– No.
– El carbón. El carbón era muy abundante y fácil de transportar. Además, un kilo de carbón contiene cinco veces más energía que un kilo de leña. Sin el carbón, la Revolución industrial no habría sido posible. La leña no era suficiente para obtener las cantidades de hierro que requería la industrialización. Sólo el carbón lo permitiría. Y lo permitió. Gracias al carbón aparecieron las fábricas, las máquinas, las vías férreas, los ingenios a vapor, los grandes barcos. Esta nueva fuente de energía no trajo sólo más calor y más transportes. Trajo más comida, más ropa, más máquinas, más papel, más de todo. Entramos en un ciclo devorador. Cuanto más se produce, más energía es necesaria. Y cuanta más energía tenemos, más cosas podemos producir. -Le guiñó el ojo-. ¿Entiende por qué razón le digo que cualquier producto es una medida de energía? -Señaló los castaños que otorgaban colorido a las calles de alrededor-. Si sólo tuviésemos leña como combustible, la vida tal como la conocemos no sería posible. -Golpeó el volante-. Hace falta energía para producir toda la riqueza que nos rodea, desde este automóvil hasta cualquier otro bien de consumo.
– Y es entonces cuando aparece el petróleo.
– Precisamente. El carbón ofrecía grandes ventajas sobre la leña y por él se hizo viable la Revolución industrial, pero tenía algunos graves inconvenientes. Para empezar, era muy contaminante. El aire en las ciudades se volvió negro e irrespirable. Además, la energía que producía no era suficiente para los nuevos procesos industriales que aparecieron entre tanto. Fue entonces cuando, una mañana de 1901, una perforación en un pequeño monte llamado Spindletop, en Texas, provocó una erupción de gas y de un líquido negro. El petróleo. Spindletop fue el primero…
– Disculpe -interrumpió Tomás-. Eso no es verdad.
Qarim lo miró con los ojos desorbitados.
– ¿Qué?
– Eso de que el petróleo no apareció hasta 1901. He leído textos árabes antiguos que mencionan la existencia de petróleo.
El árabe se rio.
– Claro que el petróleo ya era conocido. -Miró hacia arriba-. Allah u akbarl Dios es grande e infinita es su sabiduría. Dios crea todas las maravillas y el petróleo es una de sus creaciones. No fue por casualidad que Él lo depositó en Oriente Medio. Dios nos entregó el petróleo para que lo usemos contra los infieles. Mis antepasados, por ejemplo, ya lo utilizaban en la guerra contra los cruzados, aprovechando su facilidad de combustión.
– Entonces me está dando la razón.
– Me temo que no me he explicado bien. Hace mucho tiempo que se sabía que el petróleo existía, es cierto. El problema es que se pensaba que era raro. Ya se tenía conciencia de que el petróleo era más potente, más seguro y más limpio que el carbón, pero se pensaba que no existía en grandes cantidades. En Rusia se producía un máximo de cinco mil barriles por día, y eso ya era algo extraordinario. Pero Spindletop empezó a producir la misma cantidad en una sola hora. ¿Se da cuenta? Spindletop probó que el petróleo era abundante.
– Ah, ya veo.
– Spindletop marcó el inicio de la edad del petróleo. Toda la economía se transformó. Algunos procesos industriales que no eran viables con el carbón se volvieron posibles con el petróleo. Aparecieron los automóviles, que permitieron que las personas viviesen lejos del sitio donde trabajaban. No hace falta que le explique el impacto urbanístico y social que ese fenómeno trajo aparejado, ¿no?
Tomás se rio.
– No es necesario ser un científico para darse cuenta de ello.
– Y yo le pregunto: ¿dónde está concentrada esa riqueza?
– ¿Cuál? ¿El petróleo?
– Sí.
– Qué sé yo… Por aquí, por allá, ¿no?
El árabe meneó la cabeza y esbozó una sonrisa condescendiente.
– Esa riqueza está hoy casi enteramente en las manos de la OPEP, y quiera Dios que continúe así. Inch'Allah!
– Pero, entonces, ¿y los Estados Unidos? ¿Y Rusia? ¿No producen también petróleo?
Qarim lo miró de reojo.
– Ese petróleo se está acabando.
– ¿Cómo?
El coche circulaba por la zona de Schottenring y Alsergrund, ya bien dentro del perímetro urbano. Era una zona elegante, con una arquitectura imponente, los edificios bien conservados. El Mercedes redujo la marcha, forzado por los semáforos y el flujo del tránsito. El automóvil había dejado de ser un lobo para transformarse en un cordero.
– Ese fue el tema de mi conversación con el hombre que usted busca.
– ¿Filipe Madureira?
– Sí.
– ¿El vino a hablarle sobre el petróleo estadounidense y ruso?
– Vino a hablarme sobre el estado de la producción y de las reservas mundiales de petróleo.
Tomás sacó el bloc de notas del bolsillo. La conversación había entrado en el asunto que lo había llevado a Viena.
– Dígame, por favor, las circunstancias en las que ustedes se encontraron -dijo-. ¿Cuándo se puso él en contacto con usted?
– Oh, fue ya hace unos años.
Tomás consultó sus notas.
– ¿Habrá sido en…, en febrero de 2002?
– ¿De 2002? No lo sé, tendré que comprobarlo en mi agenda. -Adoptó una actitud pensativa-. Espere, me acuerdo de que conversamos sobre el 11-S y la invasión estadounidense de Afganistán, que habían ocurrido poco tiempo antes. ¿Cuándo fue eso? A finales de 2001, ¿no? -Balanceó la cabeza, más convencido-. Pues debimos de encontrarnos alrededor de febrero de 2002. Recuerdo que hacía mucho frío, estábamos en pleno invierno y hasta tuvimos que evitar la nieve que se acumulaba aquí, en las aceras de la ciudad.
– ¿Cómo llegó Filipe Madureira a usted?
– A través de un cliente nuestro. El ingeniero Ferro, de la Galp.
– ¿La petrolera portuguesa?
– Sí.
Tenemos negocios con la Galp, y mi interlocutor suele ser el ingeniero Ferro. Él me telefoneó y me dijo que tenía un consultor que, debido a la crisis política internacional, necesitaba hacer una evaluación de las reservas disponibles y de la capacidad de producción instalada, y me preguntó con quién tenía que hablar. Le dijo que viniese a reunirse conmigo.
– Y él vino.
– Sí.
– ¿Aquí a Viena?
– Sí, nos encontramos aquí. -Hizo un gesto vago hacia atrás-. Fuimos a almorzar a la Lusthaus, un restaurante del Prater, y después pasamos por el hipódromo para ver los caballos.
– Y él quería hablar sobre la producción mundial de petróleo…
– Sí, la producción y las reservas. Pero estaba preocupado sobre todo por las reservas.
– ¿Le dijo por qué motivo necesitaba…?
Qarim levantó la mano opulenta.
– Espere un poco: usted aún no me ha explicado exactamente por qué motivo necesita conocer esa conversación -le interrumpió-. Como ha de imaginar, no me siento muy a gusto revelando el contenido de mis conversaciones con los clientes.
– Lo comprendo, pero ésta es una investigación de la Interpol.
– Ya me ha dicho eso por teléfono, y por esa razón accedí a encontrarme con usted. Pero ¿podría ser un poco más concreto?
Tomás suspiró.
– Filipe Madureira es sospechoso de estar implicado en dos homicidios.
El árabe abrió mucho los ojos y la boca, en una mezcla de asombro y sobresalto.
– ¿En serio?
– Sí. Se han descubierto conexiones entre él y dos científicos que aparecieron muertos a tiros.
Qarim meneó la cabeza.
– Qué increíble -exclamó-.¡He estado conversando con un asesino y he sobrevivido! -Volvió los ojos hacia arriba con una expresión de gratitud-. Allah u akbar! ¡Dios es grande y misericordioso!
– Espere: yo no he dicho que él es el asesino. Aún se está investigando el caso.
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