John Norman - Los nómadas de Gor
Здесь есть возможность читать онлайн «John Norman - Los nómadas de Gor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Los nómadas de Gor
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Los nómadas de Gor: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los nómadas de Gor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Tarl Cabot, solo, intentará rescatarlo.
Los nómadas de Gor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los nómadas de Gor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Dentro del recinto, a un lado, estaba el carro de esclavos. Habían desuncido a los boskos para llevarlos a alguna parte. El carro estaba abierto, y se podía ir para comprar botellas de Paga, si así se deseaba.
—Hay sed —dijo Kamchak.
—Iré a comprar una botella de Paga —dije.
Kamchak se encogió de hombros. Después de todo, él había comprado las entradas.
Cuando volví con la botella, tuve que pasar por encima de numerosas filas de tuchuks sentados en el suelo, y un par de ellos se llevaron un pisotón. Afortunadamente, mi torpeza no fue considerada un desafío. Uno de los que sufrieron mis pisadas fue lo suficientemente educado para decirme: “Perdóname por sentarme por donde tú pasas”. A la manera tuchuk, tuve que asegurarle que no me había ofendido, y al final, sudoroso, llegué al lugar que antes ocupaba sano y salvo. Kamchak había obtenido asientos bastante buenos gracias al método tuchuk que consiste en encontrar dos individuos sentados uno cerca del otro para sentarse en medio, entre los dos. También había hecho sentar a Aphris a su derecha y a Elizabeth a la izquierda. Saqué el corcho del Paga con los dientes y se lo pasé a Kamchak por delante de Elizabeth, como indicaban las reglas de la cortesía. Faltaba alrededor de un tercio de la botella cuando Elizabeth, mareada sólo por el olor de ese brebaje, me la devolvió.
Oí dos chasquidos, y vi que Kamchak acababa de colocar la traba a Aphris. Esa traba de esclava consiste en dos pulseras que se cierran en torno a una muñeca y a un tobillo, y que están unidas por una cadena de unos veinte centímetros. Si la muchacha es diestra, como era el caso de Aphris o Elizabeth, las pulseras o esposas se ponen en la muñeca derecha y en el tobillo izquierdo. La traba no es demasiado incómoda para una chica arrodillada en cualquiera de las posturas tradicionales de las mujeres goreanas libres o esclavas. A pesar de esa cadena, Aphris, vestida con su camisk amarillo, con la negra melena cayéndole por detrás, miraba a su alrededor con gran atención e interés. Varios tuchuks la miraban con admiración. Naturalmente, las esclavas de Gor están acostumbradas a que los hombres las miren con descaro. Es más, lo esperan y les gusta que así sea. Me pareció divertido comprobar que Aphris no era ninguna excepción.
Elizabeth Cardwell también mantenía erguida la cabeza y el cuerpo, y obviamente sabía que era el blanco de una o dos miradas.
Me había llamado la atención que Kamchak, a pesar de que Aphris ya llevaba varios días en el carro, no llamara al Maestro de Hierro. Así, hasta ese momento Aphris de Turia no llevaba ninguna marca hecha con hierro candente, ni ningún anillo en la nariz. Todo eso me parecía muy interesante. También me había fijado en que, tras los primeros días, Kamchak apenas le había puesto la mano encima, aunque sí la pegó bastante fuerte en una ocasión, cuando Aphris tiró una copa. Y hacía un rato había podido comprobar que, a pesar de que Aphris era esclava desde hacía muy poco tiempo, Kamchak ya le permitía vestir el camisk. Sonreí para mis adentros, bebí un buen trago de Paga y me dije: “Así que es un tuchuk muy astuto, ¿eh? ¡Pues vaya!”.
Aphris, por su parte, parecía haberse quitado de la cabeza la idea de hundir una quiva en el corazón de Kamchak, a pesar de que esas armas seguían a la vista en el interior del carro. Quizás pensó que no era una acción demasiado atinada, pues aunque hubiese conseguido su propósito habría muerto después a manos de un miembro del Clan de los Torturadores, y no precisamente de forma plácida. Sí, realmente las consecuencias del asesinato de Kamchak no eran nada ventajosas. Por otro lado, debía temer que Kamchak se diese simplemente la vuelta y la agarrase. Después de todo es bastante difícil deslizarse para atacar silenciosamente a un hombre cuando se llevan las campanillas y el collar. Otra cosa que Aphris debía temer más que a la muerte era el saco de estiércol, y la perspectiva de pasar otra noche con la cabeza metida en él la hacía desistir de cualquier nueva tentativa. Decididamente, el saco de estiércol, como también lo demostraba Elizabeth, era un buen correctivo.
Recuerdo muy bien la mañana que siguió a la primera noche de Aphris como esclava de Kamchak. Ese día nos levantamos tarde. Kamchak, cuando logró incorporarse, se hizo traer un desayuno tardío que Elizabeth le sirvió con bastante lentitud. Cuando el guerrero acabó, salió al exterior y liberó a Aphris del saco de estiércol. Inmediatamente, la muchacha, con la cabeza en los pies de Kamchak, le rogó que la permitiera ir a buscar agua para los boskos. Aunque era pronto para decirlo, a todos nos pareció evidente que aquella encantadora turiana evitaría en la medida de lo posible volver a pasar la noche en similares condiciones.
—¿Dónde dormirás esta noche, esclava? —le había preguntado Kamchak.
—Si mi amo lo permite —contestó Aphris con una sumisión aparentemente sincera—, a sus pies.
Kamchak se echó a reír y dijo:
—¡Venga, levántate, perezosa! ¡Los boskos necesitan agua!
Aphris de Turia se había levantado con mirada agradecida. Enseguida cogió los cubos de piel y desapareció.
Me sacó de esos recuerdos el ruido de una cadena. Miré a Kamchak y vi que me tendía la otra traba.
—Pónsela a la bárbara.
Eso me sorprendió, y lo mismo le ocurrió a Elizabeth. ¿Por qué razón podía querer Kamchak que encadenara a su esclava? Elizabeth era suya, no mía. Encadenar con acero de esclava a una chica constituye una afirmación de propiedad, y es muy extraño que lo haga alguien diferente al amo.
Elizabeth seguía arrodillada, pero su postura era ahora mucho más tensa, y miraba fijamente hacia delante, respirando muy deprisa.
Me incliné y le tomé la muñeca derecha para ponérsela a la espalda; en esa posición le coloqué la primera esposa. Después tomé su tobillo izquierdo con mis manos y lo levanté un poco para deslizar la pulsera a su alrededor y cerrarla. Cuando lo hice se oyó un pequeño chasquido.
Los ojos de Elizabeth me miraban con timidez, asustados.
Guardé la llave en mi bolsillo y volví mi atención a la multitud. Kamchak rodeaba a Aphris con su brazo y decía:
—Dentro de muy poco rato verás lo que puede hacer una mujer de verdad.
—Será solamente una esclava, como yo —respondió Aphris.
Me volví hacia Elizabeth. Me miraba con una increíble cautela.
—¿Qué significado tiene que me hayas encadenado tú? —preguntó.
—Ninguno —respondí.
—A él le gusta —dijo bajando la mirada.
—¿A él? ¿Quién? ¿Aphris la esclava? —dije en tono burlón.
—¿Me venderá?
—Es posible que lo haga —dije al no encontrar ningún motivo para ocultar la verdad. Elizabeth levantó los ojos, que de pronto parecían húmedos.
—Tarl Cabot —dijo en un susurro—: si me vende, cómprame tú.
La miré con incredulidad.
—¿Por qué?
Elizabeth volvió a dejar caer la cabeza.
Kamchak se inclinó por delante de Elizabeth para arrebatarme la botella de Paga que tenía en las manos. Después luchó con Aphris para hacerla beber. Con la cabeza de la turiana sujeta hacia atrás, Kamchak le pinzaba la nariz, mientras le metía el cuello de la botella entre los dientes. Aphris luchaba por desprenderse del guerrero entre risas, y sacudía la cabeza. Pero finalmente tuvo que abrir la boca para respirar, y una buena cantidad de Paga se abrió paso en su garganta, lo cual la hizo toser bastante. Lo más probable era que no hubiese probado nunca más que los almibarados vinos de Turia, y el Paga es bastante más fuerte, como es de suponer. La turiana se había quedado boquiabierta, jadeaba y sacudía la cabeza mientras Kamchak le daba palmadas en la espalda.
—¿Por qué? —volví a preguntarle a Elizabeth.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Los nómadas de Gor»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los nómadas de Gor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Los nómadas de Gor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.