P. Cast - Diosa Por Derecho

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Aunque Morrigan fue concebida en medio de una mentira, y estuvo atrapada en un árbol durante toda su gestación, su nacimiento fue verdaderamente mágico. Después de aquel comienzo, pasó
los siguientes dieciocho años de su vida como cualquier chica normal de Oklahoma. Cuando descubrió la verdad de su origen, la rabia y la pena se apoderaron de ella y la llevaron de vuelta al mundo de Partholon. Pero allí, en vez de ser respetada como hija de la encarnación de una diosa, Morrigan se sintió como una intrusa rechazada. En su desesperación por formar parte de Partholon, se enfrentará a fuerzas que no podía comprender ni controlar por entero. Y pronto empezaría a sufrir el acecho de una extraña oscuridad…

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– Me resultáis familiar -dijo en aquel momento Shayla, y sacó a Morrigan de su ensimismamiento-. ¿Tal vez os habéis educado en el Templo de la Musa?

– Nuestra Señora se educó en el Templo de la Musa. No es muy común que un Sidetha deje las Cuevas durante un periodo de tiempo tan largo, pero Shayla es una mujer poco corriente, como nuestra hija, Geally, que ha seguido el ejemplo de su madre y está en su tercer año de estudios en el templo -explicó Perth, y le dio unas palmaditas a su mujer en el dorso de la mano, con un gesto cálido que habría resultado afectuoso de no ser por la mirada de repulsión que Morrigan percibió en los ojos de Shayla.

– Eh… no. Yo nunca he estado en el Templo de la Musa -dijo Morrigan, mientras se preguntaba qué ocurría en aquel matrimonio, aunque no fuera asunto suyo-. Pero enhorabuena por haberte educado allí -añadió, significara lo que significara eso.

– ¿Habíais visitado alguna vez nuestras cuevas? -preguntó Shayla, mientras apartaba disimuladamente la mano de la de su marido.

– No, es la primera vez que vengo -dijo Morrigan, mirando a Birkita. Sin embargo, Birkita eludió el contacto visual. ¿Le habría explicado a aquella gente que ella había llegado a través de la piedra de selenita?

– Es extraño que me resultéis tan familiar… -dijo. Shayla dejó la frase inacabada y se concentró en su comida, pero Morrigan se dio cuenta de que continuaba mirándola de reojo.

– No me gustan nada -le susurró a Birkita. La mujer palideció, y Morrigan aligeró el tono y dijo-: Pero me encanta Brina.

Aprovechó para darle al lince un poco de lo que tenía en el plato, que parecía pescado frito.

Parecía que Birkita estaba aliviada por el cambio de tema, y Morrigan sentía lo mismo. Entre bocados, Birkita le dijo:

– Seguramente sabéis, mi señora, que Brina significa «protectora» en el Lenguaje Antiguo. Brina protege desde hace mucho tiempo el Cristal Sagrado de Usgaran, pero nunca ha mostrado predilección por una Sacerdotisa. Ahora parece que os protegerá a vos, además de a Usgaran.

– Brina es increíble -dijo Morrigan-. Birkita, has mencionado el nombre de Usgaran. ¿Qué es?

Antes de que Birkita pudiera responder, Shayla intervino.

– ¿Cómo es que la Suma Sacerdotisa de Adsagsona no sabe lo que es el Usgaran?

– Señora, la Portadora de la Luz viene de muy lejos, de un territorio llamado Oklahoma. Tal vez allí la habitación que contiene el Cristal Sagrado reciba otro nombre.

Toda la mesa la miró con expectación.

– La Sala del Campamento -dijo Morrigan, que se sentía totalmente fuera de su elemento-. Así la llamamos en Oklahoma.

– ¿Oklahoma? -preguntó Perth con desconcierto-. Nunca había oído el nombre de ese territorio. ¿Dónde está?

– Oklahoma está muy lejos. Al oeste de Partholon. Al suroeste, en realidad.

– Los Sidethas no tenemos costumbre de alejarnos de las Cuevas, pero eso no significa que ignore por completo la geografía de Partholon y del resto de territorios de este mundo. Y no hay ninguno llamado «Oklahoma».

– En realidad, no está en Partholon.

Hubo exclamaciones de sorpresa a su alrededor, y Morrigan oyó murmullos de «¡no está en Partholon!» y «¡La Portadora de la Luz viene de más allá del Mar de B'an!».

– Sí, Oklahoma está muy lejos de Partholon, y por eso hay muchas cosas que me resultan extrañas aquí. Así que voy a necesitar vuestra ayuda con los nombres de las cosas y con el funcionamiento de vuestro territorio -improvisó Morrigan.

– Las Cuevas son una parte del Reino de los Sidethas, al norte de Partholon, y también le rendimos homenaje a la Elegida de Epona. ¿En Oklahoma no hay reinos de cuevas?

– Claro que hay cuevas -dijo Morrigan-. Por ejemplo, Las Cuevas de Alabastro de Oklahoma.

– ¿Y Adsagsona? ¿Erais vos también la Portadora de la Luz en Las Cuevas de Alabastro de Oklahoma? -preguntó Shayla.

«La verdad», recordó Morrigan, pasando por alto el enfado que le estaba produciendo aquella conversación. «Diré la verdad en todo lo posible».

– Los cristales me hablaban en Oklahoma, y también se encendían por petición mía, pero yo no sabía nada de Adsagsona. Hasta que llegué aquí, pensaba… pensaba que era la Elegida de Epona.

En vez de asustar a todo el grupo, todos la entendieron. Hablaron entre ellos en voz baja y asintieron. Incluso Perth y Shayla se mostraron apaciguados.

Birkita le cubrió la mano brevemente.

– Algunas veces, los caminos que marcan los dioses y las diosas son difíciles de entender y de seguir. Sería inimaginable ser la Elegida de Adsagsona y la Portadora de la Luz y estar alejada de vuestra diosa. Como su pueblo, Adsagsona no quiere alejarse de las Cuevas de los Sidethas. Adsagsona ha demostrado su amor por vos encontrándoos en Oklahoma, sacándoos del lugar oscuro en que habitabais y reuniéndoos con vuestra gente.

Su caricia y sus palabras eran de una bondad tan familiar que Morrigan tuvo que pestañear para no derramar lágrimas de nostalgia.

– ¡Ave, Adsagsona! -dijo Birkita, y su grito de alegría tuvo el eco de las veces de las mujeres de la sala.

Morrigan se dio cuenta de que, aunque Shayla y Perth formaban la palabra con los labios, no pronunciaban el nombre de la diosa. Extraño…

El resto de la comida pasó con mucho menos dramatismo. Shayla y Perth estuvieron conversando en privado todo el tiempo, y Morrigan le pidió a Birkita que le hablara de los mosaicos que decoraban la enorme sala, y pudo relajarse y comer mientras el reflejo de su abuela le describía el arte y las piedras.

Cuando terminó de comer, tuvo que hacer un esfuerzo por no estirarse y bostezar, como Brina. Sin embargo, Birkita se dio cuenta de que estaba cansada.

– Mi señora, todavía estáis agotada de vuestro viaje.

– Quería que me enseñaras las cuevas, pero creo que tienes razón. Estoy mucho más cansada de lo que pensaba -dijo. Entonces se volvió hacia la pareja real y, con una sonrisa forzada, añadió-: Me alegro de haberos conocido. Gracias por la comida, y por hacer que me sintiera bienvenida.

– Habéis dicho que no sabíais que erais la Elegida de Adsagsona cuando estabais en Oklahoma -le dijo Shayla cuando Morrigan estaba a punto de levantarse.

– Sí -respondió con cautela-. Entonces no conocía a Adsagsona. Sin embargo, ahora sí. Sé que ella me trajo aquí, y que éste es mi sitio.

– Bien, entonces, si sois la Suma Sacerdotisa de Adsagsona y la Portadora de la Luz, querréis llevar a cabo el ritual de la luna nueva, mañana por la noche.

Morrigan no supo qué decir. Afortunadamente, intervino Birkita.

– ¿Si lady Morrigan es la Portadora de la Luz de Adsagsona y su Suma Sacerdotisa? -dijo en un tono áspero-. Ella ha viajado a través del Cristal Sagrado y ha llegado al corazón de Usgaran, tal y como yo predije, porque la diosa me avisó de su llegada en sueños. Los espíritus de las cuevas hablan con ella y la reconocen como su Portadora de la Luz. Todos hemos presenciado que puede darle vida a la luz que hay en el interior de los cristales. No quiero ofenderos, Señora, pero no hay duda de que lady Morrigan es la Suma Sacerdotisa de Adsagsona.

– Por supuesto que no hay duda -respondió Shayla con condescendencia-. Es obvio que es la Portadora de la Luz. Yo no he cuestionado eso. En realidad, la estaba honrando y mostrándole mi respeto al mencionar el ritual. Supongo que lady Morrigan ocupará tu posición, ¿o vas a seguir haciendo las labores de Suma Sacerdotisa? Yo creía que sólo podía haber una, pero tal vez estoy confundida. Después de todo, no estoy tan versada en los misterios de los dioses y las diosas como tú. Tengo demasiado trabajo con el trabajo, más terrenal, de dirigir los asuntos cotidianos de nuestro reino.

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