Y lo más real de todo fue cuando sonó el teléfono: mi amiga Kitty, una experta en saltarse todos mis intentos de aislarme cuando estoy en crisis. Nos conocimos en el mundo corporativo, y es una de las personas más resilientes que conozco. Al atender, ni siquiera me dijo hola; directamente arrancó indignada diciendo: “No me vas a pedir que haga de cuenta que no está pasando nada, ¿no?”.
EL CHICO OSTRA
30 DE SEPTIEMBRE DE 2017
HASTA ESE MOMENTO había pensado en que la casualidad y mi insistencia me habían llevado a encontrarme finalmente con el diagnóstico. Empezaba a sentir náuseas, no de las de mis jaquecas, sino de las de darse cuenta de que la situación era riesgosa, que llegué hasta aquí por la gravedad de mis síntomas y que Milan de algún modo se dio cuenta de que algo de esto pasaba. En ese sentido tan inocente de la espiritualidad, quería agradecerle a la sincronía por haberme traído hasta aquí. Ahora, con los hechos, empezaba a darme cuenta de que tenía que agradecerle a Milan por haber hecho uno más uno , justo a tiempo.
Vuelvo en mi mente sobre la idea de que una de las capas destinadas a proteger a mi cerebro había creado esta especie de callo, una perla dentro de la valva.
Imagino al tumor como una perla, algo que lastimaba la superficie suave de la ostra y que para evitar que haga daño empieza a cubrirlo capa sobre capa hasta que se forma este cuerpo voluminoso de una textura diferente. Mi cuerpo lo cubrió con una capa de denso fluido cerebroespinal protegiendo los tejidos delicados en los que anida mi mente.
Los meningiomas están hechos mayormente de células inmunes. El cuerpo se está defendiendo de algo: una lesión, una inflamación, un virus, la ciencia hoy supone y sabe poco. En vez de hacerlo desaparecer, lo encapsula con millones y millones de glóbulos blancos hasta empezar a originar este cuerpo extraño. Si me detengo a pensarlo, podría verlo tanto como una autoagresión o como un gesto de cuidado.
Me vienen a la mente cantidad de personas a las que acompañé desde que recibieron su diagnóstico. A algunas para poder aceptar lo que significaba, a otras para acompañar el proceso del tratamiento médico, o decidir sobre ello. Si estuviese transitando este proceso con un consultante, lo invitaría a mantenerse en la dualidad, a no querer crear una narración al respecto de la posible causa, a no querer aprehender lo que está pasando a través de una suposición, simplemente navegarlo con el corazón abierto. Yo no soy mi consultante, y ser compasivo conmigo mismo en este instante es un trabajo difícil.
Por primera vez en una semana, me detengo a observar mi respiración, a tratar de salir de mi mente cognitiva, esa que prevé escenarios, que te prepara para la batalla. Aquí la guerra parece que va a ser larga, y quiero poder atravesarla con la cabeza abierta. Al pensar esto, mi cara se retuerce instintivamente en una mueca, porque justamente eso es lo que iba a pasar tarde o temprano: sí, me iban a abrir la cabeza para sacar la perla de la ostra.
TU PERLA
NO SÉ cómo es tu vida, ni sé por lo que estás pasando. Pienso en la confusión, en el miedo, en las suposiciones… en la búsqueda de sentido.
Hay un momento en el que todo cambia, en el que sientes que el equilibrio que creaste se desordena. A veces lo hace de forma ruidosa, y cuando vuelves a mirar no puedes reconocer nada, ya nada resulta familiar.
Esa es una oportunidad para pararte enfrente de lo que estás viviendo y tratar de no analizar nada.
Parece el consejo más ridículo que pueda darte, lo sé. La mente tiende naturalmente a generar escenarios y analizarlos, para ver cómo seguir navegando esto sin detenerse.
Quizá es momento de parar, de parar la cabeza y absorber la experiencia que estés viviendo. Repito, no tengo idea de cuál es. En este diálogo, abriste el libro en esta página, yo puedo sentir lo que estás pasando, pero no llego a escuchar tu voz. No hables, respiremos juntos. Inhala hondo y dale espacio a lo que estés pasando. No importa mucho la causa, o lo que creas que es la causa, o lo que te parezca que puede haber sido el motivo que causó lo que estás viviendo. Date un respiro. No supongas.
Esto que estás pasando y viviendo como un daño que algo te está haciendo, o que tú mismo te estás haciendo, puede ser también visto como un gesto de autocuidado. Sí, te desafío a que lo contemples de las dos maneras y te convenzas de que puede ser de los dos modos.
A veces el autocuidado es excesivo, hiere y no cumple con su función; sin embargo, podemos procesarlo diferente si lo vemos como un gesto de amor hacia otros o hacia nosotros mismos. Algunas cosas nacen del miedo, y el miedo no es otra cosa que un elevado deseo de preservación frente a lo que sentimos como amenaza.
Si sientes que me pongo muy complicado, da vuelta la página. Pero quiero desafiarte con un pensamiento: ¿no sería esto también un acto de amor?
Cuando tengo que explicarles a mis alumnos la no-dualidad, me gusta poner esto como ejemplo: ¿la perla es una autoagresión de la ostra a sí misma o una forma de cuidarse de ese cuerpo extraño que no puede expulsar? La ostra no tiene manera de discernir sobre eso, solo hace lo que puede con lo que tiene. La dualidad existe en nuestra cabeza, cuando etiquetamos a las 5:45 de la mañana como noche y a las 5:46 como día porque el sol salió en el horizonte, sin embargo, desde tu ventana la luz no cambió lo que cambió fue únicamente lo que opinas sobre ella.
Todo puede ser visto como un acto de amor. Eso te digo, y vas a sentir que te van a dar ganas de decirle esto a aquel Lucas varias veces durante las próximas páginas. Para atravesar el caos y aprender todas sus lecciones, hay que amarlo, y hay que amarlo más que al orden, y ahí hay mucho por aprender. Demos vuelta la página, literalmente. Avancemos.
IMPOSTOR
1 DE OCTUBRE DE 2017
NO PUEDO DORMIR. No es el dolor de cabeza. Tengo el corazón en la garganta. Me levanté haciendo todo el silencio que pude y me vine a mi oficina con una taza de té verde. Sé que debería descansar, pero tengo la sensación de haberme fallado a mí mismo.
Siento que soy un fraude. ¿Cómo puede ser que alguien que se dedica a ayudar personas, a conservar la salud, la haya perdido de una manera tan flagrante? Pienso en mi alimentación, en mi meditación de todas las mañanas, en mi jugo de frutas, en mis frutos secos, en el no comer carne. ¿Dónde queda todo eso cuando pasa algo como esto?
Llevo muchísimo tiempo tratando de cuidarme de la mejor manera posible. Llevo más de una década privándome en pos de una salud más larga. Una parte de mi mente cree que si no lo hubiese hecho estaría peor que ahora. Y otra parte me dice que todo lo que he hecho es una terrible ridiculez y que me perdí de vivir un montón de cosas simplemente por hacer las cosas bien.
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