Bernal Díaz del Castillo - Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3): краткое содержание, описание и аннотация

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La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España es una obra de Bernal Díaz del Castillo, que fue uno de los soldados participantes en la mayoría de las jornadas de la conquista de México en el siglo XVI. Es una obra de estilo cautivador desde las primeras líneas. Nos narra el proceso de la conquista de México de una manera ruda, aunque sencilla, ágil y directa. Leer su libro es transportarse al pasado y vivir al lado de un soldado todos los sucesos de la conquista: descripciones de lugares, relatos de personajes, anécdotas, críticas agudas y angustiantes relaciones de fatiga y peligros enfrentados.

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Pues ya escritas estas cartas y dadas á nuestros procuradores, les encomendamos mucho que por via ninguna entrasen en la Habana ni fuesen á una estancia que tenia allí el Francisco de Montejo, que se decia el Marien, que era puerto para navíos, porque no alcanzase á saber el Diego Velazquez lo que pasaba; y no lo hicieron así, como adelante diré.

Pues ya puesto todo á punto para se ir á embarcar, dijo misa el padre fray Bartolomé de Olmedo, de la Merced, y encomendándoles al Espíritu Santo que les guiase, en 26 dias del mes de Julio de 1519 años partieron de San Juan de Ulúa, y con buen tiempo llegaron á la Habana; y el Francisco de Montejo con grandes importunaciones convocó é atrajo al piloto Alaminos guiase á su estancia, diciendo que iba á tomar bastimentos de puercos y cazabe, hasta que le hizo hacer lo que quiso.

Fué á surgir á su estancia, porque el Puertocarrero iba muy malo, y no hizo cuenta dél; y la noche que allí llegaron, desde la nao echaron un marinero en tierra con cartas é avisos para el Diego Velazquez; y supimos que el Montejo le mandó que fuese con las cartas, y en posta fué el marinero por la isla de Cuba de pueblo en pueblo publicando todo lo aquí por mí dicho, hasta que el Diego Velazquez lo supo.

Y lo que sobre ello hizo, adelante lo diré.

CAPÍTULO LV

Índice

CÓMO DIEGO VELAZQUEZ, GOBERNADOR DE CUBA, SUPO POR CARTAS MUY POR CIERTO QUE ENVIÁBAMOS PROCURADORES CON EMBAJADAS Y PRESENTES Á NUESTRO REY, Y LO QUE SOBRE ELLO SE HIZO.

Como Diego Velazquez, gobernador de Cuba, supo las nuevas, así por las cartas que se enviaron secretas y dijeron que fueron del Montejo, como lo que dijo el marinero que se halló presente en todo lo por mí dicho en el capítulo pasado, que se habia echado á nado para le llevar las cartas; y cuando entendió del gran presente de oro que enviábamos á su majestad y supo quién eran los embajadores, temió y decia palabras muy lastimosas é maldiciones contra Cortés y su secretario Duero y del contador Amador de Lares, y de presto mandó armar dos navíos de poco porte, grandes veleros, con toda la artillería y soldados que pudo haber y con dos capitanes que fueron en ellos, que se decian Gabriel de Rojas, y el otro capitan se decia Hulano de Guzman, y les mandó que fuesen hasta la Habana, y que en todo caso le trujesen presa la nao en que iban nuestros procuradores y todo el oro que llevaban; y de presto, así como lo mandó, llegaron en ciertos dias á la canal de Bahama, y preguntaban los de los navíos á barcos que andaban por la mar de acarreto que si habian visto ir una nao de mucho porte, y todos daban noticia della y que ya seria desembocada por la canal de Bahama, porque siempre tuvieron buen tiempo; y despues de andar barloventeando con aquellos dos navíos entre la canal y la Habana, y no hallaron recado de lo que venian á buscar, se volvieron á Santiago de Cuba; y si triste estaba el Diego Velazquez ántes que enviase los navíos, muy más se acongojó cuando los vió volver de aquel arte; y luego le aconsejaron sus amigos que se enviase á quejar á España al Obispo de Búrgos, que estaba por presidente de Indias, que hacia mucho por él; y tambien envió á dar sus quejas á la isla de Santo Domingo á la audiencia Real que en ella residia y á los Frailes gerónimos que estaban por gobernadores en ella, que se decian fray Luis de Figueroa y fray Alonso de Santo Domingo y fray Bernardino de Manzanedo; los cuales religiosos solian estar y residir en el monasterio de la Mejorada, que es de dos leguas de Medina del Campo; y envian en posta un navío á la Respinola y danles muchas quejas de Cortés y de todos nosotros.

Y como alcanzaron á saber en la Real audiencia nuestros grandes servicios, la respuesta que le dieron los frailes fué que á Cortés y los que con él andábamos en las guerras no se nos podia poner culpa, pues sobre todas cosas acudiamos á nuestro Rey y señor, y le enviábamos tan gran presente, que otro como él no se habia visto de muchos tiempos pasados en nuestra España; y esto dijeron porque en aquel tiempo y sazon no habia Perú ni memoria dél; y tambien le enviaron á decir que ántes éramos dignos de que su majestad nos hiciese muchas mercedes.

Entónces le enviaron al Diego Velazquez á Cuba á un licenciado que se decia Zuazo, para que le tomase residencia, ó á lo ménos habia pocos meses que habia llegado á la isla de Cuba; y como aquella respuesta le trujeron al Diego Velazquez, se congojó mucho más; y como de ántes era muy gordo, se paró flaco en aquellos dias; y luego con gran diligencia mandó buscar todos los navíos que pudo haber en la isla y apercibir soldados y capitanes, y procuró enviar una recia armada para prender á Cortés y á todos nosotros; y tanta diligencia puso, que él mismo en persona andaba de villa en villa y en unas estancias y en otras, y escribia á todas las partes de la isla donde él no podia ir á rogar á sus amigos fuesen á aquella jornada; por manera que en obra de once meses ó un año allegó diez y ocho velas grandes y pequeñas y sobre mil y trescientos soldados entre capitanes y marineros; porque, como le vian del arte que he dicho, andar tan apasionado y corrido, todos los más principales vecinos de Cuba, así los parientes como los que tenian indios, se aparejaron para le servir, y tambien envió por capitan general de toda la armada á un hidalgo que se decia Pánfilo de Narvaez, hombre alto de cuerpo y membrudo, y hablaba algo entonado, como medio de bóveda, y era natural de Valladolid, casado en la isla de Cuba con una dueña que se llamaba María de Valenzuela, ya viuda, y tenia buenos pueblos de indios y era muy rico.

Donde lo dejaré agora haciendo y aderezando su armada, y volveré á decir de nuestros procuradores y su buen viaje; y porque en una sazon acontecian tres y cuatro cosas, no puedo seguir la relacion y materia de lo que voy hablando por dejar de decir lo que más viene al propósito, y á esta causa no me culpen porque salgo y me aparto de la órden por decir lo que más adelante pasa.

CAPÍTULO LVI

Índice

CÓMO NUESTROS PROCURADORES CON BUEN TIEMPO DESEMBOCARON LA CANAL DE BAHAMA Y EN POCOS DIAS LLEGARON Á CASTILLA, Y LO QUE EN LA CÓRTE LES SUCEDIÓ.

Ya he dicho que partieron nuestros procuradores del puerto de San Juan de Ulúa en 6 del mes de Julio de 1519 años, y con buen viaje llegaron á la Habana, y luego desembocaron la canal, é dice que aquella fué la primera vez que por allí navegaron, y en poco tiempo llegaron á las islas de la Tercera, y desde allí á Sevilla, y fueron en posta á la córte, que estaba en Valladolid, y por presidente del Real consejo de Indias D. Juan Rodriguez de Fonseca, que era Obispo de Búrgos, y se nombraba Arzobispo de Rosano y mandaba toda la córte, porque el Emperador nuestro señor estaba en Flandes y era mancebo; y como nuestros procuradores le fueron á besar las manos al presidente muy ufanos, creyendo que les hiciera mercedes, y dalle nuestras cartas y relaciones y á presentar todo el oro y joyas, le suplicaron que luego hiciese mensajero á su majestad y le enviasen aquel presente y cartas, y que ellos mismos irian con ello á besar sus Reales piés; y en vez de agasajarlos, les mostró poco amor y los favoreció muy poco, y aun les dijo palabras secas y ásperas.

Nuestros embajadores dijeron que mirase su señoría los grandes servicios que Cortés y sus compañeros haciamos á su majestad, y que le suplicaban otra vez que todas aquellas joyas de oro, cartas y relaciones las enviase luego á su majestad para que sepa todo lo que pasa, y que ellos irian con él.

Y les tornó á responder muy soberbiamente, y aun les mandó que no tuviesen ellos cargo dello, que él les escribiria lo que pasaba, y no lo que le decian, pues se habian levantado contra el Diego Velazquez; y pasaron otras muchas palabras ágrias; y en esta sazon llegó á la córte el Benito Martin, Capellan de Diego Velazquez, otra vez por mí nombrado, dando muchas quejas de Cortés y de todos nosotros, de que el Obispo se airó mucho más contra nosotros; y porque el Alonso Hernandez Puertocarrero, como era caballero primo del conde de Medellin, y porque el Montejo no osaba desagradar al presidente, decia al Obispo que le suplicaba muy ahincadamente que sin pasion fuesen oidos y que no dijese las palabras que decia, y que luego enviase aquellos recaudos así como los traian á su majestad, y que éramos servidores de la Real Corona, y que eran dignos de mercedes, y no de ser por palabras afrentados.

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