Emilio Vaschetto - ¿Podemos vivir en una civilización sin dios?

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¿Cómo pensar una civilización sin dios? Tal era la consigna que resonaba en nuestro argumento hasta que la peste llegó a la puerta de nuestros hogares. Todo se acomodó con velocidad y el furor por las pantallas también contagió al psicoanálisis. En aquel argumento hablábamos de la «consistencia provista por los dispositivos publicitarios» superando las posibilidades de lo simbólico, y así vimos amanecer un nuevo lenguaje. La crítica al monoideísmo –que destilaba nuestra formulación–, lejos de diluirse en la situación excepcional de la pandemia, se acentuó. La pan disipó; las posibilidades de lo singular y nuestra propuesta no sólo se tornó necesaria sino urgente.La marca opera en dos frentes: aislando una singularidad y haciendo legible el deseo del analista. La fórmula implica de entrada una circularidad inexpugnable: la marca más singular es patrimonio del sujeto y la presencia del analista aquello que hace posible su lectura. Pero, ¿dónde hallarla? ¿En qué caso puede aislarse? ¿A qué llamamos segundas marcas —en plural—?En tiempos de generalización del trauma, de uniformidad, de coronalengua, hoy más que nunca sigue reverberando una pregunta: ¿dónde reside la Marca más singular del sujeto? Quizás el lector pueda encontrar aquí algunas respuestas, por nuestra parte nos contentamos con haber dejado el trazo de las preguntas.

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Entonces, en la primera enumeración —marca de la cultura— encontramos lo que llamamos provisionalmente «segunda marca». A continuación, la marca simbólica, tomando el término de Lacan, y por último la huella, o la marca más singular que sería la Marca del caso. Completo con la frase de Lacan que está en el reverso de un ejemplar de la revista Scilicet :

Menos afectación de autoridad. Más seguridad para invocar lo personal en la práctica, y especialmente la Marca del caso17.

¿Qué sería apuntar a la marca más particular? No conviene asumir el término «particular» desde el punto de vista filosófico sino entender que se apunta a lo más particular del sujeto. También nos interesa aquí el término «Marca» pues aparece con mayúscula.

Para finalizar, lo opuesto a lo pan es la marca más particular o lo discretamente singular. Es apuntar a lo real del caso lo cual lo hemos ido abordando por el lado de la angustia. Al respecto, desnudamos el binomio más político que puede haber en nuestro tiempo: depresión o angustia.

¿Presencia virtual del analista?

Esteban Pikiewicz

Me interesa destacar algunas cosas, piezas sueltas de todo lo que he escuchado, fragmentos sobre un discurso viral. Primera cuestión: me gusta mucho el primer planteo que hace Faraoni sobre la palabra mal, al homologarla o ponerla en conexión con lo real, lo real en tanto mal. Entonces el reverso de la coronalengua es la perspectiva que, desde nuestro lugar, acentúa una mayor cercanía subjetiva hacia el mal de cada uno. Lo que es el mal inabordable, indecible que nos habita, se hace tal vez un poco más cercano, intuitivamente más o menos directo y se conjuga con la angustia y el cuerpo.

Faraoni también decía algo en términos políticos o sociológicos que es un poco la respuesta vía el discurso amo. Si bien es extraño pensar el totalitarismo chino en conjugación con el capitalismo, se podría decir que el capitalismo es también un discurso amo totalitario y autoritario. Por más que los semblantes sean todos de libertad. Nuestra concepción del discurso capitalista es fundamentalmente el «goza» como un deber. Y mal o bien, los chinos han encontrado una respuesta, de un modo u otro han vuelto a la normalidad de ellos.

Me gusta lo que dijo Faraoni sobre las teorías del origen y me parece que se conjugan bien con el mundo delirante. Yo lo llamaría la increencia o la incidencia en torno a una época, pero visto desde la perspectiva de que el virus es real, en el sentido lacaniano de que vuelve siempre al mismo lugar. Se esperan cosas de la ciencia —que por lo menos le han encontrado ciertos elementos a ese real—, si bien no tapa certidumbres ni da respuestas categóricas, se extraen leyes de ese real. Ahora bien, lo que ese real invisible provoca es la conmoción de todas las representaciones del imaginario personal y colectivo, y la respuesta es simbólica. Entonces ahí aparece la cuestión del cuerpo y de la angustia.

En conclusión, nuestra oportunidad es estar a la altura de ese mal que la pandemia provoca en los sujetos que trabajan con nosotros por ese acercamiento que provoca la pandemia al mal.

Carmen González Táboas

De la clase pasada también la cuestión del mal, del modo como se planteó, me resultó extraordinariamente importante. Tiene que ver con algo que dijo Faraoni el jueves anterior. Cuando escuchaba la lista de participantes que se sumaban, frente a esta maravilla donde resulta que todos podemos comunicarnos de maneras insólitas, encuentro que aquí hay una gran paradoja. La enorme paradoja es cómo un bien se puede convertir en un mal. Cómo esto, que es un bien —nos podemos comunicar y tener a nuestra disposición este mundo cibernético— está, sin embargo, absolutamente regido por el capitalismo neoliberal más salvaje. Es decir, quiero marcar cómo el mal se vuelve invisible. Y la definición de Jorge, citando el seminario de La Ética del Psicoanálisis : «No se puede hablar del mal mientras un bien cualquiera le enseña al hombre sus deberes». Aquí tenemos la gran odisea cibernética dictando al hombre sus deberes, no es ninguna otra cosa. La cuestión es: ¿dónde hay un límite a esto? Es un bien esta enorme comunicación, pero ¿dónde está el límite?

Ahí es donde entra lo que comentó Vaschetto. Se ha hablado y se repiten las palabras «lo social». ¿Qué es lo social? Creo que lo único que entra, agujerea, es la pulsión, que como ustedes dijeron entra y agujerea las variaciones de la cultura. Yo pensaba que los únicos que no reproducen esa coronalengua son los analizantes. Pensaba en las sesiones que estoy teniendo —nunca lo soñé en mi vida— por teléfono o por Skype , y son sesiones de análisis, producen efectos analíticos importantes. El analizante es el que tiene la posibilidad de salir de la coronalengua.

También quiero decir algo respecto de lo que mencionó Faraoni, cuando enunció una cantidad de inventos que se hacen para explicar el coronavirus . Les recomiendo que lean el apéndice a la primera parte de la Ética de Spinoza: ese para es siempre mentira. Pero hay una cosa que no es mentira, y es que detrás de todo ese palabrerío de la coronalengua hay hechos reales y trabajos científicos inmensos, y a mí me parece que nosotros, los analistas, prestamos poca atención a lo que está pasando en el campo de la ciencia y de la filosofía. Citamos por ahí a cuatro o cinco que leímos un poquito. Bueno, me siento absolutamente concernida por la necesidad de estudiar qué está pasando. «Lo social»… no puedo quedarme contenta con decirlo. Precisamente dijeron «la cultura de donde provienen los pacientes». No provienen de China o de Europa. Cuando decimos «la cultura viene con el paciente», es aquel lugar de donde proviene, por eso tenemos que estar muy advertidos de lo que pasa en la cultura, y creo que estamos poco advertidos.

Gustavo González

Quería señalar algo respecto del comentario de Carmen González Táboas. Dice «hablando por teléfono con unos pacientes vi que el psicoanálisis funciona por teléfono». Hay una discusión que me llamó la atención y que no se planteó de entrada. Durante los primeros días de la pandemia, seguí unos comentarios que la editorial Grama publicaba por email, y la pregunta era siempre la misma: qué efectos tiene todo esto. Este es un tema que vengo pensando de antes: ¿qué efectos tiene llevar adelante un psicoanálisis por estos medios [virtuales]? En este momento se puede —y se pudo a partir de estos mensajes enviados por Grama— ir siguiendo cómo cambió lo que se decía: «por ahora estamos hablando por teléfono, pero ya volverá», «no es como un análisis, pero sirve mucho». Y de repente alguno comenzó a hablar de desafío: «es un desafío para el psicoanálisis sostenerse por medios digitales»… En fin, como todo el mundo con cada cosa que se hace en esta cuarentena, me cansé y duré poco con eso, pero en fin, es un tema que me interesa, y quería engancharlo con lo que decía Vaschetto, porque está en juego el tema del cuerpo. Hemos hablado siempre de la «presencia del analista» como un cuerpo entre dimensiones, un señor que está ahí atrás. Mientras que, si tomamos el efecto en el cuerpo de que existe un decir 18, es una buena forma de empezar a discutir si los medios digitales operan sobre un cuerpo o no.

Me llamó la atención de que eso no estuviera planteado desde el inicio, porque para muchos analistas fue un cambio rotundo el tener que hacer el análisis telefónico.

Emilio Vaschetto

Lo que antes era un tabú para muchos analistas, hoy no lo es. Me ha pasado de buscar colegas para derivar un caso que, por cuestiones geográficas, no cabía otra opción que el medio telefónico y, antes de la pandemia, me fue imposible encontrar alguno. Incluso pidiéndole a colegas amigos, me ha sido imposible que tomen a su cargo ese paciente. Hoy veo que no es un problema y la respuesta que encuentro es: rutina. O sea, S1 apareado a S2, tal como ejemplificamos con la definición dada en Aún . Todos entramos en esa vía del sentido, luego cada uno capitalizará cuáles son los efectos de la voz. No olvidemos que Pitágoras enseñaba a sus discípulos detrás de un telón buscando lo que se llamaba el efecto «acusmático». El quería lograr desactivar la voz que sale del cuerpo del saber, de la sabiduría que podía adquirir el enseñante, sin que tuviera por ello que adjudicarlo al cuerpo del maestro. El efecto acusmático es que la voz esté desacoplada del cuerpo. Cosa que de hecho es lo que pasa con el objeto voz. Sabemos que no le pertenece del todo al cuerpo.

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