1 ...7 8 9 11 12 13 ...18 La confusión entre lo animado y lo animado tiene diferentes consecuencias dentro de la situación analítica; por ejemplo, frente al dolor y la ansiedad que produce la verdad, el paciente recurre a fórmulas mágicas y omnipotentes, sintiendo a la interpretación como una imposición injusta de la realidad, como si la verdad fuese impuesta arbitrariamente por el analista, lo cual puede reproducir la ansiedad que una vez sintió cuando era niño, al sentirse indefenso frente al poder de sus progenitores que le imponían su voluntad; lo cual algunas veces puede también inducir el deseo de abandonar el tratamiento, estableciendo entonces inconscientemente que en esta forma, la violencia de la verdad quedaría atrapada dentro del consultorio del analista.
Por otra parte, la confusión de lo animado y lo animado también es razón de gran ansiedad, al no saber la persona si está viva o es una cosa. Una paciente viuda de 56 años dice que la relación entre ella sus hermanos y su madre, está basada en la envidia y la desconfianza: “Todos parecemos odiarnos, lo único que cuenta es el dinero, todos parece que gozan con el mal de los otros, como que deseáramos que a los otros les vaya mal”. Refiere que había vendido un auto a su hijo R, a quien se le descontaba como pago una cantidad mensual del sueldo que devengaba en la compañía de la familia. Como este quería comprarse otro carro para su negocio, recurrió a la madre, quien le aconsejó entonces que dejara de pagarle por el otro auto y así tendría dinero para el nuevo. R se negó a ello, argumentando que ella ya le había dado lo suficiente como para seguir pidiéndole. Sin embargo, esa misma tarde R apareció nuevamente con una carta para que ella la firmara, dirigida a la compañía donde se decía que se interrumpieran los descuentos. A la madre entonces le dio mucha ira al sentirse usada por R, a pesar de que ella misma había recomendado el procedimiento. Se quejaba de que sus hijos dependían de ella, y que ella tenía que hacerlo todo por ellos y hasta por su propia madre, quien ni siquiera lo agradecía. Relata que en el fin de semana se llevó a su casa a su madre, quien vive sola, y que ella se puso muy sospechosa pensando que la estaban robando; “no es capaz de agradecer nada” –dice– “cree que uno hace las cosas no por ella, sino porque una está interesada en su dinero”. Le digo entonces que quizás ella, al igual que su madre, le angustia no saber si los demás estamos interesados en ella o en su dinero. Si estamos interesados en ella por lo que es, o por lo que vale. Que a ella le resulta difícil distinguir entre el valor del dinero y el valor de su persona, lo cual le angustia muchísimo y la llena de sospecha. Quisiera tener la seguridad que los demás la buscan por ella, pero le angustia mucho la “sospecha” de que más bien sea por su dinero y que ella, por ella misma, no vale nada, que es su dinero lo que le da un precio, como sucede con los objetos.
Si no existe incorporado en el self el sentimiento intrínseco de un “valor incondicional”, presente en el ser animado y producto de un amor incondicional, se produce entonces confusión con el interés condicionado por el valor extrínseco que proporcionan las cosas, por cuanto el self intenta resolver su carencia y falta de autenticidad mediante el valor externo, como el proporcionado por el dinero. Sin embargo, el dinero es una condición muy importante dentro del análisis, por cuanto representa la realidad, lo que discrimina entre el amor incondicional de los padres y el interés bajo condición, representado por la posición real del analista que “alquila” su conocimiento y su tiempo. Dentro de la dinámica emocional de la transferencia y la contratransferencia, las cuales estructuran la situación psicoanalítica, el único elemento que representa la verdadera realidad, de que no somos los progenitores del paciente sino que este ha recurrido a la terapia en virtud de la falla de sus padres, es el dinero.
Puede también existir una situación similar a lo expuesto por Platón en la alegoría de la caverna, en que una parte infantil dominada por el principio del placer se une a una idea mágica proyectada en un objeto externo (religión, esoterismo, etcétera), con el propósito de atacar envidiosamente a la parte adulta pensante –o función alpha– dominada por el principio de realidad colocada en el analista. Con mucha frecuencia el análisis se interrumpe motivado por esta forma de “epistemofobia”, es decir, la necesidad de mantener el oscurantismo con el propósito de excluir envidiosamente al conocimiento.
La “cama de Procusto” o el “ideal del yo”
Procusto fue un bandido que asaltaba caminantes en la cercanía del oráculo de Delfi y quien fue muerto por Teseo, luego de someterlo a la misma tortura que él utilizaba con sus víctimas. También conocido como Polidemo, Procusto secuestraba visitantes para robarles y les prometía la libertad a cambio de que probaran si conformaban con las dimensiones de una cama específica, la cual él mismo había fabricado, que podía cambiar de longitud según la conveniencia, y por lo tanto nunca coincidía con el tamaño de la víctima, quien entonces debía ser o “alargada” o “recortada” según la necesidad.
Al igual que Procusto, el “ideal del yo” ofrece al yo “un modelo” ideal, al cual debe someterse y continuamente intentar conformar, pero sin poder lograrlo nunca, resultando por lo tanto una condición imposible y torturante donde no se logra ni zafarse de la demanda ni convertirse en el modelo. Este objeto superyoico, proyectado en el analista, es sentido como una forma de exigencia que condiciona el escenario de un “falso self” –al que he dedicado un capítulo en este libro– es decir, induce una continua dialéctica entre los extremos de un “self complaciente” y de un “self negativista”.
La condición del modelo impuesto por el ideal del yo es sentida en la transferencia como la necesidad de estar continuamente sometido a un “examen” o evaluación que siempre se va a reprobar, como si el libre albedrío de ese individuo estuviese bajo el dominio de un poder superior, por lo general proyectado en la transferencia. Representa un amor condicionado a ciertos requisitos idealizados, como los que existen en la evaluación de un objeto inanimado: esta silla es valiosa porque es antigua, hermosa, cómoda, etcétera; o, por el contrario, la botaré porque es vieja, está rota, no sirve, etcétera. No existe por lo tanto la incondicionalidad que debe privar en la relación con una persona animada o viva: obviamente no nos deshacemos de la abuela porque ya está vieja. Otra confusión frecuente y consecuencia de lo anterior es la intención de comparar una persona con otra, como que no existiese una noción de identidad o mismidad que permite a los seres vivos sentirse únicos. Al comparar personas se está ignorando la noción de identidad, unicidad o individualidad (no dividido) propia de los humanos, lo cual no impide que no sea bastante frecuente y a lo que podríamos referirnos como el “síndrome del espejo de la madrastra de Blanca Nieves”.
Leslie, una paciente de 42 años, comienza la sesión casi siempre con un recuento de las cosas “buenas” que ella siente ha logrado, como si lentamente fuera acercándose, aunque sin poder lograrlo, a un modelo imaginario idealizado, que supone se le está exigiendo y que ella trata de conformar. Siento que intenta apaciguar a un elemento perseguidor proyectado, al cual le muestra que todo “está bien”. Con frecuencia busca continuar con el “tema” tratado en la sesión anterior, como si el tiempo entre una y otra no hubiese transcurrido; otras veces dice no saber que decir o permanece en silencio por varios minutos. Al lado de un falso self complaciente manifiesto, existe otro oculto, del cual por lo general no se habla, totalmente opuesto al complaciente, un falso self envidiosos y agresivo que silenciosamente conspira, al cual me he referido como “falso self negativista” (López-Corvo, 2006).
Читать дальше