Á este pueblo pusimos por nombre Santa Cruz, porque cuatro ó cinco dias ántes de Santa Cruz le vimos; habia en él buenos colmenares de miel y muchos boniatos y batatas y manadas de puercos de la tierra, que tienen sobre el espinazo el ombligo; habia en él tres pueblezuelos, y este donde desembarcamos era mayor, y los otros dos eran más chicos, que estaba cada uno en una punta de la isla; terná de bojo como obra de dos leguas.
Pues como el capitan Juan de Grijalva vió que era perder tiempo estar más allí aguardando, mandó que nos embarcásemos luego, y la india de Jamáica se fué con nosotros, y seguimos nuestro viaje.
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DE CÓMO VENIMOS Á DESEMBARCAR Á CHAMPOTON.
Pues vuelto á embarcar, é yendo por las derrotas pasadas (cuando lo de Francisco Hernandez de Córdoba), en ocho dias llegamos en el paraje del pueblo de Champoton, que fué donde nos desbarataron los indios de aquella provincia, como ya dicho tengo en el capítulo que dello habla; y como en aquella ensenada mengua mucho la mar, anclamos los navíos una legua de tierra, y con todos los bateles desembarcamos la mitad de los soldados que allí íbamos, junto á las casas del pueblo, é los indios naturales dél y otros sus comarcanos se juntaron todos, como la otra vez cuando nos mataron sobre cincuenta y seis soldados y todos los más nos hirieron, segun dicho tengo en el capítulo que dello habla; y á esta causa estaban muy ufanos y orgullosos, y bien armados á su usanza, que son: arcos, flechas, lanzas, rodelas, macanas y espadas de dos manos, y piedras con hondas, y armas de algodon, y trompetillas y atambores, y los más dellos pintadas las caras de negro, colorado y blanco; y puestos en concierto, esperaron en la costa, para en llegando que llegásemos dar en nosotros; y como teniamos experiencia de la otra vez, llevábamos en los bateles unos falconetes, é íbamos apercebidos de ballestas y escopetas; y llegados á tierra, nos comenzaron á flechar y con las lanzas dar á mantiniente; y tal rociada nos dieron ántes que llegásemos á tierra, que hirieron la mitad de nosotros, y desque hubimos saltado de los bateles les hicimos perder la furia á buenas estocadas y cuchilladas; porque, aunque nos flechaban á terrero, todos llevábamos armas de algodon, y todavía se sostuvieron buen rato peleando con nosotros, hasta que vino otra barcada de nuestros soldados, y les hicimos retraer á unas ciénagas junto al pueblo.
En esta guerra mataron á Juan de Quiteria y á otros dos soldados, y al capitan Juan de Grijalva le dieron tres flechazos y aun le quebraron con un cobaco dos dientes (que hay muchos en aquella costa), é hirieron sobre sesenta de los nuestros.
Y desque vimos que todos los contrarios se habian huido, nos fuimos al pueblo, y se curaron los heridos y enterramos los muertos, y en todo el pueblo no hallamos persona ninguna, ni los que se habian retraido en las ciénagas, que ya se habian desgarrado; por manera que todos tenian alzadas sus haciendas.
En aquellas escaramuzas prendimos tres indios, y el uno dellos parecia principal. Mandóles el capitan que fuesen á llamar al cacique de aquel pueblo, y les dió cuentas verdes y cascabeles para que los diesen, para que viniesen de paz; y asimismo á aquellos tres prisioneros se les hicieron muchos halagos y se les dieron cuentas porque fuesen sin miedo; y fueron y nunca volvieron, é creimos que el indio Julianillo é Melchorejo no les hubieran de decir lo que les fué mandado, sino al revés.
Estuvimos en aquel pueblo cuatro dias. Acuérdome que cuando estábamos peleando en aquella escaramuza, que habia allí unos prados algo pedregosos, é habia langostas que cuando peleábamos saltaban y venian volando y nos daban en la cara, y como eran tantos flecheros y tiraban tanta flecha como granizos, que parecian eran langostas que volaban, y no nos rodelábamos, y la flecha que venia nos heria, y otras veces creiamos que era flecha, y eran langostas que venian volando: fué harto estorbo.
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CÓMO SEGUIMOS NUESTRO VIAJE Y ENTRAMOS EN BOCA DE TÉRMINOS, QUE ENTÓNCES LE PUSIMOS ESTE NOMBRE.
Yendo por nuestra navegacion adelante, llegamos á una boca, como de rio, muy grande y ancha, y no era rio como pensamos, sino muy buen puerto, é porque está entre unas tierras é otras, é parecia como estrecho: tan gran boca tenia, que decia el piloto Anton de Alaminos que era isla y partian términos con la tierra, y á esta causa le pusimos el nombre de Boca de Términos, y así está en las cartas de marear; y allí saltó el capitan Juan de Grijalva en tierra, con todos los más capitanes por mí nombrados, y muchos soldados estuvimos tres dias hondando la boca de aquella entrada, y mirando bien arriba y abajo del ancon donde creiamos que iba é venia á parar, y hallamos no ser isla, sino ancon, y era muy buen puerto; y hallamos unos adoratorios de cal y canto y muchos ídolos de barro y palo, que eran dellos como figuras de sus dioses, y dellos de figuras de mujeres, y muchos como sierpes, y muchos cuernos de venados, é creimos que por allí cerca habria alguna poblacion, é con el buen puerto, que seria bueno para poblar; lo cual no fué así, que estaba muy despoblado; porque aquellos adoratorios eran de mercaderes y cazadores que de pasada entraban en aquel puerto con canoas y allí sacrificaban, y habia mucha caza de venados y conejos: matamos diez venados con una lebrela, y muchos conejos.
Y luego, desque todo fué visto y sondado, nos tornamos á embarcar, y se nos quedó allí la lebrela, y cuando volvimos con Cortés la tornamos á hallar, y estaba muy gorda y lucida. Llaman los marineros á esto Puerto de Términos.
É vueltos á embarcar, navegamos costa á costa junto á tierra, hasta que llegamos al rio de Tabasco, que por descubrile el Juan de Grijalva, se nombra agora el rio de Grijalva.
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CÓMO LLEGAMOS AL RIO DE TABASCO, QUE LLAMAN DE GRIJALVA, Y LO QUE ALLÁ NOS ACAECIÓ.
Navegando costa á costa la via del poniente de dia, porque de noche no osábamos por temor de bajos é arrecifes, á cabo de tres dias vimos una boca de rio muy ancha, y llegamos muy á tierra con los navíos y parecia buen puerto; y como fuimos más cerca de la boca, vimos reventar los bajos ántes de entrar en el rio, y allí sacamos los bateles, y con la sonda en la mano hallamos que no podian entrar en el puerto los dos navíos de mayor porte: fué acordado que anclasen fuera en la mar, y con los otros dos navíos que demandaban ménos agua, que con ellos é con los bateles fuésemos todos los soldados rio arriba, porque vimos muchos indios estar en canoas en las riberas, y tenian arcos y flechas y todas sus armas, segun y de la manera de Champoton; por donde entendimos que habia por allí algun pueblo grande, y tambien porque viniendo, como veniamos, navegando costa á costa, habiamos visto echadas nasas en la mar, con que pescaban, y aun á dos dellas se les tomó el pescado con un batel que traiamos á jorro de la capitana.
Aqueste rio se llama de Tabasco porque el cacique de aquel pueblo se llamaba Tabasco; y como le descubrimos deste viaje, y el Juan de Grijalva fué el descubridor, se nombra rio de Grijalva, y así está en las cartas del marear.
É ya que llegamos obra de media legua del pueblo, bien oimos el rumor de cortar de madera, de que hacian grandes mamparos é fuerzas, y aderezarse para nos dar guerra, porque habian sabido de lo que pasó en Potonchan y tenian la guerra por muy cierta.
Y desque aquello sentimos, desembarcamos de una punta de aquella tierra donde habia unos palmares, que era del pueblo media legua; y desque nos vieron allí, vinieron obra de cincuenta canoas con gente de guerra, y traian arcos y flechas y armas de algodon, rodelas y lanzas y sus atambores y penachos y estaban entre los esteros otras muchas canoas llenas de guerreros, y estuvieron algo apartados de nosotros, que no osaron llegar como los primeros.
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