Freud nunca intentó defender al psicoanálisis como una ciencia exacta; por el contrario, como podremos ver, él estuvo mucho más interesado en lo opuesto, y en casi todos sus escritos evadió la precisión de la medicina y escogió, por lo tanto, la vaguedad de la psicología y la sociología. Sin embargo, si fuéramos más meticulosos, podríamos inferir que, en el lineamiento básico del psicoanálisis, Freud mantuvo, a pesar de sus esfuerzos, algunas ataduras significativas con aquellas teorías neurofisiológicas presentes en el Proyecto; como por ejemplo, la teoría de los instintos. Quizás algunos de sus artículos publicados en la cercanía de su muerte, tales como “Moisés y el monoteísmo” (1938), o su artículo póstumo “Fragmentación del yo al servicio de la defensa” (1940), apuntaron a un posible distanciamiento de la orientación biológica.
Acerca de la defensa de Theodore Reik –un prominente miembro no médico de la sociedad de psicoanálisis– sobre el curanderismo, en las Cortes de Viena en el año de 1926, Freud produjo el muy conocido panfleto de “la cuestión del análisis laico”. Teniendo la posibilidad de escoger entre la precisión de la biología y la aproximación de la psicología, sociología y campos vecinos, Freud favoreció a esta última y abiertamente proclamó su resistencia a restringir la práctica psicoanalítica solamente a la mano de los médicos. Así dijo:
Lo que conocemos como la educación médica, creo que es una forma ardua y tortuosa para llegar a un acercamiento de la profesión psicoanalítica. No hay duda que ofrece al analista mucho más de lo que es indispensable para él. Más bien le sobrecarga demasiado de cosas que nunca va a necesitar usar, además del peligro de distraer su interés y de impedir que su pensamiento pueda dirigirse hacia la comprensión del fenómeno psicoanalítico […]. El psicoanálisis es una parte de la psicología; no de la psicología médica como antes se creía, no de la fisiología de los procesos mórbidos, sino simplemente de la psicología. [Freud, S., 1926, p. 252]
No creo que el énfasis puesto por Freud sobre la defensa del análisis laico pueda haber sido únicamente una consecuencia de la acusación a Reik. La intensidad y la pasión invertida por Freud en esta defensa habla de algo más. Peter Gay (1988) cita a Freud diciendo en una carta escrita a Ferdern en 1926, lo siguiente: “La lucha por el análisis laico debe pelearse en algún momento. Mejor ahora que más tarde. Mientras yo viva, haré todo lo posible para evitar que la medicina devore al psicoanálisis” (p. 491). Y un año más tarde, Freud expresó algo que sigue muy presente en algunas asociaciones: “los médicos analistas se muestran muy inclinados a envolverse en investigaciones muy cercanas con lo orgánico, en lugar de hacer investigaciones psicológicas” (p. 497).
Esta actitud de Freud no era nueva: 13 años antes, en su introducción al libro El método psicoanalítico de Oskar Pfister, Freud expresó lo siguiente:
La práctica del psicoanálisis necesita mucho menos del entrenamiento médico que de la instrucción psicológica y el de un panorama humano libre. La mayoría de los doctores no están equipados para practicar psicoanálisis y totalmente fallan en captar el valor del proceso terapéutico. Los educadores y los trabajadores pastorales están unidos por el estándar de sus profesiones que le permiten hacer uso de las mismas consideraciones, cuidado y contención, en igual forma a como usualmente los doctores lo hacen en su práctica… [1913a, pp. 330-331]
¿Qué hizo que Freud desarrollara tal animosidad en contra de los médicos, cuando la gran mayoría de sus seguidores eran doctores? Más aún, en 1895, en la época de su bien conocido sueño sobre la inyección de Irma, Freud lo enfatizó en otra forma, al resaltar la necesidad de una evaluación de cualquier padecimiento físico, previo al comienzo de la terapia psicoanalítica. Sin embargo, su mayor diferencia y crítica fue con la asociación norteamericana, quienes hasta hace poco habían limitado el psicoanálisis al personal médico únicamente, como una forma de lidiar con varios casos de charlatanismo de individuos no médicos, envueltos en “conductas inapropiadas” mientras practicaban alguna forma de psicoterapia. Como consecuencia, en 1927, Eitingon y Jones organizaron un simposio internacional sobre el tema del análisis laico, donde se dieron opiniones totalmente discordantes y en el cual los norteamericanos, dirigidos por A. A. Brill, plantearon un punto de vista más radical, sosteniendo que los médicos deberían ser las únicas personas certificadas para practicar el psicoanálisis, una proposición que produjo una gran fricción, al punto de que Freud decidió romper con la Asociación Psicoanalítica Internacional:
Tan temprano como 1929, como la controversia se mantenía en pie, Freud se preguntó si quizás pudiese tener sentido separarse pacíficamente de los analistas norteamericanos y permanecer firme en la cuestión del análisis laico. El desagradable sentimiento de Brill, de que Freud pudiese desear deshacerse de los norteamericanos, no era una fantasía sin fundamento. [Gay, 1988, p. 500]
Freud llegó hasta el extremo de dudar de la integridad de Jones, y en una carta a su hija Anna le expresó que debería estar feliz de no haberse casado con él. ¿Pudo ser esta pasión y el compromiso personal mantenido por Freud sobre la defensa del análisis laico, una expresión de su deseo de proteger a sus amigos y seguidores, tales como Pfister, Rank, Reik y hasta su misma hija? O quizás su propósito fuese más bien la expresión de una aguda intuición, como pensar que la conciencia de los procesos mentales, representando algo completamente diferente del mundo físico, pudiesen enfrentar el peligro de ser impedidos de la posibilidad de ser considerados como una ciencia, y que, por lo tanto –Freud supondría– era indispensable apoyar una apertura a otros campos de conocimiento menos precisos. Sabemos por Jones (1953, p. 253), que Freud vio la medicina como un hándicap, para cualquiera que intentase el entrenamiento psicoanalítico. Refiriéndose a un encuentro con Freud, Clarence Oberndorf (Jones, 1953) recuerda a Freud preguntándole, con “un tono de enojo e impaciencia”, qué cosa tenía él en contra del análisis laico:
Traté de explicarle que las leyes del estado de Nueva York lo prohibían [al análisis laico] y que los miembros en América pensaban que un conocimiento de las manifestaciones físicas de una enfermedad orgánica, eran necesarias para que el médico pudiese compararlas con aquellas que eran producto de un trastorno psicológico. Que especialmente en América, los charlatanes e impostores extremadamente ignorantes de los elementos del psicoanálisis, presumían de ser verdaderos analistas. Freud rechazó mi respuesta con un abrupto “yo sé todo eso”, se dio vuelta y caminó lentamente hacia la casa. [p. 182]
Peter Gay (1988, 310n) cita una carta de Freud a Hendrick de Man, fechada el 13 de diciembre de 1925, donde él expresaba que “las aplicaciones extramédicas del psicoanálisis, serían tan significativas como las médicas, al punto que las últimas podrían quizás tener mayor influencia en la orientación mental de la humanidad”. ¿Si Freud no estaba defendiendo una cuestión legal, ética o política, qué era en realidad lo que le preocupaba?
Aún en la actualidad existen, ante todo en Norteamérica, numerosos psicoanalistas médicos que prefieren lo concreto de la medicina a la abstracción de lo mental. Para muchos es más fácil medicar los síntomas que indagar en la obscura profundidad del inconsciente, adjudicando más importancia a la conducta e ignorando la razón etiológica del síntoma. Existe también un componente económico importante, por cuanto es más productivo medicar cuatro pacientes en una hora, que inquirir pacientemente las razones inconscientes de un solo paciente. Anteriormente (López-Corvo, 2017) expresé lo siguiente:
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