Cruzaron el terreno despejado y llegaron a una pared con tres túneles. El laberinto empezaba enseguida, y solo podían confiar en que Rodilla Herida consiguiese orientarse y les condujera hasta la guarida del Minotauro. El homínido eligió el túnel central. Pronto se estrechó y después ascendió sin previo aviso, lo cual tenia sentido, ya que el santuario mas secreto al que pretendían llegar estaba situado a gran altura en el interior de la montaña. Pero la pendiente dificultaba la marcha; se habían acumulado piedras en el suelo y a veces era como trepar por una veta de carbón. Lo que a Matt le preocupo mas fue que la altura del corredor empezaba a reducirse hasta el punto en que se vio obligado a encorvarse. Sintió que la claustrofobia aferraba su corazón vengativamente y necesito una gran fuerza de voluntad para seguir caminando. Finalmente, el corredor se nivelo y pudieron caminar erguidos de nuevo. Sus antorchas seguían ardiendo, pero con poca llama. El oxigeno era escaso.
De pronto, quince minutos después, los homínidos se quedaron petrificados. Miraban hacia delante vacilantes.
Después se volvieron para mirarlos y esta vez Matt no tuvo problemas para interpretar la emoción que reflejaban sus anchos rostros: miedo. Sin duda algo se aproximaba, pero por mucho que se esforzaban por escuchar solo oían el lejano silbido del viento.
– Hemos pasado junto a una abertura hace un rato -susurro Matt-. Será mejor que retrocedamos y nos escondamos allí.
– ¿Y nuestros acompañantes?
– Será mejor que nos separemos. Si permanecemos todos juntos los renegados detectaran mas fácilmente nuestra presencia. A ellos les protegen sus disfraces.
– De acuerdo.
Emprendieron la retirada hasta encontrar la minúscula rendija. Un poco mas allá había una cámara apartada donde dejaron a los tres homínidos con las antorchas, rezando para que su aspecto fuera lo bastante discreto como para no levantar ninguna sospecha. Matt y Susan se taparon los ojos con las vendas y aguardaron apretujados en la estrecha abertura. No tuvieron que esperar mucho; pronto oyeron el característico rumor acompasado de las criaturas al andar.
Susan cerró los ojos bajo la venda y trato de dejar la mente en blanco. Matt la rodeó con los brazos y la apretó con fuerza a medida que los sonidos se hacían mas fuertes, hasta que las criaturas solo estaban a medio metro de distancia, al otro lado de la pared de roca. Susan pudo oír el rasposo sonido de su respiración y el pesado golpeteo de sus pisadas en el suelo de la caverna. Oprimió a Matt con mas fuerza. Finalmente, los sonidos remitieron cuando las criaturas pasaron de largo ante ellos avanzando en dirección a los homínidos.
Susan se quito la venda. El olor de los seres invadió sus fosas nasales. Estaban tan cerca que podía haber extendido la mano y tocarlos, pensó. Otra sensación se introdujo en su mente. La familiar sensación de rellenarse; supo que Levítico estaba estableciendo contacto en el momento que mas terror sentía, como había hecho Matt. Mantuvo los ojos abiertos y lo recibió plenamente, permaneciendo inmóvil durante largos segundos mientras Matt la sujetaba hasta que finalmente se relajo.
– Esta bien -dijo-. Están a salvo.
Matt la miro larga e inquisitivamente.
Una vez reunido, el grupo continuo por el corredor, con Rodilla Herida aun en cabeza. Siguieron ascendiendo durante medía hora, dejando atrás pequeñas cámaras y corredores que conducían a otras que contenían fogones y pieles desplegadas para dormir, pero por fortuna no se tropezaron con otras criaturas. Por fin, el suave gemido de la brisa dejo paso a la siniestra barahúnda que habían oído semanas atrás, como el zumbido de un millar de alas resonando en el interior de una colmena.
Rodilla Herida se detuvo por un momento, petrificado en su sitio mientras se concentraba. Después se agacho y se introdujo en un túnel tan pequeño que tuvo que ponerse a gatas. Para Matt era una tumba. Se curvaba hacia arriba como una chimenea, por lo que ascendieron utilizando los pies y las maños para agarrarse, hasta que finalmente salieron sobre una cornisa desde donde dominaban la caverna central mas grande. A sus pies se extendía la colmena.
Por todas partes, en el suelo despejado de la caverna y en cada rendija y oquedad, las criaturas se desplazaban en una actividad tumultuosa que los dejo sin aliento. Estaban cocinando, curtiendo pieles, fabricando herramientas, cortando carne, fornicando, discutiendo, durmiendo, comiendo… una colonia autosuficiente de hombres, mujeres y niños primitivos. Matt vio niños pequeños chillando y persiguiéndose unos a otros alrededor de un fogón. A un lado había una mujer en cuclillas que sujetaba una piel curtida con ambas maños y la desgarraba con los poderosos músculos de sus mandíbulas. Parecía estar confeccionando odres de piel para almacenar agua. Otra mujer próxima aporreaba una piedra y después la arrojaba a un montón junto a otras mas. Susan tenia razón, pensó Matt. Aquí hay mas mujeres que en el valle; apuesto a que las han estado secuestrando en sus incursiones.
Allí encerrados, el ruido que producían aquellas criaturas era formidable; el humo de una docena de hogueras arrancaba lagrimas de sus ojos, y hacia tanto calor como en una olla a presión. Contemplándolo todo desde arriba, a no mas de seis metros por encima de las melenas de cabello apelmazado, Matt sintió que estaba presenciando el nacimiento de la civilización, el momento en el cual nuestros antepasados pasaron de la brutal existencia de simios solitarios al esplendor y los rigores de la comunidad y la industria. Pero en otro sentido la colonia seguía anclada en el salvajismo.
En el centro de la enorme caverna se alzaba la escultura del malévolo dios con forma de cabeza de oso, y a su lado estaba la pared de cráneos humanos.
Había un nuevo trofeo en la pared, la cabeza de un macho caucasiano. Matt se obligo a examinarla, pensando al principio que podría tratarse de Van, pero ya a distancia se dio cuenta de que la fisonomía era distinta, la nariz era demasiado larga.
– No tenemos demasiado tiempo -le susurro a Susan-. Hay que encontrar a Van antes de que nos perciban.
Susan no replico, aparentemente perdida en la increíble visión que se desplegaba ante ella. Matt siguió su mirada y enfoco la silueta que ella miraba. ¿Como podía haberlo pasado por alto? Quiuac estaba en el centro de la turba, una cabeza entera mas alto que los demás, y cuando avanzaba entre ellos se abría un pasillo ante el; las demás criaturas retrocedían como perros apaleados, agachando la cabeza y adoptando posturas inconfundibles de subordinación. No había duda al respecto: era una figura extraordinaria, nacido para gobernar.
Su torso estaba adornado con líneas onduladas rojas y negras que formaban esquemas curvos en forma de huellas digitales alrededor de sus músculos, su cabello colgaba en largas trenzas adornadas con cuentas y su boca estaba rodeada de pintura roja como la sangre. Mientras caminaba, su cabeza se bamboleaba lentamente de lado a lado con aquel curioso movimiento reptante que había quedado grabado en la memoria de Matt desde la confrontación con Rudy en la nieve.
– Mira -murmuro Susan-. Lleva el revolver de Van colgado del cuello.
Sin duda aquello era la pistolera, que colgaba hasta su abdomen y chocaba suavemente contra los músculos ondulados. Quiuac levantó la vista y empezó a observar los rincones superiores de la caverna. Rápidamente Matt y Susan se colocaron sus vendas y retrocedieron, aplastándose contra la cornisa.
Susan sintió que Levítico la llenaba y segundos después supo que el peligro había pasado. Se quito la venda y se asomo al borde de la cornisa; Quiuac había abandonado la caverna. Observó el batiburrillo de actividad solo un momento antes de tomar una decisión.
Читать дальше