Y luego vinieron los papas de toda la provincia, que habia muchos por los grandes adoratorios que tenian; que ya he dicho que entre ellos se llama cues, que son donde tienen sus ídolos y sacrifican; y traian aquellos papas braseros con brasas, y con sus inciensos zahumando á todos nosotros, y traian vestidos algunos dellos ropas muy largas á manera de sobrepellices, y eran blancas y traian capillas en ellos, como que querian parecer á las que traen los canónigos, como ya lo tengo dicho, y los cabellos muy largos y enredados, que no se pueden desparcir si no se cortan, y llenos de sangre que les salian de las orejas, que en aquel dia se habian sacrificado; y abajaban las cabezas como á manera de humildad cuando nos vieron, y traian las uñas de los dedos de las manos muy largas; é oimos decir que aquellos papas tenian por religiosos y de buena vida, y junto á Cortés se allegaron muchos principales acompañándole; y como entramos en lo poblado no cabian por las calles y azuteas, de tantos indios é indias que nos salian á ver con rostros muy alegres, y trujeron obra de veinte piñas hechas de muchas rosas de la tierra, diferenciadas las colores y de buenos olores, y las dieron á Cortés y á los demás soldados que les parecian capitanes, especial á los de á caballo; y como llegamos á unos buenos patios adonde estaban los aposentos, tomaron luego por la mano á Cortés, Xicotenga el viejo y Masse-Escaci, y le meten en los aposentos, y allí tenian aparejado para cada uno de nosotros á su usanza unas camillas de esteras y mantas de nequen; y tambien se aposentaron los amigos que traiamos de Cempoal y de Cocotlan cerca de nosotros; y mandó Cortés que los mensajeros del gran Montezuma se aposentasen junto con su aposento.
Y puesto que estábamos en tierra que viamos claramente que estaban de buenas voluntades y muy de paz, no nos descuidamos de estar muy apercebidos, segun teniamos de costumbre; y parece ser que nuestro capitan, á quien cabia el cuarto de poner corredores del campo y espías y velas, dijo á Cortés:
—«Parece, señor, que están muy de paz, y no habemos menester tanta guarda ni estar tan recatados como solemos.»
—«Mirar, señores, bien veo lo que decis; mas por la buena costumbre hemos de estar apercebidos, que aunque sean muy buenos, no habemos de creer en su paz, sino como si nos quisiesen dar guerra y los viésemos venir á encontrar con nosotros; que muchos capitanes por se confiar y descuidar fueron desbaratados, especialmente nosotros, como somos tan pocos, y habiéndonos enviado á avisar el gran Montezuma, puesto que sea fingido, y no verdad, hemos de estar muy alerta.»
Dejemos de hablar de tantos cumplimientos é órden como teniamos en nuestras velas y guardas, y volvamos á decir cómo Xicotenga el viejo y Masse-Escaci, que eran grandes caciques, se enojaron mucho con Cortés, y le dijeron con nuestras lenguas:
—«Malinche, ó tú nos tienes por enemigos ó no muestras obras en lo que te vemos hacer, que no tienes confianza de nuestras personas y en las paces que nos has dado y nosotros á tí; y esto te decimos porque vemos que así os velais y venis por los caminos apercebidos como cuando veníais á encontrar con nuestros escuadrones; y esto, Malinche, creemos que lo haces por las traiciones y maldades que los mejicanos te han dicho en secreto para que estés mal con nosotros: mira no los creas; que ya aquí estás y te daremos todo lo que quisieres, hasta nuestras personas y hijos, y moriremos por vosotros; por eso demanda en rehenes todo lo que quisieres y fuere tu voluntad.»
Y Cortés y todos nosotros estábamos espantados de la gracia y amor con que lo decian; y Cortés les respondió con doña Marina que así lo tiene creido, é que no ha menester rehenes, sino ver sus muy buenas voluntades; y que en cuanto á venir apercebidos, que siempre lo teniamos de costumbre y que no lo tuviesen á mal; y por todos los ofrecimientos se lo tenia en merced y se lo pagaria el tiempo andando.
Y pasadas estas pláticas, vienen otros principales con gran aparato de gallinas y pan de maíz y tunas, y otras cosas de legumbres que habia en la tierra, y bastecen el real muy cumplidamente, que en veinte dias que allí estuvimos todo lo hubo sobrado; y entramos en esta ciudad á 23 dias del mes de Setiembre de 1519 años; é quedaráse aquí, y diré lo que más pasó.
Índice
CÓMO SE DIJO MISA ESTANDO PRESENTES MUCHOS CACIQUES, Y DE UN PRESENTE QUE TRAJERON LOS CACIQUES VIEJOS.
Otro dia de mañana mandó Cortés que se pusiese un altar para que se dijese Misa, porque ya teniamos vino é hostias; la cual Misa dijo el clérigo Juan Diaz, porque el padre de la Merced estaba con calenturas y muy flaco, y estando presente Masse-Escaci el viejo y Xicotenga y otros caciques; y acabada la Misa, Cortés se entró en su aposento, y con él parte de los soldados que le soliamos acompañar, y tambien los dos caciques viejos y nuestras lenguas, y díjole el Xicotenga que le querian traer un presente, y Cortés les mostraba mucho amor, y les dijo que cuando quisiesen; y luego tendieron unas esteras, y una manta encima, y trujeron seis ó siete pecezuelos de oro y piedras de poco valor, y ciertas cargas de ropa de nequen, que toda era muy pobre que no valía veinte pesos; y cuando lo daban, dijeron aquellos caciques riendo:
—«Malinche, bien creemos que como es poco eso que te damos, no lo recebirás con buena voluntad; ya te hemos enviado á decir que somos pobres, é que no tenemos oro ni ningunas riquezas, y la causa dello es que esos traidores y malos de los mejicanos y Montezuma, que ahora es señor, nos lo han sacado todo cuando soliamos tener paces y tréguas, que les demandábamos porque no nos diesen guerra; y no mires que es poco valor, sino recíbelo con buena voluntad, como cosa de amigos y servidores que te seremos.»
Y entónces tambien trujeron aparte mucho bastimento. Cortés lo recibió con alegría, y les dijo que en más tenia aquello por ser de su mano y con la voluntad que se lo daban, que si le trujeran otros una casa llena de oro en granos, y que así lo recibe, y les mostró mucho amor; y parece ser tenian concertado entre todos los caciques de darnos sus hijas y sobrinas, las más hermosas que tenian, que fuesen doncellas por casar; y dijo el viejo Xicotenga:
—«Malinche, porque más claramente conozcais el bien que os queremos y deseamos en todo contentaros, nosotros os queremos dar nuestras hijas para que sean vuestras mujeres y hagais generacion, porque queremos teneros por hermanos, pues sois tan buenos y esforzados. Yo tengo una hija muy hermosa, é no ha sido casada, é quiérola para vos.»
Y asimismo Masse-Escaci y todos los más caciques dijeron que traerian sus hijas y que las recibiésemos por mujeres, y dijeron otros muchos ofrecimientos, y en todo el dia no se quitaban, así el Masse-Escaci como el Xicotenga, de cabe Cortés; y como era ciego, de viejo, el Xicotenga, con la mano atentaba á Cortés en la cabeza y en las barbas y rostro, y se la traia por todo el cuerpo; y Cortés les respondió á lo de las mujeres, que él y todos nosotros se lo teniamos en merced, y que en buenas obras se lo pagariamos el tiempo andando; y estaba allí presente el padre de la Merced, y Cortés le dijo:
—«Señor padre, paréceme que será ahora bien que demos un tiento á estos caciques para que dejen sus ídolos y no sacrifiquen, porque harán cualquier cosa que les mandarémos, por causa del gran temor que tienen á los mejicanos.»
Y el fraile dijo:
—«Señor, bien es; pero dejémoslo hasta que traigan las hijas y entónces habrá materia para ello, y dirá vuesamerced que no las quiere recibir hasta que prometan de no sacrificar: si aprovechare, bien; si no harémos lo que somos obligados.»
Y así quedó para otro dia, y lo que se hizo se dirá adelante.
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