© del texto: Marina Arias
© de las ilustraciones: Yolanda Cabrera
© corrección del texto: BABIDI-BÚlibros S.L
© de esta edición:
BABIDI-BÚlibros S.L, 2019
Fernández de Ribera 32, 2ºD
41005 - Sevilla
Tlfn: 912.665.684
info@babidibulibros.com
www.babidibulibros.com
Primera edición: Febrero, 2019
ISBN: 978-84-17448-47-9
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra»
PARTE PRIMERA. Raquel encuentra un libro misterioso
Capítulo I. Alicia
Capítulo II. Una visita inesperada
Capitulo III. La huída
Capítulo IV. La vida en altamar
Capítulo V. Mateo
Capítulo VI. Tierra a la vista
Capítulo VII. Un amigo inesperado
Capítulo VIII. Alicia y el león
Capítulo IX. Caminando juntos
Capítulo X. La despedida
Capítulo XI. La revelación
Capítulo XII. La vuelta a casa
Capitulo XIII. La visita de Mateo
PARTE SEGUNDA. De vuelta al mundo real
El mundo de las hadas y cómo decidieron ayudar a Alicia
Cuando en tu mirada encuentro la ternura y el apoyo que me procesas vuelvo a mi hogar.
A mis padres, Julio y Mª Jesus, a mis hermanas Ángela y Celia, a mi marido Jorge y a mis hijos con todo mi amor.
PARTE PRIMERA Raquel encuentra un libro misterioso
«Cuando sentía que el viento ya no podía ser más fuerte, vio cómo se levantaba ante sus ojos aquella enorme caja de madera…».
—Raquel, ¡vamos! Tienes que recoger tu habitación.
—Ahora mismo, mamá, en cuanto termine de leer este capítulo.
No podía quedarse sin saber cómo terminaba. Raquel era una lectora voraz, se metía tanto en las historias que a veces sentía como si se encontrara literalmente dentro de ellas, como uno de sus personajes.
Sus libros preferidos eran los de aventuras en los que sucedían cosas inesperadas, y es que Raquel se emocionaba tanto leyendo esas historias que incluso un día su madre la sorprendió llorando con un libro en las manos. «Qué te pasa», le preguntó. «Es que… unos niños se han metido con Paula, que es tan buena… pobrecita», decía ella. Y en otras ocasiones reía a carcajadas leyendo escenas llenas de humor, como por ejemplo ocurrió mientras leía la novela titulada El pajarillo blanco, del escritor de Peter Pan, J.M Barris, en la que el protagonista se había inventado que tenía un hijo llamado Tímothy, y que sufría mucho, debido a que su vecino no se interesaba por su hijo imaginario.
Pasaba tanto tiempo leyendo que a veces se la olvidaba que los niños deben salir, correr, reír con sus amigos y amigas, y sorprenderse también de lo que les pueda deparar el día a día, pero los amigos y amigas de Raquel no eran de carne y hueso.
Algunos niños crueles la llamaban «la rarita», ella misma lo había escuchado, y cuando ponía el pie dentro del colegio, sentía una sensación desagradable, una especie de temblor que la envolvía; entonces bajaba la cabeza y, aunque su cuerpo estuviera allí, su mente volvía a su mundo inventando, soñando historias, sin mirar, sin ver, sin escuchar nada más allá de lo necesario.
Algunas noches Raquel soñaba que estaba en un gran campo lleno de amapolas, tendida entre la hierba, bajo un sol brillante y una suave brisa refrescando sus mejillas. En ese sueño Raquel siempre cantaba la misma canción:
«Cuando el sol calienta en primavera
los suaves pétalos de las amapolas,
una joven mariposa alza su vuelo,
y los sueños desvelan dulces recuerdos...»
Al despertar, canturreaba aquellas palabras una y otra vez, consciente de que faltaba algo importante que no alcanzaba a recordar, desayunaba pensativa buscando en su memoria una respuesta, sin conseguirlo, hasta que la rutina del día a día iba ganando espacio en sus pensamientos y se olvidaba por completo de aquel sueño.
Cada semana Raquel acudía a la biblioteca. Una tarde, mientras estaba ojeando una a una las estanterías en busca de novedades, ocurrió algo asombroso: estaba mirando diferentes libros y leyendo con atención los resúmenes de sus contraportadas cuando descubrió que había una novela con una portada que la dejó boquiabierta, porque... No os lo vais a creer... APARECÍA ELLA, sí ella, y además no estaba sola, se encontraba de pie junto a ¡un HERMOSO LEÓN!
¡Qué extraño! Aquella niña era exacta a Raquel… Su pelo ondulado y rubio, sus ojos marrones… ¡Era increíble!, no podía creerlo, incluso se pellizcó en el brazo para asegurarse de que no estaba soñando.
Una vez comprobado que aquello era real, miró hacia los lados como si estuviera haciendo algo prohibido, mientras cogía aquella misteriosa novela. Buscó un rincón tranquilo en la biblioteca y, llena de intriga, se dispuso a leer.
En un reino hermoso, lleno de mariposas amarillas y hierbas de distintos colores, vivía Alicia, una princesa risueña y amante de los animales. Grandes o pequeños, todos parecían entenderse con ella a través de una simple mirada.
Había una gatita de pelaje gris oscuro y ojos azules que era amiga suya, Alicia la llamaba Lulú, y cuando necesitaba mimos, rozaba su cuerpo contra ella y la princesa la cogía en su regazo y la acariciaba con suavidad, entonces Lulú ronroneaba contenta.
A veces Lulú tenía un mal día, entonces Alicia le cantaba siempre la misma canción, y Lulú se tumbaba a escucharla y se iba tranquilizando poco a poco:
«Cuando el sol calienta en primavera
los suaves pétalos de las amapolas,
una joven mariposa alza su vuelo,
y los sueños desvelan dulces recuerdos.
Recuerdos de lo que fuimos,
recuerdos de lo que somos,
y entonces una sonrisa cubre nuestros labios,
somos felices.»
Muchas veces, Alicia, su hermano y Lulú, jugaban a que eran grandes aventureros que viajaban por el mundo, y les pasaban un montón de cosas. Se cubrían con una manta y comenzaban a imaginar a donde irían, entonces se destapaban y… ¡magia!... Ya estaban dentro de la aventura.
Por las tardes Alicia solía irse sola a la playa. Le encantaba el mar, podía pasarse horas y horas mirando al horizonte mientras las olas salpicaban sus pies descalzos. Más de una vez, sus padres le habían reñido por mojarse un vestido nuevo, o por retrasar su vuelta a casa, y es que a Alicia las horas se le hacían cortas allí, frente a aquel mar tan inmenso. ¿Qué habría al otro lado, más allá de la nítida línea del horizonte?
Читать дальше