Bernal Díaz del Castillo - Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3): краткое содержание, описание и аннотация

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La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España es una obra de Bernal Díaz del Castillo, que fue uno de los soldados participantes en la mayoría de las jornadas de la conquista de México en el siglo XVI. Es una obra de estilo cautivador desde las primeras líneas. Nos narra el proceso de la conquista de México de una manera ruda, aunque sencilla, ágil y directa. Leer su libro es transportarse al pasado y vivir al lado de un soldado todos los sucesos de la conquista: descripciones de lugares, relatos de personajes, anécdotas, críticas agudas y angustiantes relaciones de fatiga y peligros enfrentados.

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CAPÍTULO LXXVII

Índice

CÓMO TRUJERON LAS HIJAS Á PRESENTAR Á CORTÉS Y Á TODOS NOSOTROS, YLO QUE SOBRE ELLO SE HIZO.

Otro dia vinieron los mismos caciques viejos, y trujeron cinco indias hermosas, doncellas y mozas, y para ser indias eran de buen parecer y bien ataviadas, y traian para cada india otra moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques, y dijo Xicotenga á Cortés:

—«Malinche, esta es mi hija, y no ha sido casada, que es doncella; tomadla para vos.»

La cual le dió por la mano, y las demás que las diese á los capitanes; y Cortés se lo agradeció, y con buen semblante que mostró dijo que él las recibia y tomaba por suyas, y que ahora al presente que las tuviesen en su poder sus padres; y preguntaron los mismos caciques que por qué causa no las tomábamos ahora; y Cortés respondió:

—«Porque quiero hacer primero lo que manda Dios Nuestro Señor, que es en el que creemos y adoramos, y á lo que me envió el Rey nuestro señor, que es que quiten sus ídolos, que no sacrifiquen ni maten más hombres, ni hagan otras torpedades malas que suelen hacer, y crean en lo que nosotros creemos, que es en un solo Dios verdadero.»

Y se les dijo otras muchas cosas tocantes á nuestra santa fe; y verdaderamente fueron muy bien declaradas, porque doña Marina y Aguilar, nuestras lenguas, estaban ya tan expertas en ello, que se les daba á entender muy bien; y se les mostró una imágen de Nuestra Señora con su Hijo precioso en los brazos, y se les dió á entender cómo aquella imágen es figura como la de Nuestra Señora, que se dice Santa María, que está en los altos cielos, y es la Madre de Nuestro Señor, que es aquel niño Jesus que tiene en los brazos, y que le concibió por gracia del Espíritu Santo, quedando Vírgen ántes del parto y en el parto y despues del parto; y aquesta gran Señora ruega por nosotros á su Hijo precioso, que es nuestro Dios y Señor; y les dijo otras muchas cosas que se convenian decir sobre nuestra santa fe, y si quieren ser nuestros hermanos y tener amistad verdadera con nosotros; y para que con mejor voluntad tomásemos aquellas sus hijas, para tenellas, como dicen, por mujeres, que luego dejen sus malos ídolos, y crean y adoren en nuestro Señor Dios, que es el que nosotros creemos y adoramos, y verán cuánto bien les irá; porque, demás de tener salud y buenos temporales, sus cosas se les harán prósperamente, y cuando se mueran irán sus ánimas á los cielos á gozar de la gloria perdurable; y que si hacen los sacrificios que suelen hacer á aquellos sus ídolos, que son diablos, les llevarán á los infiernos, donde para siempre jamás arderán en vivas llamas.

Y porque en otros razonamientos se les habia dicho otras cosas acerca de que dejasen los ídolos, en esta plática no se les dijo más, y lo que respondieron á todo es, que dijeron:

—«Malinche, ya te hemos entendido ántes de ahora; y bien creemos que ese vuestro Dios y esa gran Señora, que son muy buenos; mas mira: ahora vinistes á estas nuestras tierras y casas; el tiempo andando entenderemos muy más claramente vuestras cosas, y veremos cómo son, y harémos lo que sea bueno. ¿Cómo quieres que dejemos nuestros teules, que desde muchos años nuestros antepasados tienen por dioses y les han adorado y sacrificado? É ya que nosotros, que somos viejos, por te complacer lo quisiésemos hacer, ¿qué dirán todos nuestros papas y todos los vecinos mozos y niños desta provincia, sino levantarse contra nosotros? Especialmente que los papas han ya hablado con nuestros teules, y les respondieron que no los olvidásemos en sacrificios de hombres y en todo lo que de ántes soliamos hacer; si no, que á toda esta provincia destruirian con hambres, pestilencias y guerra.»

Así que, dijeron y dieron por respuesta que no curásemos más de les hablar en aquella cosa, porque no los habian de dejar de sacrificar aunque los matasen.

Y desque vimos aquella respuesta, que la daban tan de veras y sin temor, dijo el padre de la Merced, que era entendido é teólogo:

—«Señor, no cure vuesamerced de más les importunar sobre esto, que no es justo que por fuerza les hagamos ser cristianos, y aun lo que hicimos en Cempoal en derrocalles sus ídolos, no quisiera yo que se hiciera hasta que tengan conocimiento de nuestra santa fe; ¿qué aprovecha quitalles ahora sus ídolos de un cu y adoratorio, si los pasan luego á otros? Bien es que vayan sintiendo nuestras amonestaciones, que son santas y buenas, para que conozcan adelante los buenos consejos que les damos.»

Y tambien le hablaron á Cortés tres caballeros, que fueron Pedro de Albarado y Juan Velazquez de Leon y Francisco de Lugo, y dijeron á Cortés:

—«Muy bien dice el Padre, y vuesamerced con lo que ha hecho cumple, y no se toque más á estos caciques sobre el caso.»

Y así se hizo.

Lo que les mandamos con ruegos fué, que luego desembarazasen un cu que estaba allí cerca y era nuevamente hecho, é quitasen unos ídolos, y lo encalasen y limpiasen para poner en él una cruz y la imágen de Nuestra Señora; lo cual luego lo hicieron, y en él se dijo Misa y se bautizaron aquellas cacicas, y se puso nombre á la hija del Xicotenga doña Luisa, y Cortés la tomó por la mano, y se la dió á Pedro de Albarado, y dijo á Xicotenga que aquel á quien la daba era su hermano y su capitan, y que lo hubiese por bien, porque seria dél muy bien tratada, y el Xicotenga recibió contentamiento dello; y la hija ó sobrina de Masse-Escaci se puso nombre doña Elvira, y era muy hermosa; y paréceme que la dió á Juan Velazquez de Leon, y las demás se pusieron sus nombres de pila, y todas con dones, y Cortés las dió á Cristóbal de Olí y á Gonzalo de Sandoval y á Alonso de Ávila; y despues desto hecho se les declaró á qué fin se pusieron dos cruces, é que era porque tienen temor dellas sus ídolos, y que á do quiera que estábamos de asiento ó dormiamos se ponen en los caminos; é á todo esto estaban muy atentos.

Ántes que más pase adelante, quiero decir cómo de aquella cacica hija de Xicotenga, que se llamó doña Luisa, que se la dió á Pedro de Albarado, que así como se la dieron, toda la mayor parte de Tlascala la acataba y le daban presentes y la tenian por su señora, y della hubo el Pedro de Albarado, siendo soltero, un hijo que se dijo don Pedro, é una hija que se dice doña Leonor, mujer que ahora es de don Francisco de la Cueva, buen caballero, primo del duque de Alburquerque, é ha habido en ella cuatro ó cinco hijos muy buenos caballeros, y aquesta señora doña Leonor es tan excelente señora, en fin como hija de tal padre, que fué comendador de Santiago, adelantado y gobernador de Guatemala, y por la parte de Xicotenga gran señor de Tlascala, que era como Rey.

Dejemos estas relaciones, y volvamos á Cortés, que se informó de aquestos caciques y les preguntó muy por entero de las cosas de Méjico, y lo que sobre ello dijeron es esto que diré.

CAPÍTULO LXXVIII

Índice

CÓMO CORTÉS PREGUNTÓ Á MASSE-ESCACI É Á XICOTENGA POR LAS COSAS DE MÉJICO, Y LO QUE EN LA RELACION DIJERON.

Luego Cortés apartó aquellos caciques, y les preguntó muy por extenso las cosas de Méjico; Xicotenga, como era más avisado y gran señor, tomó la mano á hablar, y de cuando en cuando lo ayudaba Masse-Escaci, que tambien era gran señor, y dijeron que tenia Montezuma tan grandes poderes de gente de guerra, que cuando queria tomar un gran pueblo ó hacer un asalto en una provincia, que ponia en campo cien mil hombres, y que esto que lo tenia bien experimentado por las guerras y enemistades pasadas que con ellos tienen de más de cien años; y Cortés le dijo:

—«Pues con tanto guerrero como decis que venian sobre vosotros, ¿cómo nunca os acabaron de vencer?»

Y respondieron que, puesto que algunas veces les desbarataban y mataban, y llevaban muchos de sus vasallos para sacrificar, que tambien de los contrarios quedaban en el campo muchos muertos y otros presos, y que no venian tan encubiertos, que dello no tuviesen noticia, y cuando lo sabian, que se apercebian con todos sus poderes, y con ayuda de los de Guaxocingo se defendian é ofendian; é que como todas las provincias y pueblos que ha robado Montezuma y puesto debajo de su dominio estaban muy mal con los mejicanos, y traian dellos por fuerza á la guerra, no pelean de buena voluntad; ántes de los mismos tenian avisos, y que á esta causa les defendian sus tierras lo mejor que podian.

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