Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria
Здесь есть возможность читать онлайн «Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Lucharon Por La Patria
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Lucharon Por La Patria: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lucharon Por La Patria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Lucharon Por La Patria — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lucharon Por La Patria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Haciendo un esfuerzo, Sviaguintsev abrió los párpados. A través del polvo mezclado con lágrimas y del apósito sucio que llevaba en el ojo pudo distinguir un pedazo de cielo turbio y rojizo, así como las hierbecillas que al moverse a impulsos del viento le rozaban las mejillas. Al parecer le arrastraban sobre un capote por encima de la hierba. La dura y dificultosa respiración del que iba arrastrándole se mezclaba con el ruido seco de la hierba que le rozaba; y así, centímetro a centímetro, iba avanzando su cuerpo.
Poco después Sviaguintsev sintió cómo, primeramente la cabeza y luego todo el cuerpo, resbalaban hacia abajo. Se dio un golpe fuerte contra algo duro y de nuevo perdió el conocimiento. Se recobró nuevamente y sintió en su rostro el contacto de una mano ancha y pequeña. Le estaban limpiando cuidadosamente la cara y los ojos con una gasa húmeda. Por un instante pudo ver una mano femenina, diminuta, y una vena azul en una muñeca blanca; después le acercaron a los labios el cuello de una botella tibia y un chorro fino de vodka le abrasó la garganta y la laringe. Tragó lenta y convulsivamente. Cuando le retiraron la cantimplora de los labios, aún hizo tres veces más como si tragara, pero en el vacío, como un ternero cuando le apartan de las ubres. Tras lamerse los labios resecos, entornó los ojos. El rostro de una muchacha desconocida se inclinaba sobre él. listaba pálida y se le notaban las pecas a pesar de su tez morena. Un gorrito militar descolorido cubría sus rizos de color rojizo. Su rostro no era muy agraciado, se trataba de una muchacha rusa sencilla y chata. Sin embargo, había en sus rasgos cierta bondad profunda y sincera y una inquietud honda; sus ojos amables y grises parecían sentir tanta compasión que Sviaguintsev necesitaba esos ojos, casi imprescindibles para su existencia, como si sobre él se hubiera abierto un cielo interminable, con una sucesión de nubes en lo alto.
La satisfacción de estar vivo y de no haber sido abandonado por los suyos, la gratitud que apenas podía expresar a la muchacha, enfermera de otro regimiento, le oprimió el corazón y sólo con gran dificultad pudo susurrar:
– Hermanita… querida… ¿de dónde sales?
La vodka reanimó a Sviaguintsev. Un calor húmedo le recorrió todo el cuerpo, aparecieron en su frente unas gotitas de sudor y le pareció que el dolor de las heridas se calmaba, que ya no lo sentía tan agudamente.
– Hermanita, ¿por qué no me das un poco más de vodka? – dijo intentando hablar más alto, admirado de su propia voz suave y débilmente infantil.
– ¿Cómo que beber más vodka? ¡Ya no puedes tomar más! Ya te has recobrado, ya está bien ahora. ¡Vaya jaleo estás armando! ¡Es espantoso! -añadió la muchacha-. A ver si te puedo trasladar desde aquí al batallón médico-sanitario.
Sviaguintsev movió un brazo hacia el lado izquierdo y después hizo lo mismo con el otro; con los dedos de las manos, que apenas querían obedecerle, palpó el cerrojo y el cañón del fusil ametrallador; estaban recalentados por el sol. Intentó mover las piernas sin conseguirlo y, apretando los dientes a causa del dolor, preguntó:
– Oye, ¿en dónde me han herido?
– Por todas partes estás herido. Te han alcanzado por todas partes.
– ¿Y las piernas? ¿Están enteras las piernas? -Interrogó sordamente; su espíritu estaba ya dispuesto a lo peor; sin embargo, no se resignaba del todo.
– Enteras, están enteras, querido; solamente están un poquito agujereadas. No te preocupes y no hables, llegaremos al puesto, te mirarán y te vendarán lo que haga falta; seguramente te curarán y luego te enviarán a un hospital de retaguardia. Todo estará en orden, a la guerra le gusta el orden…
Sviaguintsev no pudo comprender todo lo que ella le decía.
– En resumen, que me han machacado, ¿no es así? -volvió a preguntar; y tras permanecer unos instantes en silencio, susurró con tono amargo-: También decías… ¿qué orden es éste?
Seguían tumbados en un hondo cráter, sobre montículos de tierra arcillosa. Era uno de los primeros cráteres abiertos por las bombas. Una bomba de mortero, con su característico zumbido, pasó por encima de ellos; el zumbido aumentaba progresivamente y Sviaguintsev, que permanecía indiferente a todo menos a su dolor, vio con los ojos entreabiertos cómo la muchacha se tiraba al suelo en espera de la explosión inminente: encogió todo el cuerpo, enarcó las cejas y con ingenuidad infantil se tapó los ojos con las palmas de las manos.
Sviaguintsev, que todavía no había podido compadecerse de sí mismo en los cortos instantes de lucidez que iluminaban su conciencia como explosiones, y que aún no se había percatado de lo angustioso de su situación, experimentó compasión por la muchacha y pensó: «¡Es una niña, verdaderamente una niña! Lo que tendría que hacer es estar en la clase de décimo curso estudiando álgebra y aritmética, y sin embargo está aquí soportando el fuego constante, sufriendo horriblemente y arrastrando a nuestro hermano…»
Parecía que el fuego disminuía; cuanto menos se notaban las explosiones, más fuerte era el tono de voz de Sviaguintsev y más debilitado estaba; se había apoderado de él una turbia tranquilidad: era la inconsciencia del olvido, de la muerte…
La muchacha se inclinó sobre él mirándole los ojos desgarrados por el dolor y ya casi fuera de sí, y como contestando a un lamento mudo, preso en sus ojos y en las arrugas que había junto a sus labios, gritó con voz exigente y asustada:
– ¡Aguanta un poco! ¡Por favor, aguanta aunque sea un poco! Seguiremos en seguida, ya estamos cerca. ¿Me oyes?
Le sacó del hoyo con gran esfuerzo. Sviaguintsev se recobró e intentó colaborar empujándose él mismo con las manos, pero los dedos se le enganchaban en los pinchos de los matojos y el dolor se hacía casi insoportable. Apretó la mejilla mojada por las lágrimas contra el capote ensangrentado, mordiendo la bocamanga de la guerrera para que la enfermera no descubriera una debilidad de hombre y para no aullar por el dolor que sacudía tan desgarradoramente su atormentado cuerpo.
A unos metros del cráter la muchacha soltó de entre sus manos sudorosas el extremo del capote. Exhaló un profundo suspiro y, con voz llorosa, exclamó:
– ¡Señor! ¿Por qué alistan en el ejército a estos Oblomov? ¿Por qué? ¿Podré arrastrarte hasta allí? ¡Debes pesar cerca de seis puds!
Sviaguintsev entreabrió los dientes y replicó:
– Noventa y tres…
– ¿Cómo? ¿Noventa y tres? ¿Qué? -preguntó la muchacha jadeando ruidosamente.
– Esos son los quilos que pesaba yo antes de la guerra. Ahora peso menos -dijo Sviaguintsev; luego se calló y escuchó la pesada respiración de la enfermera.
Le inspiró cierta piedad aquella muchacha, que agotaba sus propias fuerzas, pero abstraído, pensó: «Mi Natacha será así dentro de seis años; no muy guapa, pero con muy buen corazón…» Luego intentó inútilmente dar vigor a su voz para dejar clara la preponderancia masculina, y respirando con dificultad dijo:
– Tú, hijita… Déjame, no te preocupes… Yo mismo… ¡Tengo los brazos enteros y de una forma u otra llegaré!
– ¡Vamos, qué tonterías! ¡Los hombres no hacéis más que decir disparates! -dijo la muchacha en un susurro, enojada -. ¿Adónde crees que llegarías? Sólo me siento un poco cansada, en cuanto haya descansado continuaremos en seguida. ¡Tú quédate tranquilo, que he arrastrado a otros más pesados que tú! ¡Me he visto en situaciones peores que esta! No te fijes en que soy menuda; soy fuerte.
Añadió todavía algunas cosas más con viveza y jactancia pero Sviaguintsev, aunque lo intentaba, ya no la comprendía. La suave voz de la muchacha empezó a ensordecerse, a alejarse, y por último desapareció. Sviaguintsev perdió el conocimiento otra vez.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Lucharon Por La Patria»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lucharon Por La Patria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Lucharon Por La Patria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.