Pues ya escritas estas cartas y dadas á nuestros procuradores, les encomendamos mucho que por via ninguna entrasen en la Habana ni fuesen á una estancia que tenia allí el Francisco de Montejo, que se decia el Marien, que era puerto para navíos, porque no alcanzase á saber el Diego Velazquez lo que pasaba; y no lo hicieron así, como adelante diré.
Pues ya puesto todo á punto para se ir á embarcar, dijo misa el padre fray Bartolomé de Olmedo, de la Merced, y encomendándoles al Espíritu Santo que les guiase, en 26 dias del mes de Julio de 1519 años partieron de San Juan de Ulúa, y con buen tiempo llegaron á la Habana; y el Francisco de Montejo con grandes importunaciones convocó é atrajo al piloto Alaminos guiase á su estancia, diciendo que iba á tomar bastimentos de puercos y cazabe, hasta que le hizo hacer lo que quiso.
Fué á surgir á su estancia, porque el Puertocarrero iba muy malo, y no hizo cuenta dél; y la noche que allí llegaron, desde la nao echaron un marinero en tierra con cartas é avisos para el Diego Velazquez; y supimos que el Montejo le mandó que fuese con las cartas, y en posta fué el marinero por la isla de Cuba de pueblo en pueblo publicando todo lo aquí por mí dicho, hasta que el Diego Velazquez lo supo.
Y lo que sobre ello hizo, adelante lo diré.
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CÓMO DIEGO VELAZQUEZ, GOBERNADOR DE CUBA, SUPO POR CARTAS MUY POR CIERTO QUE ENVIÁBAMOS PROCURADORES CON EMBAJADAS Y PRESENTES Á NUESTRO REY, Y LO QUE SOBRE ELLO SE HIZO.
Como Diego Velazquez, gobernador de Cuba, supo las nuevas, así por las cartas que se enviaron secretas y dijeron que fueron del Montejo, como lo que dijo el marinero que se halló presente en todo lo por mí dicho en el capítulo pasado, que se habia echado á nado para le llevar las cartas; y cuando entendió del gran presente de oro que enviábamos á su majestad y supo quién eran los embajadores, temió y decia palabras muy lastimosas é maldiciones contra Cortés y su secretario Duero y del contador Amador de Lares, y de presto mandó armar dos navíos de poco porte, grandes veleros, con toda la artillería y soldados que pudo haber y con dos capitanes que fueron en ellos, que se decian Gabriel de Rojas, y el otro capitan se decia Hulano de Guzman, y les mandó que fuesen hasta la Habana, y que en todo caso le trujesen presa la nao en que iban nuestros procuradores y todo el oro que llevaban; y de presto, así como lo mandó, llegaron en ciertos dias á la canal de Bahama, y preguntaban los de los navíos á barcos que andaban por la mar de acarreto que si habian visto ir una nao de mucho porte, y todos daban noticia della y que ya seria desembocada por la canal de Bahama, porque siempre tuvieron buen tiempo; y despues de andar barloventeando con aquellos dos navíos entre la canal y la Habana, y no hallaron recado de lo que venian á buscar, se volvieron á Santiago de Cuba; y si triste estaba el Diego Velazquez ántes que enviase los navíos, muy más se acongojó cuando los vió volver de aquel arte; y luego le aconsejaron sus amigos que se enviase á quejar á España al Obispo de Búrgos, que estaba por presidente de Indias, que hacia mucho por él; y tambien envió á dar sus quejas á la isla de Santo Domingo á la audiencia Real que en ella residia y á los Frailes gerónimos que estaban por gobernadores en ella, que se decian fray Luis de Figueroa y fray Alonso de Santo Domingo y fray Bernardino de Manzanedo; los cuales religiosos solian estar y residir en el monasterio de la Mejorada, que es de dos leguas de Medina del Campo; y envian en posta un navío á la Respinola y danles muchas quejas de Cortés y de todos nosotros.
Y como alcanzaron á saber en la Real audiencia nuestros grandes servicios, la respuesta que le dieron los frailes fué que á Cortés y los que con él andábamos en las guerras no se nos podia poner culpa, pues sobre todas cosas acudiamos á nuestro Rey y señor, y le enviábamos tan gran presente, que otro como él no se habia visto de muchos tiempos pasados en nuestra España; y esto dijeron porque en aquel tiempo y sazon no habia Perú ni memoria dél; y tambien le enviaron á decir que ántes éramos dignos de que su majestad nos hiciese muchas mercedes.
Entónces le enviaron al Diego Velazquez á Cuba á un licenciado que se decia Zuazo, para que le tomase residencia, ó á lo ménos habia pocos meses que habia llegado á la isla de Cuba; y como aquella respuesta le trujeron al Diego Velazquez, se congojó mucho más; y como de ántes era muy gordo, se paró flaco en aquellos dias; y luego con gran diligencia mandó buscar todos los navíos que pudo haber en la isla y apercibir soldados y capitanes, y procuró enviar una recia armada para prender á Cortés y á todos nosotros; y tanta diligencia puso, que él mismo en persona andaba de villa en villa y en unas estancias y en otras, y escribia á todas las partes de la isla donde él no podia ir á rogar á sus amigos fuesen á aquella jornada; por manera que en obra de once meses ó un año allegó diez y ocho velas grandes y pequeñas y sobre mil y trescientos soldados entre capitanes y marineros; porque, como le vian del arte que he dicho, andar tan apasionado y corrido, todos los más principales vecinos de Cuba, así los parientes como los que tenian indios, se aparejaron para le servir, y tambien envió por capitan general de toda la armada á un hidalgo que se decia Pánfilo de Narvaez, hombre alto de cuerpo y membrudo, y hablaba algo entonado, como medio de bóveda, y era natural de Valladolid, casado en la isla de Cuba con una dueña que se llamaba María de Valenzuela, ya viuda, y tenia buenos pueblos de indios y era muy rico.
Donde lo dejaré agora haciendo y aderezando su armada, y volveré á decir de nuestros procuradores y su buen viaje; y porque en una sazon acontecian tres y cuatro cosas, no puedo seguir la relacion y materia de lo que voy hablando por dejar de decir lo que más viene al propósito, y á esta causa no me culpen porque salgo y me aparto de la órden por decir lo que más adelante pasa.
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CÓMO NUESTROS PROCURADORES CON BUEN TIEMPO DESEMBOCARON LA CANAL DE BAHAMA Y EN POCOS DIAS LLEGARON Á CASTILLA, Y LO QUE EN LA CÓRTE LES SUCEDIÓ.
Ya he dicho que partieron nuestros procuradores del puerto de San Juan de Ulúa en 6 del mes de Julio de 1519 años, y con buen viaje llegaron á la Habana, y luego desembocaron la canal, é dice que aquella fué la primera vez que por allí navegaron, y en poco tiempo llegaron á las islas de la Tercera, y desde allí á Sevilla, y fueron en posta á la córte, que estaba en Valladolid, y por presidente del Real consejo de Indias D. Juan Rodriguez de Fonseca, que era Obispo de Búrgos, y se nombraba Arzobispo de Rosano y mandaba toda la córte, porque el Emperador nuestro señor estaba en Flandes y era mancebo; y como nuestros procuradores le fueron á besar las manos al presidente muy ufanos, creyendo que les hiciera mercedes, y dalle nuestras cartas y relaciones y á presentar todo el oro y joyas, le suplicaron que luego hiciese mensajero á su majestad y le enviasen aquel presente y cartas, y que ellos mismos irian con ello á besar sus Reales piés; y en vez de agasajarlos, les mostró poco amor y los favoreció muy poco, y aun les dijo palabras secas y ásperas.
Nuestros embajadores dijeron que mirase su señoría los grandes servicios que Cortés y sus compañeros haciamos á su majestad, y que le suplicaban otra vez que todas aquellas joyas de oro, cartas y relaciones las enviase luego á su majestad para que sepa todo lo que pasa, y que ellos irian con él.
Y les tornó á responder muy soberbiamente, y aun les mandó que no tuviesen ellos cargo dello, que él les escribiria lo que pasaba, y no lo que le decian, pues se habian levantado contra el Diego Velazquez; y pasaron otras muchas palabras ágrias; y en esta sazon llegó á la córte el Benito Martin, Capellan de Diego Velazquez, otra vez por mí nombrado, dando muchas quejas de Cortés y de todos nosotros, de que el Obispo se airó mucho más contra nosotros; y porque el Alonso Hernandez Puertocarrero, como era caballero primo del conde de Medellin, y porque el Montejo no osaba desagradar al presidente, decia al Obispo que le suplicaba muy ahincadamente que sin pasion fuesen oidos y que no dijese las palabras que decia, y que luego enviase aquellos recaudos así como los traian á su majestad, y que éramos servidores de la Real Corona, y que eran dignos de mercedes, y no de ser por palabras afrentados.
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