– Es bajo, tiene la cabeza plana y la mordida cruzada. Para mí, eso es ser un trol.
– ¿De veras? Pues en realidad, es el futuro marido de tu hija, y padre de tu nieto.
Yo miré a mi alrededor, como si fuera a aparecer alguien por detrás de los rosales de mi maravilloso jardín.
– Tienes una hija, que se supone que está en el Templo de la Musa, culturizándose y aprendiendo a ser elegante, pero que en vez de eso está fornicando con un trol y…
– ¡Rhea! ¡Myrna! Aquí estáis.
Alanna entró en el jardín y se colocó entre mi hija y yo. Antes de que yo tuviera oportunidad de empezar de nuevo, oí unos sonidos de cascos que se acercaban, lo cual quería decir que se acercaba ClanFintan, mi marido y padre de la culpable. Me di la vuelta y comencé a cortar, tal vez demasiado vigorosamente, rosas violetas para hacer un ramo, e ignoré a mi amiga y a mi hija.
Noté que Alanna me miraba. Después se encogió de hombros y se abrazó a Myrna.
– ¡Mi dulce niña! Grant me ha dicho que has llegado esta mañana. Qué sorpresa. No te esperábamos hasta el invierno.
Yo solté un bufido al oír el nombre del trol, pero la llegada de ClanFintan amortiguó el sonido.
– ¡Papá!
No tuve que darme la vuelta para saber que Myrna se había lanzado a los brazos de su padre. Lo adoraba. «Como tú, Amada».
Mentalmente, hice un gesto de exasperación hacia mi diosa y murmuré:
– Vamos a ver lo que dice su querido papá de la noticia tan buena que va a darle.
«Paciencia, Amada».
Me di la vuelta y me crucé de brazos, mientras veía a ClanFintan con una sonrisa resplandeciente de padre orgulloso.
– Mi corazón está completo de nuevo, ahora que tengo a mis dos chicas conmigo.
Él me miró a los ojos, y su sonrisa me incluyó. Durante un segundo, olvidé que mi hija acababa de volverme loca. Sólo pude pensar en que después de veinte años, él era más guapo incluso que cuando lo conocí, y que aquellos años sólo me habían hecho quererlo más.
Entonces, recordé la razón por la que Myrna nos había hecho aquella visita sorpresa.
– Dile a tu padre por qué has venido a casa. Seguro que entonces no va a estar tan contento de verte -dije.
Myrna me miró con el ceño fruncido.
– No tienes por qué enfadarte, mamá. Esto es algo bueno.
Yo resoplé.
ClanFintan me miró con su cara de «deja que me encargue yo». Entonces, alcé las manos en una señal de rendición y él miró a Myrna.
– ¿Qué has hecho que haya molestado tanto a tu madre, Myrna?
– ¡Estoy embarazada, papá! ¡Y Grant y yo vamos a casarnos!
Oí que Alanna inhalaba una bocanada de aire bruscamente. ClanFintan nos miró a mi hija y a mí alternativamente.
– Te lo dije -le advertí.
– ¿Y dónde está Grant? -preguntó ClanFintan con severidad.
– Papá, está esperando a que yo os dé primero la noticia, y después se reunirá con nosotros.
ClanFintan arqueó una de sus cejas negras.
– ¿Y por qué no ha venido primero a vernos a tu madre y a mí para pedirnos permiso para casarse contigo? Eso hubiera sido lo más honorable.
– Porque no es tonto. Cualquiera con sentido común os tendría miedo. Sin embargo, aunque esté tan asustado, quería venir conmigo. Yo no se lo he permitido. Sabía que era mejor que yo hablara con vosotros primero.
– Muy bien. Has hablado con nosotros. Ahora ve a buscarlo para que tu papá pueda darle una buena tunda -dije yo agradablemente.
– ¿Estás segura de que estás embarazada? -preguntó Alanna. Su voz suave sonó extrañamente aguda, y llamó nuestra atención.
– Estoy segura -dijo Myrna con alegría.
Alanna cerró los ojos como si sintiera un dolor agudo. ¿Qué demonios? Cuando los abrió, me miró fijamente con una expresión llena de tristeza.
Entonces, yo lo entendí todo, y lentamente, temblando, retrocedí hasta que encontré el banco de mármol que había detrás de mí. Me senté antes de que me fallaran las rodillas.
– Oh, no… -fue todo lo que acerté a decir. Alanna se acercó a mí y me tomó de la mano.
– ¿Mamá?
– Myrna, estamos hablando del Grant a quien conoces desde niña, ¿no? ¿El hijo único de los McClures, que poseen los viñedos que están junto al templo?
– Por supuesto, mamá. No hay otro Grant -dije.
Vi en sus ojos que ella ya sabía aquello de lo que Alanna y yo acabábamos de darnos cuenta. Siguió hablando, pero mientras hablaba, se acercó a mí.
– Y no hay ningún otro hombre, ni ningún centauro, para mí. Quiero a Grant, y Grant es el padre de mi hijo. Pregúntale a Epona, mamá, ella lo sabe.
Oí la maldición que musitó ClanFintan, y supe que él también se había dado cuenta de lo que implicaba el anuncio de Myrna.
– Mamá… Desde hace mucho tiempo sabes que yo no voy a ser la próxima Elegida de Epona.
– No -susurré entre lágrimas-. No, no lo sabía.
«Escúchala, Amada. Myrna conoce bien su corazón, y acepta su destino».
– Sí. Sabes que Epona nunca me ha hablado -dijo Myrna-. Sé que la diosa me quiere, y yo la quiero a ella. Me encantan los rituales que tú presides, y también las celebraciones de bendición. Pero nunca he tenido el mínimo deseo de ser quien dirigiera esas celebraciones y esos rituales. Y, además, mamá, no tengo ninguna afinidad concedida por la diosa. Los árboles te saludan. Las piedras cantan tu nombre. Tu espíritu viaja durante el Sueño Mágico. Yo no tengo nada de eso, ni siquiera un poco.
Myrna hizo una pausa y se miró el regazo.
– Te quiero, y he intentado ser lo que tú querías que fuera. Pero lo que yo he querido siempre es ser madre, y ayudar a Grant a cuidar sus viñedos -dijo con la voz entrecortada, mientras empezaba a llorar-. Siento haberos decepcionado a papá y a ti.
A mí me dolía el corazón mientras la abrazaba.
– Oh, querida, tú nunca podrías decepcionarnos a tu padre y a mí. Te queremos.
Myrna se aferró a mí y todos los signos de su valor desaparecieron. Sentí que le temblaban los hombros mientras sollozaba. Y entonces, ClanFintan nos abrazó a las dos. Besó a nuestra hija y después me besó a mí.
– Si quieres a ese hombre, tráelo aquí y le daré mi bendición -dijo.
– ¿Me lo prometes? -preguntó Myrna entre lágrimas.
– Tienes el juramento del Sumo Chamán de Partholon -dijo él con solemnidad.
Entonces, Myrna me miró.
– Siento mucho no haber nacido para ser la Elegida de Epona, mamá. Sé que es lo que siempre quisiste para mí.
Yo miré a mi hija a los ojos y supe que, si le decía que estaba abatida porque ella no fuera a seguir mis pasos al servicio de Epona, le haría un daño irreparable. Y yo no podía hacer eso. Así pues, sonreí y me sequé las lágrimas con la manga de la túnica.
– Lo que siempre he querido es que seas feliz. Y si Grant te hace feliz, tendrá mi bendición. Y la de Epona.
Myrna sonrió entonces.
– ¡Oh, gracias, mamá! -exclamó.
Después de abrazarme, salió de la habitación en busca de Grant.
– Una nieta -dijo ClanFintan con un tono de melancolía-. No sabía que iba a ocurrir tan pronto, pero la idea no me resulta desagradable -añadió, y me acarició la mejilla-. Rezaré para que se parezca a su abuela.
– Si acaso es una niña.
Ahora que Myrna se había ido, ya no traté de disimular mi desilusión. Si Myrna hubiera venido a decirme que estaba embarazada y enamorada de uno de los varios Sumos Chamanes centauros que durante aquellos años habían intentando cortejarla, no tendríamos ninguna duda sobre el sexo de su primer hijo. La Elegida de Epona siempre se casaba con un Sumo Chamán centauro que la diosa elegía especialmente para ella. Su primer hijo era un regalo de Epona, y siempre era una niña. Myrna estaba embarazada de un humano común y corriente. Su hija no era un regalo de la diosa porque Myrna no iba a ser su Elegida. Yo tenía que aceptar el hecho de que Myrna no tenía ninguno de los dones que la diosa concedía a sus Encarnaciones, por muy imposible que pudiera parecerme.
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