Algis Budrys - El laberinto de la Luna

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El laberinto de la Luna: краткое содержание, описание и аннотация

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El científico Ed Hawks ha creado el transmisor de materia, una máquina increíblemente poderosa que puede enviar a un hombre a la Luna al tiempo que crea un duplicado suyo aquí en la Tierra. Pero todos los voluntarios que son enviados a la Luna mueren unos pocos minutos más tarde en el laberinto alienígena que ha sido descubierto allí, mientras que sus duplicados terrestres, unidos tlepáticamente a ellos, se ven sumidos en la locura. Hasta que aparece Al Barker, un aventurero que ha pasado toda su vida desafiando a la muerte, y que ahora está dispuesto a desentrañar definitivamente ese desafío alienígena…

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Connington permaneció en la piscina, observándola. Entonces se lanzó hacia delante y nadó hasta la escalera que había en el lado menos profundo y salió, chorreando agua por los hombros y la espalda. Dio unos pocos pasos en la misma dirección. En ese instante giró el rostro hacia la cristalera. Cambió oblicuamente de dirección y, en la esquina de la piscina, se lanzó de cabeza al agua. Nadó en línea recta hasta el emplazamiento del trampolín. Después, durante un rato, una vez que el sol apareció por completo y la sala en la que aguardaba Hawks quedó llena de una luz rojiza, el sonido de la plancha oscilante vibró hasta las tablas de madera de la casa a intervalos esporádicos.

A las ocho menos diez, una radio comenzó a sonar a fuerte volumen con música de jazz. Diez minutos más tarde, el zumbido eléctrico del despertador de la radio anuló la música y, un momento más tarde, se escuchó un golpe leve y, luego, sólo llegó el sonido ocasional de las pisadas de Barker mientras se vestía.

Hawks se acercó al bar, lavó su copa vacía y la colocó de nuevo en su repisa. Miró a su alrededor. Por el ventanal se veía la noche, y la única iluminación procedía del balcón en el extremo de la sala, donde las escaleras bajaban de la segunda planta. Hawks alargó el brazo y encendió una lámpara de pie. Su sombra se arrojó contra la pared.

6

Barker bajó con una botella cuadrada a medio llenar en la mano. Localizó a Hawks, emitió un gruñido, enarboló la botella y dijo:

—Odio el alcohol. Tiene un sabor horrible, me da arcadas, apesta y me quema la boca. Sin embargo, la gente no cesa de ponértelo en las manos, y te repiten una y otra vez: «¡Bebe!», y: «¿Qué te pasa, Charlie, te estás quedando un poco rezagado, eh? ¿Te ayudo a terminar esa copita?». Hasta que tú te sientes como si fueras un tipo raro y un pelmazo por todas las veces que has dicho que no, gracias, que estabas seguro, que ya no querías otra copa. Entonces ellos te catalogan, y ya no sueñas que vayas a pasártelo bien a menos que no te hayas atiborrado con ese veneno para que te dure hasta el día siguiente. Y ellos hablan sobre el asunto con lenguaje de caballeros: la cosecha, el bouquet, las marcas y las mezclas, como si todo no fuera etanol en una u otra concentración. ¿Ha escuchado alguna vez a dos bebedores de martinis hablar en un bar, Hawks? ¿Ha oído alguna vez a dos chamanes intercambiando hechizos mágicos? —Se dejó caer en una mecedora y se echó a reír—. Yo tampoco. Estoy sintetizando mi herencia. Veo a dos borrachos en un bar y extrapolo hacia la dignidad. Supongo que eso es un sacrilegio.

Se llevó un cigarrillo a los labios, lo encendió y continuó a través del humo:

—Pero es lo mejor que puedo hacer, Hawks. Mi padre está muerto, y en una ocasión creí que era bueno desligarme del resto de mi pueblo. Me gustaría recordar cómo fue aquello. Hay una parte de mí que necesita el dolor.

Hawks regresó hasta el canapé y se sentó. Colocó las manos en las rodillas y contempló a Barker.

—Y también hablar —dijo Barker—. Uno no es una compañía adecuada para ellos si no pronuncia las palabras con una entonación correcta. Si tiene un «Papá», no pertenece a su círculo. Sólo permiten la entrada de caballeros con «Padres» en su sociedad. Y, sí, sé que se burlaron de mí por eso. Yo anhelaba pertenecer allí, oh, Dios, Hawks, cuánto deseaba pertenecer, y me aprendí todas los códigos. ¿Qué me reportó? Claire tiene razón, ¿sabe?…, ¿qué me reportó? No me mire de esa forma. Yo sé lo que es Claire. Usted sabe que yo lo sé. Se lo dije apenas conocerle. Pero, ¿creyó alguna vez que vale algo para mí? Cada vez que se insinúa a un hombre, sé que lo que hace es comparar. Ella se encuentra en un mercado abierto, de compras. Y para ser comprada. Yo no la retengo con ningún collar al cuello. No está domesticada. Yo no soy un hábito para ella. No soy algo a lo que ella esté ligada por alguna ley. Y en cada ocasión que termina regresando a mí, ¿sabe qué demuestra ello? Que yo sigo siendo el tipo más duro de la manada. Porque ella no se quedaría conmigo si yo no lo fuera. No se engañe…, no sé qué es lo que piensa acerca de usted y de ella, pero no se engañe.

Hawks miró a Barker con expresión curiosa; sin embargo, Barker ya no le observaba.

—Si ella pudiera verme, Hawks…, ¡si pudiera verme en ese lugar! —El rostro de Barker estaba encendido—. No estaría jugando con usted y Connington esta noche…, no, no si pudiera ver lo que hago ahí arriba… Cómo esquivo, y me agacho, y me retuerzo, y avanzo, y salto, y espero a… a…

—¡Tranquilo, Barker!

—Sí. Tranquilo. Cómo me desinflo. Retrocedo. Eso muerde. —Barker tosió con amargura—. De todas formas, ¿qué hace usted aquí, Hawks? ¿Por qué no está bajando a pie por el sendero con su culo tieso y la nariz husmeando el aire? ¿Cree que le servirá de algo quedarse sentado aquí? ¿Qué espera? Que yo le diga, claro, un poco de reposo y un poco de ginebra y ya me encuentro bien, sencillamente bien, doctor, ¿a qué hora quiere que regrese mañana? ¿O lo que desea es que me derrumbe para poder atacar con facilidad a Claire? ¿Qué ha estado haciendo mientras yo dormía? ¿Manitas con ella? ¿O Connington se le adelantó? —Miró a su alrededor—. Supongo que es eso último.

—He estado pensando —repuso Hawks.

—¿Sobre qué?

—Sobre la razón por la que deseaba que yo estuviera aquí. Sobre el por qué acudió usted directamente a mí y me pidió que viniera. Me preguntaba si tenía usted la esperanza de que yo le hiciera regresar.

Barker se llevó la botella a la boca y escudriñó a Hawks por encima de ella mientras bebía. Cuando la bajó dijo:

—¿Qué se siente siendo usted? Todo lo que sucede ha de ser retorcido para que encaje con lo que usted quiere. Para usted, nada es nunca lo que aparenta ser.

—Eso es verdad para todo el mundo. Nadie percibe el mundo que otros ven. ¿Qué desearía que fuera, un hombre de latón? ¿Hueco, y más resistente que la carne? ¿Es eso lo que quiere que sea un hombre? —Hawks se inclinó hacia delante, arrugas tensas se abrieron a lo largo de sus huecas mejillas—. ¿Algo que siga inmutable una vez que las estrellas se hayan consumido y el universo se haya enfriado? ¿Que aún siga aquí cuando todo lo que alguna vez vivió haya muerto? ¿Es ésa la idea que tiene usted de un hombre respetable?

—Un hombre ha de luchar, Hawks —replicó Barker con mirada distante—. Un hombre debería mostrar que nunca teme morir. Debería adentrarse en el corazón de sus enemigos, cantando su marcha de muerte, y matar o ser muerto; jamás ha de temer enfrentarse a las pruebas de su hombría. Un hombre que vuelve la espalda…, que acecha en los límites de la contienda y empuja a otros a que se batan con sus enemigos… —Barker miró de repente a Hawks con gesto obvio—. Ése no es un hombre. Es una especie de cosa retorcida que se arrastra por el suelo.

Hawks se puso de pie y flexionó ligeramente las manos, sintiendo los brazos extraños, con el rostro perdido por encima del nivel de la lámpara. Las pantorrillas presionaban contra el cuero del canapé y lo empujaron levemente hacia la pared.

—¿Es ése el motivo por el que quiso que yo viniera aquí? ¿De modo que nadie pudiera decir que usted no era capaz de llevarse la serpiente al regazo? —Adelantó la cabeza y escudriñó a Barker—. ¿Es eso, guerrero? —preguntó inquisitivamente—. ¿Otro rito de iniciación? Usted nunca ha temido aceptar a sus enemigos y darles cobijo, ¿verdad? Un hombre de verdad no vacilaría en hospedar a asesinos en su casa y ofrecerles bebida y alimento, ¿cierto? Deja que Connington, el apuñalador traicionero, entre en tu hogar. Deja que Hawks, el asesino, haga lo peor. Deja que Claire te incite a un acto suicida detrás del otro, que pierda una pierna aquí y un trozo de carne en otra ocasión. ¿Qué le importa a usted? Es Barker, el guerrero mimbreño. ¿No es eso? Sin embargo, ahora no piensa luchar. De repente ya no desea volver a la formación. La muerte le resultó demasiado impersonal. No le importaba lo valiente que fuera usted, o qué ritos iniciáticos hubiera pasado. Eso es lo que usted dijo, ¿verdad? Se sentía furibundo, Barker. Todavía lo está. ¿Qué es la Muerte, que ignora a un maduro guerrero mimbreño?

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