—Largúese, Hawks —replicó Barker.
—Ya se lo dije —comentó Hawks, y salió a la oscuridad.
Barker cerró de un portazo. Se volvió hacia el corredor que conducía a la otra ala de la casa, con el cuello tenso y la boca abierta para gritar. El grito surgió casi de forma inaudible entre el cristal que le separaba de Hawks:
—¿Claire? ¡Claire!
Hawks atravesó el rectángulo de luz que cruzaba el césped hasta que llegó al borde irregular que era el comienzo del precipicio que daba al mar. Permaneció mirando la espuma invisible con la forma indistinta de la niebla marina llenando la noche delante de él.
—Una oscuridad —dijo en voz alta—. Una oscuridad en la que no se veía ninguna estrella.
Entonces comenzó a andar con la cabeza baja y las manos en los bolsillos por el borde del precipicio.
Cuando llegó al patio de baldosas que había entre la piscina y la zona más alejada de la casa, pasó entre la mesa y las sillas de metal que había en el centro, abriéndose camino en la difusa luz.
—Bien, Ed —comentó con voz triste Claire desde la silla situada al otro extremo de la mesa—. ¿Se une a mí?
Volvió la cabeza sorprendido, y luego se sentó.
—Supongo que sí.
Claire se había puesto un vestido y bebía una taza de café.
—¿Quiere un poco? —le ofreció con voz suave e insegura—. Es una noche fresca.
—Gracias —cogió la taza cuando ella alargó el brazo para dársela y bebió del otro lado de la gruesa mancha de lápiz de labios—. No sabía que estaría aquí.
Ella se rió entre dientes, con ironía.
—Me canso de abrir puertas y descubrir a Connie en el otro lado. Estaba esperando que Al se despertara.
—Ya lo ha hecho.
—Lo sé.
Le devolvió la taza.
—¿Lo oyó todo?
—Estaba en la cocina. Fue…, fue toda una experiencia escuchar cómo hablaba así de mí.
Depositó el café haciendo chocar la taza contra el plato y se pasó los brazos alrededor del cuerpo, con los hombros inclinados mientras miraba el suelo.
Hawks no repuso nada. Casi era demasiado oscuro para ver la expresión facial a través del diámetro de la mesa y, durante un momento, cerró los ojos, manteniendo los párpados firmemente apretados, antes de abrirlos de nuevo y ponerse de lado en la silla, con una mano descansando sobre la mesa, los dedos arqueados mientras se inclinaba hacia ella.
—No sé por qué lo hago, Hawks —dijo ella—. No lo sé. Pero sí le trato como si le odiara. Lo hago con todo el mundo. No puedo conocer a nadie sin convertirme en una perra.
—¿También con las mujeres?
Giró el rostro hacia él.
—¿Qué mujer querrá estar el tiempo suficiente a mi lado como para comprobarlo de verdad? ¿Y qué hombre va a ignorar mi parte femenina? Pero yo también soy un ser humano; no soy simplemente algo que…, todo físico. Sin embargo, a nadie le caigo bien, Hawks…, ¡nadie muestra jamás ningún interés en la parte humana de mí!
—Bien, Claire…
—No es una sensación agradable, Hawks, escuchar que hablan de ti de esa forma. «Yo sé lo que es ella…, por Dios, yo sé lo que es ella». ¿ Cómo lo sabe? ¿Cuándo ha intentado conocerme? ¿Qué ha hecho jamás para averiguar lo que pienso, lo que siento? Y Connington… que trata de manipularme, que trata de llevarlo todo de un modo retorcido para que, al fin, me entregue a él. Intentando involucrar a Al en algo que está seguro que va a arruinarlo por completo, de forma que yo ya no lo quiera más. ¿Qué le hace pensar que ha de ser Connington si alguna vez me separo de Al? ¿Sólo porque Connie está siempre por aquí…, porque no tiene el suficiente sentido común para marcharse una vez que ha sido rechazado? ¿Es culpa mía que siempre se quede? No consigue nada a cambio. Lo único que logra es que Al se enfurezca de vez en cuando.
—¿No le convierte eso en una persona útil para usted? —inquirió Hawks.
—¡Y usted…¡ —estalló Claire—. ¡Tan malditamente seguro de que nada puede rozarle sin su consentimiento! Haciendo comentarios agudos. ¡Se supone que «tentar» a Al es lo que yo hago! Bueno, pues escuche: ¿podría hacer que un ladrillo volara? ¿Podría convertir una ostra en un cisne? Si no fuera de la forma que es, ¿qué podría hacerle? Yo no le ordeno que vaya y realice esas cosas. Y también intenté mantenerlo alejado de usted…, cuando se marchó, aquel primer día, ¡traté de que abandonara el proyecto! Sin embargo, lo único que conseguí fue que se pusiera celoso. ¡No era eso lo que yo perseguía! Yo nunca me insinué a usted antes de hoy, no una insinuación real, simplemente, yo, no lo sé, podría decir que actuaba como de costumbre…, ¡y usted lo sabe!
Alargó el brazo por la superficie de la mesa con un movimiento veloz y le cogió la mano.
—¿Tiene alguna idea de lo sola que me siento? ¿De cuánto desearía no ser yo misma? —Tiró ciegamente de su mano—. Pero, ¿qué puedo hacer al respecto? ¿Cómo puedo llegar a cambiar ahora?
—No lo sé, Claire —repuso Hawks—. Es muy difícil para la gente cambiarse a sí misma.
—¡Pero yo no quiero odiarme, Hawks! ¡No durante toda mi vida, como ahora! ¿Qué creen todos ustedes que soy: ciega, sorda, estúpida? Sé cómo se comporta la gente buena…, y sé lo que es ser una perra y lo que es no serlo. Una vez fui una niña…, asistí a la escuela, me enseñaron ética, y moral, y comprensión. No soy alguien de Marte… ¿Es que todos ustedes piensan que soy así porque no conozco nada mejor?
Hawks repuso con voz entrecortada:
—Supongo que todos conocemos algo mejor. Sin embargo, y de vez en cuando, lo olvidamos. Algunos creemos que hemos de hacerlo, por algo que consideramos que lo requiere. —Su rostro era un abanico de expresiones—. Si lo que acabo de decir no parece tener mucho sentido, lo siento. No sé qué otra cosa decirle, Claire.
Ella se puso de pie de un salto, sosteniendo aún su mano, y dio la vuelta alrededor de la mesa hasta detenerse delante de él; se inclinó, aferrando los dedos de él con ambas manos.
—Podría decirme que le caigo bien, Ed —susurró—. ¡Usted es el único que podría ir más allá de mi exterior y gustarle !
Se incorporó cuando ella tiró de su mano.
—Claire… —comenzó.
—¡No, no, no, Ed! —cortó ella, rodeándole con los brazos—. No deseo hablar. Sólo quiero ser. Quiero que alguien me abrace y no piense en mí como una mujer. Por una vez en mi vida, anhelo sentir calor…, ¡tener a otro ser humano cerca de mí! —Sus brazos subieron por la espalda de él y sus manos cogieron cuello y nuca—. Por favor, Ed —murmuró, con el rostro tan cerca que sus ojos se desbordaron y brillaron bajo la luz lejana, de modo que en el siguiente instante la húmeda mejilla de ella tocó la de él—. Si puede, concédame eso.
—No lo sé, Claire… —comenzó él de forma incierta—. No estoy seguro de que usted…
Ella empezó a besarle las mejillas y los ojos, mientras sus uñas le mesaban el cabello de la nuca.
—Hawks —dijo como ahogada—. Hawks, me encuentro tan perdida…
Él tenía la cabeza inclinada, y los dedos de ella estaban tan rígidos detrás, que los tendones sobresalían como cuerdas en el dorso de sus manos. Los labios de ella se abrieron, y las sandalias de cuero produjeron un ruido apagado sobre las piedras del patio.
—Olvide todo —musitó ella al besarle la boca—. Piense sólo en mí.
Entonces ella se apartó repentinamente y permaneció a unos treinta centímetros de él, con el dorso de una mano apoyado contra el labio superior, los hombros y las caderas flojos. Jadeaba rítmicamente, y sus ojos brillaban.
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