P. Cast - Diosa Por Derecho

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Aunque Morrigan fue concebida en medio de una mentira, y estuvo atrapada en un árbol durante toda su gestación, su nacimiento fue verdaderamente mágico. Después de aquel comienzo, pasó
los siguientes dieciocho años de su vida como cualquier chica normal de Oklahoma. Cuando descubrió la verdad de su origen, la rabia y la pena se apoderaron de ella y la llevaron de vuelta al mundo de Partholon. Pero allí, en vez de ser respetada como hija de la encarnación de una diosa, Morrigan se sintió como una intrusa rechazada. En su desesperación por formar parte de Partholon, se enfrentará a fuerzas que no podía comprender ni controlar por entero. Y pronto empezaría a sufrir el acecho de una extraña oscuridad…

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¿Cómo era posible? La niña era una Portadora de la Luz, Elegida de la diosa de los Sidethas. Kegan había dicho que Adsagsona le había concedido un gran poder y que…

Kai se quedó sin aliento. ¿Y si su poder no era un don concedido por una diosa? Aquel parecido tan notable con Myrna no podía ser una coincidencia. ¿Y si la habían llevado allí unos poderes oscuros, con aquella forma y aquellos dones, en aquel momento preciso en el que Rhea estaba devastada por el dolor de la pérdida de Myrna? La Guerra Fomoriana había ocurrido casi veinte años antes, pero él la recordaba bien. Los Fomorians se habían infiltrado en Partholon porque la gente le había permitido a Pryderi, el espantoso dios de la oscuridad, que entrara en su alma en forma de susurros, y después en su vida, y después en su mundo.

Kai se estremeció. ¿Estaba sucediendo aquello de nuevo? ¿Era posible que Pryderi estuviera detrás del parecido de Morrigan con Myrna, y de sus poderes milagrosos?

Tenía que hablar con Kegan. El centauro era joven, pero era un Sumo Chamán, y sus poderes en el reino de los espíritus eran muy fuertes. Él sabría lo que tenían que hacer.

Primero, Kai iba a pedirles a los mineros que se llevaran la columna de mármol que había elegido, e iba a visitar rápidamente las salas de ónice y de arenisca. Trabajar con los espíritus de las piedras lo calmaría. Aquella noche hablaría con el centauro. Kai salió de aquella cámara de mármol con decisión, pero con la desagradable sensación de que alguien lo vigilaba con ojos atentos.

Capítulo 16

Morrigan se refugió en la familiaridad, a donde se había estado retirando siempre para lamer sus heridas y recuperarse desde que era un bebé. O al menos, a lo más cercano a la familiaridad. Morrigan encontró a Birkita.

– ¡Ah, Morrigan! Has estado lejos toda la mañana. Estaba empezando a preocuparme.

– ¡Siento haber sido tan mala! -le dijo Morrigan a Birkita, y la abrazó, sin preocuparse de si provocaba los murmullos y las miradas de las Sacerdotisas de Usgaran. Birkita se retiró con gentileza y miró a Morrigan a la cara.

– Ven. Tienes aspecto de cansancio, y estás sucia. Lo que te hace falta es un buen baño.

Morrigan tomó del brazo a Birkita mientras caminaban hacia su habitación.

– Ya sabía que tú me ibas a decir lo que necesitaba.

No hablaron mucho mientras Birkita la ayudaba a quitarse el vestido y llenaba la bañera de piedra de agua caliente y jabonosa. Cuando Morrigan estuvo sumergida hasta el cuello y Birkita estaba tras ella, lavándole el pelo suavemente, Morrigan comenzó a abrirse.

Le contó cómo había sido su viaje por las Cuevas de los Sidethas, y las sensaciones que le habían producido las salas de amatista, citrino, ónice, y esmeraldas. Después comenzó a hablar de lo que le había sucedido en la sala de mármol.

– Allí me encontré a Kai.

– Sí, el Maestro de la Piedra ha comenzado hoy su búsqueda de la piedra para el monumento de Myrna.

– La ha encontrado. Brina y yo entramos en la sala poco después de que le hablara.

– ¿Y eso te disgustó?

– No. Sí -dijo Morrigan. Después, suspiró y comenzó de nuevo-: No exactamente. Me produce una sensación extraña el hecho de que Myrna muriera el mismo día que yo entré en Partholon. Me parece que… yo tuve algo que ver con lo que le ocurrió, y por eso, el hecho de que Kai encuentre su piedra y Kegan la talle para hacer una estatua para su tumba me disgusta.

– Hija, mírame.

Morrigan se dio la vuelta, de mala gana, para mirar a Birkita a los ojos.

– Escúchame bien. Tú no provocaste la muerte de Myrna. Murió de parto. Fue triste y trágico, pero era su destino. De lo contrario, te aseguro que Epona habría encontrado el modo de salvarle la vida.

– Quiero creerte, de veras.

– Créeme, Morrigan. Tú no provocaste su muerte, fue el destino. Y ahora, explícame lo que te ocurrió hoy. ¿Te has disgustado al ver la piedra que se usará para el monumento de lady Myrna?

– No, eso sólo ha sido una parte. Sucedió cuando Kai me tocó. Habíamos tenido una conversación muy agradable. Él me explicó cuál es su función como Maestro de la Piedra, y después me mostró cómo podía escuchar a los espíritus del mármol por mí misma -dijo Morrigan, y al recordarlo, sonrió-. Los espíritus del mármol me mostraron un jardín del Templo de la Musa. Kai me dijo que era el jardín de Caliope.

– Caliope es la Encarnación de la Musa de la Poesía Épica.

– Oh, gracias. No tenía ni idea de quién era, y no quería preguntárselo para que no se diera cuenta. Él me dijo que lo había ayudado a encontrar la pieza de mármol adecuada para tallar un banco para Caliope, y después, en broma, me tomó la mano para besármela, como para darme las gracias formalmente -explicó Morrigan, y tuvo que tragar saliva para aclararse la garganta-. Noté un calambre fuerte, muy extraño -dijo, y al ver la cara de desconcierto de Birkita, añadió-: Es como una parte pequeña de esa electricidad de la que te hablé.

– Ah, sí, el rayo domesticado.

– Exacto. Él también debió de sentirlo, porque su reacción fue extraña. Me miró como si me hubiera convertido en un monstruo o algo así, y me preguntó que quién era.

– ¿Y qué le dijiste tú? -preguntó Birkita, con arrugas de preocupación en la frente.

– No supe qué decir, ni qué hacer. Kai cambió tan de repente… Al principio había sido muy fácil hablar con él, y me había caído muy bien. Incluso hablamos de Myrna, y me dijo que soy igual que ella. Kegan también me lo dijo.

– Así que es cierto. Eres su reflejo.

Morrigan intentó no fruncir el ceño.

– A mí me gusta pensar que ella es mi reflejo, pero bueno. El resultado es el mismo. Los dos dicen que me parezco a Myrna, salvo por el detalle de que ella no tenía ningún poder divino.

Birkita asintió lentamente.

– Cuando se hizo el anuncio de que lady Myrna iba a desposarse con un hombre, todos supimos que no iba a seguir los pasos de su madre como Elegida de Epona. Pero ¿dices que no estaba en absoluto tocada por la mano de Epona?

Morrigan se encogió de hombros.

– Eso es lo que me dijeron Kegan y Kai. En realidad, Kegan dijo que ella y yo somos exactamente iguales, salvo cuando yo consigo que los cristales se iluminen. Me dijo que Myrna nunca jamás había tenido el mismo aspecto que yo cuando los cristales me llenan con el poder de su luz.

En vez de responder, Birkita le dijo a Morrigan que inclinara la cabeza hacia atrás para que la corriente de agua le aclarara el pelo. Dijo pocas cosas mientras ayudaba a Morrigan a salir de la bañera, la envolvía en una toalla gruesa y la situaba frente al espejo de su habitación para secarle y peinarle la melena. Finalmente, Morrigan no pudo soportarlo más.

– ¿Por qué crees que Kai reaccionó de un modo tan extraño a ese calambre que nos traspasó? ¿Y qué demonios podía ser el calambre?

Birkita la miró a los ojos en el espejo.

– Kai oye a los espíritus que hay en las piedras, sobre todo en el mármol. Sus espíritus le dicen cuál es la verdadera naturaleza de ese objeto, lo que son, a qué lugar pertenecen, qué tienen dentro de sí. Es como si conociera el destino de las piedras que toca.

– ¿Y es posible que sintiera la verdad sobre mí? ¿Que soy la verdadera hija de Rhiannon?

– Yo nunca había tenido noticia de que su habilidad fuera más allá de lo inanimado. No sabía que se extendiera más allá de la piedra.

– Pues está claro que supo algo cuando me tocó, y eso le asustó mucho. Se quedó horrorizado, como si hubiera descubierto algo pavoroso.

– Si creyera que la Elegida de Epona es una impostora, por supuesto que el Maestro de la Piedra se habría quedado horrorizado.

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