1 ...8 9 10 12 13 14 ...59 Pues para hacer esta embajada acordamos que fuese el capitan Pedro de Albarado en un navío que se decia San Sebastian, porque hacia agua, aunque no mucha, porque en la isla de Cuba se diese carena y pudiesen en él traer socorro é bastimento.
Y tambien se concertó que llevase todo el oro que se habia rescatado y ropa de mantas, y los dolientes; y los capitanes escribieron al Diego Velazquez cada uno lo que le pareció, y luego se hizo á la vela é iba la vuelta de la isla de Cuba, adonde los dejaré agora, así al Pedro de Albarado como al Grijalva, y diré cómo el Diego Velazquez habia enviado en busca nuestra.
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CÓMO DIEGO VELAZQUEZ, GOBERNADOR DE LA ISLA DE CUBA, ENVIÓ UN NAVÍO PEQUEÑO EN NUESTRA BUSCA.
Despues que salimos con el capitan Juan de Grijalva de la isla de Cuba para hacer nuestro viaje, siempre Diego Velazquez estaba triste y pensativo no nos hubiese acaecido algun desastre, y deseaba saber de nosotros, y á esta causa envió un navío pequeño en nuestra busca con siete soldados, y por capitan dellos á un Cristóbal de Olí, persona de valía, muy esforzado, y le mandó que siguiese la derrota de Francisco Hernandez de Córdoba hasta toparse con nosotros.
Y segun parece, el Cristóbal de Olí, yendo en nuestra busca, estando surto cerca de tierra, le dió un recio temporal, y por no anegarse sobre las amarras, el piloto que traian mandó cortar los cables, é perdió las anclas, é volvióse á Santiago de Cuba, de donde habia salido, adonde estaba el Diego Velazquez, y cuando vió que no tenia nuevas de nosotros, si triste estaba ántes que enviase al Cristóbal de Olí, muy más pensativo estuvo despues.
Y en esta sazon llegó el capitan Pedro de Albarado con el oro y ropa y dolientes, y con entera relacion de lo que habiamos descubierto. Y cuando el gobernador vió que estaba en joyas, parecia mucho más de lo que era, y estaban allí con el Diego Velazquez muchos vecinos de aquella isla, que venian á negocios.
Y cuando los oficiales del Rey tomaron el Real quinto que venia á su majestad estaban espantados de cuán ricas tierras habiamos descubierto; y como el Pedro de Albarado se lo sabia muy bien praticar, dice que no hacia el Diego Velazquez sino abrazallo, y en ocho dias tener gran regocijo y jugar cañas; y si mucha fama tenian de ántes de ricas tierras, agora con este oro se sublimó en todas las islas y en Castilla, como adelante diré; y dejaré al Diego Velazquez haciendo fiestas, y volveré á nuestros navíos, que estábamos en San Juan de Ulúa.
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DE LO QUE NOS SUCEDIÓ COSTEANDO LAS SIERRAS DE TUSTA Y DE TUSPA.
Despues que de nosotros se partió el capitan Pedro de Albarado para ir á la isla de Cuba, acordó nuestro general con los demás capitanes y pilotos que fuésemos costeando y descubriendo todo lo que pudiésemos; é yendo por nuestra navegacion, vimos la sierra de Tusta, y más adelante de ahí á otros dos dias vimos otras sierras muy altas, que agora se llaman las sierras de Tuspa; por manera que unas sierras se dicen Tusta, porque están cabe un pueblo que se dice así, y las otras sierras se dicen Tuspa, porque se nombra el pueblo junto adonde aquellas están Tuspa; é caminando más adelante vimos muchas poblaciones, y estarian la tierra adentro dos ó tres leguas, y esto es ya en la provincia de Pánuco; é yendo por nuestra navegacion, llegamos á un rio grande, que le pusimos por nombre rio de Canoas, é allí enfrente de la boca dél surgimos; y estando surtos todos tres navíos, y estando algo descuidados, vinieron por el rio diez y seis canoas muy grandes llenas de indios de guerra, con arcos y flechas y lanzas, y vanse derechos al navío más pequeño, del cual era capitan Alonso de Ávila, y estaba más llegado á tierra, y dándole una rociada de flechas, que hirieron á dos soldados, echaron mano al navío como que lo querian llevar, y aun cortaron una amarra; y puesto que el capitan y los soldados peleaban bien, y trastornaron tres canoas, nosotros con gran presteza les ayudamos con nuestros bateles y escopetas y ballestas y herimos más de la tercia parte de aquellas gentes; por manera que volvieron con la mala ventura por donde habian venido; y luego alzamos áncoras é dimos vela, é seguimos costa á costa hasta que llegamos á una punta muy grande; y era tan mala de doblar, y las corrientes muchas, que no podiamos ir adelante; y el piloto Anton de Alaminos dijo al general que no era bien navegar más aquella derrota, é para ello se dieron muchas causas, y luego se tomó consejo de lo que se habia de hacer, y fué acordado que diésemos la vuelta á la isla de Cuba, lo uno porque ya entraba el invierno é no habia bastimentos, é un navío hacia mucha agua, y los capitanes desconformes, porque el Juan de Grijalva decia que queria poblar, y el Francisco Montejo é Alonso de Ávila decian que no se podia sustentar por causa de los muchos guerreros que en la tierra habia; é tambien todos nosotros los soldados estábamos hartos é muy trabajados de andar por la mar.
Así que dimos vuelta á todas velas, y las corrientes que nos ayudaban, en pocos dias llegamos en el paraje del gran rio de Guacacualco, é no pudimos estar por ser tiempo contrario, y muy abrazados con la tierra entramos en el rio de Tonala, que se puso nombre entónces San Anton, é allí se dió carena al un navío que hacia mucha agua, puesto que tocó tres veces al estar en la barra, que es muy baja; y estando aderezando nuestro navío vinieron muchos indios del puerto de Tonala, que estaba una legua de allí, é trujeron pan de maíz y pescado é fruta, y con buena voluntad nos lo dieron; y el capitan les hizo muchos halagos é les mandó dar cuentas verdes y diamantes, é les dijo por señas que trujesen oro á rescatar, é que les dariamos de nuestro rescate; é traian joyas de oro bajo, é se les daban cuentas por ello. Y desque lo supieron los de Guacacualco é de otros pueblos comarcanos que rescatábamos, tambien vinieron ellos con sus piecezuelas, é llevaron cuentas verdes, que aquellos tenian en mucho.
Pues demás de aqueste rescate, traian comunmente todos los indios de aquella provincia unas hachas de cobre muy lucidas, como por gentileza é á manera de armas, con unos cabos de palo muy pintados, y nosotros creimos que eran de oro bajo, é comenzamos á rescatar dellas; digo que en tres dias se hubieron más de seiscientas de ellas, y estábamos muy contentos con ellas, creyendo que eran de oro bajo, é los indios mucho más con las cuentas; mas todo salió vano; que las hachas eran de cobre é las cuentas un poco de nada.
É un marinero habia rescatado secretamente siete hachas y estaba muy alegre con ellas, y parece ser que otro marinero lo dijo al capitan, é mandóle que las diese; y porque rogamos por él, se las dejó, creyendo que eran de oro.
Tambien me acuerdo que un soldado que se decia Bartolomé Pardo fué á una casa de ídolos, que ya he dicho que se decia cues, que es como quien dice casa de sus dioses, que estaba en un cerro alto, y en aquella casa halló muchos ídolos, é copal, que es como incienso, que es con que zahuman, y cuchillos de pedernal, con que sacrificaban ó retajaban, é unas arcas de madera, y en ellas muchas piezas de oro, que eran diademas é collares, é dos ídolos, y otros como cuentas; y aquel oro tomó el soldado para sí, y los ídolos del sacrificio trujo al capitan.
Y no faltó quien le vió é lo dijo al Grijalva, y se lo queria tomar; é rogámosle que se lo dejase; y como era de buena condicion, que sacado el quinto de S. M., que lo demás fuese para el pobre soldado; y no valía ochenta pesos.
Tambien quiero decir cómo yo sembré unas pepitas de naranjas junto á otras casas de ídolos, y fué desta manera: que como habia muchos mosquitos en aquel rio, fuíme á dormir á una casa alta de ídolos, é allí junto á aquella casa sembré siete ú ocho pepitas de naranjas que habia traido de Cuba, é nacieron muy bien; porque parece ser que los papas de aquellos ídolos les pusieron defensa para que no las comiesen hormigas, é les regaban é limpiaban desque vieron que eran plantas diferentes de las suyas.
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