John Norman - Los nómadas de Gor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Norman - Los nómadas de Gor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los nómadas de Gor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los nómadas de Gor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El terráqueo Tarl Cabot, ahora guerrero de la Contratierra, se aleja de los Montes Sardos llevando la misión de recuperar un misterioso objeto, fundamental para los destinos de los reyes sacerdotes. Los nómadas de Gor, los salvajes y peligrosos pueblos de las Carretas, conservan ese objeto.
Tarl Cabot, solo, intentará rescatarlo.

Los nómadas de Gor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los nómadas de Gor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Para beber vino. Ya te lo he dicho.

Elizabeth bajó los ojos.

Los dos permanecimos en silencio durante un rato. Luego, ella fue la primera en hablar:

—Me alegro de que éste sea tu carro.

La miré y sonreí, para luego volver a fijar la vista en el suelo, perdido en mis pensamientos.

Pensaba en qué iba a ser de la señorita Cardwell. Cualquiera que la encontrase pensaría que no era más que una bella forastera, destinada por su sangre y desde su nacimiento a que le rodearan el cuello con el collar de un amo. Se convertiría en una criatura demasiado vulnerable. Sin un defensor se quedaría completamente desamparada. Ni siquiera las mujeres goreanas tienen demasiadas posibilidades de escapar al hierro candente, a la cadena y al collar cuando están fuera de su ciudad y sin defensor. Tarde o temprano alguien las hará esclavas, y eso si sobreviven a los peligros de la naturaleza. Incluso los campesinos se adueñan de esta clase de mujeres, y las emplean en las labores del campo hasta que pase por el lugar un traficante de esclavos que les pague algo por ellas. Sí, la señorita Cardwell necesitaría de un protector, de un defensor, y resultaba que a la mañana siguiente yo tenía muchas posibilidades de morir en las murallas del recinto de Saphrar. ¿Qué suerte iba a correr en tal caso ella? Pero por otro lado no podía olvidar mi misión, y sabía que un guerrero no puede permitirse cargar con una mujer, y particularmente con una mujer libre. Se dice que el guerrero que lo haga está condenado al peligro. Me dije a mí mismo que habría sido mejor que Kamchak no me hubiese dado la chica.

Mis reflexiones se vieron interrumpidas por la voz de Elizabeth.

—Me sorprende que Kamchak no me haya vendido.

—Quizás debería haberlo hecho.

—Sí, quizás sí —admitió sonriendo. Tomó un sorbo de vino y añadió—: Tarl Cabot, ¿te puedo hacer una pregunta?

—¿Cuál?

—¿Por qué no me ha vendido Kamchak?

—No lo sé.

—¿Por qué me ha metido en tu carro?

—La verdad, Elizabeth, no puedo decírtelo con seguridad.

Era una pregunta que yo también me hacía. Pero en todo lo que había vivido últimamente había muchas cosas que me parecían confusas. Pensé en Gor, y en Kamchak, y en la manera de comportarse, en las costumbres de los tuchuks, tan diferentes de las mías, y de las de Elizabeth Cardwell.

Pensé también en la razón que podía haber llevado a Kamchak a ponerle el anillo tuchuk y marcarla, y a ponerle el collar y vestirla como una Kajira cubierta. ¿Sería realmente porque Elizabeth le había hecho enfurecer? ¿No existiría otra razón? Y, en todo caso, ¿por qué la había sometido, de manera quizás cruel y en mi presencia, a la Caricia del Látigo? Yo creía que se preocupaba por ella, pero ahora me la daba a mí, cuando podía ofrecerla a otros comandantes. Kamchak había dicho que apreciaba a Elizabeth. Y yo sabía que el Ubar de los tuchuks era mi amigo. Entonces, ¿por qué lo había hecho? ¿Por mí? ¿O también por ella? Y en tal caso, ¿por qué?

Elizabeth terminó el contenido de su cuenco. Se levantó para limpiar el vaso, y lo volvió a colocar en su sitio. Ahora estaba arrodillada al otro lado del carro y se desataba la Koora. Sacudió la cabeza para que el cabello se le soltara completamente. Se miró en el espejo moviendo la cabeza en varias posiciones. Yo la miraba, divertido, porque comprendía que estaba investigando la manera de sacarle partido al anillo de su nariz. Un momento después empezó a peinarse su larga cabellera, arrodillada, con el cuerpo muy erguido, como lo haría una verdadera chica goreana. Kamchak nunca le había permitido que se cortara el cabello. Ahora que era libre, suponía que no tardaría en cortárselo. Y yo lo lamentaría, porque siempre he pensado que las largas melenas son algo muy bello en las mujeres.

Mientras se peinaba, no dejaba de mirarla. Al terminar puso el peine a un lado y volvió a atarse la Koora para que le mantuviese el cabello atrás. Luego siguió mirándose en el espejo de bronce, moviendo delicadamente la cabeza.

De pronto, me pareció entender a Kamchak. Sí, realmente apreciaba a la pequeña salvaje.

—¡Elizabeth!

—¿Sí? —respondió bajando el espejo.

—Creo que ya comprendo la razón por la que Kamchak te ha metido en mi carro..., aunque supongo que también pensó que me convenía disponer de alguien para que se ocupase de él.

—Me alegro de que pensase en mí como la apropiada para ser tu esclava —dijo Elizabeth sonriendo.

—¿Cómo dices? —pregunté sorprendido.

—¡Claro! ¿No lo entiendes? —explicó volviendo a mirarse en el espejo—. ¿Quién más habría cometido la estupidez de liberarme?

—Claro, eso es verdad —admití.

Permanecí callado durante un rato.

Finalmente, Elizabeth bajó el espejo que sostenía y se volvió hacia mí, con expresión curiosa:

—¿Por qué crees que lo ha hecho?

—Según los mitos de este planeta, solamente la mujer que ha sido una esclava total, puede ser libre de verdad.

—No estoy segura de entender el significado de lo que estás diciendo.

—Creo que no tiene nada que ver con saber qué mujer es realmente esclava o libre, y tampoco está relacionado con la simplicidad de las cadenas, el collar o el hierro candente.

—¿Entonces?

—Según creo, lo que en verdad significa este mito es que solamente la mujer que se ha entregado totalmente, y que pueda hacerlo, que pueda abandonarse a las caricias de un hombre, solamente esa mujer puede ser realmente una mujer, y por tanto, al ser lo que es, se convierte en un ser libre.

—No puedo aceptar esta teoría —dijo Elizabeth sonriendo—. Yo ya soy libre, en este momento.

—Ya te he dicho que no tenía nada que ver con las cadenas, ni con los collares.

—No es más que una teoría absurda.

—Sí —dije bajando la mirada—, supongo que sí.

—Una mujer que se entregase totalmente a un hombre, que se rindiese a él, no me merecería demasiado respeto.

—Te equivocas.

—Las mujeres son personas, y lo son tanto como los hombres. Mujeres y hombres son iguales.

—Me parece que estamos hablando de cosas diferentes —señalé.

—Quizás sí.

—En nuestro mundo se habla mucho de las personas, y muy poco de hombres y mujeres. Y a los hombres se les enseña que deben ser hombres y a las mujeres que no deben ser mujeres.

—Esto que dices es una tontería, un absurdo —dijo Elizabeth.

—No me refiero a las palabras que usan, o cómo en la Tierra hablan de esas cosas. Me refiero a lo que nadie dice, algo que está implícito en nuestras conversaciones, en lo que se nos enseña. ¿Qué pensarías si te digo que las leyes de la naturaleza y de la sangre son más básicas, más primitivas y esenciales que las convenciones y enseñanzas de la sociedad? ¿Qué pensarías si te dijese que todos esos viejos secretos, todas esas viejas verdades, yacen ocultos, u olvidados, o subvertidos, bajo los requerimientos de una sociedad concebida en términos de unidades de trabajo intercambiables, de unidades a las que se les asigna una tarea técnica funcional y asexuada?

—Pero, ¿cuál es esa sociedad?

—¿Acaso no la reconoces? —le pregunté.

—No, creo que no.

—Nuestra Tierra, Elizabeth.

—Las mujeres no queremos que los hombres nos sometan, ni que nos dominen, ni que nos brutalicen.

—Estamos hablando de cosas diferentes.

—Quizás sí —admitió.

—No existe mujer más libre, más fuerte y más bella que la Compañera Libre goreana. Compara a una de ellas con las mujeres características de la Tierra.

—Las mujeres tuchuks llevan una existencia miserable.

—En las ciudades se consideraría que muy pocas de entre ellas son Compañeras Libres.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los nómadas de Gor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los nómadas de Gor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los nómadas de Gor»

Обсуждение, отзывы о книге «Los nómadas de Gor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x