¿Era mío aquel recuerdo, o era lo que en verdad estaba leyendo?, en todo caso, ¿cómo era posible que aquellas palabras se transformaran en mis recuerdos?, por ejemplo, este mismo que aquí debajo transcribo —si es que aquí debajo hay alguna oración o alguna palabra que sobreviva al olvido y haga de mi trabajo una verdadera transcripción—.

Segunda parte

Miércoles 30 de Octubre de 2018

Mi madre creía en dios, los ángeles y la muerte, pero solo amaba a sus plantas. Tenía en su pequeño jardín del patio de la casa, rosas, azaleas, jazmines, helechos y potus que se amontonaban en macetones enormes con formas de copa, rectángulos y círculos concéntricos, unas encima de las otras. Le gustaban los ángeles y tenía estatuas que coronaban los macetones, colgaban de los pilares o más pequeños se ocultaban entre las plantas. Cada noche, al volver del trabajo, regaba sus plantas, les quitaba las hojas secas y perseguía caracoles, bichos bolitas y hormigas. A los caracoles los juntaba en una bolsa, luego los ponía en una fuente de plástico azul llena de sal de mesa y sal gruesa. Allí depositaba los caracoles y se quedaba un buen rato mirando cómo se quemaban. Sentada en la mesa de la cocina su concentración era absoluta, podía pasar media hora, una hora o lo que hiciera falta, contemplando la agonía de sus moluscos invasores. El silencio en su derredor debía ser total, su oído atento pretendía identificar el chisporroteo, el crujido de la carne babosa quemándose con la sal. Yo no escuchaba nada pero ella se empeñaba en alcanzar la adecuada afinación auditiva que le permitiera alcanzar el pequeñísimo “tttttzzzzz” que según ella se desprendía de sus víctimas.

Solo cuando de los caracoles no quedaba sino la cascara vacía, los tiraba a la basura y se destinaba a una pasión más alta: las hormigas. Armaba un veneno con un polvo blanco que mezclaba con agua hasta alcanzar el espesor de la leche, lo metía en una botella con rociador y comenzaba su insecticidio generalizado. No se contentaba con el mero hecho de rociar las plantas. He ahí el error, decía mi madre. Rociar las plantas no era más que atacar el efecto, pero no la causa. Las hormigas podían esperar unas horas, unos días, hasta que el veneno se disolviera con el aire, la lluvia y el tiempo, para entonces volver a atacar a sus plantas. Su estrategia entonces era identificar el camino de las hormigas y seguirlo hasta encontrar el hormiguero. Así noche tras noche, con una linterna en la mano comenzaba su peregrinar siguiendo los caminos de las hormigas que se cruzaban, armaban redes y se extendían a lo largo y a lo ancho de un territorio barrial tan difuso como vasto. Mi madre había llegado a dibujar un mapa de aquellos caminos y lo había pegado en la pared de la cocina trazando una x sobre los hormigueros que ya había eliminado. Aquel mapa parecía el mapa ferroviario de todo el continente americano en una escala tan mínima que solo mi madre lo entendía. Nada le importaba si de aniquilar un hormiguero se trataba, podía saltar los cercos y las rejas de cualquier casa para meterse en jardines ajenos o escalar los muros de terrenos baldíos o fábricas abandonadas con tal de cumplir su fin y azotar hormigas. En más de una ocasión supe que había tenido ciertos problemas policiales cuando la detuvieron metida dentro del parque de la casa de un vecino. En la comisaría todo se arregló cuando el vecino decidió no hacer la denuncia correspondiente —conocía a mi madre del barrio y en definitiva lo único que estaba haciendo era salvarlo de las hormigas—. Lo cierto es que en su furor asesino, mi madre podía pasar horas persiguiendo hormigas, a veces volvía cuando el sol inventaba una nueva mañana y mi madre no del todo satisfecha dejaba el rociador en la alacena, se daba una ducha y se iba a trabajar sin dormir en toda la noche. Cuando me hablaba de sus aventuras nocturnas, solía nombrar las calles por donde había andado y siempre parecía romper su propio récord, incluso más de una vez tuvo que tomar trenes, colectivos y remises para volver a casa con el tiempo justo de darse una ducha y marcharse.

Su guerra finalmente tuvo éxito, sus plantas crecieron a resguardo de todo, y, aunque en la escala pequeñísima de nuestro patio, el jardín cobró dimensiones de una belleza oriental cuasi mitológica. Ninguna hormiga se atrevió a regresar y, con ello, su pasión aniquiladora y sus paseos nocturnos terminaron. En casa, durante algún tiempo respiramos otro aire. Mi madre había vuelto a reír como hacía mucho no la había visto y llegué a pensar que podíamos comenzar otra etapa en nuestras relaciones. Por eso me resultó extraño que aquella mañana de Octubre de 1988, intentara matarse tomando un cuarto de litro de su veneno para hormigas.

Para mí se trataba de una mañana como cualquier otra. Al despertar, la encontré poniéndole azúcar al tazón donde había vertido el veneno y mezclado con algunas cucharadas de café instantáneo. Me preguntó si quería desayunar, ofreciéndome un café con leche. “No me gusta el café con leche, café solo” —respondí—. Me preparó mi café negro y se sentó frente mío. Me miraba, me miraba y sonreía, tomaba un sorbo de su tazón y volvía a mirarme y sonreír. “Te quiero mucho, ¿sabés?” —fue lo único que me dijo antes de que me fuera al colegio dejándola terminar de tomar su veneno—. Cinco horas más tarde, al volver a casa, la encontré tirada en el piso de la cocina con una espuma blanca que le tapaba la boca y caía hacia un lado en un hilito denso que rozaba su cuello y formaba un charco junto a su cabeza.

Tenía entonces trece años recién cumplidos y una madre que se creía hormiga, una hormiga suicida que odiaba a sus congéneres, soñaba genocidios y se prometía aniquilar el mundo-hormiga, todo hormiguero que estuviera dando vueltas, toda hormiga que pasara cerca de su existencia, incluso si se trataba de ella misma. No lo logró, su hijo no tenía ningún problema con las hormigas, ya fuera que se tratara de hormigas negras, hormigas coloradas, hormigas obsesionadas con morder un poco de carne humana, ni siquiera tenía problemas con hormigas gigantes como mi madre que desayunaban su propio veneno en pos de la auto-aniquilación de la especie. No era mío aquel legado, no importaban las picaduras, no me importaba que se comieran las plantas y arruinaran los jardines, que se metieran en las casas y socavaran los cimientos, ningún problema con las hormigas, lo que yo quería era a mi madre pero mi madre se creía hormiga y estaba dispuesta a todo contra las hormigas. Salí corriendo de la casa, golpeé la puerta del vecino más próximo, le expliqué que había tenido un problema con mi madre y necesitaba que nos llevara a un hospital. Cargamos el cuerpo denso de mi madre en el asiento trasero de un Falcon y pronto ya estábamos en la guardia del Hospital Municipal de San Justo, en la esquina de la plaza. La internaron en el tercer piso del lugar para hacerle un lavado de estómago, confiando en que el veneno no se había esparcido por los torrentes sanguíneos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El libro del buen olvido»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El libro del buen olvido» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El libro del buen olvido»

Обсуждение, отзывы о книге «El libro del buen olvido» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x