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Sinopsis Sinopsis La intimidad del agua - Esta obra contiene en un solo volumen dos libros diferentes: «La intimidad del agua», una compilación de relatos cortos, y «Crónicas de la Comisión Alfa», una composición articulada por episodios y que funciona como una novela corta. En los dos se observa la querencia de la autora por las formas literarias del siglo diecinueve. Pertrechada con un estilo sólido, elaborado y conciso, Cristina Godefroid despliega en estos relatos una imaginación desbordante que se apoya en tres pilares básicos: una ironía mordaz, un incisivo y lúcido análisis del comportamiento humano, así como de su casuística existencial, y un indisimulado gusto por el enredo vodevilesco. Sin duda, una rara avis dentro del panorama literario actual en lengua castellana.
La intimidad del agua
Prefacio de Patrick Lowie
LA INTIMIDAD DEL AGUA
Prólogo de la autora
I. Leo, el amigo invisible
II. Una tarde en Varanasi
III. Lo que Borges y Goethe me contaron de Swedenborg
IV. Knokke y el reloj de arena
V. El hombre de los lobos
VI. La intimidad del agua
VII. El espectáculo mágico de Aloïsa
VIII. Decires de octubre
IX. El diablo en el patio del colegio
X. La tienda de la Chapelle
XI. La casa de los gatos
XII. Elogio a Erasmus Van Rotterdam
XIII. La calle de la Algalia
XIV. El día que conocí a Fidel
XV. Danubio
XVI. El sacaleches
XVII. La muerte según Atkapama
XVIII. El retrato de Alice Lake
XIX. La leyenda del ojo del jorobado
XX. Un cuento para Nicolás
XXI. Azul, el pequeño lestrigón
XXII. Oda a Regulus Rex
XXIII. Civil, el A Bao a Qu
XXIV. La muerte del reino de los inmortales
CRÓNICAS DE LA COMISIÓN ALFA
Primera parte del Orden del día
Segunda parte del Orden del día
Tercera parte del Orden del día
Cuarta parte del Orden del día
Quinta parte del Orden del día
Datos de autor
La intimidad del agua -Esta obra contiene en un solo volumen dos libros diferentes: «La intimidad del agua», una compilación de relatos cortos, y «Crónicas de la Comisión Alfa», una composición articulada por episodios y que funciona como una novela corta. En los dos se observa la querencia de la autora por las formas literarias del siglo diecinueve. Pertrechada con un estilo sólido, elaborado y conciso, Cristina Godefroid despliega en estos relatos una imaginación desbordante que se apoya en tres pilares básicos: una ironía mordaz, un incisivo y lúcido análisis del comportamiento humano, así como de su casuística existencial, y un indisimulado gusto por el enredo vodevilesco. Sin duda, una rara avis dentro del panorama literario actual en lengua castellana.
La intimidad del agua
© 2022, Cristina Godefroid
© 2022 , La Equilibrista
info@laequilibrista.es
www.laequilibrista.es
Primera edición: 2022
Maquetación: La Equilibrista
Imprime: Ulzama Digital
ISBN: 9788419126184
ISBN Ebook: 9788419126191
Depósito legal: T 221-2022
Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de: NOCTIVORA, S.L.
Prefacio de Patrick Lowie
Llamo al timbre. Una mujer abre la puerta.
Buenos días, he tomado la decisión nada fácil de venir a verla.
Descubrí durante la exposición colectiva en Bruselas sus hermosas obras, oscuras y resplandecientes al mismo tiempo, y, la verdad, me ha costado bastante trabajo encontrarla. Nadie me dio su dirección en la galería, nadie parecía conocerla, era como si nadie os hubiese visto nunca y ni siquiera recordaban quién había colgado sus cuadros en la pared. Y lo más extraño: el galerista no encontraba su nombre en la lista de artistas. «C. Godefroid». Su enigmática firma no me daba demasiadas pistas… Hay varios Godefroid en Bélgica, descendientes todos, no cabe duda, de Godefroy de Bouillon. Hubiese investigado hasta llegar a Jerusalén si hubiese sido necesario… Bueno, aquí estamos. He comprado esta obra, esta misma. Es usted C. Godefroid, ¿no? ¿Ha pintado usted este cuadro?
La joven parece apenas despierta, normal, son las seis y media de una mañana lluviosa en Bruselas. Yo la observo, dubitativa y balbuceante. Tiene una mirada profunda y sus ojos verdes son de una extraña y transparente belleza. De pronto, me responde con un acento soleado, sin duda del sur: la obra que usted ha elegido es tal vez la más espontánea de todas las que he pintado. Pero... espere, yo lo conozco, ¡es usted Patrick Lowie! Es verdaderamente extraño abrir mi puerta y encontrarme con usted. Sí, yo soy Cristina Godefroid, aunque en realidad no es mi verdadero apellido. Lo he elegido porque este nombre cuenta mi verdadera historia y, además, creo que me sienta bien. Pero no se quede usted en la puerta, por favor, ¡venga!, ¡pase!
Me invita entonces a entrar en su templo. Le digo que no deseo molestarla y que no está obligada a abrirle la puerta a un desconocido.
—Mais vous plaisantez j’espère. Vous êtes un être très compliqué savez-vous, un esprit complexe, j’adore. Combien l’avez-vous acheté, ce tableau?
Prefiero guardar silencio sobre el precio del cuadro.
Demasiado caro. Os han estafado, asegura ella. ¡Que conste que no he sido yo quien ha puesto tal precio!
Habla un perfecto francés, aunque percibo en su voz que la articulación de la ese es apico-alveolar y tiende a palatalizarse. También percibo que se burla de mí.
—Perdone, C.Godefroid, quisiera deciros que su pintura me inquieta. Usted ha pintado, sin saberlo…, quiero decir que sin saberlo usted ha pintado el retrato de mi familia.
Sin ni siquiera mirarme la joven me responde: no me diga, ¿y quién de entre ellos es usted? Sin dudarlo ni un segundo le respondo: Yo soy el zorro. El zorro que, a pesar de ser libre, prefiere quedarse ahí, inmóvil al otro lado de la ventana, observando la escena del teatro. La oscuridad va siempre por detrás mientras él observa el mundo esperpéntico de una familia rota y descompuesta.
Tras un largo paseo a través del laberinto de esta maison de maître de altos techos decimonónicos, la joven se para de golpe en el zaguán, luego se da la vuelta y me dice:
—¿Ve usted estas marcas negras en el suelo? Aquí es donde ocurrió. Aquí prepararon la hoguera. ¿Quiénes?, eso nunca lo supe. Mi madre era una indígena con una larga melena negra, ese día llevaba un vestido blanco, yo tenía siete años, sabe usted, y lo recuerdo como si fuese ayer. La quemaron en la hoguera. Yo estaba aterrada, claro, recuerdo que salí corriendo en busca de ayuda, pero las calles de mi pueblo estaban desiertas.
La historia es realmente asombrosa, pero más asombrosa es la manera en que C. Godefroid parece revivir la escena, como si todo volviese a ocurrir frente a mí, frente a ella, como si todo aquello tuviese ahora sentido. Ella mueve los brazos, imita el rostro de su madre pegando el cabello a su frente y a sus mejillas. Y continúa así:
—Después apareció aquel pájaro. Era mi padre. Mi padre era (es) un hermoso pájaro exótico y me guiaba por entre las calles desiertas. Yo seguía a aquel pájaro pues parecía tener todas las respuestas y me infundía seguridad, aunque me alejase de mi madre. De pronto, oía a lo lejos sus gritos. Mi madre ardía, su cabello y su vestido, aquí mismo. Unas raíces aparecían en sus pies y ardían con ella. Cuando me desperté me invadió un sentimiento de culpabilidad. Había seguido al pájaro y abandonado a mi madre. Había abandonado mis raíces.
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