La relación es cercana y directa en un sistema de mayoría simple en el que cada distrito elige un único representante: los ciudadanos pueden elegir al candidato particular que consideren que los representará mejor y recompensar o sancionar a quien alcance el cargo, de acuerdo con su desempeño. Esto significa que el sistema recompensa a los candidatos y representantes elegidos cuando centran su atención en alcanzar y mantener el apoyo de sus electores” (Payne et al ., 2003, p. 93).
El voto personal y el acercamiento con el electorado fomentan la importancia de la reputación personal en este sistema de elección. Sin embargo, la tensión entre la reputación personal y la de partido sigue representando un conflicto potencial entre los políticos individuales y los líderes de los partidos en los distritos (Carey y Shugart, 1995). Este conflicto puede depender de dos factores: la reputación personal inicial del legislador y la manera en que nominan los partidos.
Recordemos el argumento de Ames (2000) donde señala que la autonomía es una variable importante que nos permite identificar el grado de vulnerabilidad y de dominio de los legisladores frente al electorado: una medida de vulnerabilidad es la posición, posterior a la elección, en la lista del partido, y una medida de autonomía es el dominio del electorado.
La reputación inicial del legislador está determinada por el dominio del electorado, donde el dominio se refiere a la situación “cuando un diputado obtiene un alto porcentaje de los votos totales emitidos en los municipios que son importantes para él, y, por ende, ese diputado domina” (Ames, 2000, p. 38).
Pensemos en un escenario de sistema de mayoría donde el voto del electorado es por una persona y no por una lista. El sistema de recompensas castiga o premia a los candidatos y representantes elegidos cuando centran su atención en alcanzar y mantener el apoyo de sus electores (Payne et al ., 2003). En este escenario, un legislador dominante no teme a la competencia intrapartidaria o interpartidaria, porque “si cambia de partido, sus electores cambiarán con él” (Ames, 2000, p. 38). Por lo tanto, cuando un legislador es dominante posee un mayor grado de autonomía con respecto a su partido.
Si la importancia de la reputación personal del legislador aumenta, la importancia de la etiqueta de partido y de la reputación del partido disminuyen. En ese sentido, la relación entre la reputación personal y la reputación del partido político es inversamente proporcional.
Carey (2006) en su estudio sobre la reelección en los casos de Venezuela, Costa Rica y Estados Unidos de América introduce una variable independiente que incide en la relación entre la reelección legislativa y la carrera política de los legisladores: los límites a la reelección.
En los sistemas democráticos, los políticos que aspiran a reelegirse dependen de dos grupos principales: el electorado y la dirigencia de su partido (Carey, 2006; Manin, 1997; Pitkin, 1985). Las reglas electorales en las democracias “estructuran la medida en que el éxito electoral depende del apoyo de los electores o de los líderes del partido” (Carey, 2006, p. 139).
La teoría del selectorado indica que hay un grupo pequeño en los partidos políticos, digamos la élite partidista, que se encarga de expresar una preferencia sobre los candidatos que contenderán en las elecciones. Esta élite es la encargada de asignar los recursos políticos y económicos para garantizar que los candidatos titulares puedan permanecer en el poder, es decir, en la coalición ganadora. Este grupo o élite es conocida como “selectorado” (Bueno de Mesquita et al ., 2003, p. 57). Si el selectorado provee los recursos necesarios a los candidatos preferidos, entonces los miembros de los partidos políticos harán lo posible por estar dentro de las preferencias del selectorado y convertirse en la coalición ganadora.
Carey (2006) explica que, en ausencia de límites a la reelección, la dependencia relativa de los legisladores hacia los dos principales está determinada por la fortaleza en el liderazgo del partido político, es decir, del selectorado. Esta variable cuenta con cuatro atributos:
a) el control que los líderes tienen sobre el acceso de los candidatos a las boletas electorales; b) los sufragios que se emiten en favor de los partidos o de candidatos individuales; c) que los votos para cualquier miembro de un partido sean compartidos con todos los candidatos de ese partido de su distrito, y d) el número de escaños disponibles para cada distrito electoral (Carey, 2006, p. 140).
Carey (2006, p. 140) señala que los límites de la reelección eliminan la posibilidad de hacer carrera en el Congreso. Por ello, independientemente de las variables propias de los incentivos electorales, “los límites eliminan la posibilidad de que el futuro profesional dependa del electorado y, en potencia, hacen a los partidos políticos más importantes para las perspectivas profesionales de los legisladores”. Sin embargo, especifica acertadamente que “los límites del periodo de reelección reorientan mas no reducen el impacto que la ambición personal de los legisladores tiene sobre su comportamiento político” (Carey, 2006, p. 139).
La literatura revisada nos ayuda a comprender la relación entre los incentivos del sistema electoral de composición mixta y los propios de la reelección consecutiva. Los autores señalan la importancia de la reputación personal en el sistema de mayoría y la reputación del partido político en representación proporcional. La reputación es sensible a la reelección y a otras características del sistema electoral como el tipo de listas en representación proporcional, la magnitud del distrito y la competencia intrapartidaria.
Considerando lo mencionado por los autores, la reputación es una variable mediadora entre las características del sistema electoral y el comportamiento legislativo, esto es, las variaciones del sistema electoral determinan la importancia del tipo de reputación —personal o del partido político—, luego los parlamentarios encaminarán sus acciones para conseguir cierto tipo de reputación.
Así, las listas cerradas en la representación proporcional incentivan la reputación del partido político, lo que implica que el selectorado decide sobre las nominaciones y el orden de las listas. Los legisladores dependen de la dirigencia del partido para conseguir la candidatura para reelegirse, lo que impactará en sus acciones. En este estadio, hay mayor probabilidad de que los legisladores privilegien las preferencias de su partido político en detrimento de las preferencias del electorado, por lo que ser disciplinados con el selectorado y cohesionados con su grupo parlamentario resulta más redituable.
Sucede distinto cuando las listas de representación proporcional son abiertas debido a que fomentan la competencia intrapartidaria que incentiva la reputación individual. El selectorado no tiene el control total sobre las candidaturas a la reelección dado que los electores pueden intervenir en el orden de la lista, por lo que resulta menos redituable para los legisladores ser disciplinados y cohesionados. Es probable que sus acciones vayan encaminadas a fomentar su reputación frente al electorado.
En el principio de mayoría, la literatura actual sostiene que, dado que se vota por una persona y no por una lista, la relación entre representantes y representados es cercana y da lugar a conexión electoral. Por lo tanto, la evaluación retrospectiva que realiza el electorado es para el legislador y no para el partido político. De esa forma resulta importante fomentar la reputación personal porque es necesario dar una buena imagen ante los electores del distrito: ser responsivo, acudir puntual y sistemáticamente a las sesiones del Pleno, entre otras acciones. Las preferencias de los votantes del distrito son más relevantes que las preferencias del partido para conseguir la reelección, por lo que ser disciplinados con su partido político y cohesionados con su grupo parlamentario no son condiciones tan relevantes.
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