1Con su negativa a considerarse alumna de Palas Atenea para asegurar su independencia como artista, Aracne da un paso que ningún poeta de tradición alejandrina se atrevería a dar, a saber, considerarse al margen de toda tradición.
2El carácter intrépido de la doncella se manifiesta en que no siente la veneración por la divinidad que habitualmente sobreviene a todos los mortales. La muchacha que desafía a Palas es virgen, como ella, y, como ella, apta para las contiendas de todo tipo.
3Ovidio identifica los elementos esenciales de un telar. En él destacan los hilos de la urdimbre (stamen) colocados en sentido vertical, separados y pendientes de un rodillo, pares de impares. Luego se irán disponiendo en sentido horizontal los hilos de la trama (subtemen), que cruzan toda la urdimbre en sucesivos pases de la lanzadera (radius), que es una pieza de madera o metal, como una larga aguja, que arrastra cada hilo de la trama. Una vez que se ha entretejido la trama en la urdimbre, de manera que el hilo de esta pasa una vez por encima y otra por debajo del de la urdimbre, el peine lo golpea y aplasta, de manera que queda tensado y tejido.
4El adjetivo vetus que acompaña a argumentum indica que el tema es tradicional, mientras que el verbo, deducitur, es el que emplean los poetas calimaqueos para connotar finura de ejecución. Desde el mismo comienzo, Palas, a diferencia de Aracne, observa las reglas del artista alejandrino (y de todo artista) inscribiéndose en una tradición.
5Se trata del litigio entre Atenea y Posidón por cuál de los dos daba su nombre a Atenas y era, por tanto, su divinidad tutelar. En la versión de Ovidio el certamen tuvo lugar en el Areópago —la roca de Marte—, mientras que los demás autores lo sitúan en la Acrópolis. Los dioses se sientan como en un tribunal, pues en el Areópago se celebraban los juicios. Son las doce divinidades mayores del Panteón griego, entre ellas Palas y Posidón, quienes se desdoblan para presidir su propia disputa.
6La iconografía que se puede observar en estatuas, mosaicos, pinturas murales, cerámica, joyas, etc., nos muestra, en efecto, cuán constantes son la fisonomía y los atributos de los dioses y los héroes, lo que facilita su identificación. En ocasiones la inscripción del nombre propio sobre la figura, por ejemplo en algunos mosaicos, la refuerza: de ahí el verbo inscribit. Ovidio también quiere marcar aquí la conformidad a la tradición con que Palas ejecuta su tela.
7Posidón hace que brote en la Acrópolis una fuente de agua salada. Es la prenda (pignore) que aporta al litigio ante el tribunal. Si es de agua salada no parece muy útil, pero las tentativas de los críticos de cambiar fretum por ferum no son aceptables.
8Ejemplo de autorreflexividad narrativa, a la que Ovidio es muy aficionado. La diosa Atenea participa en dos concursos: la prueba de habilidad bordadora con Aracne y el habitual de la épica sobre quién es el héroe epónimo de una ciudad; y además se sienta en el tribunal, entre las doce divinidades del panteón, como juez de su propio concurso.
9Se distingue perfectamente entre la composición principal, de mayor tamaño, más detallada en su ejecución y mejor conocida, y las composiciones secundarias, de figuras más reducidas e historias más oscuras, que necesitan una mayor exégesis.
10Posiblemente eran hermanos que, comparando su incestuoso amor con el de Júpiter y Juno, se denominaban a sí mismos con el nombre de ambas divinidades, y por ello fueron castigados.
11Antígona, de la casa real de Troya, se enorgullecía de tener un pelo más bonito que el de Juno, y, según Ovidio, la retó a una contienda. Fue transformada, como castigo, en cigüeña, que aún sigue vanagloriándose.
12Poco se sabe sobre esta leyenda de Cíniras, pero algunos infieren que sus hijas, de gran belleza, se vanagloriaron de ello en el templo de una diosa que desconocemos, comparándose con ella. Habrían sido transformadas en las losas que formaban las gradas del templo y en esa nueva condición serían abrazadas por su padre.
13Nótese la ironía, una Palas pacífica que no ha hecho sino representar venganzas de los dioses. Pero las escenas descritas también contienen una lección para Aracne, según se anunció en el v. 84, a saber, todo reto o desafío a los dioses termina con la metamorfosis del desafiante. Si Aracne hubiera contemplado la tela de Palas habría visto en ella, por anticipado, su propio castigo.
14El autor literario imita en un medio con capacidad representativa, la palabra, un medio diferente, la imagen bordada: la suma total de versos es 33 (70-102), distribuidos entre representación central (70-82), representaciones laterales (83-100) y marco (101-102). Los vv. 80-83, con la referencia al olivo y a la Victoria, son la culminación del tema iconográfico más importante del bordado de Palas, y el texto lo pone de relieve. También marca, a continuación, que los otros cuatro bordados tienen figuras más pequeñas. Es de subrayar cómo el texto literario resalta las diferencias técnicas entre las diversas partes del texto iconográfico y también las intenciones ejemplarizantes que este tiene.
15Hay un juicio estético sobre la labor de Aracne: sus figuras imitan la realidad, lo que en opinión de algún comentarista indicaría que Ovidio le concede la primacía sobre Palas. Nótese, asimismo, el juego de palabras: Júpiter no es un toro de verdad, sino «el mentido robador de Europa», que diría Góngora.
16Del rapto de Europa ya ha hablado el poeta en los libros II y III; la historia de Asteria es bastante oscura, mientras que la de Leda y el cisne era conocida entonces y ahora, e interesó mucho siempre a los artistas gráficos; la hermosa hija de Nicteo es Antíope y los gemelos que dio a luz son Anfión y Zeto; Júpiter adoptó la forma de un falso Anfitrión, como se narra en la comedia plautina, para violar a Alcmena, la tirintia, de donde nació Hércules; y de Perseo, hijo de Dánae y nieto de Acrisio, ya se ha hablado en los libros IV y V. La Asópide es Egina, una de las hijas del río Asopo. Mnemósine es madre de las musas, de las que se ha hablado en el libro anterior. En cuanto a la Deoide, derivado de Dea, uno de los nombres griegos de Ceres, no puede ser otra que Prosérpina. Resulta así que el padre de los dioses también tuvo amores incestuosos con su propia hija, la esposa de Plutón, de la que también se ha hablado en el anterior libro. Como todo comienzo es también un final, la tela de Aracne cumple la función de recapitular y de anticipar temas.
17Si usamos el mismo cómputo que en la tela de Palas, la totalidad de la de Aracne se divide en furta Iovis (103-114), furta Neptuni (115-120), quince violaciones para dieciocho versos, a las que hay que sumar otras seis, 121-126. Si exceptuamos la reflexión central (que separa a Júpiter y Neptuno de Apolo, Baco y Saturno) y la orla final, que ocupan en conjunto unos tres versos, nos encontramos, entre 103-128, con veintitrés versos para describir veintiuna violaciones.
18El fondo de la cuestión es que Palas y Aracne están participando en un concurso artístico que debe conceder la primacía a una de las dos, y que las contiendas entre artistas era el medio en que se había educado Ovidio, de tal manera que todo juicio efectuado en su obra acerca de otras artes puede ser referido de manera traslaticia a su propia obra. ¿De qué forma? Tanto la obra de Palas como la de Aracne permiten reconocer las personas y los lugares, pero mientras que el bordado de Palas consta de un número determinado de metamorfosis y se organiza en torno a un centro principal, siguiendo un esquema que podríamos llamar propio del arte clásico, la obra de Aracne, en cambio, no tiene centro, consta de más viñetas, veintiuna, y pese a la insistencia de Ovidio en que son identificables, es evidente que cada una de ellas utiliza un espacio narrativo más reducido que en el caso de Palas. Pues bien, recordemos que en los libros de Ovidio resulta difícil encontrar un centro, así como un final (esto es, una historia en que se acumulen rasgos conclusivos); al mismo tiempo, es fácil encontrar relatos con un tiempo narrativo mucho más extenso que otros, o referidos a historias mucho más conocidas, mientras que otras son oscuras.
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