John Norman - Los nómadas de Gor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Norman - Los nómadas de Gor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los nómadas de Gor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los nómadas de Gor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El terráqueo Tarl Cabot, ahora guerrero de la Contratierra, se aleja de los Montes Sardos llevando la misión de recuperar un misterioso objeto, fundamental para los destinos de los reyes sacerdotes. Los nómadas de Gor, los salvajes y peligrosos pueblos de las Carretas, conservan ese objeto.
Tarl Cabot, solo, intentará rescatarlo.

Los nómadas de Gor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los nómadas de Gor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Sí, amo.

—¿Qué es lo que eres?

—Una esclava —dijo amargamente, sin levantar la cabeza.

—Sírveme vino.

Así lo hizo, arrodillándose ante mí, manteniendo la mirada fija en el suelo, mientras me pasaba el cráter de vino de borde rojo, el del amo, tal y como había visto hacer a Aphris sirviendo a Kamchak. Bebí, y una vez que hube acabado de hacerlo, puse el cráter a un lado y la miré.

—¿Por qué lo has hecho, Elizabeth?

Ella se mantenía en actitud hosca.

—Soy Vella —me dijo—, una esclava goreana.

—Elizabeth...

—¡No, Vella! —dijo con enfado.

—Vella —repuse mostrando mi acuerdo.

Ella levantó la mirada. Nuestros ojos se encontraron, y estuvimos mirándonos durante un largo rato. Finalmente sonrió, y volvió a clavar la vista en el suelo.

—Por lo que parece —dije—, esta noche no iré al carro público de esclavas.

Elizabeth levantó la mirada tímidamente:

—No, parece que no, amo.

—Eres una zorra, Vella.

Se encogió de hombros. Seguía arrodillada frente a mí, en la posición de la esclava de placer, y se desperezó indolentemente, con una gracia muy felina; levantó sus manos por detrás del cuello y echó su cabello suelto hacia delante. Permaneció arrodillada así durante un lánguido momento, con las manos sobre la cabeza sujetando su melena, sus ojos fijos en mí.

—¿Piensas que las chicas del vagón público son tan bonitas como Vella?

—No —respondí—, no lo son.

—¿Y son tan deseables como Vella?

—No, ninguna de ellas es tan deseable como Vella.

Cuando hube dicho esto, con la espalda todavía arqueada, volvió débilmente la cabeza hacia un lado, con los ojos cerrados, y luego los abrió, mientras con las manos se iba echando el cabello hacia atrás. Finalmente, con un pequeño movimiento de cabeza, repartió su peinado adecuadamente.

—Por lo visto —dije—, Vella desea gustar a su amo.

—No —respondió la chica—. Vella odia a su amo —simuló furia en sus ojos—. La ha humillado. La ha desnudado y le ha puesto el collar de una esclava.

—Naturalmente.

—Además, quizás la fuerce a complacerle. Después de todo, sólo es una esclava.

Me eché a reír.

—Dicen que Vella, aunque ella quizás no lo sepa, está ansiosa por ser una esclava, la esclava total de un hombre..., aunque solamente sea por una hora.

—Eso me suena a teoría estúpida —dije entre risas y dándome palmadas en la rodilla.

—Quizás lo sea —dijo la muchacha encogiéndose de hombros—, pero Vella no lo sabe.

—Probablemente lo averiguará pronto.

—Sí, es posible —sonrió.

—Esclava, ¿estás preparada para darle placer a tu amo?

—¿Tengo alguna otra elección?

—Ninguna.

—Entonces —dijo resignada—, supongo que estoy preparada.

Volví a reír.

Elizabeth me miraba, sonriente. De pronto, puso la cabeza contra la alfombra, justo delante de mí, y oí que decía en un suspiro:

—Vella sólo pide que la dejen temblar y obedecer.

Me levanté y la hice levantarse entre risas.

Ella también reía, mientras permanecía en pie, cerca de mí, con los ojos brillantes. Podía sentir su respiración en mi cara.

—Creo que ahora voy a hacer algo contigo —dije.

Me miró con resignación, y bajó la cabeza.

—¿Cuál será la suerte de tu bella y civilizada esclava? —preguntó.

—El saco de estiércol.

—¡No! —gritó asustada—. ¡No! ¡Haré lo que quieras antes que eso! ¡Lo que quieras!

—¿Lo que quiera? —pregunté entre risas.

—Sí —dijo levantando la mirada y sonriendo—, lo que quieras.

—Muy bien, pues, Vella. Solamente te daré una oportunidad, y si me complaces, esa suerte que parece atemorizarte tanto no será la que merecerás..., al menos por esta noche.

—Vella te complacerá —dijo con aparente sinceridad.

—Muy bien: hazlo.

En aquel momento, recordé cómo se había comportado conmigo hacía un rato. Pensé que era conveniente darle a probar a la joven americana un poco de su propia medicina.

Elizabeth me miraba, sorprendida. Finalmente sonrió:

—Ahora te demostraré que conozco bien el significado de mi collar, amo.

Me besó, de pronto. Fue un beso profundo y húmedo, si bien demasiado breve.

—¡Ahí lo tienes! —dijo riendo—. ¡El beso de una esclava tuchuk!

Sin dejar de reír se volvió, y mirándome por encima del hombro dijo:

—Puedo hacerlo bastante bien, ¿no te parece?

No contesté.

—Supongo que mi amo tendrá suficiente con un beso —dijo en broma.

Estaba bastante embravecido, y mis instintos se habían despertado.

—Las muchachas del carro público —dije— sí que saben cómo besar de verdad.

—¿Ah sí?

—Sí. No son secretarias que pretenden haberse convertido en esclavas.

Sus ojos centellearon al volverse para mirarme.

—¡Prueba esto! —dijo acercándose.

Ahora sus labios se rezagaron en los míos, mientras sujetaba mi cabeza con sus pequeñas manos. El contacto se prolongó, y fue tibio, húmedo. Nuestras respiraciones se mezclaron y saborearon ese momento.

Mis manos sujetaban su esbelta cintura.

—No está mal —dije cuando retiró sus labios.

—¿Que no ha estado mal? —gritó.

Entonces me besó apasionadamente, durante un largo rato, y cada vez con mayor determinación. Primero lo hizo con sutileza, después con ansiedad, luego con dureza, para terminar bajando la cabeza.

Levanté su barbilla con el dedo. Me miró con expresión de enfado.

—Supongo que debería haberte dicho —comenté—, que una mujer sólo besa bien cuando está completamente despierta, después de por lo menos medio ahn, cuando está desvalida y complaciente.

Me miró, airada, y se volvió.

—Eres una bestia, Tarl Cabot —dijo mirándome desde el otro lado de la habitación, con la sonrisa en la boca.

—Tú también eres una bestia —me reí—. Una bestia muy bella, que incluso lleva collar.

—Te quiero, Tarl Cabot.

—Ponte las Sedas del Placer, pequeña bestia, y ven a mis brazos.

El resplandor de un desafío cruzó de pronto sus ojos. Parecía trastornada por la excitación.

—Aunque sea de la Tierra, intenta usarme como a una esclava.

—Si así lo deseas... —dije sonriendo.

—Te demostraré que tus teorías son falsas.

Me encogí de hombros.

—Te demostraré —continuó diciendo— que no se puede invadir a una mujer.

—Me estás tentando a hacerlo.

—Yo te quiero, pero aun así, no serás capaz de invadirme, pues eso es algo que yo no permitiré... ¡No lo permitiré, aunque te quiera!

—Si de verdad me quieres, quizás no desee conquistarte.

—Pero Kamchak, que es un tipo generoso, me hizo venir aquí para que tú me enseñaras a ser una hembra, para que me hicieras esclava, ¿no es así?

—Sí, así lo creo.

—Y eso, en su opinión, y quizás también en la tuya, ¿no es conveniente para mí?

—Quizás, pero no estoy demasiado seguro. Todas estas cuestiones son muy complicadas.

—Bien —dijo Elizabeth entre risas—, ¡voy a demostrar que ambos os equivocáis!

—De acuerdo. Veremos quién tiene razón.

—Pero tú debes prometerme que de verdad intentarás convertirme totalmente en esclava..., aunque sólo sea por un momento.

—De acuerdo.

—La apuesta es la siguiente: mi libertad...

—¿Sí?

—¡Contra la tuya! —exclamó antes de echarse a reír.

—No te entiendo.

—Si pierdes, durante una semana, y en la intimidad de este carro, en donde nadie puede verte, serás mi esclavo. Es decir, que llevarás collar, me servirás y harás lo que yo desee, sea lo que sea.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los nómadas de Gor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los nómadas de Gor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los nómadas de Gor»

Обсуждение, отзывы о книге «Los nómadas de Gor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x