Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria
Здесь есть возможность читать онлайн «Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Lucharon Por La Patria
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Lucharon Por La Patria: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lucharon Por La Patria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Lucharon Por La Patria — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lucharon Por La Patria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
A Kopytovski le extrañaron y preocuparon las palabras de Lopajin, con su defecto de pronunciación y desconexas como si fuera un borracho. Al principio le escuchaba con indiferencia; para quitarse las ganas de fumar, se echó a la boca un trocito de tabaco de mascar que había picado previamente. Masticó el amargo pedacito de tabaco que le escocía el paladar y las encías sin comprender qué le ocurría a Lopajin, siempre tan comedido, para ahora, de repente, exteriorizarse de semejante modo. ¡No parecía Lopajin, no parecía el mismo! Finalmente, Kopytovski se tragó la saliva amarga producida por el tabaco e intentó examinar con detenimiento, en la oscuridad, el rostro de Lopajin. Pero estaba de medio lado, con la cabeza muy inclinada; en su entonación y en la postura de su cabeza había algo que sacó a Kopytovski de sus casillas. Todos esos comentarios y recuerdos sobre la muerte de Kochetigov estaban fuera de lugar, no era el momento apropiado, Kopytovski estaba convencido de ello. Venciendo su emoción, dijo decidida y tajantemente:
– ¡Basta! En este momento pareces una mujer. Qué, han matado al muchacho, ¿y a otros muchos no? No puedes pagar por todos ellos, y de todas formas eso no es asunto tuyo ni mío. Además esta conversación no lleva a nada. Vamos, muévete, que los muchachos ya se alejan y vamos a quedarnos atrás.
Lopajin se volvió rápidamente y, sin pronunciar una palabra, echó a andar. Pasaron sin hablar junto a las ruinas de la central lechera, sumidas en tinieblas violáceas; con paso sólido, pisoteaban los trozos de ladrillos, que crujían bajo sus botas. Una vez en el bosque, cuando se sentaron un instante a descansar, Lopajin rompió el prolongado silencio:
– ¿También ha muerto Sviaguintsev?
– ¿Qué sé yo?
– Tú has dicho que viste cómo caía.
– Sí, pero no sé si muerto o herido; no le he tomado el pulso.
– A lo mejor no era él. Tal vez no fuera él… No se distingue bien en medio de la confusión… -dijo Lopajin con acento de esperanza en la voz.
Kopytovski notó en la temblorosa voz de Lopajin cierta lastima desconocida; involuntariamente se conmovió y le respondió en otro tono:
Sí, Sviaguintsev ha caído. Estoy seguro de que lo he visto. I In morterazo estalló detrás de él y ¡al suelo! Herido mortal-mente o lo que sea, eso no lo sé.
– ¿ Tú qué sabes? ¿ Qué vas a saber tú? ¡ No entiendes nada de nada! ¿Qué quieres saber, si te falta ese aparato? -le espetó Lopajin, excitado y mordaz -. Levántate, vamos. Te has instalado ahí como si estuviéramos en un balneario. ¡Menudo elemento estás hecho!
Estas palabras sí que eran del Lopajin de antes, el de siempre, v su voz sonaba como antes; toscamente, con una tirantez sorda. Kopytovski se sintió en cierto modo aliviado y guardó silencio; con el Lopajin anterior era más fácil convivir…
De nuevo caminaban sumidos en la profunda oscuridad, tropezaban con las raíces quemadas de las encinas, se enganchaban en las ramas tronchadas de los arbustos y se orientaban por el sonido de los pasos que les precedían. En la vaguada, al llegar al cruce de caminos, fueron atacados por los morteros enemigos. Se tumbaron durante unos momentos apretando fuertemente los cuerpos contra el suelo frío y arenoso; poco después el cabo primero les ordenó levantarse y cruzar corriendo el camino. Disparaban a ciegas y no tuvieron bajas.
Cuando se acercaban a la presa medio destruida, donde los alemanes disparaban aprovechando un poco de luz, se encontraron de nuevo bajo el fuego; en esta ocasión permanecieron durante media hora pegados a los matorrales.
La oscuridad se rasgaba con las explosiones, era atravesada por los haces de luz que describían las balas de fogueo. A menudo se encendía en las montañas donde se hallaban los alemanes una cegadora luz blanca de bengala; su resplandor se posaba sobre las copas de los árboles, discurría suave y caprichosamente por entre las ramas, y después, repentinamente, se apagaba. De noche, en el bosque, los estallidos tenían un sonido sordo. Kopytovski, asombrado, exclamaba:
– ¡Aquí resuena como en un barril de hierro!
Les llamaron desde el otro lado de la presa. El rayo de una linterna cubierta por el bajo de un capote brilló pálidamente y se apagó en seguida. Se oyó una voz de bajo, con acento bonachón:
– Bueno, ¿hacia dónde marcha la infantería? ¿Hacia dónde? Pateáis como ovejas y por aquí todo está minado. Seguid por la izquierda de la presa, unos cien metros más a la izquierda… ¿Cómo que no está señalizado? ¡ Incluso demasiado señalizado! Mira los postes clavados y los centinelas repartidos… ¿Que dónde está la línea divisoria? Pues al otro lado de la vaguada os saldrán al encuentro y os indicarán el camino. Allí os acompañarán los hermanos zapadores. Los zapadores son capaces de todo; pueden llevaros al otro mundo e incluso más lejos… ¿Qué es eso? ¿Un herido? ¿Es un teniente? ¡Mala suerte! Por ese camino se os hará trizas. Deberíais ir por la izquierda, allá el terreno es más llano.
Los fragmentos de conversación captados por Kopytovski le pusieron de un humor sombrío.
– ¿Has oído, Lopajin, lo que dice ese pelagatos? -exclamó irritado-. Hablan de nosotros como de simple infantería, y ellos, ¿qué hacen? ¡Vaya con los zapadores! Toda la vida con el hacha y las palas, y ahora vienen con guasas… Colocan minas y luego plantan unos postecitos para cercarlas. Ni que esto fuera un campo de pruebas. Aquí tropieza uno con un poste de telégrafos y hasta que no se pega de frente, no se entera… Desgraciados, sorbecaldos, palurdos, topos… No se ve nada a dos pasos y encima ponen postecitos… Si ese zapador del diablo se hubiera dormido, ahora podríamos estar metidos en un campo de minas, por las buenas. ¡Bonito asunto! Nos libramos de los alemanes y por poco volamos sobre nuestras propias minas… Tenemos que cruzar el maldito Don y allá nos encontraremos seguros. Ahí tienes, ¡hala!, un poquito más y nos metemos en nuestro propio campo de minas. ¡Cosas como esta ocurren a porrillo! Cuando parece que uno ha conseguido algo, todo se va al demonio. En nuestro koljós ocurrió algo curioso antes de la guerra. Un contable anduvo detrás de una chica cerca de tres años, ella trabajaba como telefonista en el soviet agrícola. Él insistía pero ella no le hacía ningún caso porque no le gustaba y no sentía amor por él. Pero el hijo de perra logró salirse con la suya. Se puso tan pesado que finalmente ella accedió a casarse con él. Se dice que el agua llega perforar la piedra, y eso es lo que sucedió en este caso: tres años tardó en conseguir lo que quería. La chica decía a sus Mitigas llorando: «Me caso con él porque no me deja en paz, no porque sienta hacia él algún cariño.» En una palabra, que todo llegó a su fin y se inscribieron en el registro civil. El día de la boda por la tarde el contable reunió a sus amistades. Sentado a la mesa, estaba orondo como un cerdo untado de mantequilla; se sentía orgulloso, muy orgulloso de sí mismo. Pero allí mismo, al poco rato, sentado a la mesa, se murió. ¿Sabes cuál fue la causa? ¡Se atragantó con un trozo de pastel! No sé si de alegría o de glotonería, pero el caso es que se lo tragó emérito,.ni masticar, y se le atravesó en la garganta. ¡Y se acabó! Le dieron golpes en la espalda, incluso con sillas, le pusieron cabeza abajo, pero todo resultó inútil. A pesar de los innumerables esfuerzos, que no sirvieron para nada, acabó asfixiado. Fíjate, la joven telefonista enviudó allí mismo para satisfacción suya… Y todavía podría contarte otras muchas anécdotas del koljós…
– Déjate de majaderías -dijo Lopajin con tono tajante. Kopytovski se mantuvo en silencio con resignación. Un momento después tropezó con un tocón, trastabilló y cayó a tierra cuan largo era.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Lucharon Por La Patria»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lucharon Por La Patria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Lucharon Por La Patria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.