José Luis Gómez Urdáñez
Víctimas del absolutismo
Paradojas del poder en la España del siglo XVIII
Prólogo de Carlos Martínez Shaw
Colección PUNTO DE VISTA HISTORIA, 16
© Del texto, José Luis Gómez Urdáñez, 2020
© Del prólogo, Carlos Martínez Shaw, 2020
© De esta edición, Punto de Vista Editores, S. L., 2020
Todos los derechos reservados.
Primera edición: agosto, 2020
Publicado por Punto de Vista Editores
C/ Mesón de paredes, 73
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Coordinación editorial: Miguel S. Salas
Corrección: Luis Porras
Diseño de cubierta: Joaquín Gallego
Fotografía de cubierta: El coloso, de Goya y Lucientes, Francisco de (Seguidor de). 1818 – 1825. Óleo sobre lienzo, 116 x 105 cm. Madrid, Museo del Prado. © Archivo Fotográfico Museo Nacional del Prado
ISBN: 978-84-18322-15-0
Thema: NHD, NHTB, 1DSE, 3ML, 3MNBA
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Prólogo
1. Al lector de (buena) historia
2. Lo que vio Feijoo: la Política
La guerra de sucesión y los dos partidos políticos
Feijoo y Campomanes: el marco ideológico del siglo
Reformar… sin y con la nobleza
La utilidad, lo que Dios crio y lo que fabricaron los hombres
La monarquía, al lado de las reformas, y la oposición
Proteger y protegerse
El amigo Sarmiento y un brazo protector, los vizcaínos
Feijoo y Sarmiento toman partido
La francofobia de Feijoo y la reacción ensenadista
Silencio, pues ganó el bando contrario
El último tomo y la feliz revolución de Carlos III
3. La otra cara del «régimen que hay ahora»
El lado oscuro del despotismo ilustrado
Macanaz inaugura el siglo de la crueldad
La sociedad castigada
Reprimir motines, Granada y Caracas
La chusma y la esclavitud
El cruel antigitanismo hispano
El intento de extinción de los gitanos de 1749
4. El triunfo del despotismo ilustrado
Absolutismo y despotismo
La fábrica de la meritocracia, misión de Estado
De la gran abstracción política a la realidad
El giro político de 1759
El barullo: el conde de Aranda y el consejo de guerra contra el conde de Superunda
El ensenadista Superunda, fanático regalista
Un consejo de guerra más político que militar
Las tensiones políticas en la corte de los italianos
Su Excelencia, el presidente Aranda
La víctima, la pena y la deshonra
5. La Trinca en el poder, vencedores y vencidos
El motín contra Esquilache
El motín y los motines
Mandar es castigar
La víctima ejemplar, de nuevo Ensenada
El ensenadismo en la sombra
Gándara y Valdeflores, las penúltimas víctimas ensenadistas
6. Carlos III y el absolutismo ilustrado
Carlos III y sus ministros
La sangre real y el caso del infante don Luis
La familia, el cuarto del príncipe y la reacción
Los príncipes de Asturias y la conspiración de Aranda
El operista Niccolò Setaro, primera víctima de la reacción antilustrada
Setaro en Bilbao, sin la protección de Aranda
La integración de los gitanos
La difícil aplicación de la Pragmática de 1783 y las excepciones
7. Olavide, el castigo ejemplar que lo apruebe el rey
La Inquisición al servicio de la lucha política
El libertino ilustrado
Las Nuevas Poblaciones, la obra ilustrada del siglo
La fabricación política del hereje
La Inquisición, arma política de la venganza
La pena y el desengaño: Olavide católico
Olavide en Francia
El Evangelio en triunfo: ni desengaño, ni arrepentimiento
8. Vísperas del 2 de mayo
«La Trinidad en la tierra»
El último fracaso: Floridablanca encarcelado y Aranda desterrado
La irresistible ascensión de Godoy y la víctima universitaria, Ramón Salas
Las reformas ilustradas y la crisis económica
El Generalísimo
La última paradoja: la caída de la monarquía
Las últimas víctimas, Jovellanos, Cabarrús… y los «desventurados padres»
Bibliografía
Sobre el autor
No nos detendremos en presentar a José Luis Gómez Urdáñez, autor de varios libros y numerosos artículos imprescindibles para conocer la España del siglo XVIII. Solo diremos que, después de una serie tan extensa de incursiones en el mundo del Setecientos español, que le han dado un conocimiento realmente enciclopédico de la época y de sus protagonistas, individuales y colectivos, no podía extrañarnos que el catedrático de La Rioja ampliase aún más su campo de estudio, y nos ofreciese otra asombrosa muestra de su saber y de su penetración para explicarnos el complicado universo de aquella España absolutista e ilustrada.
El siglo XVIII había pasado de ser una época muy ignorada y muy denostada (recuérdense las descalificaciones de Marcelino Menéndez y Pelayo, y José Ortega y Gasset) a ganarse la gloria de una narrativa altamente elogiosa que la convertía en un momento cenital de la historia de España, bañado por las Luces de la modernización y el progreso.
Sin embargo, la incansable Clío quería dejar las cosas en su justo medio, ofreciendo no un frío eclecticismo, sino una imagen más rica, pero al mismo tiempo más matizada del siglo. Lo primero fue desvelar que el despotismo ilustrado tenía unas características muy especiales: era un absolutismo tardío, un proyecto reformista que pretendía la modernización de la economía, las relaciones sociales, la vida política y la actividad cultural. Pero, también pretendía dejar intactas las bases tradicionales: la figura del rey era intocable y estaba colocada en el vértice del plan de reforma, la aristocracia y el clero debían mantenerse en lo alto de la pirámide de la sociedad estamental, las intervenciones en la economía debían limitarse a la introducción de los avances técnicos sin poner en riesgo las estructuras fundamentales que sustentaban la prosperidad de los privilegiados, la cultura debía ser dirigida directa o indirectamente por el Estado, que controlaba las iniciativas surgidas de otros ámbitos mediante la censura o la condena. En otras palabras, el proceso de modernización tenía unos límites precisos que no podían franquearse, como demuestra el fracaso sucesivo de los proyectos más ambiciosos: la Única Contribución, las Nuevas Poblaciones, la Ley Agraria.
De cualquier forma, el balance resultaba positivo hacia 1790. Se había producido una racionalización administrativa, se podía constatar un crecimiento en todos los sectores de la economía, se advertía un aumento de la movilidad social, se había abierto paso entre un público relativamente amplio un interés generalizado por el progreso (sobre todo, en los Consulados y en las Sociedades Económicas de Amigos del País), se habían conseguido grandes logros en el campo de la cultura (las academias, los centros de investigación, las ciencias y las artes, la literatura y la música), donde se llegaría a contar con nombres muy ilustres, sobre todo a medida que se acababa el siglo: Alejandro Malaspina, Leandro Fernández de Moratín, Juan de Villanueva, Luigi Boccherini, Francisco de Goya, entre otros.
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