Desde esa fecha han circulado torrencialmente las imágenes a través de pantallas de diferente tamaño y más adelante de distinto soporte tecnológico hasta llegar a la actualidad en que, revolución digital de por medio, la variedad define el estado de cosas que se experimenta. La evolución de las pantallas audiovisuales es el primer tema que desarrollamos en este libro.
No todo se limita a la cuestión de pantallas, y aquí viene el segundo tema. El contenido audiovisual registrado en esas pantallas ha puesto igualmente lo suyo en un proceso que, en sus 125 años de existencia, ha dado lugar a una rica historia en la que, para los efectos que interesan a nuestro trabajo, se han creado muchísimas películas de largometraje y series para el cine y la televisión. No es lo único desde luego porque la televisión, y especialmente gracias a la trasmisión en directo, opera en otros terrenos como los programas de estudio, las trasmisiones informativas o deportivas, entre otros. Pero lo que aquí nos interesa es la programación de largometrajes y series de ficción, sin excluir otras modalidades y formatos de carácter narrativo como pueden ser los cortos o largos documentales, por ejemplo.
Y nos interesa ese renglón de la producción porque es el que Netflix y los canales de streaming han heredado de manera ostensible. Donde se juegan las posibilidades de esos canales es en la dura competencia con el cine por la exhibición de largometrajes, y con la televisión en el terreno de las series. Así están ahora las cosas en un nuevo capítulo de la historia de los medios audiovisuales, que recién está en sus inicios.
Lo que vamos a ver aquí, después de hacer un breve recorrido por la evolución de las pantallas y de la producción de películas y series, es la aparición de Netflix y los canales de trasmisión directa en el marco de un proceso de expansión digital que, aparte de lo que significa como base y fundamento del streaming , ya había transformado antes tanto el soporte fotoquímico de la fabricación y exhibición de películas, como el soporte electromagnético del registro y emisión de programas televisivos. Es decir, la expansión digital ha modificado, de modo casi invisible para el usuario, una parte importante de la infraestructura tecnológica del cine y de la televisión. Y Netflix y sus congéneres vienen a poner en riesgo la misma sobrevivencia de esos dos medios que hasta hace poco constituían los dos frentes aparentemente inamovibles de la comunicación audiovisual.
De eso trata este libro, que no pretende otra cosa que dar cuenta de la manera más clara posible de uno de los temas que están en la agenda de los más llamativos entre los de actualidad. Conviene precisar que la atención está puesta de manera preferencial en la producción audiovisual de Estados Unidos, porque es allí donde operan las empresas de cine y televisión que dominan la distribución internacional, y es allí donde se gesta la mayor parte de las innovaciones digitales y donde aparecen los primeros canales del streaming .
Culmina el libro con un amplio anexo dedicado a la película Roma, de Alfonso Cuarón, que es el primer proyecto de coproducción que Netflix ha entablado en México y, por extensión, en América Latina. Un proyecto que se selló con reconocimientos de la Mostra Internazionale d’Arte Cinematografica de Venecia y de la Academy of Motion Pictures Arts and Sciences de Hollywood, entre otros, y que aparece como el punto de partida de un proceso que aún no ha tenido continuidad, pero seguramente la tendrá.
Como se verá, y aunque las líneas principales de investigación que he venido publicando en libros están en la historia del cine latinoamericano y en el cine que se ha visto en el Perú a través de los años, no me son ajenos en absoluto los temas que corresponden a la actualidad audiovisual y las perspectivas que se abren. En este caso puntual, la elaboración de una tesis en la Maestría de Periodismo y Comunicación Multimedia de la Universidad San Martín de Porres me ha estimulado a convertir en libro una parte de la investigación realizada que, aunque sigue otros derroteros concediéndole amplio espacio al caso de la película Roma , incorpora también procesos históricos que conducen a la situación que se experimenta en estos tiempos.
Quiero agradecer la atenta lectura que Giancarlo Cappello le dispensó al libro y a sus comentarios, así como a Ricardo Bedoya que, como siempre, ha sido una fuente constante de información y sugerencias de lecturas.
Capítulo 1
Las pantallas o las plataformas de exhibición
1.1 LOS CAMINOS QUE LLEVAN A NETFLIX
No se puede comprender la existencia de un fenómeno como el de Netflix si no se revisa un mínimo de historia acerca de los antecedentes tecnológicos y comunicativos que lo preceden. Por eso, es pertinente señalar tres grandes vías que conducen a Netflix y que no han marchado de forma paralela o inconectada, sino que están asociadas, dos de ellas a lo largo de toda su historia, y la tercera, a las últimas décadas. Esas tres grandes vías son: a) las pantallas o plataformas de exhibición; b) los largometrajes y las series en el cine y la televisión; y c) la expansión digital.
Netflix y los canales de streaming son hoy por hoy el espacio (no físico, sino virtual) de convergencia de esas tres líneas, lo que no significa que cada una de ellas deje de tener una vida futura fuera del streaming , pues no todo será trasmisión de streaming .
Entre ellas, es claro que la expansión digital seguirá diversificándose y sorprendiendo con cada uno de los pasos o avances que se presenten, aunque sobre las otras no se ha dicho aún la última palabra.
1.2 LA GÉNESIS DE LAS PANTALLAS DE CINE
Sin la pretensión de hacer una relación cronológica muy detallada, que desbordaría los límites de este trabajo, habría que empezar señalando que las pantallas en las que se visualizan Netflix y los canales streaming son una derivación de un proceso histórico que se pone en marcha con la aparición del cinematógrafo el 28 de diciembre de 1895 en una exhibición en el salón del Grand Café situado en el parisino Boulevard des Capucines, muy cerca del Teatro de la Ópera. En esa exhibición se proyectan vistas de corta duración filmadas por los hermanos Louis y Auguste Lumière, los inventores del aparato que operaba como tomavistas y proyector, y que pone en marcha una andadura que continúa en nuestros días. La proyección a manivela desde la parte posterior de la sala permitía ver imágenes móviles sobre una pequeña pantalla situada frente al emplazamiento de los asientos. Después de algunos años, el aparato de proyección pasa a ubicarse en una cabina o caseta especialmente dispuesta para tal efecto.
No es el caso de hacer ahora una reseña histórica de la evolución del cine, sino de considerar aquello que es pertinente a los fines de este libro: el surgimiento de la pantalla con imágenes en movimiento convertidas en objeto de contemplación. A efectos de nuestro trabajo vamos a considerar todas las pantallas como plataformas (visuales o audiovisuales) para incorporar el concepto que se viene aplicando a los nuevos medios electrónicos, pero que bien puede aplicarse igualmente a los tradicionales.
Uno de los grandes antecedentes de la pantalla fílmica, que no desapareció luego, fue el escenario teatral u otro lugar de la representación escénica (un galpón, una plaza pública, el atrio de una iglesia o el espacio central de una carpa de circo), pero es obvio que en esos casos no podemos hablar de pantalla, a no ser en un sentido metafórico, del mismo modo en que podemos hacerlo con el cuadro pictórico, el mural, el cartel, el panel fotográfico u otros modos de representación icónica fija, incluidos el libro y el periódico. De cualquier manera, una genealogía de las pantallas no puede prescindir de aquellas que antecedieron a la imagen móvil como centros de atención visual.
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