José Santos - El séptimo sello

Здесь есть возможность читать онлайн «José Santos - El séptimo sello» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El séptimo sello: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El séptimo sello»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El asesinato de un científico en la Antártida lleva a la Interpol a contactar con Tomás Noronha. Se inicia así una investigación de lo que más adelante se revelará como un enigma de más de mil años. Un secreto bíblico que arranca con una cifra que el criminal garabateó en una hoja que dejó junto al cadáver: el 666.
El misterio que rodea el número de La Bestia lanza a Noronha a una aventura que le llevará a enfrentarse al momento más temido por la humanidad: el Apocalipsis.
Desde Portugal a Siberia, desde la Antártida hasta Australia, El séptimo sello es un intenso relato que aborda las principales amenazas de la humanidad. Sobre la base de información científica actualizada, José Rodrigues dos Santos invita al lector una reflexión en torno al futuro de la humanidad y de nuestro planeta en esta emocionante novela.

El séptimo sello — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El séptimo sello», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Más ruido.

Sintió movimiento fuera. No había dudas, aquello no había sido un sueño, la madre no se había tirado por las escaleras. Lo cierto es que alguien se acercaba, oía sus pasos y la respiración jadeante.

Se incorporó en la cama, ya despierto, con los codos apoyados en el colchón, e intentó ver en la oscuridad.

– ¡Filhka! -llamó un hombre a la puerta del yurt, con una voz que transmitía urgencia-.¡Filhka!

– Chto? -Era la voz soñolienta de Filipe-. Kto eto?

– Eto ya, Borka.

– Chyo takoe, Borka?

– Tam tebya rebyata ichut, u nikh stvoly.

Filipe saltó de la cama, alarmado, y Tomás sintió que su corazón se aceleraba; no sabía de qué se trataba, pero entendía que algo estaba ocurriendo.

– ¿Qué hay? ¿Qué pasa?

– Vístete -ordenó Filipe-.¡Vamos, rápido!

– ¿Qué pasa?

– Unos hombres armados nos están buscando.

Capítulo 22

Se deslizaron por la puerta del yurt y se sumergieron apresuradamente en la oscuridad, Tomás aún ajustándose el cinturón de los pantalones, Nadezhda abrochándose el abrigo. Seguían al desconocido que los había alertado, un flacucho llamado Boris que los llevó a oscuras a través del perímetro del campamento y después fuera de él. Oyeron algunos gritos por detrás y volvieron la cabeza para intentar vislumbrar lo que pasaba, pero la sombra era opaca y no llegaron a ver nada; de allí venían sólo sonidos de órdenes y de carreras y de metales tintineando.

Avanzaban con los brazos extendidos hacia delante, a ciegas, tanteando el camino, distinguiendo solamente el bulto esquivo del compañero que los guiaba. Boris era el único que parecía saber exactamente adónde iba y por ello ocupaba la delantera, conduciéndolos por el bosque de tomillos y alerces; a veces daban contra un tronco, tropezaban con una rama, chocaban con un arbusto o se rasguñaban con cardos, pero el miedo los impelía hacia delante, los empujaba a la fuga, las piernas leves, los sentidos atentos, el corazón a saltos, el dolor anestesiado.

Recorrieron la taiga durante unos cuantos minutos, desembocando a veces en callejones de vegetación que los obligaban a retroceder, hasta que el bosque se abrió bruscamente en un claro y se encontraron frente a un pequeño pueblo.

– Jarantsy -anunció Boris.

– Estamos en la aldea de Jarantsy -explicó Filipe susurrando, sin atreverse a levantar la voz-. Borka conoce bien esto.

– ¿Quién es Borka?

Su amigo señaló al ruso.

– Es Boris. Lo llamamos Borka.

Boris les hizo una seña para que esperasen y desapareció en la noche, dejando a los tres inmóviles a la entrada de la aldea, temblando de frío y de miedo, sin saber qué hacer.

– ¿Adonde ha ido?

– A buscar la manera de sacarnos de aquí. Vamos a esperar.

Se quedaron callados un buen rato, casi con la respiración suspendida para oír mejor; aguzaron la atención con el fin de intentar identificar cualquier ruido sospechoso, cualquier sonido fuera de lo normal, pero todo permanecía tranquilo y sólo escuchaban su propio jadear reprimido.

– ¿Quiénes son los tipos armados?

– No lo sé.

– Entonces, ¿por qué estamos huyendo?

– Porque no es normal que surja gente entrando con armas en medio de la noche en el campamento. -Filipe respiraba afanosamente-. Cuando Howard y Blanco murieron, vine a esconderme aquí, a Oljon, que conocía de mis tiempos de estudiante en Leningrado. -Hizo una pausa para recuperar el aliento-. He estado todo este tiempo esperando que ocurriera algo así, y por ello monté un sistema de alerta con unos muchachos a los que les pago una mensualidad. -Hizo un gesto en dirección a la oscuridad que había engullido a Boris-. Borka es uno de ellos.

Se callaron de nuevo, atentos a posibles ruidos sospechosos. Nada. Sólo oían su respiración aún jadeante y el vigoroso rumor de los árboles que murmuraban al viento.

– Los hombres armados -dijo Tomás-. ¿Cómo es posible que hayan descubierto tu paradero?

– Buena pregunta.

– ¿Crees que nos han seguido a Nadia y a mí?

– Es lo más probable.

– ¿Desde Moscú?

– Es lo más probable.

– Mierda -murmuró el historiador, desalentado-. No me di cuenta de nada.

Filipe suspiró.

– La culpa es mía -dijo-. Nunca debí haber respondido a tu e-mail.

– Pero ¿cómo lo habrán sabido?

Su amigo consideró la pregunta.

– ¿Tú no fuiste a Viena?

– Sí. Me acerqué a la OPEP para intentar entender lo que estabas investigando el día en que mataron al estadounidense y al español.

– Entonces ha sido ahí. Los tipos te descubrieron y pusieron a alguien detrás de ti para ver adonde los llevabas.

Tomás meneó la cabeza, irritado.

– Francamente, soy un estúpido.

– La culpa es mía -repitió Filipe-. Debería haber sido más listo.

Oyeron pasos y se callaron, los tres muy alarmados, intentando identificar la amenaza. Un bulto se materializó junto al grupo, haciéndolos estremecer del susto. Era Boris, que había vuelto de la sombra. El ruso susurró algunas palabras y los llevó por las calles dormidas de la aldea hacia un edificio que les pareció un establo.

– Borka quiere saber si estás en forma -dijo Filipe.

– ¿Yo? Sí, creo que sí -repuso Tomás-. ¿Por qué?

Boris encendió una linterna y la apuntó hacia la pared del establo. Los focos bailaron por la madera hasta localizar lo que buscaban.

– Porque vamos a tener que usarlas.

Eran bicicletas.

Pedalearon por un sendero, con los faros encendidos, y fueron a dar a una calle de tierra apisonada, donde se detuvieron. Los tres que iban delante se pusieron a discutir en ruso y a apuntar en varias direcciones: había un desacuerdo visible en el grupo.

– ¿Qué pasa? -quiso saber Tomás, interrumpiendo la algarabía eslava.

– Estamos decidiendo adónde vamos -explicó Filipe, hablando en inglés para mantener a los rusos al tanto de la conversación-. Borka quiere llevarnos a Juzhir, pero a mí me parece arriesgado. Seguro que los tipos armados van para allá.

– Entonces, ¿cuál es la alternativa?

– Pues ése es el problema observó Filipe-. No lo sé.

– Yo tengo una solución -dijo Nadezhda.

– Dila.

– El viejo Jamagan.

– No digas disparates.

– Escúchame, Filhka -imploró-. Fui hoy a visitarlo a la Shamanka. Tiene una forma de sacarnos de aquí si vamos a verlo.

– ¿A la Shamanka?

– Sí.

Se hizo un silencio mientras Filipe consideraba la opción. Interrogó a Boris en ruso y, después de oír su opinión, puso el pie en el pedal y asintió con la cabeza.

– Vamos allá.

Se internaron por la carretera y pedalearon hacia el oeste. El lago estaba próximo y vislumbraron una tenue claridad más adelante: eran las luces escasas de Juzhir centelleando en la noche. Decidieron arriesgarse y atravesar el pueblo, pero, cuando se acercaban a las primeras cosas, avanzando con mucha cautela, oyeron el sonido de motores detrás de ellos. Boris hizo una señal, salieron de la carretera y se apartaron en el arcén.

Creció el rumiar de los motores, la carretera quedó de repente iluminada por faros y vieron que dos jeeps pasaban con gran fragor. Tomás estiró el cuello y observó el interior de los dos vehículos: iban llenos de hombres.

– Son ellos -murmuró Filipe-. Nos están buscando.

Los jeeps pararon unos metros más adelante y se quedaron allí, con los faros encendidos, como si estuviesen evaluando la situación: parecían felinos al acecho de la presa. Se mantuvieron así unos segundos, hasta que se encendieron las luces traseras de marcha atrás del coche que iba delante y, acto seguido, las del que se encontraba detrás.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El séptimo sello»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El séptimo sello» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El séptimo sello»

Обсуждение, отзывы о книге «El séptimo sello» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x