»¿Es usted un guerrero? —preguntó—. Explíqueme esa parte. ¿Qué es lo que ha hecho alguna vez para alguno de nosotros? ¿Cuándo ha alzado un dedo para defenderse? Usted ve lo que nos proponemos, pero no hace nada al respecto. Teme que se piense de usted que es un hombre incapaz de luchar; sin embargo, ¿contra qué lucha? Lo único que ha hecho conmigo ha sido amenazarme con recoger sus cosas y volver a casa. No…, los coches deportivos y las pistas de esquí, las lanchas y los aeroplanos: ése es el tipo de cosas por las que se afana. Cosas y lugares donde usted controla la situación…, donde puede decir, al morir, que conoce la calidad del hombre al que ha matado. Cosas y lugares donde el paso fatal puede localizarse en el descuido o el cálculo erróneo de Barker, el asesino, que finalmente ha tenido éxito en vencer a su par, Barker, el guerrero. Incluso en la guerra, ¿luchó usted mano a mano, en terreno abierto? Sólo fue un asesino, como todos nosotros, que golpeaba desde la oscuridad, y si le atraparon se debió a su error. ¿Con qué digno oponente, aparte de sí mismo, se enfrentó alguna vez?
»Creo que tiene usted miedo, Barker…, miedo de que nadie que pueda matarlo comprenda la clase de guerrero que es. ¿Cómo puede confiar en que los extraños le reconozcan por lo que es? Sin embargo, un guerrero nunca tiene miedo. Ni siquiera en su interior. ¿Cree que es eso lo que lo explica, Barker? ¿Esa es la trampa en la que usted se ve atrapado? En los rincones más lejanos de su mente, ¿cree que todo ha sido racionalizado y mantenido con seguridad… que usted debe convivir entre sus enemigos para demostrar su valor, pero que no se atreve a batirse con ellos en mortal combate por miedo a morir de forma anónima? ¿Cree que ésa es la razón por la que un extraño ha de amenazarle para verse arrastrado hacia su vida? Y, ¿por qué usted le permite que lo agote y lo mate poco a poco, pero nunca se gira y se enfrenta a él, reconociendo que se encuentra librando una batalla por su vida? ¿Debido a que si usted permite que le ataquen lentamente, quizá el proceso lleve años, y puede suceder cualquier cosa que lo interrumpa; pero que sin embargo, si peleara, entonces acabaría inmediatamente, además y correría el peligro de perder y morir sin ser cantado? —Hawks miró de forma burlona a Barker. Aturdido, dijo—: Me pregunto si no será ésa la explicación.
Barker se incorporó con movimientos pausados de la silla.
—¿Quién es usted para decirme estas cosas, Hawks? —preguntó, observándolo con calma.
Se llevó la mano a la espalda sin mover los ojos y depositó la botella en la pequeña mesa que había al lado de la silla.
Hawks se pasó las palmas de la mano por la tela de su chaqueta.
—Medite en lo que le ocurrió hoy. Usted creyó que la formación era algo parecido a una pendiente de esquí compleja, ¿verdad, Barker? Sólo otro lugar inexorable, peligroso, como muchos otros en los que ha estado antes.
»Pero no había reglas que explicaran qué le mató cuando murió. Usted logró ir más allá de lo que indicaban los mapas. Al morir, no pudo decirse a sí mismo que había malinterpretado las reglas, o que no logró obedecerlas, o que intentó vencerlas. No había reglas. Nadie las descubrió. Usted murió desconociendo qué le mató. Y no había ninguna multitud que aplaudiera su habilidad o lamentara su destino. Una mano gigantesca descendió y le sacó del tablero…, y nadie sabe los motivos. De repente, usted supo que no se encontraba en ninguna pendiente de esquí, y que todas sus habilidades no significaban nada. Usted vio, con una claridad como nadie lo hará jamás, el rostro desenmascarado del universo desconocido. Los hombres le han colocado máscaras, Barker, y le han quitado algunas partes, y creyeron que lo sabían todo acerca de él. Sin embargo, sólo perciben las partes que conocen. Un hombre que desciende por una pendiente montado en unos esquíes no ha asimilado el proceso de la gravedad y de la fricción. Lo único que ha hecho es aprender a tratar con ellas en esa situación en particular, a fin de realizar un salto grande y aterrizar a salvo. A pesar de todos los murmullos de la multitud que anhela ver a un hombre derrotando aquello que una vez mató a los hombres de forma despiadada. Nada de su destreza en el salto le ayudará si cae de un avión sin un paracaídas. Entonces, todos sus saltos anteriores y sus aterrizajes buenos no podrán con la gravedad. El universo dispone de unos recursos de muerte que apenas estamos comenzando a vislumbrar. Y usted acaba de averiguarlo.
»La muerte se halla en la naturaleza del universo, Barker. La muerte sólo es el funcionamiento de un mecanismo. Todo el universo ha estado muriendo desde el momento de su creación. ¿Es que esperaba que una máquina se preocupara por aquello sobre lo que actúa? La muerte es como los rayos del sol o una estrella fugaz; no les importa dónde caen. La muerte no puede ver los estandartes de una lanza o la guirnalda gloriosa en la mano de un moribundo. Las banderas y las flores son inventos de la vida. Cuando un hombre muere cae en manos enemigas…, un enemigo indiferente, que no sólo escupe sobre los estandartes sino que ni siquiera sabe lo que éstos significan. Ningún hombre corriente soporta ese descubrimiento. Usted lo averiguó hoy. Usted permaneció sentado en el laboratorio y quedó mudo ante semejante injusticia. Nunca creyó que la justicia se tratara de otra invención humana. No obstante, unas horas de descanso y un poco de ginebra le han ayudado. El impacto ha menguado. Todos los impactos humanos decrecen…, excepto el crítico. Ahora se halla indefenso, igual que Rogan y los demás. De algún modo, la creación en el interior de su cerebro sigue queriendo avanzar. ¿Por qué? ¿Cómo es que la muerte no derribó sus cimientos, si es que son lo que usted pensaba que eran?
»¿Sabe por qué aún está cuerdo, Barker? Creo que yo sí lo sé. Pienso que se debe a que tiene a Claire, y a Connington, y a mí mismo. Creo que es porque sabía que podía refugiarse en nosotros. En realidad, no es la Muerte lo que hace que usted pruebe su propia valía ante sí mismo; es la amenaza de morir. No la Muerte, sino los asesinos. Mientras nos tenga a nosotros a su alrededor, sus partes vitales están a salvo.
Barker avanzaba en su dirección, con las manos medio levantadas.
Hawks continuó:
—No tiene ningún sentido, Barker. No puede hacerme nada. Si fuera a matarme, habría demostrado que temía tratar conmigo.
—No es verdad —repuso Barker en voz alta—. Un guerrero mata a sus enemigos.
Hawks contempló los ojos de Barker.
—Usted no es un guerrero, Al —comentó con pena—. No la clase de guerrero que piensa que quiere ser. Usted es un hombre, eso es todo. Quiere ser un hombre digno…, un hombre que satisfaga sus propios cánones, cuya altura sea la elegida por él. Eso es todo. Eso es suficiente.
Los brazos de Barker comenzaron a temblar. La cabeza cayó a un lado y miró a Hawks con ojos parpadeantes y torvos.
—¡Es usted tan inteligente! —jadeó—. ¡Sabe tanto! Conoce más sobre mí que yo mismo. ¿Cómo es eso, Hawks…, quién le rozó la frente con una varita mágica?
—Yo también soy un hombre, Al.
—¿Sí? —los brazos de Barker se hundieron a los costados—. No por ello me cae mejor. Largúese de aquí, hombre, mientras aún puede. —Dio media vuelta y atravesó la sala con pasos breves, rápidos y compulsivos. Abrió de golpe la puerta—. ¡Déjeme con mis viejos y conocidos asesinos!
Hawks le miró y no dijo nada. Su expresión aparecía atribulada. Entonces se puso en movimiento y comenzó a caminar. Se detuvo en el umbral de la puerta y se quedó cara a cara delante de Barker.
—He de tenerle —dijo—. Necesito su informe por la mañana, y necesito que vuelva una vez más al interior de esa cosa.
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