Retrato del marqués de la Ensenada.
Copia inspirada en la obra de Jacopo Amigoni. Museo de la Rioja.
El marqués de la ensenada
El secretario de todo
José Luis Gómez Urdáñez
Prólogo de Carlos Martínez Shaw
ISBN: 978-84-16876-06-8
© Del texto, José Luis Gómez Urdáñez, 2017
© Del prólogo, Carlos Martínez Shaw, 2017
De esta edición, Punto de Vista Editores, S. L., 2017
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Diseño de cubierta: Joaquín Gallego
Fotografía de cubierta: retrato del marqués de la Ensenada.
Copia inspirada en la obra de Jacopo Amigoni. Museo de la Rioja.
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Sobre el autor
José Luis Gómez Urdáñez(Murillo de Río Leza, La Rioja, 1953) es catedrático de Historia Moderna de la Universidad de La Rioja e investigador titular del Instituto universitario Feijoo de estudios del siglo XVIII (Universidad de Oviedo). Experto en la figura de Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, ha publicado, entre otros, los libros El proyecto reformista de Ensenada (Lleida, 1996) y Fernando VI (Madrid, 2001). Es autor de numerosos trabajos sobre Olavide, Jorge Juan, Aranda, Superunda y Feijoo y otros personajes de la historia del Siglo de las Luces. Sus publicaciones y actividades pueden seguirse a través de la web: www.gomezurdanez.comA finales de 2016 ha sido nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Índice
Prólogo, por Carlos Martínez Shaw
Introducción
1. El estadista ante la historia
2. De los arsenales a los palacios reales
3. Ganarse al Rey… y a la Reina
4. Las hechuras zenonicias y el partido ensenadista
5. La guerra sorda y el rearme naval ensenadista
6. El fundamento de todo es el dinero
7. Mano dura y «cuerda tirante»: la cara más cruel del déspota
8. Todo o nada. De la cima del poder al destierro
9. Poder sin poder, o la placidez de la espera
10. Desterrado y «afectando jocosidades». La declinación del ensenadismo
Bibliografía
A mi mujer Ana y a mis hijos Luis y Miguel.
De profundis cordis.
Prólogo
José Luis Gómez Urdáñez venía cercando al marqués de la Ensenada desde hace años, ya sea con su propia flota (sus libros sobre El proyecto reformista de Ensenada de 1996 y sobre Fernando vi de 2001 y sus cada vez más numerosos artículos sobre los personajes de su entorno), ya sea con escuadras salidas de sus arsenales de la Universidad de la Rioja, como las capitaneadas por Cristina González Caizán (La red política del marqués de la Ensenada, de 2004) o por Diego Téllez Alarcia (Don Ricardo Wall. Aut Caesar aut nullus, de 2008), ya sea finalmente con algunos otros barcos navegando con registros sueltos por los mares de las revistas especializadas. Así que ya había llegado la hora de capturar a la presa principal de la operación, es decir de acometer la biografía del propio Don Zenón de Somodevilla.
Y el catedrático y académico riojano lo ha hecho a su muy personal estilo, en una obra al mismo tiempo erudita y desenfadada, profunda en la atención a las graves cuestiones de la vida política del momento y ligera con aire minué a la hora de referir las mil y una vicisitudes de las relaciones personales mantenidas por el ministro con su entorno de secretarios, funcionarios, cortesanos amigos e incluso enemigos, o de pintar al pastel la vida cotidiana de su biografiado cuando se entregaba a sus celebradas cenas madrileñas o a sus musicales paseos en Aranjuez, antes de procurarse dorados exilios en Granada, El Puerto de Santa María o Medina del Campo cuando sus enconados rivales le ganaron la partida y perdió el favor real.
Así, encontramos primero lo que se esperaba: una valoración de su obra de gobierno en aquellos terrenos que fueron objeto privilegiado de su atención desde los múltiples ministerios desempeñados como «secretario de todo»: marina y hacienda en primer lugar. Ahora bien, el repaso que se hace a su actuación estelar en estos ramos no resulta una síntesis ecléctica al uso, sino una solvente disección sostenida por el dominio de las fuentes originales, entre las que destacan las obtenidas de las correspondencias oficiales y privadas del ministro o intercambiadas entre los personajes que le rodearon tanto amigos como enemigos. Y así se dedica un capítulo entero a su labor en el ámbito de la Armada, quizás el más conocido desde la obra de Cesáreo Fernández Duro (con su famoso vítor de «Paso al Genio»): promulgación de las ordenanzas de Marina y de Bosques, imposición de la Matrícula de Mar, espionaje industrial confiado a los dos grandes marinos y científicos Jorge Juan y Antonio de Ulloa, atención a la formación de oficiales en la Academia de Guardiamarinas, impulso a la construcción naval (mediante el recurso al «sistema inglés», luego adaptado a las necesidades españolas), todo un completo programa que llegaría a concitar la alarma de las autoridades inglesas y el llamamiento a derribar por todos los medios al entregado ministro.
Porque, en efecto, Ensenada se volcó a fondo en sus proyectos, empleando una asombrosa energía en llevar a cabo sus propósitos contra el viento de los rivales y la marea de la desidia administrativa. Así lo hemos visto en el caso de la Armada, pero lo podemos corroborar en el establecimiento del Real Giro, el banco oficial para los pagos exteriores, y sobre todo, de una forma ejemplar, en su lucha por la implantación del catastro, que si bien no alcanzó su objetivo, sí que pudo legarnos una radiografía completa de la economía y de la distribución de la riqueza en las provincias castellanas a la altura de mediados de siglo, gracias a una titánica empresa que todavía hoy causa perplejidad y admiración por su enorme envergadura y por el sobrehumano esfuerzo que supuso la realización de la magna encuesta, tal como se puede contrastar a partir de la ingente documentación conservada en los archivos, aunque al final se topara, como en otros casos, con la enemiga de los que se sentían perjudicados por el sistema fiscal al que debía servir de base, la Única Contribución. En cualquier caso, la descripción del proceso que se realiza en el libro mantiene al lector en suspenso por la insólita capacidad del autor de hacernos algo así como copartícipes de la empresa doscientos cincuenta años después.
El proyecto político de Ensenada superó la cárcel de papel en que pudo haber quedado prisionero gracias a la implementación de un complejo entramado de apoyos y de connivencias, fundamentado casi siempre en la conformidad de sus colaboradores con el mismo, es decir en la coincidencia ideológica, y a veces, inevitablemente, también en la lógica egoísta de la autopromoción personal. Esta red, pacientemente tejida por el ministro, es lo que el autor ha definido acertadamente como el «partido ensenadista», integrado por personajes que ocupaban cargos oficiales, altos o no tan altos, o por otros amigos que podían hacer valer la influencia de su pluma o de sus relaciones. La descripción de la compleja articulación de este círculo que se disponía en torno a Ensenada pero cuyos componentes mantenían conexiones asimétricas con el núcleo central encarnado por el maestro del juego, es uno de los mayores logros del libro, pues dar una visión segura implica conocer íntimamente a cada una de las piezas y el papel que respectivamente desempeñaron en cada momento, en cada coyuntura.
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