Emilio Vaschetto - ¿Podemos vivir en una civilización sin dios?

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¿Cómo pensar una civilización sin dios? Tal era la consigna que resonaba en nuestro argumento hasta que la peste llegó a la puerta de nuestros hogares. Todo se acomodó con velocidad y el furor por las pantallas también contagió al psicoanálisis. En aquel argumento hablábamos de la «consistencia provista por los dispositivos publicitarios» superando las posibilidades de lo simbólico, y así vimos amanecer un nuevo lenguaje. La crítica al monoideísmo –que destilaba nuestra formulación–, lejos de diluirse en la situación excepcional de la pandemia, se acentuó. La pan disipó; las posibilidades de lo singular y nuestra propuesta no sólo se tornó necesaria sino urgente.La marca opera en dos frentes: aislando una singularidad y haciendo legible el deseo del analista. La fórmula implica de entrada una circularidad inexpugnable: la marca más singular es patrimonio del sujeto y la presencia del analista aquello que hace posible su lectura. Pero, ¿dónde hallarla? ¿En qué caso puede aislarse? ¿A qué llamamos segundas marcas —en plural—?En tiempos de generalización del trauma, de uniformidad, de coronalengua, hoy más que nunca sigue reverberando una pregunta: ¿dónde reside la Marca más singular del sujeto? Quizás el lector pueda encontrar aquí algunas respuestas, por nuestra parte nos contentamos con haber dejado el trazo de las preguntas.

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Carmen González Táboas

No le pertenece del todo al cuerpo, pero no es sin cuerpo.

Emilio Vaschetto

Y efectivamente en virtud de ese estatuto del objeto voz es por lo que Lacan se introduce con la anatomía del oído, para mostrar cómo la voz resuena en un vacío.

Carmen González Táboas

A mi me pareció muy justo lo que dijo Gustavo González hace un momento, donde él llega a este pensamiento sobre la presencia del analista, que no implica la corporeidad material. Me pareció excelente lo que acaba de decir.

Jorge Faraoni

Quiero agregar algunas cosas. En este seminario no se nos planteó el tema de la atención por medios digitales, pero esto no excluye el hecho de que podamos abordarla. Considero que la misma habría que tomarla desde dos perspectivas: una es que hay algo que efectivamente funciona, pero es preciso darle un tiempo para elaborar un trabajo que dé cuenta de esa experiencia. Creo que no es este el tiempo posible.

Gustavo González

De hecho, lo traje porque es algo que vengo trabajando de antes. Ahora tenemos la salida masiva de este tema y después leeremos los efectos après-coup .

Gabriela Rodríguez

Quiero contar primero lo que me llevo como hallazgo: el término «coronalengua». Me parece fantástico porque en la clínica que tenemos hoy, y también en redes sociales, se pueden ir aislando los componentes de esa coronalengua. Hay una serie significantes monolíticos como: achatar la curva, quédate en casa, cuidar a uno es cuidar al otro . Estos funcionan como una especie de eslogan de los que se revisten los que nos hablan y nosotros mismos, y por los que, podríamos decir, somos hablados. Pero tomando esto de si la tecnología se pone o no al servicio de la clínica, el debate me parece un poco estéril.

Si bien es profundamente estructurante de lo que vamos a hacer, tiene un costado estéril en la medida en que directamente para algunos no es una vía. Cada analizante decide si ese es el modo. Me he topado además con mis propias limitaciones, en las que reconozco tener poca cintura. De modo que esto choca con el estilo de cada quien.

En otro lugar se hablaba de la herejía de usar estos medios, pero creo que más bien configura una ortodoxia en este momento y hay que avenirse a eso. Y se descuida mucho el punto del estilo personal del analista que cuenta en el asunto.

Para terminar enhebrando la intervención de Esteban Pikiewicz y Gustavo González, me quedé con esta pregunta de Lacan sobre el trauma, finalmente ¿cuál es? Y responde: «la aspiración de un medio Otro». Si la sesión puede configurarse por ese medio Otro que permita aspirarnos de la coronalengua, podemos estar más que contentos.

3 La depresión como segunda marca

Clase del 23 de abril de 2020 a cargo de Lisandro Isasa

Bruno Masino

Tenemos por delante una reunión donde haremos dos movimientos. Primero, Lisandro Isasa expondrá un detallado trabajo sobre la depresión y la particular lectura que hacemos de ella en este seminario. A continuación, Jorge Faraoni agregará dos eslabones a nuestras referencias en lo que respecta a la elucidación de la época, la cultura y sus particularidades: las de Ernesto De Martino y Günther Anders. Como verán en ambas presentaciones se trata de desarrollos detallados que marcan en perspectiva y en prospectiva temas fundamentales dentro de nuestra investigación. Me refiero al malestar, el mal, el hombre máquina, así como también ese aspecto de la depresión cuyo rasgo particular vamos a intentar despejar hoy.

Emilio Vaschetto

¿Qué significa la depresión como segunda marca? Hemos conversado en la clase anterior sobre la promoción de esta categoría clínica a la luz de la situación actual. Comienzan a proliferar nuevos estudios sobre lo que se ha dado en llamar la depresión por aislamiento. El manual de clasificación norteamericano (DSM) en su quinta versión, ha demostrado ser un absoluto fracaso pues, entre otras cosas, la comorbilidad (presencia de dos enfermedades al mismo tiempo) hizo sucumbir las mismas categorías que se pretendía hacer consistir. Sin embargo, el revival del término depresión vuelve al estrellato bajo una forma de generalización asombrosa. La coronalengua ha difundido el sueño generalizado que —como en el cuento de Bradbury desarrollado en la clase anterior— no es otra cosa que la infección del pensamiento. Esa modalidad que Lacan afirmaba como el «discurso-oso» o el «discurso de uso corriente». ¿Qué nos salva? La urgencia de la angustia, la soledad de su causa. Paradójicamente, en el aislamiento nos salva un signo real de nuestra humanidad viviente. Lo único que podemos obtener de ahí son las respuestas singulares fundadas en un deseo.

Lisandro Isasa

Partimos de la interrogación acerca de lo actual en la clínica, tomando como hilo de lectura la ubicuidad del término depresión como aquello que derrama del campo de la psicopatología hacia el ámbito de la medicina general, e incluso habita el sentido común de la época. Aprovecho esta oportunidad para poder hacer un recorrido parcial, una lectura del malestar en la cultura, entendiendo que «malestar y clínica son fenómenos circulares que impiden ser pensados uno sin el otro»1.

En el contexto actual de aislamiento inducido por la pandemia del Covid-19, vemos un resurgir del término en distintos foros, como un intento por dar cuenta de los posibles efectos de dicho aislamiento. Proliferan las notas periodísticas que presagian una supuesta pandemia depresiva, consejos para evitar la depresión, aplicaciones de teléfonos inteligentes para combatirla.

En la época en que, al decir de Germán García, «el inconsciente se incorpora al lenguaje cotidiano como falta de intención»2, la depresión es un sentido a mano del público general para nombrar al mal que aqueja en una época «signada por la palabra ‘felicidad’ y acosada por los ‘accidentes’ externos, y la posibilidad de falta de rendimiento sexual y social»3.

Asimismo, como bien señalan José María Álvarez y José R. Eiras4, no carga con el lastre de marginación o peligrosidad implícitos en otros diagnósticos psiquiátricos para el lego, llegando a erigirse en sinónimo de perturbación psíquica.

Marca de una época, la neurastenia

Alain Ehrenberg5 sitúa el éxito de la depresión hacia fines del siglo XX, como heredero de la enfermedad de moda a fines del siglo XIX, la neurastenia. Esta muestra el triunfo del modelo de enfermedad teorizado por Pierre Janet, centrado en un déficit o insuficiencia, por sobre el modelo desarrollado por Freud, centrado en la idea de conflicto6.

La neurastenia es un término acuñado por Beard en 1869 y está referido al agotamiento nervioso, reactivo a las exigencias de la vida citadina industrial de la segunda mitad del siglo XIX. Nombre exitoso para designar el malestar en la cultura en el contexto de la creencia moderna en el progreso, incluye un espectro difuso: debilitamiento general, falta de apetito, fragilidad persistente en la espalda, dolores neurálgicos fugaces, histeria, insomnio, hipocondría, falta de interés, sin signos de enfermedad orgánica.

Por una parte, la depresión es heredera de la neurastenia en su cara de desgano y fatiga. Lo cierto es que ambos cuadros comparten lo difuso de los límites que su espectro descriptivo designa7, y la amplia aceptación entre profesionales de la salud y el público lego. Por otra, es heredera de la melancolía8 y termina por incluirla dentro de las formas graves.

Pasión triste y comportamiento desganado o fatigado son las dos fuentes de la depresión9.

Debate Janet/ Freud: la marca del déficit versus la marca de una decisión

La diferencia central entre Janet y Freud puede apreciarse desde la primera teorización de la histeria y produce una divisoria de aguas, en términos de modelo de enfermedad y tratamiento.

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