P. Cast - Diosa Por Derecho

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Aunque Morrigan fue concebida en medio de una mentira, y estuvo atrapada en un árbol durante toda su gestación, su nacimiento fue verdaderamente mágico. Después de aquel comienzo, pasó
los siguientes dieciocho años de su vida como cualquier chica normal de Oklahoma. Cuando descubrió la verdad de su origen, la rabia y la pena se apoderaron de ella y la llevaron de vuelta al mundo de Partholon. Pero allí, en vez de ser respetada como hija de la encarnación de una diosa, Morrigan se sintió como una intrusa rechazada. En su desesperación por formar parte de Partholon, se enfrentará a fuerzas que no podía comprender ni controlar por entero. Y pronto empezaría a sufrir el acecho de una extraña oscuridad…

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– Así conoció a tu padre.

Morrigan se volvió hacia su abuela.

– Clint Freeman.

– Sí, cariño.

– Era un hombre bueno. Tenía un vínculo con la tierra -dijo el abuelo, sonriéndola-. Creo que de ahí viene tu amor por la tierra. A él lo fortalecía físicamente. Shannon nos contó que Clint era el reflejo del Sumo Chamán de Partholon, con el que ella se había casado en lugar de Rhiannon.

– Espera. No lo entiendo. Has dicho que Rhiannon estaba aquí, y que Shannon estaba allí. Y ahora dices que Shannon os contó cosas. Entonces, ¿ella habla contigo desde Partholon?

– Bueno, lo ha hecho algunas veces, pero no muchas. La mayoría de las veces sueño con ella, y sé que lo que veo es real. Sin embargo, no es así como me enteré de que existía Partholon. Shannon volvió una vez a Oklahoma. Clint la trajo para intentar intercambiarla de nuevo por Rhiannon. Los tres coincidieron aquí durante unas semanas, porque Rhiannon resucitó a un demonio para utilizar su poder, y lo dejó suelto en este mundo.

– ¿Eso es lo que mató a mi padre?

– No -respondió el abuelo lentamente-. Tu padre se sacrificó para poder detener a Rhiannon. Con su sangre la aprisionó mágicamente en el interior de un árbol, y al mismo tiempo, envió a Shannon de vuelta a Partholon para que ella pudiera estar con su marido, el padre de su hija, que todavía no había nacido.

– ¿Y Rhiannon estaba embarazada de mí?

– Sí.

– Rhiannon es mi madre, y no Shannon.

– Sí. Tu madre es Rhiannon.

– Y vosotros sois los padres de Shannon. No los padres de Rhiannon.

En vez de responder, el abuelo dijo:

– Deberías saber que durante tu nacimiento había presente un chamán choctaw. Él te trajo con nosotros, y nos dijo que, antes de morir, Rhiannon rechazó al dios oscuro y se reconcilió con Epona.

A través de los zumbidos que tenía en la cabeza, Morrigan apenas podía oír lo que él le estaba diciendo.

– Por eso siempre me he sentido fuera de lugar. Es porque no estoy en mi sitio. No pertenezco a este mundo. Y no os pertenezco a vosotros.

– Pero cariño, ¡claro que sí! ¡Eres nuestra niña!

Morrigan negó con la cabeza.

– No. Soy la hija de Rhiannon MacCallan. Y ella no es vuestra hija. Mi madre no era Shannon, la mujer cuyas fotografías me habéis estado enseñando, y sobre quien me habéis estado contando historias durante toda la vida. Soy hija de Rhiannon.

Su voz sonaba extraña. Su tono era de enfado, de acusación. Vio que el dolor le oscurecía los ojos a su abuela y se los llenaba de lágrimas, pero no podía contenerse.

– Soy hija de una mujer tan mala que el padre de su hija se sacrificó para salvar al mundo de ella. Y de mí. Se mató para mantenerme alejada del mundo a mí también, porque yo era hija de Rhiannon, y por lo tanto, tal vez fuera como ella.

– No, Morrigan. Tú no eres como ella -dijo el abuelo con firmeza.

A Morrigan le latía el corazón con tanta fuerza que le hacía daño en el pecho.

– ¿Cómo se liberó Rhiannon de la magia? ¿Cómo nací yo? ¿La liberó Pryderi?

– Sí, la liberó el dios oscuro, pero Epona la perdonó.

– Y por eso me advertisteis que algunas de las voces que oía con el viento podían ser malvadas. Es porque mi madre era mala y escuchó a ese dios, así que es lógico que yo lo haga también.

– Cariño, queríamos asegurarnos de que estabas en guardia, de que no te hicieran daño las mismas cosas que tentaron y engañaron a Rhiannon -le dijo su abuela.

– Morrigan, escúchanos. Tú no eres mala, y ése no es el motivo por el que te hemos advertido. Tú eres como Shannon, no como Rhiannon.

– Pero yo no soy hija de Shannon. Habéis dicho que estaba embarazada al mismo tiempo que Rhiannon. Ella tiene a su hija en Partholon, ¿no?

– Sí. Shannon tiene una hija en Partholon -dijo su abuelo.

– Entonces, hay dos de nosotras, como Shannon y Rhiannon. Es irónico. Yo soy la que debería haber nacido allí, la que pertenece a aquel mundo. O no. Tiene una madre, y tienen que estar juntas. Soy yo la que está fuera de lugar en todas partes.

«Tú tienes la cueva y tienes tu herencia…», dijo alguien en el aire, alrededor de Morrigan.

– No soy tu nieta. No soy quien siempre he pensado que era -dijo, mientras empezaba a retroceder para salir de la casa.

– Claro que eres nuestra nieta. Esto no cambia nada. El único motivo por el que te hemos contado todo esto es que es evidente que estás empezando a mostrar los poderes de una diosa. Eso significa que Epona debe de estar contigo, incluso aquí, en Oklahoma -dijo el abuelo, hablándole suavemente, como si fuera una potrilla asustada.

– Es bueno tener cerca a Epona -dijo la abuela, sonriendo a través de las lágrimas-. Estoy segura de que la diosa tiene un plan para ti.

– ¿Y si no es Epona la que está cerca de mí? ¿Y si Pryderi me considera suya y ése es el motivo por el que oigo voces, y puedo hacer fuego, y los cristales me hablan y resplandecen cuando los toco?

– Pryderi no te ha marcado. Tú no eres mala, Morgie -dijo con ternura el abuelo.

A Morrigan se le llenaron los ojos de lágrimas.

– Tú dices eso, pero no lo sabes con seguridad. Y yo tengo que saberlo con seguridad. Pase lo que pase, ya es hora de que acepte mi destino.

Se dio la vuelta y salió corriendo de la casa.

Sus abuelos corrieron a la puerta y la vieron alejándose por la carretera, en su Old Red.

– Lo superará -dijo mamá Parker, enjugándose las lágrimas de las mejillas-. Se le pasará el enfado, y volverá a casa, y todo se arreglará, ¿verdad, querido?

Richard la rodeó con un brazo.

– Eso espero. Morgie es una buena chica. Sólo está asustada, y en este momento, muy enfadada con nosotros.

Volvieron a sus sillas. Richard se movió lentamente, porque sentía la edad más que de costumbre. Intentó concentrarse otra vez en el libro que estaba leyendo, pero no pudo. Miró a mamá Parker. Ella estaba mirando por la ventana.

– Es una buena chica -repitió.

Su mujer asintió.

– Lo sé. Es que… creo que es demasiado para que pueda asimilarlo de una vez, y es tan joven…

Richard suspiró:

– Sí… sí… sí… -murmuró, y se irguió en la silla-. ¡Demonios!

– ¿Qué ocurre, cariño?

– Morrigan dijo algo de que había llegado la hora de aceptar su destino. ¿La habías oído decir algo así en sus dieciocho años de vida?

Mamá Parker hizo un gesto negativo con la cabeza.

– No, pero suena como algo que haya podido susurrarle Rhiannon -dijo.

– O Pryderi.

Richard se levantó y comenzó a ponerse los zapatos.

– Dijera lo que dijera aquel chamán indio, yo sigo dudando que haya alguna diferencia entre los dos.

– ¿Vamos a ir a buscar a Morrigan?

– Sí, claro que vamos a ir.

– Oh, bien, querido. Me siento muy aliviada -dijo mamá Parker, y se apresuró a recoger las llaves de la camioneta-. ¿Sabes adónde ha podido ir?

– Si no me equivoco, y sigue escuchando esos malditos susurros, ha vuelto a la cueva.

– Al lugar donde sus poderes se intensifican -dijo mamá Parker.

Richard gruñó.

– Sí. Lo que yo creo es que Morrigan tiene un poder que ellos quieren.

Mientras tomaba el viejo termo de uno de los armarios de la cocina y lo llenaba de café, pensó con ironía que, en lo referente a sus chicas, casi siempre acertaba. Lo cual no siempre había sido una buena cosa.

Capítulo 6

Partholon

– Eh, disculpa, Myrna. ¿Qué es lo que acabas de decir? A mí me ha parecido que decías que estás embarazada del trol y que te vas a casar con él, pero no sé si lo he oído bien.

– Me has oído bien, mamá. Salvo por la parte de que Grant es un trol. Sabes que te he pedido cientos de veces que dejes de llamarle eso.

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