En las cuales cartas dice que hubieron mucho placer en la villa, y escribió el Escalante lo que allí habia sucedido, y todo vino muy presto; y en aquellos dias en nuestro real pusimos una cruz muy suntuosa y alta, y mandó Cortés á los indios de Cimpacingo y á los de las casas que estaban junto de nuestro real que encalasen un cu y estuviese bien aderezado.
Dejemos de escribir desto, y volvamos á nuestros nuevos amigos los caciques de Tlascala, que como vieron que no íbamos á su pueblo, ellos venian á nuestro Real con gallinas y tunas, que era el tiempo dellas, y cada dia traian el bastimento que tenian en su casa, y con buena voluntad nos lo daban, sin que quisiesen tomar por ello cosa ninguna aunque se lo dábamos, y siempre rogando á Cortés que se fuese luego con ellos á su ciudad; y como estábamos aguardando á los mejicanos los seis dias, como les prometió, con palabras blandas les detenia; y luego, cumplido el plazo que habian dicho, vinieron de Méjico seis principales, hombres de mucha estima, y trujeron un rico presente que envió el gran Montezuma, que fueron más de tres mil pesos de oro en ricas joyas de diversas maneras, y ducientas piezas de ropa de mantas muy ricas de pluma y de otras labores, y dijeron á Cortés cuando lo presentaron, que su señor Montezuma se huelga de nuestra buena andanza, y que le ruega muy ahincadamente que ni en bueno ni malo no fuese con los de Tlascala á su pueblo ni se confiase dellos, que lo querian llevar allá para roballe oro y ropa, porque son muy pobres, que una manta buena de algodon no alcanzan; é que por saber que el Montezuma nos tiene por amigos y nos envia aquel oro y joyas y mantas, lo procurarán de robar muy mejor; y Cortés recibió con alegría aquel presente, y dijo que se lo tenia en merced y que él lo pagaria al señor Montezuma en buenas obras; y que si se sintiese que los tlascaltecas les pasase por el pensamiento lo que Montezuma les enviaba á avisar, que se lo pagaria con quitalles á todos las vidas, y que él sabe muy cierto que no harán villanía ninguna, y que todavía quiere ir á ver lo que hacen.
Y estando en estas razones vienen otros muchos mensajeros de Tlascala á decir á Cortés cómo vienen cerca de allí todos los caciques viejos de la cabecera de toda la provincia á nuestros ranchos y chozas á ver á Cortés y á todos nosotros para llevarnos á su ciudad; y como Cortés lo supo, rogó á los embajadores mejicanos que aguardasen tres dias por los despachos para su señor, porque tenia al presente que hablar y despachar sobre la guerra pasada é paces que ahora tratan; y ellos dijeron que aguardarian.
Y lo que los caciques viejos dijeron á Cortés se dirá adelante.
Índice
CÓMO VINIERON Á NUESTRO REAL LOS CACIQUES VIEJOS DE TLASCALA Á ROGAR Á CORTÉS Y Á TODOS NOSOTROS QUE LUEGO NOS FUÉSEMOS CON ELLOS Á SU CIUDAD, Y LO QUE SOBRE ELLO PASÓ.
Como los caciques viejos de toda Tlascala vieron que no íbamos á su ciudad, acordaron de venir en andas, y otros en chamacas é á cuestas, y otros á pié, los cuales eran los por mí ya nombrados, que se decian Masse-Escaci, Xicotenga el viejo é ciego, é Guaxolacima, Chichimeclatecle, Tecapaneca, de Topeyanco; los cuales llegaron á nuestro real con otra gran compañía de principales, y con gran acato hicieron á Cortés y á todos nosotros tres reverencias, y quemaron copal y tocaron las manos en el suelo y besaron la tierra; y el Xicotenga el viejo comenzó de hablar á Cortés desta manera, y díjole:
—«Malinche, Malinche, muchas veces te hemos enviado á rogar que nos perdones porque salimos de guerra, é ya te enviamos á dar nuestro descargo, que fué por defendernos del malo de Montezuma y sus grandes poderes, porque creiamos que érades de su bando y confederados; y si supiéramos lo que ahora sabemos, no digo yo saliros á recibir á los caminos con muchos bastimentos, sino tenéroslos barridos, y aun fuéramos por vosotros á la mar donde teniades vuestros acales (que son navíos); y pues ya nos habeis perdonado, lo que ahora os venimos á rogar yo y todos estos caciques es, que vais luego con nosotros á nuestra ciudad, y allí os daremos de lo que tuviéremos, é os serviremos con nuestras personas y hacienda; y mirá, Malinche, no hagas otra cosa, sino luego nos vamos; y porque tememos que por ventura te habrán dicho esos mejicanos algunas cosas de falsedades y mentiras de las que suelen decir de nosotros, no los creas ni los oigas; que en todo son falsos, y tenemos entendido que por causa dellos no has querido ir á nuestra ciudad.»
Y Cortés respondió con alegre semblante, y dijo que bien sabia, desde muchos años ántes que á estas sus tierras viniésemos, cómo eran buenos, y que deso se maravilló cuando nos salieron de guerra, y que los mejicanos que allí estaban aguardaban respuestas para su señor Montezuma; é á lo que decian que fuésemos luego á su ciudad, y por el bastimento que siempre traian é otros cumplimientos, que se lo agradecia mucho y lo pagaria en buenas obras; é que ya se hubiera ido si tuviera quien nos llevase los tepuzques, que son las bombardas; y como oyeron aquella palabra sintieron tanto placer, que en los rostros se conoceria, y dijeron:
—«Pues cómo, ¿por esto has estado y no lo has dicho?»
Y en ménos de media hora traen sobre quinientos indios de carga, y otro dia muy de mañana comenzamos á marchar camino de la cabezera de Tlascala con mucho concierto, así de la artillería como de los caballos y escopetas y ballesteros, y todos los demás, segun lo teniamos de costumbre; y habia rogado Cortés á los mensajeros de Montezuma que se fuesen con nosotros para ver en qué paraba lo de Tlascala, y desde allí les despacharia, y que en su aposento estarian porque no recibiesen ningun deshonor; porque, segun dijeron, temíanse de los tlascaltecas.
Ántes que más pase adelante quiero decir cómo en todos los pueblos por donde pasamos, ó en otros donde tenian noticia de nosotros, llamaban á Cortés Malinche; y así, le nombraré de aquí adelante Malinche en todas las pláticas que tuviéremos con cualesquier indios, así desta provincia como de la ciudad de Méjico, y no le nombraré Cortés sino en parte que convenga; y la causa de haberle puesto aqueste nombre es que, como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, especialmente cuando venian embajadores ó pláticas de caciques, y ella lo declaraba en lengua mejicana, por esta causa le llamaban á Cortés el capitan de marina, y para más breve le llamaron Malinche; y tambien se le quedó este nombre á un Juan Perez de Arteaga, vecino de la Puebla, por causa que siempre andaba con doña Marina y con Jerónimo de Aguilar deprendiendo la lengua, y á esta causa le llamaban Juan Perez Malinche, que renombre de Arteaga de obra de dos años á esta parte lo sabemos.
He querido traer esto á la memoria, aunque no habia para qué, porque se entienda el nombre de Cortés de aquí adelante, que se dice Malinche; y tambien quiero decir que, como entramos en tierra de Tlascala, hasta que fuimos á su ciudad se pasaron veinte y cuatro dias, y entramos en ella á 23 de Setiembre de 1519 años; y vamos á otro capítulo, y diré lo que allí nos avino.
Índice
CÓMO FUIMOS Á LA CIUDAD DE TLASCALA, Y LO QUE LOS CACIQUES VIEJOS HICIERON DE UN PRESENTE QUE NOS DIERON, Y CÓMO TRUJERON SUS HIJAS Y SOBRINAS, Y LO QUE MÁS PASÓ.
Como los caciques vieron que comenzaba á ir nuestro fardaje camino de su ciudad, luego se fueron adelante para mandar que todo estuviese aparejado para nos recebir y para tener los aposentos muy enramados; é ya que llegábamos á un cuarto de legua de la ciudad, sálennos á recebir los mismos caciques que se habian adelantado, y traen consigo sus hijas y sobrinas y muchos principales, cada parentela y bando y parcialidad por sí; porque en Tlascala habia cuatro parcialidades, sin las de Tecapaneca, señor de Tepoyanco, que eran cinco; y tambien vinieron de todos los lugares sus sugetos, y traian sus libreas diferenciadas, que aunque eran de nequen, eran muy primas y de buenas labores y pinturas, porque algodon no lo alcanzaban.
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