CAPÍTULO I
Pasión de amor
El valor de la imagen
Lacan ingresa en el campo psicoanalítico casi dos décadas antes de lo que él ubica como el inicio de su enseñanza. Durante estos años se produce para él el encuentro entre la psiquiatría y el psicoanálisis, y el camino a Freud se presenta como una necesidad. Esta etapa empieza con su tesis de doctorado sobre el caso Aimée en 1932 y concluye a inicios de los ´50, cuando puede precisar la estructura del lenguaje funcionando en el inconsciente y es capaz de releer los escritos técnicos de Freud a partir de la herramienta conceptual que constituyen sus tres registros. Al recopilar sus escritos en 1966, Lacan junta en el apartado “Dos” del libro los artículos establecidos en dicho período. Comienza con un breve texto titulado “De nuestros antecedentes”. En relación a ellos dice “No es pues ceder a un efecto de perspectiva el ver aquí ese primer delineamiento de lo imaginario, cuyas letras, asociadas con las de lo simbólico y de lo real, vendrán a adornar mucho más tarde, justo antes del discurso de Roma, los potes, para siempre vacíos por ser todos tan simbólicos, con que haremos nuestra triaca para resolver los azoros de la cogitación psicoanalítica”. (1) En este apartado, ubicaremos los desarrollos que Lacan realiza inicialmente.
En la primera parte, nos serviremos del escrito “Más allá del principio de realidad” para ubicar la puesta en juego del registro imaginario en el dispositivo psicoanalítico. Examinaremos: el otro imaginario con el que el sujeto dialoga, el lugar desde el cual el analizante se expresa, el proceso de la identificación, la noción de “complejo” y la crítica de Lacan al principio de realidad freudiano. Indicaremos en el Seminario 1 y en el Seminario 2 el modo en el que Lacan retoma estos planteos.
En la segunda parte, nos detendremos en la teoría del estadio del espejo, comunicada por Lacan por primera vez en 1936. Para abordar este punto, tomaremos el escrito “Acerca de la causalidad psíquica” y el texto “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”. Estudiaremos: la introducción del narcisismo a la teoría libidinal, la nueva acción psíquica que constituye la identificación imaginaria, los efectos formativos de la Gestalt en los animales y el valor de anticipación funcional que toma la imagen en el hombre. Indagaremos alguna de estas articulaciones en el Seminario 1 y en el Seminario 3.
En la tercera parte, nos interesaremos en el escrito “Acerca de la causalidad psíquica”. Analizaremos: la concepción general del aparato psíquico según modo en el que se juega lo imaginario; la crítica que Lacan realiza a la teoría del órganodinamismo de Henry Ey; y la causación de la locura como resultado de una identificación sin mediación.
LO IMAGINARIO EN LA EXPERIENCIA PSICOANALÍTICA
Cuando la estructura del lenguaje y la palabra constituyan el eje de la experiencia y el análisis tome una dirección hacia el Otro con mayúscula, el orden imaginario será considerado el registro que obstaculiza el despliegue de lo simbólico, desde el que se espera la llegada de una palabra reveladora. (2) Sin embargo, muy tempranamente Lacan se percata de la presencia de lo imaginario en el dispositivo psicoanalítico y de la importancia en saber maniobrar con él. En el texto “Más allá del principio de realidad” Lacan explica que en el análisis el sujeto se dirige al oyente en condición de interlocutor. Convoca al analista a mantener la situación en los términos de una conversación, pero este último se rehúsa. Ahora bien, en los casos en los que el paciente continúa el relato, es posible percibir que el sujeto, lejos de dirigirse a quien está presente, se dirige “a algún otro, imaginario, pero más real: al fantasma del recuerdo, al testigo de la soledad, a la estatua del deber, al mensajero del destino”. (3)
El sujeto habitualmente habla con su yo y, a medida que lo hace, no solo manifiesta a ese otro con quien habla, al mismo tiempo revela el lugar desde el cual se expresa. De esta forma deja ver la imagen o las imágenes que lo sustituyen a él mismo, pues no es unívoco. Lacan explica “Con su imploración, con sus imprecaciones, con sus insinuaciones, con sus provocaciones, y sus ardides, con las fluctuaciones de la intención que le dirige y que el analista registra, inmóvil, pero no impasible, comunica a éste el dibujo de esta imagen”. (4) Lacan recuerda que fue Freud quien, primero, supo hacer un uso genial de la noción de imagen. Este último mostró esa función al descubrir en la experiencia el proceso de la identificación. Un hombre puede desarrollar, por ejemplo, una identificación parental y, así, transmitir en su conducta no solo los rasgos que dan cuenta de la forma particular de sus relaciones humanas sino también la situación actual en la que se hallaba en ese momento el progenitor con quien se identificó. Debido al hecho de que el sujeto desconoce la imagen que presenta con su conducta, la tarea del analista consiste en hacer que el sujeto se anoticie de ella. (5)
Lacan concluye de lo anterior que la personalidad de un hombre refleja las identificaciones que ha realizado en su vida. El comportamiento individual lleva la marca de relaciones psíquicas típicas en las que se expresa una estructura social. (6) Dichas relaciones psíquicas fundamentales han sido definidas “complejos” y por esta vía “se instauran en el psiquismo las imágenes que informan a las unidades más vastas del comportamiento, imágenes con las que el sujeto se identifica una y otra vez para representar, actor único, el drama de sus conflictos”. (7) El título del escrito “Más allá del principio de realidad” alude a la metapsicología freudiana, la cual Lacan critica. El “principio de realidad” freudiano no da cuenta del modo de estructuración del mundo. Pues la realidad se conforma del mismo modo que el yo, es decir, a partir de la serie de identificaciones imaginarias constituidas.
En el Seminario 1 Lacan vuelve sobre algunos de estos planteos. Establece que la relación hablada, flotante, con el analista tiende a producir en la imagen de sí del analizante variaciones suficientemente repetidas, suficientemente amplias, aun cuando sean infinitesimales y limitadas, como para que el sujeto perciba las imágenes cautivantes que se encuentran en la base de la constitución de su yo. (8) Ubica que la primera fase del análisis consiste en el paso de lo que del yo le es desconocido al sujeto. (9) Se trata de realizar “el número de vueltas necesarias para que aparezcan los objetos del sujeto, y para que su historia imaginaria sea completada”. (10) En el Seminario 2 Lacan dice “Hay una inercia de lo imaginario que vemos intervenir en el discurso del sujeto, inercia que enturbia este discurso y hace que no me dé cuenta de que, cuando le deseo el bien a alguien, le deseo el mal, cuando lo amo, es a mí mismo a quien amo, o cuando creo amarme, en ese preciso momento amo a otro”. (11) Ahora bien, a lo planteado en los inicios, Lacan agrega que “una vez nombrados y reintegrados los deseos sucesivos, tensionarios, suspendidos, angustiantes del sujeto, sin embargo, no todo está terminado”. (12) E indica que lo imaginario “debe trasladarse al sistema completado de los símbolos. Así lo exige la salida del análisis”. (13)
Lacan elabora su teoría del “estadio del espejo” a partir de una relectura del concepto freudiano de “narcisismo”, cuya elaboración comienza en el texto “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de Demencia paranoides escrito autobiográficamente” y culmina en “Introducción del narcisismo”, cuando el narcisismo queda incluido en la teoría libidinal. Freud pudo demostrar que el ser hablante no nace con un yo. El mismo se constituye, al igual que el cuerpo y la realidad. Retomando estos planteos, Lacan expone “Una unidad comparable al yo no existe en el origen, nicht von Anfang , no está presente desde el comienzo en el individuo, y el Ich debe desarrollarse, entwickeln werden . En cambio, las pulsiones autoeróticas están allí desde el comienzo”. (14) Se trata de tiempos lógicos. Durante el autoerotismo las pulsiones parciales se satisfacen de forma autárquica en las zonas erógenas del cuerpo. En una etapa posterior, y antes de pasar a la elección de objeto en una persona ajena, el sujeto se toma a sí mismo como objeto de amor. El yo es el primer objeto. Se constituye en la fase del narcisismo, momento en el cual las pulsiones se unifican como anhelo de unidad. El narcisismo comprende “una nueva acción psíquica” (15) que Lacan sitúa en términos de identificación imaginaria.
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