© Manuel Humberto Reyes Valdés
Segunda edición, 2022
ISBN: 978-607-8801-25-1
D.R. Quintanilla Ediciones
Imagen de portada: Detalle del mural "Historia de la Comarca Lagunera", de Alberto Ruiz Vela. Fotografía cortesía del Museo del Algodón. Torreón, Coah.
Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio impreso o electrónico, sin la autorización escrita por parte del autor, a menos que sean citas breves de referencia.
Dirección General: Dolores Quintanilla Rodríguez
Coordinador de Producción: Miguel Gaona
Editor de Contenido: Valdemar Ayala Gándara
Editora de Arte: Jazmín Esparza Fuentes
Diseño Editorial: César Nájera Zapata
Enlace Administrativo: Carmen González Cruz
Ventas: María Isabel Reyna Ibargüengoitia
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D.R. Quintanilla Ediciones
Josefina Rodríguez 1027, Col. Los Maestros. C.P. 25260. Saltillo, Coahuila
www.quintanillaediciones.com / editorial@quintanillaediciones.com.
1 El remolino
2 Agradecimientos Agradecimientos Las siguientes personas leyeron esta obra y contribuyeron con valiosos comentarios: María Dolores Méndez, Rufino Rodríguez Garza, Carlos Manuel Valdés Dávila y Hermila García Osuna. Sus atinados comentarios, respaldados con sus valiosos conocimientos, fueron de gran ayuda. Zeferino Moreno González revisó el manuscrito y me hizo muchas valiosas sugerencias para mejorar su redacción. No obstante, el contenido de esta obra es responsabilidad del autor. Vaya también mi agradecimiento a mi familia y al clan del grupo X de Scouts Kuahu Katcina, por compartir conmigo las caminatas bajo el sol y las deliciosas noches de campamento en la tierra que habitaron los bravos guerreros de Aridoamérica.
3 Prólogo
4 La Garganta del Diablo
5 La tormenta
6 Pedro Joseph Coyote
7 El clan de la Cueva
8 La cueva de los Iniciados
9 La cueva de los Eternos
10 Monterrey
11 Sueños del pasado y del futuro
12 José Alberto
13 El regreso
14 Viaje al pasado
15 El valle de Valles
16 El lugar de las Cazuelas
17 Caminata hacia el desierto
18 Retorno
19 El huracán del siglo
20 El gran derrumbe
21 Epílogo
22 Referencias
1 Cover
Agradecimientos
Las siguientes personas leyeron esta obra y contribuyeron con valiosos comentarios: María Dolores Méndez, Rufino Rodríguez Garza, Carlos Manuel Valdés Dávila y Hermila García Osuna. Sus atinados comentarios, respaldados con sus valiosos conocimientos, fueron de gran ayuda. Zeferino Moreno González revisó el manuscrito y me hizo muchas valiosas sugerencias para mejorar su redacción. No obstante, el contenido de esta obra es responsabilidad del autor. Vaya también mi agradecimiento a mi familia y al clan del grupo X de Scouts Kuahu Katcina, por compartir conmigo las caminatas bajo el sol y las deliciosas noches de campamento en la tierra que habitaron los bravos guerreros de Aridoamérica.
Prólogo
El epicentro de esta historia es la sierra de Arteaga, una región montañosa y agreste del noreste de México situada en la Sierra Madre Oriental, al sureste de Coahuila, y con extensión hacia Nuevo León. Ocupa un área de 1 285 kilómetros cuadrados y la surca una serie de cañones de Norte a Sur. Su altitud es variable y supera en su mayor parte los 2 000 metros, con algunas cimas que se elevan por encima de los 3 600 metros. El clima predominante es semiárido templado, y en las zonas más altas aun las noches de verano pueden ser gélidas. En la sierra de Arteaga hay áreas con vegetación tipo chaparral, pero predominan los bosques de coníferas y encinos. Entre las coníferas más elegantes se encuentran los abetos Douglas o acahuites y los oyameles blancos o huallames. Estas especies, en el marco del paisaje montañoso, han dado a la sierra de Arteaga el calificativo de La Suiza de México. Su fauna comprende, entre otras especies, el oso negro, el venado cola blanca, la zorra gris, el aguililla cola roja, el halcón peregrino y la cotorra serrana.
Vista y sentida en su conjunto, la sierra de Arteaga constituye un lugar inigualable, donde se puede disfrutar de la naturaleza aún salvaje, donde se puede caminar por bosques sombríos cubiertos de musgo y adornados con hongos multicolores, donde se puede escalar las rocas y hacer rappel, donde es posible explorar cuevas ocultas y bañarse en pequeñas cascadas de arroyos perdidos.
Desde algún puerto de la sierra de Arteaga aparecen, a lo lejos, rumbo al Oriente, los picos escarpados de la sierra que corresponde a Nuevo León. En especial llama la atención una montaña que se bifurca en dos picos, como los Cuernos del Diablo de la deliciosa historia El tesoro de los cóndores de Gérard Le Roux. Hacia el norte y hacia el este de la sierra de Arteaga continúan esas escarpadas y misteriosas montañas de riscos inaccesibles y profundos cañones, con manantiales, ríos y cascadas; se dibujan así paisajes contrastantes que van desde los típicos de las regiones frías hasta los espacios matizados de ambientes tropicales y húmedos.
Al oeste del epicentro de nuestra historia, al otro lado de Saltillo, se extiende el desierto. Éste parece yermo, árido y desolado, pero está repleto de vida, y también de misterios. Al recorrerlo podemos encontrar, en las rocas de las crestas de las lomas, dibujos ancestrales. Son los petrograbados y las pinturas rupestres, testimonio silencioso de la presencia prehistórica de los indios nómadas, los chichimecas, los hombres del desierto.
Para amar y respetar ese desierto, habrá que caminar por él, saborear tal vez el agua que se juntó en el hueco de una roca en la última lluvia, aspirar el aroma de las flores del huizache, acampar a la luz de una fogata de leña de mezquite y mirar un cielo cuajado de estrellas.
Es en estas regiones donde gira nuestra historia. Gira como el tiempo de los chichimecas, que transcurría a través de los ciclos de la lluvia y de la sequía, de la floración de los nopales y luego la presencia de tunas, de las noches que se acortan hasta el solsticio de invierno, y se alargan hasta el solsticio de verano. Todo ello da vueltas como un remolino que pareciera interminable, como un remolino que puede ser, a su vez, parte de algo más grande que también gira.
La Garganta del Diablo
Era la época prefénsica, como la llamaba Adrián. No había en aquel tiempo cercas de alambre de púas o rejas electrificadas que cerrasen su paso a las montañas, y su ruta desde la Villa de Santiago hasta la Garganta del Diablo era ininterrumpida. Las corrientes de agua de esos cañones se deslizan aún cristalinas y profundas, y cantan suavemente al acariciar las rocas. Sin duda la magia persiste, pero el lugar donde nace esta historia era especial y místico, como el paso a otro mundo.
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