En cuanto al psicoanálisis, ha sido inventado para tratar “síntomas” específicos de la sociedad moderna. Estos síntomas son tan históricos, tan históricamente determinados, como lo es la representación freudiana del psiquismo. Lo “inconsciente”, por ejemplo, está ligado a la forma tan peculiar de alienación que sufrimos en la modernidad capitalista.
La alienación en el capitalismo produce conflictos “internos” que pueden ser invisibles como tales, pero que no dejan de conocerse por sus efectos, por lo que motivan en las personas, como padecimientos inexplicables, desarreglos vitales, decisiones absurdas o acciones erráticas, a veces destructivas o autodestructivas. Todo esto es patente en la actual experiencia del trabajo. Los sujetos están encerrados en su actividad laboral de tal manera que repiten incesantemente el mismo tipo de tareas, fuera y no sólo dentro de su trabajo, ya que su vida se estructura de un modo repetitivo particular que está fuera de su control. Así también, quienes hoy trabajan se ven impulsados a hacerlo por imperativos económicos, de modo que su “pulsión” de trabajar y de sobrevivir está ligada con la esfera de la economía y específicamente con el capitalismo. La dominación capitalista moldea las relaciones de poder con las que nos vinculamos, las cuales, al mismo tiempo, repiten relaciones de poder anteriores a través de una repetición que es impulsada inconscientemente y que luego reaparece como lo que los psicoanalistas llaman “transferencia” dentro de la clínica. Abordaremos cada uno de estos temas en este libro, y, a través de ellos, mostraremos que el psicoanálisis interpreta los síntomas como indicadores del malestar en la sociedad particular en la que vivimos.
Los síntomas aparecen de tal manera que el psicoanálisis, una invención histórica, nos permite leerlos como lo que son, como conflictos en la vida personal y como expresión de conflictos sociales. Una sociedad particular y una persona singular en esta sociedad son lo que manifiesta sus problemas de modo sintomático. El síntoma es tanto un indicio de que algo anda mal en la sociedad como un mensaje sobre el sufrimiento de cada sujeto separado.
Sujetos
Aquí, en este manifiesto, nos referimos a los seres humanos como “sujetos” porque el término “individuo”, además de reductor, implica erróneamente que nuestra subjetividad es indivisa, que se opone a la sociedad y que está separada, aislada, encerrada en la individualidad. Un “sujeto” es más que el individuo, incluye a otras personas, está abierto al mundo social, atravesado y dividido por la exterioridad, por un espacio ecológico para ser. Un sujeto está en contradicción consigo mismo y por esto mismo puede ser una fuente de cambio, ya sea en el nivel psicológico de la persona individual o en el nivel político del proceso colectivo.
El sujeto puede ser un agente histórico, pero también es víctima y producto de la historia. Los acontecimientos nos afectan y nos determinan de maneras diversas que pueden ser abordadas actualmente a través del psicoanálisis. El pensamiento psicoanalítico es uno de los recursos más potentes de los que disponemos para entender y cambiar nuestra experiencia en los tiempos modernos. Lo que nos estaba ocurriendo como sujetos en la modernidad tardía, entre los siglos XIX y XX, cobró de pronto, con la teoría freudiana, un sentido radicalmente nuevo. Se forjaron ciertos nombres médicos para nuestro sufrimiento y al mismo tiempo se inventó el psicoanálisis para lidiar con ellos, para ponerlos a prueba, para sublevarse contra lo que significaban, para transformarlo.
El psicoanálisis continúa siendo uno de los mejores medios para captar nuestros síntomas de miseria en la vida bajo el capitalismo avanzado, neoliberal, con sus manifestaciones coloniales, racistas y sexistas. Estos síntomas, que operan inconscientemente y que luego encuentran expresiones distorsionadas en los síntomas visibles observados por médicos y psicólogos, tienen una profunda conexión con la trama de nuestras biografías individuales y con las actuales condiciones de vida. Es en este doble sentido que los síntomas son fenómenos históricos: por un lado, se producen en la historia personal de cada individuo; por otro lado, su forma general está estructurada por el tipo histórico de sociedad en la que vivimos.
Nuestro pasado y nuestro mundo nos acechan, enferman y trastornan. Esto es así ya sea que estemos completamente embrujados por la ideología y creamos que éste es el mejor de los mundos posibles, lo que no es razón para preocuparse, o bien que seamos activistas que saben que las cosas están mal y tienen que cambiar. La contradicción y el conflicto nos atormentan a todos y penetran dentro de nosotros mismos, nos desgarran, se abren paso hacia nosotros y luego toman la forma de síntomas que pueden ser dolorosos y aparentemente inexplicables.
El psicoanálisis, dialéctico, no es ni psicología ni psiquiatría
El tortuoso camino de la historia del enfoque psicoanalítico transcurrió paralelamente al desarrollo de la psicología entendida como especialidad científica o pseudocientífica y como disciplina profesional y académica. Esta psicología no debe confundirse con el psicoanálisis. Aunque frecuentemente haya conseguido absorberlo, discrepa de él en sus premisas, ideas, métodos y objetivos. La psicología, de hecho, está constituida por mucho de lo que intentamos resolver a través del psicoanálisis. Desde el punto de vista psicoanalítico, la esfera psicológica es problemática.
La psicología toma forma como una experiencia ilusoria, engañosa e incluso delirante, a saber, la experiencia de cada uno como yo, como individuo separado, indiviso y unitario, que puede tomarse a sí mismo como si fuera un objeto, y así conocerse y controlarse. Este modelo psicológico del yo es parte del problema porque hace imaginar a cada persona que es responsable de todo lo que experimenta, incluso lo desagradable y lo no deseado, y puede hacerla sufrir aún más por sentirse “dividida”, por sentir que hay una dimensión inconsciente en su vida. Tal división, que a todos nos afecta, es reconocida por el psicoanálisis y negada por la psicología. Su negación oculta nuestra alienación y nos impide resistir contra lo que nos aliena. Contribuye así a dominarnos “por dentro”, a manipularnos y reprogramarnos ideológicamente.
Un problema clave que enfrentamos ahora es el de la construcción histórica de una experiencia individual aislada que no corresponde a nuestra existencia, que no se reconoce en ella, que no tiene poder ni sentido por sí misma y que resulta por ello vulnerable a la dominación, la manipulación y la reprogramación ideológica. Es el problema de la psicología separada con respecto a la naturaleza compartida y colectiva de nuestras vidas como seres humanos. Es, en su raíz, el problema del individualismo en la sociedad capitalista y en sus expresiones psicológicas.
Psicología
La disciplina profesional académica de la psicología mantiene a cada yo individual como una esfera psicológica separada, como una experiencia de su propia psicología, como la de cada trabajador aislado con respecto a los demás. La psicología y la disciplina dedicada a su mantenimiento se formaron al mismo tiempo que el capitalismo y se han extendido con él por el mundo. La expansión capitalista mundial ha sido también una propagación global de sus dispositivos psicológicos no sólo en instituciones universitarias y de salud, sino en todas las esferas de la vida. Todo tiende a teñirse con un tinte psicológico. Este proceso de psicologización implica mecanismos de atomización, desocialización, despolitización, deshistorización, patologización, incriminación de los individuos y adaptación a la sociedad capitalista.
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