P. Cast - Diosa Por Derecho

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Aunque Morrigan fue concebida en medio de una mentira, y estuvo atrapada en un árbol durante toda su gestación, su nacimiento fue verdaderamente mágico. Después de aquel comienzo, pasó
los siguientes dieciocho años de su vida como cualquier chica normal de Oklahoma. Cuando descubrió la verdad de su origen, la rabia y la pena se apoderaron de ella y la llevaron de vuelta al mundo de Partholon. Pero allí, en vez de ser respetada como hija de la encarnación de una diosa, Morrigan se sintió como una intrusa rechazada. En su desesperación por formar parte de Partholon, se enfrentará a fuerzas que no podía comprender ni controlar por entero. Y pronto empezaría a sufrir el acecho de una extraña oscuridad…

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– Vaya. ¿Acampar aquí? Hace demasiado frío -dijo Lori con un estremecimiento-. Empeora algo de por sí horrible, como es una acampada.

– En realidad, la temperatura del interior de la cueva siempre se mantiene alrededor de los quince grados centígrados, en verano y en invierno -explicó Kyle.

– A mí me sigue pareciendo muy frío -murmuró Lori.

La queja de su amiga hizo que Morrigan se diera cuenta de que todo el mundo se había puesto el jersey o la chaqueta. Incluso Kyle llevaba una chaqueta de color caqui con el logotipo del Parque Estatal de Las Cuevas de Alabastro en el bolsillo delantero. Ella todavía tenía el jersey en la mano, porque no tenía frío. Se sintió tan falta de sintonía con los demás como siempre, y rápidamente, se colocó el jersey sobre los hombros.

– Esas rocas son muy bonitas -dijo Gena-. Mirándolas casi se me olvida que aquí viven murciélagos.

Morrigan siguió con la mirada la dirección que le indicaba su amiga, y vio una enorme piedra redonda sobre la cual brillaba un punto rosa. La piedra, redondeada por la erosión, resplandecía bajo aquella luz chillona.

– Es la piedra más grande de las cuevas, y es de selenita.

– La selenita no es rosa -dijo Morrigan.

Kyle la miró con sorpresa.

– Tienes razón, la selenita no es rosa. Eso es sólo nuestra iluminación creativa. Si te acercas a ella, o si miras la parte posterior, comprobarás que es transparente como el cristal. En realidad, es tan clara y tan fácil de cortar que los pioneros usaron láminas de esta piedra para ponerles ventanas a sus casas.

Sin pedir permiso, Morrigan se salió del camino bien marcado que debían seguir los grupos de visita y se acercó a la piedra. Vio con facilidad la transparencia de cristal de aquella roca. La tocó. Era suave y estaba fría. Morrigan posó la palma de la mano en la superficie.

– Eres muy bonita. No necesitas esa luz rosa tan tonta.

La superficie tembló como la piel de un animal.

«Bienvenida, Portadora de la Luz».

Aquellas palabras no estaban en el viento, a su alrededor, como las voces familiares que siempre había oído. Parecía que aquellas palabras habían viajado a través de la palma de la mano, de su piel, y que le habían anegado el cuerpo. Morrigan soltó un gritito y retrocedió con tanta brusquedad que se resbaló en el suelo húmedo y tuvo que agitar los brazos para no caerse.

Alguien la agarró con fuerza para que no perdiera el equilibrio.

– Cuidado. Ahí está muy resbaladizo.

Morrigan asintió y le dio las gracias a Kyle mientras volvían al camino. El sonrió tímidamente y le hizo un gesto al grupo para que continuara adelante. Mientras avanzaban, a Morrigan le trabajaba febrilmente la cabeza. ¿Qué estaba ocurriendo? No era posible que hubiera notado que la piedra se movía. Y aquella voz sólo podía ser la que ella llevaba oyendo toda la vida. ¿O acaso su rareza se había apoderado de ella totalmente y se había vuelto loca? Eso significaba que debería ir a un hospital psiquiátrico y no a la universidad.

Cuando Morrigan alcanzó de nuevo el primer lugar del grupo, Kyle se había detenido otra vez para dar más explicaciones sobre las cuevas. Esperó hasta que todo el mundo lo miró con expectación.

– Ésta es la primera de las cúpulas de la cueva. Es fácil ver, en las muescas y los surcos que hay en las rocas, que las cúpulas fueron creadas por remolinos. Antiguamente, estas cuevas estaban llenas de agua. Con los años, el agua dio estas formas únicas a las paredes. Hoy, claro está, lo único que queda de aquel río bravo es el riachuelo que corre paralelo a nuestro camino y un lago poco profundo que verán después.

A Morrigan, aquella cúpula le parecía bella y misteriosa, pero también familiar. ¿Cómo era posible? Era como si la conociera antes de que Kyle les hubiera llamado la atención sobre ella. Sin embargo, Morrigan nunca había estado en aquella cueva, ni en ninguna otra.

Mirando hacia arriba, Morrigan caminó lentamente hacia el borde del camino, donde la suave pared estaba adornada con cristales de selenita. Tenía ganas de pasar la mano por aquella superficie brillante. En realidad, sentía un impulso irrefrenable de tocarlo. Sin embargo, vaciló, temerosa y ansiosa al mismo tiempo.

– Ésta es mi parte favorita de la visita -dijo Kyle, y el tono de humor de su voz llamó la atención de Morrigan. Se volvió para mirarlo, y se dio cuenta de que él estaba con el resto del grupo, junto a otra de las cajas de luz-. Vamos a experimentar la oscuridad completa. Sólo van a ser sesenta segundos, pero será un minuto muy largo. El ojo necesita la luz para funcionar bien. Si vivieran en la oscuridad durante seis semanas, se quedarían ciegos. ¡Vamos a probar un poco de eso ahora!

Kyle apagó las luces, y la oscuridad se hizo densa e impenetrable.

Oyó suaves grititos de miedo fingido a medias, pero ella permaneció tranquila. En la oscuridad completa, parecía que sus sentidos se expandían, que su cuerpo era líquido y que podía ser absorbido por la materia de las cuevas.

Morrigan se dio cuenta de que aquello debería asustarle, pero en realidad, no le asustaba nada en absoluto.

Posó la mano contra la pared fría de la cueva, y sintió los cristales de selenita mezclados con el alabastro.

«Portadora de la Luz…».

Aquel nombre vibró en los cristales de selenita, que comenzaron a resplandecer. Morrigan apartó la mano de la pared y se la metió en el bolsillo del pantalón. El cristal se volvió oscuro de nuevo.

Cuando las luces se encendieron de nuevo, Morrigan intentó relajarse, hizo rotar los hombros y se reunió con sus amigas para continuar el itinerario.

– Tengo frío -dijo Jamie-. Me pregunto cuánto queda para terminar.

– El camino tiene más o menos medio kilómetro -dijo Morrigan distraídamente, y se preguntó por qué demonios lo sabía.

– Bien. Así que no nos queda demasiado -dijo Lori.

– ¿Eso era un murciélago? -preguntó Gena, que estaba mirando hacia las formaciones de la cúpula-. Creo que acabo de ver un murciélago.

Morrigan le dio la vuelta a su parloteo. A medida que avanzaban, pasó las yemas de los dedos todas las veces que pudo por la pared húmeda de la cueva. Cada vez que su piel rozaba la selenita, sentía una ráfaga de calor en el cuerpo. Sentía algo dentro de las piedras; era como si la cueva tuviera vida propia, y por algún milagro asombroso, la reconociera. La llamaba «Portadora de la Luz». Tenía la sensación de que había salido de Oklahoma y había entrado en otro mundo, y en aquella ocasión, a un mundo al que sí pertenecía. Sin embargo, ¿cómo era posible que se sintiera en casa dentro de una cueva?

Poco a poco, Morrigan notó más calor. Debían de estar cerca de la salida de la cueva. De mala gana, continuó detrás del grupo hasta que todos se detuvieron alrededor de Kyle.

– La salida moderna de la cueva está por allí -dijo Kyle, señalando hacia un lugar en el que el camino torcía suavemente a la izquierda-. Pero ésa es una salida artificial. Antes de que se construyera, la salida estaba aquí -añadió, y dirigió el foco de luz de la linterna hacia un túnel pequeño que se originaba en el camino principal-. Para salir por aquí, la gente tenía que agacharse y meterse por ahí. Hacían la mayor parte del recorrido a gatas, y algunas veces tenían que arrastrarse.

– Ay -dijo Gena-. Eso sí que me da claustrofobia. Preferiría volver a hacer todo el camino de vuelta que tener que hacer eso.

Kyle se rió.

– Gracias a la ingeniería moderna, no tienes por qué hacerlo.

– ¿Podemos utilizar la salida antigua si queremos? -preguntó Morrigan.

Todo el mundo se volvió a mirarla. Sus tres amigas tenían cara de espanto. Sin embargo, Morrigan no se molestó con ellas. Mantuvo la mirada fija en los ojos azules de Kyle.

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