Demás desto, el Bernardino Vazquez de Tapia ya habia adolecido en el camino de calenturas, y como vieron las cartas, se volvieron; y los embajadores con quien iban dieron relacion dello á su Montezuma, y les preguntó que qué manera de rostros y proporcion de cuerpos llevaban los dos teules que iban á Méjico, y si eran capitanes; y parece ser que les dijeron que el Pedro de Albarado era de muy linda gracia, así en el rostro como en su persona, y que parecia como al sol y que era capitan; y demás desto, se lo llevaron figurado muy al natural su dibujo y cara, y desde entónces le pusieron nombre el Tonacio, que quiere decir el sol, hijo del sol, y así le llamaron de allí adelante, y el Bernardino Vazquez de Tapia dijeron que era hombre robusto y de muy buena disposicion, que tambien era capitan; y al Montezuma le pesó porque se habian vuelto del camino.
Y aquellos embajadores tuvieron razon de comparallos, así en los rostros como en el aspecto de las personas y cuerpos, como lo significaron á su señor Montezuma; porque el Pedro de Albarado era de muy buen cuerpo y ligero, y facciones y presencia, y así en el rostro como en el hablar, en todo era agraciado, que parecia que estaba riendo; y el Bernardino Vazquez de Tapia era algo robusto, puesto que tenia buena presencia; y desque volvieron á nuestro real, nos holgamos con ellos, y les deciamos que no era cosa acertada lo que Cortés les mandaba.
Y dejemos esta materia, pues no hace mucho á nuestra relacion, y diré de los mensajeros que Cortés envió á Cholula, y la respuesta que enviaron.
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CÓMO ENVIARON LOS DE CHOLULA CUATRO INDIOS DE POCA VALÍA Á DESCULPARSE POR NO HABER VENIDO Á TLASCALA, Y LO QUE SOBRE ELLO PASÓ.
Ya he dicho en el capítulo pasado cómo envió nuestro capitan mensajeros á Cholula para que nos viniesen á ver á Tlascala; é los caciques de aquella ciudad, como entendieron lo que Cortés les mandaba, parecióles que seria bien enviar cuatro indios de poca valía á desculpar é á decir que por estar malos no venian, y no trujeron bastimento ni otra cosa, sino así secamente dieron aquella respuesta; y cuando vinieron aquellos mensajeros estaban presentes los caciques de Tlascala, é dijeron á nuestro capitan que para hacer burla dél y de todos nosotros enviaban los de Cholula aquellos indios, que eran macegales é de poca calidad.
Por manera que Cortés les tornó á enviar luego con otros cuatro indios de Cempoal á decir que viniesen dentro de tres dias hombres principales, pues estaban cuatro leguas de allí, é que si no venian, que los ternia por rebeldes; y que cuando vengan, que les quiere decir cosas que les convienen para salvacion de sus ánimas, y buena política para su buen vivir, y tenellos por amigos y hermanos, como son los de Tlascala, sus vecinos; y que si otra cosa acordaren, y no quieren nuestra amistad, que nosotros no por eso los procurariamos de descomplacer ni enojarles.
Y como oyeron aquella amorosa embajada, respondieron que no habian de venir á Tlascala, porque son sus enemigos, porque saben que han dicho dellos y de su señor Montezuma muchos males, y que vamos á su ciudad y salgamos de los términos de Tlascala; y si no hicieren lo que deben, que los tengamos por tales como les enviamos á decir.
Y viendo nuestro capitan que la excusa que decian era muy justa, acordamos de ir allá; y como los caciques de Tlascala vieron que determinadamente era nuestra ida por Cholula, dijeron á Cortés:
—«Pues que así quieres creer á los mejicanos, y no á nosotros, que somos tus amigos, ya te hemos dicho muchas veces que te guardes de los de Cholula y del poder de Méjico: y para que mejor te puedas ayudar de nosotros, te tenemos aparejados diez mil hombres de guerra que vayan en vuestra compañía.»
Y Cortés les dió muchas gracias por ello, é consultó con todos nosotros que no seria bueno que llevásemos tantos guerreros á tierra que habiamos de procurar amistades, é que seria bien que llevásemos dos mil, y estos les demandó, y que los demás que se quedasen en sus casas.
É dejemos esta plática, y diré de nuestro camino.
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CÓMO FUIMOS Á LA CIUDAD DE CHOLULA, Y DEL GRAN RECEBIMIENTO QUENOS HICIERON.
Una mañana comenzamos á marchar por nuestro camino para la ciudad de Cholula, é íbamos con el mayor concierto que podiamos; porque, como otras veces he dicho, adonde esperábamos haber revueltas ó guerras nos apercebiamos muy mejor, é aquel dia fuimos á dormir á un rio que pasa obra de una legua chica de Cholula, adonde está hecha ahora una puente de piedra, é allí nos hicieron unas chozas é ranchos; y esa noche enviaron los caciques de Cholula mensajeros, hombres principales, á darnos el parabien venidos á sus tierras, y trujeron bastimentos de gallinas y pan de su maíz, é dijeron que en la mañana vendrian todos los caciques y papas á nos recebir é á que les perdonasen porque no habian salido luego; y Cortés les dijo con nuestras lenguas doña Marina y Aguilar que se lo agradecia, así por el bastimento que traian como por la buena voluntad que mostraban; é allí dormimos aquella noche con buenas velas y escuchas y corredores del campo.
Y como amaneció, comenzamos á caminar hácia la ciudad; é yendo por nuestro camino, ya cerca de la poblacion nos salieron á recebir los caciques y papas y otros muchos indios, é todos los más traian vestidas unas ropas de algodon de hechura de marlotas, como las traian los indios capotecas; y esto digo á quien las ha visto y ha estado en aquella provincia, porque en aquella ciudad así se usan; é venian muy de paz y de buena voluntad, y los papas traian braseros con incienso, con que zahumaron á nuestro capitan é á los soldados que cerca dél nos hallamos.
É parece ser aquellos papas y principales, como vieron los indios tlascaltecas que con nosotros venian, dijéronselo á doña Marina que se lo dijese á Cortés, que no era bien que de aquella manera entrasen sus enemigos con armas en su ciudad; y como nuestro capitan lo entendió, mandó á los capitanes y soldados y el fardaje que reparásemos; y como nos vió juntos é que no caminaba ninguno, dijo:
—«Paréceme, señores, que ántes que entremos en Cholula que demos un tiento con buenas palabras á estos caciques é papas, é veamos qué es su voluntad; porque vienen murmurando destos nuestros amigos de Tlascala, y tienen mucha razon en lo que dicen; é con buenas palabras les quiero dar á entender la causa por que veniamos á su ciudad. Y porque ya, señores, habeis entendido lo que nos han dicho los tlascaltecas, que son bulliciosos, será bien que por bien dén la obediencia á su majestad, y esto me parece que conviene.»
Y luego mandó á doña Marina que llamase á los caciques y papas allí donde estaba á caballo, é todos nosotros juntos con Cortés; y luego vinieron tres principales y dos papas, y dijeron:
—«Malinche, perdonadnos porque no fuimos á Tlascala á te ver y llevar comida, y no por falta de voluntad, sino porque son nuestros enemigos Masse-Escaci y Xicotenga é toda Tlascala, é porque han dicho muchos males de nosotros é del gran Montezuma, nuestro señor, que no basta lo que han dicho, sino que ahora tengan atrevimiento con vuestro favor de venir con armas á nuestra ciudad.»
Y que le piden por merced que les mande volver á sus tierras ó á lo ménos que se queden en el campo é que no entren de aquella manera en su ciudad, é que nosotros que vamos mucho en buen hora.
É como el capitan vió la razon que tenia, mandó luego á Pedro de Albarado é al maestre de campo, que era Cristóbal de Olí, que rogasen á los tlascaltecas que allí en el campo hiciesen sus ranchos y chozas, é que no entrasen con nosotros sino los que llevaban artillería y nuestros amigos los de Cempoal, y les dijesen la causa porque se mandaba, porque todos aquellos caciques y papas se temen dellos; é que cuando hubiéremos de pasar de Cholula para Méjico que los enviaria á llamar, é que no lo hayan por enojo; y como los de Cholula vieron lo que Cortés mandó, parecia que estaban más sosegados, y les comenzó Cortés á hacer un parlamento: diciendo que nuestro Rey y señor, cuyos vasallos somos, tiene grandes poderes y tiene debajo de su mando á muchos grandes Príncipes y caciques, y que nos envió á estas tierras á les notificar y mandar que no adoren ídolos, ni sacrifiquen hombres ni coman de sus carnes, ni hagan sodomías ni otras torpedades; é que por ser el camino por allí para Méjico, adonde vamos á hablar al gran Montezuma, y por no haber otro más cercano, venimos por su ciudad, y tambien para tenellos por hermanos; é que pues otros grandes caciques han dado la obediencia á su Majestad, que será bien que ellos la dén, como los demás.
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