P. Cast - Diosa Por Derecho

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Aunque Morrigan fue concebida en medio de una mentira, y estuvo atrapada en un árbol durante toda su gestación, su nacimiento fue verdaderamente mágico. Después de aquel comienzo, pasó
los siguientes dieciocho años de su vida como cualquier chica normal de Oklahoma. Cuando descubrió la verdad de su origen, la rabia y la pena se apoderaron de ella y la llevaron de vuelta al mundo de Partholon. Pero allí, en vez de ser respetada como hija de la encarnación de una diosa, Morrigan se sintió como una intrusa rechazada. En su desesperación por formar parte de Partholon, se enfrentará a fuerzas que no podía comprender ni controlar por entero. Y pronto empezaría a sufrir el acecho de una extraña oscuridad…

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Capítulo 14

– Entonces, ¿me perdonas? -le preguntó Morrigan a Birkita por segunda vez.

La había encontrado exactamente donde creía que iba a encontrarla, en Usgaran, y la había llevado aparte para poder hablar con ella en privado.

– Por supuesto, mi señora.

– Pero si me estás llamando «mi señora» otra vez, con ese tono…

Birkita sonrió ligeramente.

– Sólo estoy demostrándoos el respeto adecuado.

– Todavía estás dolida. Conozco ese tono. Mi abuela y tú lo compartís.

Birkita le acarició la mejilla a Morrigan.

– Aquí está la muchacha a la que estoy conociendo y queriendo cada vez más. Y también el motivo por el que me he preocupado tanto durante el ritual.

Morrigan se puso tensa, y Birkita bajó la mano.

– Esta soy yo. Pero aquélla también. Las dos.

Birkita no vaciló bajo la mirada de Morrigan.

– Tienes que estar muy segura de eso, niña. Conócete bien, para que puedas reconocer la influencia de otros.

– Birkita -dijo Morrigan, intentando contener su irritación-. Tú nunca has oído las voces de los espíritus de los cristales. Y me has dicho que no ha habido una Portadora de la Luz en el Reino de los Sidethas desde hace más de tres generaciones, así que nadie se ha visto ahitó, desde hace mucho tiempo, de espíritus de cristales. Es algo increíble.

– Sí, estoy segura de que sí, pero…

– Kegan me ha dicho que, históricamente, las Portadoras de la Luz han seguido su propio camino y han tenido su forma de hacer las cosas. Y que es normal que yo haga cosas distintas y esté llena de pasiones y aventura.

– Te lo ha dicho Kegan.

– Sí, Kegan. Es Sumo Chamán además de Maestro Escultor. Creo que, por lo tanto, sabe algo de espíritus y cosas así.

– Cierto, Kegan es Sumo Chamán. Pero también es el reflejo de alguien a quien tú estuviste unida en Oklahoma. Tal vez por eso, te sientes inclinada a tomar sus palabras como si las hubiera pronunciado la diosa. Él es muy joven, Morrigan. Y debes entender que por ser Sumo Chamán o Suma Sacerdotisa, una persona no lo sabe todo.

– De acuerdo, sí, eso lo entiendo. Pero también es cierto que, por el hecho de que alguien sea joven, no tiene por qué estar siempre equivocado.

– Claro que no. No estoy diciendo que ninguno de vosotros dos esté equivocado. Lo único que digo es que tengáis cuidado. Progresa lentamente mientras estés explorando tus nuevos poderes. Recuerda que eres vulnerable a Kegan, por tu historia con su reflejo de Oklahoma. Y, sobre todo, escucha la voz de Adsagsona.

– Eso hago -dijo Morrigan.

– Hija, algunas veces la voz de la diosa puede resultar ahogada por la tuya. Una Suma Sacerdotisa es especial para su diosa, y también es el canal de comunicación de la diosa con su pueblo, y debería usar las bendiciones que ha recibido de ella para ayudar a los demás, y no para satisfacer sus propios deseos egoístas.

Morrigan se irguió con tensión.

– ¿Qué quieres decir?

– Morrigan, el ritual estaba dedicado al espíritu de lady Myrna, y a intentar aliviar la pena de aquéllos a quienes ha dejado atrás. En vez de eso, se convirtió en una exhibición de tu poder, alimentado por tus heridas personales. Entiendo cómo…

– ¡No! Tú no lo entiendes. Tuviste padre y madre. Nadie te mintió y te dijo que eras otra persona. ¡Ella ocupó mi lugar!

Morrigan se detuvo para tomar aire, y entonces, oyó las palabras «reclama tu destino», que resonaban en su mente.

– Está bien, Birkita, esto es lo que tengo que decirte. No quiero herir tus sentimientos. Me importas, y creo que eres una buena persona. Pero yo voy a ser una Suma Sacerdotisa diferente. Me parece que tu actitud bondadosa y amable no funcionaba muy bien. Shayla os estaba pisoteando a las demás Sacerdotisas y a ti. A mí no va a hacerme lo mismo. Así que quizá Adsagsona me haya traído aquí porque sus Sacerdotisas necesitan lo que tú dices que son mis deseos egoístas.

Birkita no vaciló ante la mirada de enfado de Morrigan. Simplemente, inclinó la cabeza y dijo con suavidad:

– Como desees. Ahora, tú eres la Suma Sacerdotisa y la Portadora de la Luz. Por derecho, eres tú quien está más cerca de la voluntad de la diosa.

Morrigan exhaló un suspiro de frustración.

– Muy bien. Por lo menos, eso está claro. Creo que ahora voy a explorar un poco la cueva. Ah, y no te preocupes. No tienes que acompañarme. Encontraré el camino yo sola.

– Sí, mi señora -dijo Birkita, y le hizo una reverencia.

Cuando Birkita comenzaba a darse la vuelta, Morrigan le tocó el hombro.

– No te enfades conmigo, ¿de acuerdo?

Birkita posó la mano sobre la de Morrigan, y respondió:

– Yo no puedo enfadarme contigo, hija.

Le apretó la mano, y después volvió al corazón de Usgaran con las demás Sacerdotisas y artesanos que estaban allí reunidos, llevando a cabo sus tareas.

Morrigan suspiró y posó las manos en la pared de la cueva.

– Quiero salir de aquí -les susurró a los espíritus de los cristales-. Llevadme a algún sitio maravilloso que no esté bajo la nariz de Birkita.

«¡Te oímos y te obedecemos, Portadora de la Luz!», respondieron los espíritus. Al instante, se encendieron una serie de pequeños cristales por la pared, a la altura de la cintura de Morrigan, y ella comenzó a seguir su señal serpenteante hacia un túnel. Era el reflejo del camino principal que había seguido en la cueva de Oklahoma. Avanzó cerca de la pared, para poder rozar los cristales con los dedos continuamente. La llevaron hacia un túnel más pequeño que giraba a la derecha. Era un túnel que no existía en Oklahoma, y Morrigan observó que en el suelo había unas vías estrechas. Pronto supo el motivo, porque apareció un vagón lleno de pedazos de piedra suave, blanca, con aspecto de mármol, tirado por dos hombres fornidos. La saludaron brevemente, y ella les contestó con un rápido «hola». Mmm. Así debía de ser como los Sidethas extraían las piedras de lo más profundo de la cueva hasta la superficie.

El túnel hacía una curva en forma de «S», y el suelo de alabastro descendía bruscamente. Cuanto más se adentraba en el vientre de las cuevas, menos gente encontraba por el camino, y más relajada se sentía. A los pocos minutos de descenso, los cristales la guiaron a través de una entrada en forma de arco. Al franquearla, a Morrigan se le escapó un jadeo. Se encontraba inmersa en una belleza increíble. La sala era grande y redonda, y las paredes y el techo estaban completamente cubiertos de racimos de cristales morados. Allí había un enorme brasero de iluminación, situado en un trípode en medio de la sala, y sus llamas blancas arrancaban brillos de los cristales.

– Amatista… -susurró Morrigan.

– Buenos días, mi señora. ¿Puedo hacer algo por vos?

Aquella voz hizo que Morrigan diera un respingo. No se había dado cuenta de que había alguien trabajando al fondo de la sala. Era un hombre que tenía un cincel delicado en una mano, y en la otra, un pequeño martillo, y que obviamente, estaba desprendiendo cristales de la pared.

– Oh, perdón. No quería interrumpir. Sólo estaba explorando.

Él sonrió con amabilidad.

– No os habréis perdido, ¿verdad, mi señora?

– No, yo… no creo que pueda perderme. Soy Morrigan, la Portadora de la Luz, y… bueno… -señaló el rastro de cristales iluminados y añadió-: Ellos me muestran el camino.

– Sí, mi señora. Sé quién sois.

– Bueno, y esto… ¿es amatista? -preguntó Morrigan, para llenar el silencio.

– Sí. Estoy eligiendo seis piezas para el Castillo de Laragon. Es una petición del propio jefe de la fortaleza. Este año, la cosecha de lavanda ha sido especialmente abundante, y quiere recompensar a los seis agricultores principales.

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