Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria

Здесь есть возможность читать онлайн «Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Lucharon Por La Patria: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lucharon Por La Patria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Lucharon Por La Patria — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lucharon Por La Patria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Unas pocas nubes se dirigían lenta y majestuosamente hacia el este. De vez en cuando una nubecilla blanca parecía menguar la potencia de los rayos del sol; sin embargo, ni esos instantes conseguían refrescar la atmósfera calurosa. La tierra caldeada sólo respiraba calor e incluso la parte de la trinchera que estaba en sombra estaba caliente, hasta tal punto que al propio Sviaguintsev le daba repugnancia apoyarse en ella.

Dentro de la trinchera se respiraba una atmósfera caliginosa y pesada, como un baño turco. Algunas moscas surgidas de no se sabe dónde molestaban con su zumbido. Sviaguintsev, aplanado por el calor del mediodía, se levantó después de haber permanecido un rato echado sobre el capote; se frotó los ojos con el dorso de la mano y al contemplar los tanques destruidos y quemados vio también los cadáveres de los alemanes tirados por la estepa y una gran nube de polvo que dejaba una estela y que se movía más allá de las montañas, sobre el camino dirigido al este, siguiendo paralelamente la corriente del Don. «Los malditos fascistas alemanes preparan algo -pensó mientras seguía con la mirada aquella nube de polvo-. Seguramente producen esta humareda los refuerzos que les llegan. Lo intentarán de nuevo, se reagruparán, se lamerán las heridas y volverán a lanzarse. ¡Sois unos diablos tercos, unos demonios obstinados! Pero nosotros tampoco somos de barro, hemos aprendido a golpear y ahora tendrán que limpiarse la sangre de las narices. ¡Ya no es el año 41! Al principio tuvieron suerte, pero ¡ya está bien!», seguía pensando Sviaguintsev para tranquilizarse a sí mismo. Luego dirigió una mirada al tanque destruido por Lopajin.

La máquina grisácea, hasta hacía muy poco amenazadora, yacía volcada con un gran boquete y callada para siempre, con el cañón a media altura. El primer tanquista había salido por la escotilla y yacía en el suelo con las piernas segadas por una ráfaga de ametralladora. Tenía los brazos totalmente abiertos y el viento movía indolentemente su guerrera desabrochada; el segundo, en cambio, que había sido alcanzado por Sviaguintsev, antes de morir tuvo tiempo de apartarse un poco del carro. Por entre los setos Sviaguintsev veía su nuca morena, su mano quemada echada hacia delante con la manga gris remangada hasta el codo, los herrajes de las botas brillantes a la luz del sol; veía también las cabezas blancas y gastadas de los clavos de las suelas de las botas.

– Con el calor los muertos se hincharán y apestarán de un modo horrible. Con semejantes vecinos nos será imposible respirar -exclamó Sviaguintsev haciendo una mueca de asco.

Notó un cosquilleo en la espalda y una sensación de frío le hizo encoger los hombros. Se acordó del olor nauseabui.do y dulzón de los cadáveres que desde la primavera acompañaba al regimiento tanto en los combates como en las retiradas.

Ya había pasado mucho tiempo desde la época en que Sviaguintsev sentía curiosidad por ver el rostro de los enemigos a quienes mataba; ahora observaba fríamente al tanquista de elevada estatura que yacía no muy lejos de él, abatido por una bala, y sólo deseaba saltar cuanto antes de aquella trinchera angosta en la que seis horas de permanencia eran bastante para enloquecerle, y dormir de un tirón dos días seguidos en cualquier parte sobre un montón de paja fresca de centeno.

Recordó con fuerza el fragante aroma del centeno recién trillado, suspiró por los recuerdos que le asaltaban y hacían palpitar su corazón, se sentó una vez más en el fondo de la trinchera, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Tenía tanto sueño que con gusto habría charlado incluso con Lopajin para apartar de sí la modorra que le invadía. Pero después del cuarto ataque alemán Lopajin se había cambiado a una trinchera de reserva y ahora se hallaba bastante lejos.

En la modorra del calor y la fatiga, en el límite de la vigilia y el sueño, Sviaguintsev veía a su mujer y a sus hijos, al tanquista de la camisa gris a quien había matado, al director del parque de máquinas y tractores; veía también un riachuelo de poco caudal, desconocido, de corriente rápida, y un guijarro pulimentado y de colores en su lecho… El riachuelo corría entre abruptas márgenes de arcilla con un murmullo cada vez más fuerte y sonoro; Sviaguintsev, sin querer, se despabiló y abrió los ojos: por encima de él, en el cielo, pasaba una formación de seis aviones que se dirigían a lo lejos, dejando tras de sí el rugir de los motores.

Sviaguintsev era hombre de carácter eminentemente práctico y no siempre ni en cualquier momento le gustaba la aviación; sólo la apreciaba cuando le protegía desde el aire y cuando bombardeaba ante sus propios ojos las posiciones enemigas. Por eso acompañaba a aquellos cazabombarderos con la mirada fría y soñolienta de sus ojos inflamados por el sueño, y murmuraba con rabia:

– ¡Otra vez venís con retraso! Mientras los alemanes nos atacaban y bombardeaban como si estuviéramos atados, probablemente vosotros estaríais bebiendo café y poniéndoos vuestras malditas botas; y ahora, cuando todo se ha acabado, os presentáis para arar en el agua y quemar el combustible del Estado… ¡No sois más que unos derrochadores de gasolina!

No tuvo tiempo para acabar de refunfuñar: los alemanes habían iniciado la preparación artillera y en la primera zona se concentró rápidamente una fuerte lluvia de proyectiles. Sviaguintsev se olvidó al momento de los aviones y del resto del mundo.

Cientos de explosiones de proyectiles y minas zumbaban y rugían desgarrando la atmósfera caliginosa; los trozos de metralla volaban por los aires para incrustarse cerca de las trincheras, levantando verdaderos surtidores de tierra y humo y atravesando la sinuosa línea de defensa, que estaba plagada de hoyos. Las explosiones se sucedían una tras otra con velocidad inverosímil y cuando varias de ellas coincidían sobre la tierra estremecida por los disparos, se levantaba un gran rumor sordo que vibraba pesadamente y lo aplastaba todo.

Hacía tiempo que Sviaguintsev no veía un fuego tan concentrado y denso, hacía tiempo que no sentía una desesperación tal que le dejaba el corazón aterido. Las minas y los proyectiles caían cerca, abundantes y ensordecedores, y aquel ruido infernal crecía tanto que Sviaguintsev empezaba a perder el ánimo y la valentía que le caracterizaban desde siempre, y hasta perdía la esperanza de salir con vida de aquel infierno…

Las noches insomnes, el cansancio extenuante y la tensión de un combate de seis horas contribuyeron lo suyo, y cuando estalló un proyectil a la izquierda de su trinchera y entre el fragor de la lucha oyó el grito de su vecino herido, en el interior de Sviaguintsev algo pareció truncarse. Se estremeció, se apoyó con fuerza contra la pared delantera de la trinchera, con el pecho, con los hombros, con su corpachón, y apretó los puños tanto que los dedos se le durmieron. Abrió los ojos desmesuradamente y le pareció que a causa de las explosiones toda la tierra se movía y se abría a sus pies como en una sensación febril; impelido por un fuerte temblor, se apretó aún más contra el suelo, que también trepidaba, buscando una protección que no halló. En ese momento de desesperación perdió su maravillosa idea de que quizá a otros no, pero a él, a Iván Sviaguintsev, la tierra patria le protegería de la muerte…

Por unos momentos atravesó su mente una idea clara: «Tenía que haber cavado más hondo la trinchera.» Luego ya no tuvo ideas cuerdas; sólo sentía el corazón oprimido de terror. Sviaguintsev cerró los ojos involuntariamente mientras dejaba caer las manos sobre las rodillas; inclinando mucho la cabeza, tragaba saliva con dificultad, pues se le había vuelto amarga como la bilis; se puso a rezar en silencio.

En su lejana infancia, cuando estudiaba todavía en la escuela parroquial, el pequeño Vania Sviaguintsev iba con su madre a misa todos los días festivos; se sabía de memoria todas las oraciones, pero desde entonces, durante muchos años, no había molestado a Dios con petición alguna y se le habían olvidado todas las oraciones. Por eso rezaba a su manera, de forma breve y reiterada, susurrando continuamente lo mismo. «¡Señor, sálvame! ¡No dejes que me pierda!»

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Lucharon Por La Patria»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lucharon Por La Patria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Lucharon Por La Patria»

Обсуждение, отзывы о книге «Lucharon Por La Patria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x