Para pensar lo moderno de la pedagogía, en Europa y en Colombia, lo haremos desde la literatura, más aún, desde la poesía y las dos obras citadas. Si construyéramos una línea histórica sobre la sociedad colombiana, veríamos que las dos obras cubren desde el año ١٨٤٠ a ١٩٤٠, la primera, y la segunda, desde 1930 hasta 1985; en total son 185 años de historia y de acontecimientos que acaecen y se dan en Colombia. Cien años no se refiere a Colombia, su dominio narrativo es un pueblo de la Costa Caribe de Colombia y El amor tampoco tiene como referencia a Colombia, sino a Cartagena, una ciudad del Caribe colombiano. Las dos obras des-escriben el pueblo y la ciudad. He ahí la modernidad desde la perspectiva del Caribe, la diferencia entre ser un pueblo y ser una ciudad.
¿Qué es ser pueblo y qué es ser ciudad? Es el problema moderno o desde esa perspectiva hay que mirar lo moderno. Ser pueblo es no tener escritura, no saber leer lo escrito, tener cultura oral, no tener entonces tiempo y espacio, no tener devenir del tiempo y del espacio, porque todas estas condiciones no se tienen, no se sabe quién es quién, no se sabe el ser de cada uno, el ser hombre, la subjetividad humana, la especie humana. No se sabe qué es una estirpe, una familia, una tribu, una comunidad. ¿Cómo se sabe lo que son todas y cada una de estas cosas? porque se sabe leer, se sabe leer lo escrito, y saber leer lo escrito es tener memoria, es tener la identidad del tiempo y del espacio, condiciones humanas necesarias para poder saber quién soy yo, quién es el otro, qué es la muerte y qué es el amor. En el pueblo se vive, se muere y se ama, sin saber lo que es el vivir, el morir y el amar. La ciudad es aquel lugar del tiempo y del espacio que, por poseer letras, escrituras, discursos y saberes, puede llegar a saber qué es la muerte y qué es el amor. Tener la idea de la muerte y la idea del amor.
La soledad en Cien años es no tener ideas porque no hay escritura, y no la hay porque no existe su enseñanza. Al no tener ideas no se sabe lo que es la diferencia entre la muerte y el amor. La diferencia entre morir y amar no es del orden de la existencia, de las cosas que mueren y de las cosas que se aman, es del orden de la representación que nos hacemos cuando leemos lo escrito. En un escrito leemos que alguien muere, en otro escrito leemos que alguien ama, eso que es leído, porque está escrito, es la diferencia entre morir y amar. Si vemos y sentimos que alguien muere, que alguien o cada uno ama, no sabemos de la diferencia entre morir y amar. La diferencia es la diferencia de las palabras morir y amar, es la diferencia de sus signos, de sus imágenes, de sus representaciones, discursos y escrituras. Esa diferencia es todo el libro de El amor en los tiempos del cólera, que empieza por la descripción de la muerte: el olor, la sensación, el cadáver, el cuerpo, la desnudez, el recuerdo, el olvido y termina, el libro, por el viaje de amor y por la diferencia entre vida y muerte: “es la vida más que la muerte la que no tiene límites”. El amor es un devenir, es tiempo, es un ir y venir, “durante toda la vida”.
El último Aureliano, en Cien años, sabe que va a morir y que el pueblo se va a acabar porque lee los manuscritos de Melquíades, lee y sabe qué es el morir, lee y sabe que la diferencia entre el pueblo y la ciudad es leer lo escrito. En lo escrito está la historia de Macondo, la historia de la familia Buendía, la historia de cada uno de los habitantes del pueblo, la historia del pueblo, sus guerras de amor y de muerte. Florentino Ariza, en El amor, sabe que va a amar durante medio siglo, sabe que ese amor acabará con su soledad, porque la soledad es no poder escribir, sabe que llegará el otro, la otra, para ello tendrá que escribir durante medio siglo, porque amar es un proceso de medio siglo, un largo proceso de saber escribir qué es el ser del amor.
La obra de García Márquez es la escritura de la historia del pueblo, la escritura de la historia de la ciudad. Es la escritura de la Diferencia entre pueblo y ciudad, es la diferencia entre el ser pueblo y ser ciudad, es la escritura de esta diferencia que se expresa en conocer la escritura y no conocerla o desconocerla. La escritura de García Márquez es pensar el ser de la escritura, es saber que conocer lo escrito es lo que define (diferencia), conocer la historia, no solo de la sociedad, sino del sujeto. Florentino es sujeto, porque conoce la escritura, porque se pone a escribir, porque sabe que escribir lo lleva al amor y antes de ese viaje, lo lleva a ser sujeto por sí mismo, en su soledad de escritor, él se educa como sujeto y educa su subjetividad o su subjetividad lo educa para ser sujeto. En estas dos obras vemos los signos de lo moderno y vemos el problema de lo moderno que es conocer la escritura, lo que significa conocer el amor y la muerte, conocerse así mismo, para poder ser sujeto y para poder dar cuenta del propio ser de sujeto, es decir, aquel que define los límites entre morir o amar.
Lo que narra García Márquez lo tradujo la sociedad moderna o sociedad de la ciudad, cuando decidió que el problema mayor de la sociedad y de los hombres es llegar a conocer la escritura y que el mejor modo de hacerlo es creando la escuela y sobre todo, creando la enseñanza de la escritura. Enseñar a escribir a los colombianos comprende los mismos años que se describen en estas dos obras de García Márquez. Recordemos que la primera escuela que se creó en Colombia para saber enseñar la escritura fue la Escuela Mutua, una escuela cuyos orígenes los vemos entre 1820 y 1840, que son los inicios de las narraciones que leemos en Cien años de soledad. Durante los siglos XIX y XX, la escuela tuvo como centro la enseñanza de la escritura y podemos decir que también la sociedad colombiana. La universidad y el colegio, la Normal y la facultad han insistido en resolver este problema, que es central, no para ser modernos, sino y, sobre todo, para saber quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestro origen, desde cuándo hablamos, desde cuándo amamos y dejamos de morir, sin saberlo.
3
Aceptemos que la ciudad surge y se crea cuando deja atrás el pueblo, lo rural, se deja atrás los seres sin tiempo y sin historia. Esta mutación o paso a la ciudad, no es un progreso, porque no se establece sobre una continuidad, es un salto al vacío, es llegar a otra cosa porque es otro tiempo, el lugar de los seres de tiempo y memoria, que saben que van a morir, porque ya saben del pasado y del presente. Ciudad significa dejar atrás ese mundo tranquilo de lo rural, mundo hermoso, el mundo de lo mismo, para llegar al mundo de lo otro, del lenguaje, un mundo donde el hombre se encuentra consigo mismo a estar con los otros. Este mundo otro es el mundo de la sociedad, el mundo de los otros que viven afuera de nosotros.
Aceptemos que la idea de sociedad es lo que permite dar ese paso hacia delante, que es la búsqueda de lo otro, y el dejar lo mismo y que por ello merece la pena de vivirlo. Pues bien, la sociedad no es, como parece, una idea económica o social, la sociedad es la idea de que existen dos cosas y no solo una, existe una cosa y la otra, existe otro más que yo, existen dos realidades, la que veo y la que no puedo ver. Para que exista sociedad lo más importante es lo que no puedo ver, la búsqueda de que existe algo más allá de lo que veo. Si se habla de imagen es porque es la imagen, no de lo mismo, sino de lo otro. La imagen es de otra cosa de la que veo. Por eso crear imágenes no es tan fácil, porque es aceptar el otro y dejar de existir solo para uno. Es en la escritura que se refleja este juego de imágenes, lo escrito es la imagen de lo que no veo, lo escrito me dice que esa es la verdadera imagen. Si acepto lo que me dice lo que ya está escrito, a pesar de que yo vea otra cosa, entro a la sociedad, que es entrar al lenguaje, a un lenguaje que me habla de otro mundo, que no es el mío, “viendo en un espejo hablado”.
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