Publio Ovidio - Metamorfosis. Libros VI-X

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Metamorfosis. Libros VI-X: краткое содержание, описание и аннотация

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Epopeya mitológica por excelencia, las
Metamorfosis es una de las obras magnas de Ovidio. El conjunto de relatos memorables que han servido a lo largo de los siglos como materia de innumerables refacciones por parte de las artes y las ciencias merecía una cuidada edición crítica como la que presenta la Biblioteca Clásica Gredos. Este es el segundo volumen de los tres que integran una de las traducciones más actuales al español y que está llamada a convertirse en un referente ineludible de la tradición ovidiana. Publicado originalmente en la BCG con el número 400, este volumen presenta la traducción de los libros VI-X de las
Metamorfosis de Ovidio realizada por José Carlos Fernández Corte y Josefa Cantó Llorca (Universidad de Salamanca) y revisada por ellos para esta edición.

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La Biblioteca Clásica Gredos fundada en 1977 y sin duda una de las más - фото 1

La Biblioteca Clásica Gredos, fundada en 1977 y sin duda una de las más ambiciosas empresas culturales de nuestro país, surgió con el objetivo de poner a disposición de los lectores hispanohablantes el rico legado de la literatura grecolatina, bajo la atenta dirección de Carlos García Gual, para la sección griega, y de José Luis Moralejo y José Javier Iso, para la sección latina. Con 415 títulos publicados, constituye, con diferencia, la más extensa colección de versiones castellanas de autores clásicos.

Publicado originalmente en la BCG con el número 400, este volumen presenta la traducción de los libros VI-X de las Metamorfosis de Ovidio realizada por José Carlos Fernández Corte y Josefa Cantó Llorca (Universidad de Salamanca). La traducción ha sido revisada y corregida por sus autores para esta edición.

Asesor de la colección: Luis Unceta Gómez.

La traducción de este volumen ha sido revisada

por José Román Bravo Díaz.

© de la traducción:

José Fernández Corte y Josefa Cantó Llorca.

© de esta edición: RBA Libros, S.A., 2019.

Avda. Diagonal 189 - 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

Primera edición en la Biblioteca Clásica Gredos: 2012.

Primera edición en este formato: noviembre de 2019.

Realización de la versión digital: El Taller del Llibre, S. L.

RBA • GREDOS

REF.: GEBO125

ISBN: 978-84-249-3021-9

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados.

LIBRO VI

Aracne

Había prestado oídos la Tritonia al relato y había dado su aprobación al canto de las Aónides y a su justa ira. Luego pensó para sí: «No basta con alabar a otras; que me alaben a mí también, y no consienta yo que se desprecie impunemente nuestro poder». 5 Y concentra su atención en el destino de la meonia Aracne, de la que se decía que, en el arte del tejido de la lana, no merecía menos elogios que ella misma. No fue aquella famosa por su patria o por los orígenes de su linaje, sino por su arte. Su padre, Idmón el colofonio, teñía la lana empapándola en púrpura de Focea. 10 Su madre había muerto, pero procedía también de la plebe y no era superior a su marido. Sin embargo, en las ciudades lidias Aracne se había ganado con su habilidad una reputación memorable, a pesar de haber nacido en un hogar humilde y de residir en la humilde Hipepas. Con el fin de contemplar sus admirables labores, con frecuencia abandonaban sus zarzas las ninfas del Tmolo, 15 abandonaban sus ondas las ninfas del Pactolo. Las telas ya hechas daba gusto mirarlas, pero no era menor el placer mientras se hacían; ¡tanta gracia ponía en su arte! Lo mismo si empezaba formando redondos ovillos con la lana basta, o la adelgazaba con sus dedos, o acariciaba una y otra vez los vellones, semejantes a nubes, estirándolos en largos hilos, 20 o si hacía girar el pulido huso con el fino pulgar, o, en fin, si bordaba con la aguja, pensarías que había sido instruida por Palas Atenea.

Pero ella lo niega expresamente, y sintiéndose ofendida, aunque su maestra fuera tan grande1, dice: 25 «Que se enfrente conmigo; a nada me negaré si me vence». Palas finge ser una vieja y añade a sus sienes falsas canas y unos débiles miembros que afianza con un bastón. Luego comenzó a hablar así: «No todo lo que la edad avanzada trae consigo se ha de evitar; de los años tardíos procede la experiencia. 30 No desdeñes mis consejos: busca la máxima gloria en el arte de la lana, pero sólo entre los mortales. Cede ante una diosa y pídele perdón con voz suplicante por tus atrevidas palabras; si se lo pides, te perdonará». Ella la mira torvamente, abandona los hilos ya empezados, 35 y sin apenas contener sus manos, con la ira reflejada en el semblante, replicó a la irreconocible Palas con tales palabras: «Tu entendimiento flaquea, llegas agotada por una larga vejez y te hace daño haber vivido tanto. Que escuchen esos consejos tuyos tus nueras o tus hijas, si es que las tienes. 40 A mí me basta con mi propia sensatez; y para que no creas que has conseguido algo con tus recomendaciones, persisto en la misma resolución. ¿Por qué no viene ella en persona? ¿Por qué evita esta contienda?». «¡Ha venido!», dijo la diosa, y dejando su figura de vieja se mostró como Palas. Veneran su divinidad las ninfas y las mujeres migdonias; sólo la muchacha permaneció impertérrita2. 45 Pero aun así sintió vergüenza, un súbito rubor le tiñó el rostro a su pesar, y de nuevo se borró, como el aire, al llegar la aurora, suele ponerse púrpura, y en un tiempo muy breve, tras salir el sol, se vuelve blanco. 50 Persiste en su proyecto y, en sus estúpidas ansias de victoria, se precipita hacia su perdición; pues la hija de Júpiter no se niega, ni le da más consejos, ni aplaza ya el combate.

Inmediatamente se colocan una frente a otra y cada una tensa el telar con la fina urdimbre: 55 el telar está sujeto por el rodillo, el peine mantiene separados los hilos de la urdimbre, la aguda lanzadera hace pasar entre ellos la trama; esta, que los dedos desenrollan de la madeja, una vez pasada entre la urdimbre, la aprietan y compactan con un golpe del peine de serrados dientes3. Las dos se afanan, y con el vestido ceñido al pecho 60 mueven sus hábiles brazos, engañando a la fatiga a base de entrega. Allí se teje la púrpura que probó el sabor del caldero de bronce tirio, y finos matices de color, de diferencia apenas perceptible, como suele el arco iris teñir el inmenso cielo con su amplia curvatura, al chocar la lluvia con los rayos del sol; 65 aunque en él resplandezcan mil distintos colores, sin embargo la transición de uno a otro engaña los ojos que lo contemplan: hasta tal punto son idénticos los que se tocan; y, sin embargo, los que están alejados son distintos. Allí también se entretejen en los hilos hebras de oro flexibles y sobre la tela se despliega con finura un antiguo tema4.

Palas 70 borda la roca de Marte en la acrópolis Cecropia y el vetusto litigio por dar nombre a la comarca5. Los doce celícolas, con Júpiter en su centro, se sientan en sus altas sedes con una gravedad imponente; su fisonomía habitual identifica a cada uno de los dioses6. La de Júpiter es la imagen de un rey. 75 Al dios del mar lo representa de pie, hiriendo con el largo tridente los ásperos peñascos y haciendo brotar un mar del interior de la herida infligida al peñasco: con esa prenda reivindica la ciudad7. A sí misma8 se da el escudo, se da la lanza de aguzada punta, se da el casco para la cabeza, se defiende el pecho con la égida: también borda cómo la tierra, 80 golpeada por la punta de su lanza, hace brotar un vástago de grisáceo olivo con sus frutos y cómo los dioses admiran el prodigio. Una Victoria pone fin a la obra. Sin embargo, para que la émula de su gloria entienda con ejemplos qué recompensa debe esperar por tan infernal atrevimiento, 85 añade en las cuatro esquinas cuatro desafíos, que resplandecen cada uno con un color distinto y están decorados con pequeñas figurillas9. En un ángulo están la tracia Ródope y Hemón, heladas montañas ahora, antaño seres humanos, que se atribuyeron los nombres de los dioses supremos10. 90 Otra esquina contiene la desdicha lamentable de la madre de los Pigmeos; a esta, tras vencerla en una competición, Juno la castigó a ser grulla y a declarar la guerra a sus paisanos. Bordó también a la que antaño se atrevió a enfrentarse con la esposa del gran Júpiter, a Antígona, a quien la regia Juno transformó en ave; 95 de nada le aprovechó Ilión o su padre Laomedonte para impedir que, con las alas que le han salido, se aplauda a sí misma, blanca cigüeña de crotorante pico11. El único ángulo que queda expone a Cíniras, huérfano de sus hijos; se le ve derramar lágrimas, echado sobre la piedra, y abrazar las gradas del templo, antiguos cuerpos de sus hijas12, y 100 orla Palas los bordes con pacíficos13 ramos de olivo: (este es el marco), y pone fin a su labor con su árbol14.

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